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Como les pareció que convenia,
Nombran velas segun guerreras artes:
Gastaron el restante de aquel dia
En ojear los fuertes balüartes:
A mas andar la noche se venia,
La cual velaron bien entrambas partes,
Dando peor que gente de mezquita
Al rendir de los cuartos grande grita.

Los vaporosos nublos apartados
Que suele producir noturna hora,
Cuando ya por los montes ensalzados
Tiende sus ojos bellos el aurora,
Ilustrando los campos y collados
De aquelles hemisferios donde mora;
Coanabo mandó sin que discorden

Que sus gentes se pongan en buen orden.
Allega luego Goacayarima,
Varon en estos trances bien instruto,
Después del Uxmatex de gran estima,
Vina Pani también, varon astuto;
Y Amiguayagua, de flecheros prima,
Con aquel gran varon dicho Baoruto,
Y el otro que se dijo Guarocuya,
Cada cual con la gente que era suya.

Venian con aquel hervor ardiente
Que hambriento leon tras el ganado,
Componiendo las armas y la gente
En el puesto que tienen señalado;
Andaba Coanabo diligente

Y el Uxmatex también con gran cuidado, Y en haciendo la seña que tenia Comienza la potente flechería.

Rompiendo van los aires alaridos,

Y tales que á los hombres mas enteros
Atruenan y atormentan los oidos,
Por ser tan importunos y tan fieros;
Las cuerdas de los arcos dan crujidos,
Heridas de los brazos de flecheros;
No para, no reposa, jamás cesa
El protervo furor de tanta priesa.

Ansí como la muy prolija llama,
De límite compuesto descompuesta,
Que con terrible fuerza se derrama
Por los espesos bosques ó floresta,
Quemando verdes hojas de la rama
Que una después de otra halla presta,
Y son enajenados de reposos
Aquellos estallidos presurosos;

Ansí la cantidad y la viveza
De presurosos golpes y sonidos
Fatigaban aquella fortaleza,

Y á los que están en ella recogidos :
Era de flechas tanta la grandeza,
Que están por sus reparos ascondidos,
Sin osarse mostrar los que están dentro,
Hasta pasar aquel primer encuentro.

Mas al lugar que juzgan por seguro
Los indios que los tienen mas opresos,
Asiestan un terrible pasamuro
Que hizo temerosos sus escesos;
Pues usando la bala de su juro
Llevó piernas y piés, deshizo huesos,
Derramó sesos, dientes y quijadas,
Y lastimó personas señaladas.

Segundan con los versos al rebaño Que del fuerte distaba menos trechos, Y ansimismo hicieron grande daño Quebrando huesos, barrenando pechos : El temor que conciben es estraño De ver caidos sin hallar pertrechos; Reparaba la grande muchedumbre De ver lo que no tienen de costumbre.

Luego salieron siete caballeros Con armas de algodon encubertados; Ellos y los caballos van lijeros Rompiendo por los indios mas armados; Luego como noventa ballesteros Con jaras y harpones afilados, Un rodelero cada cual delante, Y desto cada cual hombre bastante.

Aprietan una y otra vez las llaves
Para poder hacer algun ojeo,
No por cierto de temerosas aves,
Que no las hay en tan crüel torneo;
Quedabanles las manos muy suaves,
Y es porque no hacian mal empleo;
Pues hay quien su lugar desembaraza
Y de lo mas cerrado hace plaza.

Al tiempo que estos hacen esta mella,
Los de caballo vuelan sin tardanza,
No divididos ni por una huella,
Ni fuera de concierto y ordenanza;
Cada cual hiere, mata y atropella
Rompiendo pechos duros con la lanza
De aquellos escuadrones y cuadrillas
Do Hojeda hacia maravillas.

Como tigre, si halla la manada
Sin guarda ni defensa de provecho,
Que no cura de tasa limitada
Para henchir aquel vorace pecho;
Mas una y otra deja degollada

Y con muchas no queda satisfecho,
Antes con pertinacia y osadía
Cuantas más reses mata mas querria;

Ansí Hojeda con los seis que lleva,
En herir y matar encarnizados,
Con tanto mas furor la lanza ceba
Cuantos mas indios tiene derribados;
Y los vivos de ver cosa tan nueva
Estaban poco menos que pasmados;
Mas Coanabo viendo tal injuria
Revuelve sobre si con grande furia,

Diciendo: «¿Qué haceis, gentes perdidas
Que mas muertos estais que los caidos,
Y mas ciertas teneis vuestras caidas,
Si destos estranjeros sois vencidos?
Pelead, y perded antes las vidas
Que seais deste puesto removidos,
Valientes son y rigurosos vienen,
Mas hombres son, y de cansarse tienen.

» El mas valiente dellos también muere,

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Y le faltan alientos y resuellos :
La fortuna dé ya lo que nos diere,
O quede por nosotros ó por ellos;
Y caiga de nosotros quien cayere
A trueco de matar algunos dellos.
Venid, apresurad esta carrera,
Que yo quiero llevar la delantera. >>
Ansí como terribles torbellinos
Con gran fuerza de vientos furiosos
Que sacan con los vientos repentinos
Gran polvo de lugares arenosos
Perturbando los pasos de caminos
Que llevan caminantes presurosos,
Haciéndoles los pasos tan estrechos
Que suelen del espada hacer pechos ;
Ansi tan gran ruïdo y algazara
El Coanabo hizo se levante,
Que en el acometer nadie repara
Con furia de temor tan discrepante,
Que el feroz español volvió la cara
Y no pudo pasar mas adelante;
Antes como podia va hiriendo,
Y á mas andar su gente recogiendo.
Parecióle bastar la buena suerte
Ya hecha, pues quedaban mil tendidos,
Y ansí siguió los pasos á su suerte,
Sus soldados por orden recogidos:
Aunque esto no se hizo sin la muerte
De dos ó tres, con muchos mal heridos,
Por haber en aquesta coyuntura
En el entrar grandísima presura.

Pues viendo cómo ya se retraia,
Haciendo lo que mas les aprovecha,
Era tanta la gente que venia

Con piedra, con macana, dardo ó flecha,
Que en grandísimo riesgo los ponia,

A causa de la puerta ser estrecha,
Principalmente Goacayarima

Que con gran pertinacia los lastima.

Hojeda, con deseo de venganza
Viéndolo glorïar de tales hechos,
Batió las piernas y enristró la lanza,
Rompiendo por los indios mas estrechos :
Y salióle tan bien su confianza

Que lo pasó por medio de los pechos :
Salió la dura lanza bien teñida,
Y con ella también salió la vida.

El bárbaro furor y su grandeza
Turbóse con el lance bien formado;
Hojeda con grandísima presteza
Volvió do lo tenian deseado :
Entraron todos en la fortaleza

Y ocuparon los puertos del cercado,
Do con tiros y armas que tenian
Con gran fuerza y vigor se defendian.
Pero con un furor luciferino
Procuraban las gentes belicosas
Romper las cercas y hacer caminos,
Diciendo mil palabras afrentosas;
Hasta que ya la noche sobrevino,
Que les hizo hacer treguas forzosas,
Dejando con escuro los cercados
Poco menos que muertos descansados.

Ya las noturnas horas acabadas,
Al tiempo que la Aurora por las cumbres
Mostraba sus mejillas coloradas,
Faltas de resplandor las otras lumbres,
Volvieron á las obras comenzadas,
Y aquellas tan sangrientas pesadumbres,
Combatiendo los fuertes baluartes
Con crecido furor de entrambas partes.

Venian siempre nuevas compañías
De indios que tenian por mas diestros ;
Duraron los rencuentros y porfias,
O con prósperos hados ó siniestros,
En este cerco mas de treinta dias,
No con poca fatiga de los nuestros;
Y ansi Hojeda, ya viendo sus daños,
Determinó valerse por engaños.

Los cuales no condeno yo ni alabo,
Pues también hay labores de dos haces,
Mas al fin se trató con Coanabo,
Mediante dos intérpretes sagaces,
Que no fuesen las guerras tan al cabo,
Y tuviese por bien de hacer paces;
Pues si se fuese sin hacer mas guerra
También le dejarán ellos la tierra.

Los indios, como gente toda vana,
Cesaron de tan áspero denuedo,
Oyendo la razon de buena gana,
Aunque mas con cautela que con miedo ;
Por los poder tomar en la zavana,
Y no tras baluartes á pié quedo;
Y ansí Coanabo dijo ser contento,
Si se cumpliese tal prometimiento.
Las lenguas por quien esto se decia
Aseguráronle todo denuesto;
Satisfizose dellos, y otro dia
Hizo salir la gente deste puesto:
Por la parte que vino hizo via,
Debajo del ya dicho presupuesto;
Pero nuestro Hojeda, mas anciano,
Determinó ganalle por la mano.

Porque dejando guardas en su muro
De hombres vigilantes, recatados,
Partió calladamente con escuro,
Seis caballos con él y cien soldados;
Y estando Coanabo muy seguro,
De gran sueño los suyos ocupados,
En la quietud mejor, cerca del alba,
Con terrible furor les bizo salva.

Diciendo, Santiago, Santiago,
Anda lista la lanza y el espada;
No se podian dar golpes en vago
Ni se tira baldía cuchillada;
Hacían en los indios mas estrago
Que lobos en manada descuidada,
A causa de su grande desatino,
Causado del asalto repentino.

Viendo pues tan terrible menoscabo
Y el tropel de los golpes desiguales,
Huyendo van por uno y otro cabo,
Metiéndose por montes y breñales;
Prendieron á Uxmatex y Coanabo,
Con otros muchos indios principales ;
Quedaron de oro fino muchas piezas.
Que después repartieron por cabezas.
Conclusa desta suerte la revuelta
En la zavana fértil ó dehesa,
Con la velocidad de gente suelta
Recogieron despojos y la presa;

Y al fuerte do salieron dan la vuelta,
Donde tuvieron abundante mesa
Con gran pena y dolor de Coanabo
Que sintió su prision por todo cabo.

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Al cual, en la cadena donde estaba, Nadie lo vió con brio descaido, Puesto que grandemente se quejaba De no cumplir con él lo prometido; Pues él no se veló ni se guardaba, Debajo del concierto referido ; Pero que lo soltasen con su gente, Que él prometia paz perpetuamente.

Mas eran diferentes intenciones Las de Hojeda con sus compañeros ; Y ansi se señalaron cien varones, Sueltos y valentísimos guerreros, Para llevallos ante los Colones, Y presentalles estos prisioneros; Los cuales sin ningun detenimiento Holgaron de cumplir el mandamiento.

Colon tomó los indios que vinieron,
Encareciendo mucho la hazaña,
Y en un navío luego los metieron,
Que estaba de camino para España,
Los cuales brevemente perecieron,
Enflaquecidos de pasion estraña,
Porque no viendo mas que agua y cielo
No querian regalo ni consuelo.

A los indios causó temor horrendo
Aqueste pesadisimo desvío;
Y Anacaona luego fué huyendo
Al reino de su hermano Bebechio,
Nada de su furor diminuyendo,
Antes estimulada de mas brio,
Todavía debajo de esperanza

De ver llegar un tiempo de venganza.
Hacia tolerables los cuidados
Del invencible corazon guerrero,
Ver prepotentes reyes congregados,
Donde Guarionex mandó primero
Con cantidad inmensa de soldados,
Bastante, cada cual vivo y entero,
Con quien también juntó su señorío
Y el campo del hermano Behechio.

Con determinacion poco discreta,
Debajo cada cual del interese
Que al corazon humano mas aprieta
Concertaron que el campo se moviese,
Pero no fué la junta tan secreta,
Que gente de Colon no lo supiese,
El cual con pensamientos nada ciegos
Quiso jugar de mano tales juegos.

Juntó quinientos hombres escogidos,
Los ciento de caballo bien armados,
De pertrechos de guerra proveidos,
Caminaron por pasos señalados;
Y con escuridad, sin ser sentidos,
Dieron en los caciques congregados,
Deshaciendo tan áspera mudanza
No sin terribilísima matanza.

Pues corrian zavanas como rio
Con tanta sangre como fué vertida,
Sin poderse decir el gran gentio
Que por aquel lugar quedó sin vida :
Prendióse Guarionex y Behechio,
Mucha gente notable conocida,
Con la cual los varones belicosos
Volvieron á su pueblo vitoriosos.

Deshecha de caciques esta trama,
Para cristiana gente peligrosa,
Por amplísimas tierras se derrama
La suerte de los nuestros venturosa;
Bartolomé Colon ganó gran fama,
Quedó toda la tierra temerosa,
Y el dicho, viéndose tan adelante,
Se hizo mas soberbio y arrogante.
Usaba no de términos discretos
En algunos negocios sustanciales,
Sin aquellas decencias y respetos
Que se deben á hombres principales;
Y muchos à paciencia mal sujetos
Solian blasfemar de cosas tales:
Aquel Roldán Jimenez mayormente
En muchas cosas suyas no consiente.

Y un dia con un término mal sano
Rebosaron los dos furias del seno,
Notándolo Roldán de hombre liviano,
Y su gobierno ser sin orden bueno;
Bartolomé Colon alzó la mano
Para le sacudir de lleno en lleno;
Y para no llegarse fué remedio
Meterse gente noble de por medio.

Apartado Roldán de su presencia, Con ira y con pasion y hartos fieros Determinó negarle la obediencia, Con sesenta ó setenta compañeros : Protestando hacer la tal ausencia, Por no poder sufrir los desafueros, Abusos, corruptelas, sinrazones, Que con todos usaban los Colones.

Andando desta suerte la maraña,
Roldan en su motin perseverante,
El Cristóbal Colon llegó de España
Con cargo de virey y de almirante;
Procurólos traer por buena maña,
Mas ninguna promesa fué bastante;
Y visto no cesar en sus errores
Mandó que los pregonen por traidores.

Este tercer viaje se comete
Con naos de hermosos ornamentos,
Y fué por marzo de noventa y siete
Años, sobre los mil y cuatrocientos;
Vino haciendo lo que le compete
En el continuar descubrimientos,
Y en ver la tierra firme se desvela,
E islas hasta el mar de Venezuela.

Estuvo desta vez en esta silla
El Cristóbal Colon hasta dos años,
Y en ellos el Roldan y su cuadrilla
Huyendo por los bosques mas estraños,
Escribiendo por horas Castilla

Los unos de los otros grandes daños,
Porque el Roldán tenia valedores,
Y secretos avisos y favores.

Mitigar el furor desta rencilla
El santo rey Fernando deseaba,
Y ansi vino Francisco Bobadilla,
Comendador que fué de Calatrava :
El cual hizo probanza no sencilla,
Para verificar lo que pasaba;
Y como ya jugaban otro juego,
Roldán con sus secuaces vino luego.

Constaron pues por las informaciones Cargos algo cargados en escesos, Por los cuales prendió los tres Colones Y enviólos a España mal opresos; Y para que constasen las razones También se remitieron los procesos : Llegaron a la corte con embargos, Y ante los reyes dieron sus descargos. Oyéronlos los reyes sin afrenta, Antes con voluntad y amor paterno: Gastaron en aquesto que se cuenta El florido verano y el invierno ; Dióles libres sus bienes y su renta, Pero no quiso dalles el gobierno, Viendo ser ya para su regimiento Necesario mas alto fundamento.

Dejemos los Colones en Castilla Libres, mas no del odio que les daña; Volvamos á Francisco Bobadilla, Que en gobernar se daba buena maña; Movamos los letores à mancilla Con el remate dél y su compaña, Haciendo para ello nuevo canto, Con que remataremos este llanto.

CANTO CUARTO,

Donde se cuenta la venida del comendador NICOLAS DE OVANDO, la vuelta de CRISTÓBAL COLON, y muerte de BOBADILLA, con otras muchas cosas que en aquella sazon acontecieron en estas partes.

Los cuerdos mozos y los sabios viejos
Jamás atribuyeron á demencia
Usar de pareceres y consejos

De varones que tienen esperiencia,
Mayormente si tales son añejos

En el ejercitar alguna ciencia;

Pues vemos muchos sabios y prudentes
No ser en todas cosas suficientes.

Consta pues Bobadilla ser bastante
Hombre de gran razon, peso y medida ;
Pero, como diremos adelante,
No supo dar reguardos á su vida,
Por no querer creer al almirante
Cuya perencia fué bien conocida,
Y en todo lo demás ya digo como
Fué persona cabal y de gran tomo.

Ansí con él cesaron variedades,
Sin darse mas lugar á la malicia,
Habia muy fundadas amistades,
Gozábase de paz y de justicia;
En gran aumento van prosperidades,
De muchas minas otras hay noticia,
No ven murmuraciones ni letijos,
Sino fiestas y grandes regocijos.

Toda la pesadumbre se destierra,
Procúranse las cosas convenibles,
Cesaron los rencuentros de la guerra,
Hambres y mortandades tan terribles;
Calando mas secretos de la tierra
Descúbrense riquezas increibles;
Crecian mercaderes y tratantes,
Haciendo sus caudales mas pujantes.
Vereis campos incultos cultivados,
Grandes heredamientos deleitosos,
Potentisimos hatos de ganados,
Que hacen sus señores poderosos,
E ingenios de azúcar fabricados,
Contratos cerca desto caudalosos,
Pues que para llevar de lo que tienen
Gran suma de navíos van y vienen.

El oro que la gente deseaba
Daban quebradas ricas, campos llanos;
La vista por alli se deleitaba,

De ver cómo sacaban gruesos granos;
Y alguno dellos hubo que pesaba
Tres mil y setecientos castellanos;
Al fin vian los hados mas aviesos
Convertidos en prósperos sucesos.

No hay persona una ni ninguna,
Que en todo su vivir ponga dolencia;
Y estando con tan próspera fortuna
Sin ver en la contraria resistencia,
A los benditos reyes importuna,
Que para se volver le den licencia;
Hicieron nuestros reyes lo posible
Por dalle sucesor tan apacible.

Con deseo de no perder los frutos,
De que los españoles van gozando,
Consultaron con hombres bien instrutos,
Nuestra reina y el santo rey Fernando :
Quedaron en efeto resolutos

En enviar á Nicolas de Ovando,
Comendador de Lárez, que venido
Nombraron por mayor de su partido.

La elecion fué digna de tal seno,
Pues en venir persona semejante
Enviaron mejor sobre muy bueno,
Y que en el bien pasó mas adelante :
De principales hombres vino lleno,
Y entró por estos mares muy pujante,
Abundancia de lienzos, sedas, paños,
Por abril de quinientos y dos años.

La gente chapetona recebida,
Y el buen comendador obedecido,
Ordenó Bobadilla su partida
Con cantidad de oro recogido;
E ya la flota bien apercebida,
Y lo mas necesario proveido,
Llegaron de Castilla los Colones,
Que no causaron pocas confusiones.

Con insignias por do los conociesen
Al puerto se llegaban velas llenas;
Mas antes que las tales recogiesen
Ni bajasen por orden las entenas,
Ovando les mandó que no saliesen
Con auto de rigor, so graves penas;
Bien recebió Colon los de la nave,
Mas el mando juzgó por cosa grave.

Sin embargo de penas que sentia,
Le respondió Cristóbal al Ovando
Que él obedecia y cumpliria
Las duras condiciones de su mando ;
Puesto caso que poco se perdia
En mostrarse con él algo mas blando;
Y en dejalle siquiera tomar puerto
En tierra que él habia descubierto;

Pero que le rogaba grandemente,
Que por ninguna vía consintiese
Desamparar el puerto de presente
La flota, sino que la detuviese;
Porque seria gran inconviniente
Si Bobadilla por entonces fuese;
Finalmente tenia por locura
Salir en semejante coyuntura.

Ovando reparó con el aviso,
Por dallo quien tan bien la mar sabia;
Empero Bobadilla no lo quiso,
Burlando de lo que Colon decía;
Mas presto lo veremos arrepiso,
Con su desventurada compañía,
Y fué para Colon cosa molesta
Ver cómo su consejo nada presta.

Los tres hermanos, harto descontentos
De ver lo que con ellos se hacia,
Tornaron a dar velas á los vientos,
Buscando puerto tal cual convenia,
Por esperarse bravos movimientos,
Segun de la señal se conocia;
Pues ven llegar el sol al occidente
Mayor de lo que suele comunmente.

Demás de que sacó rayos cetrinos,
Después vieron correr muchas cometas,
Dieron gritos los pájaros marinos,
Del agua se salieron las cercetas,
Barriendo van el agua golondrinos
Y otras ciertas señales mal acetas:
Salvaron finalmente su partido
En puerto que hallaron ascondido.

Pues en aquesta parte que se cuenta
Estaban sus navíos amparados,
Donde furia de olano revienta,
Y limpio fondo va por todos lados;
Esperaron allí la gran tormenta,
Con bastantes amarras ancleados;
Mas Bobadilla, ya que estaba presto,
Ninguna cuenta quiso hacer desto.

Burlando pues de todos los desvíos
Y mal que el almirante le revela,
Se viste de marinos atavíos,
Y manda que se hagan á la vela;
Salieron á la mar treinta navíos
Con sospecha del mal que se recela,
Representando cada cual figura
Aquella venidera desventura.

No van con el clamor regocijado
Que suelen los que hacen la tal via;
Anton de Torres anda demudado,
Roldán Jimenez va sin alegría ;
El diestro marinero y el soldado
Con una gran tibieza se movia:
Todos en general iban de suerte
Que parece llevallos á la muerte.

Mas nadie dellos iba descuidado,
Antes cualquiera bien apercebido,
Y espacio de diez leguas navegado,
Debajo de las aguas hay ruïdo;
El cielo se mostraba muy nublado,
El mar se hace mas embravecido,
Grandes olajes ven que se levantan,
Tanto que los mas diestros mas se espantan.
A mas andar la noche se venia,
Pesada, grave, llena de temores,
Setentrion los mares revolvia,

Y el céfiro también mostró furores;
Boreas con gran furia combatia,
El noto revolvió bravos rigores;
Vereis entre estos sobredichos vientos
Asperos y crüeles movimientos.

A los desventurados navegantes
Cualquiera de los cuatro desatienta,
No son humanas fuerzas ya bastantes
A resistir el agua turbulenta :
Jamás se vieron furias semejantes,
Ni tan terribles trances de tormenta;
Por una y otra parte hacen danza,
Lloro, temor, dolor, desconfianza.

Aquellos gritos y lamentaciones,
Que vuelan por los aires esparcidos,
De todos los humanos corazones
Ablandaran los mas endurecidos;
No sirven ya las velas y timones
De las soberbias olas embestidos ;
Do quiera que cualquiera se convierte,
No tiene que mirar sino la muerte ;

Porque tenian mástiles quebrados,
Y ansi vereis nadar las gavias solas
De navios abiertos por los lados,
Andaban fuera jarcias y gisolas,
Suenan gritos de hombres anegados
Que gustan ya de las amargas olas,
Y procuraban con mortal querella
Tener salud sin esperanza della.

En confusion tan llena de maneilla,
Una balsa compuesta de madera
Habia recogido Bobadilla,
Si buena diligencia le valiera;
Asido va Roldán del escotilla,
Flaca defensa para que no muera;
Y ansi las olas ensoberbecidas
En breve dieron fin á tantas vidas.

De todas estas naos, seis habia
Que de salvarse tienen esperanza,
Aunque la mar mostraba todavía
De vida y de salud desconfianza;
Vino la claridad del turbio dia,
Llegó ninguna muestra de bonanza,
A tierra van las dos con la corriente,
Sin amparo de velas ni de gente.

De velas ni de remos ayudado,
Huye del mar el triste navegante.
¿Adónde vas, adónde, desdichado?
No ves cien mil peñascos por delante?
En mar estás de muerte rodeado,
Y en tierra hallarás la semejante;
La fuerza de los vuestros aniquila
Peligros de Caribdis y de Cila.

Ningunos claman ya de enronquecidos,
Los ojos solamente van al cielo,
Son ya con duras peñas embestidos,
Los efetos se ven de su recelo,
Deshechos los navíos y partidos.
¡Ay Dios, y qué terrible desconsuelo!
Por el embate van de la ribera
Barriles, cajas, trozos de madera.

Aqui vereis timon, allí la quilla, Acullá diferentes materiales, Cuerpos van ahogados por la orilla De muchos caballeros principales, Que iban con el dicho Bobadilla Con prósperas riquezas y caudales; El rey perdió grandísimo tesoro, Y también aquel grande grano de oro. De los cuatro navíos (segun fama) Miraculosamente reservados, Dos dellos arribaron á la Ozama, De los embates graves mal parados, Donde la triste nueva se derrama

Por parientes, por deudos, por criados ;
Y visto tan atroce perdimiento
Hicieron doloroso sentimiento.

No se podian ver rostros enjutos,
Porque los ojos son manantïales,
En lágrimas eternas resolutos
Por el descurso destos funerales;
Los cuales, no sin gran pompa de lutos,
Celebraron los hombres principales,
Y porque fuese la razon notoria,
En cuatro versos suman el historia.

Plangimus Indorum diris submersa procellis
Corpora, jussa gravem non properare viam.
Non nocuit nobis longævis credere dictis,
Sed nocuit semper spernere consilium.

Llora nuestra compañía
Los primeros ahogados
En la nueva monarquía,
Siendo antes avisados
Que detuviesen la via.

Nunca dañó sabio viejo
En el voto de concejo
Cuando se da buena maña;
Mas no pocas veces daña,
El huir de su consejo.

ELEGIA IV.

Muerte de CRISTÓBAL COLON, donde se cuenta lo que descubrió en el postrero viaje,

EN UN SOLO CANTO.

Quien hizo cosas dignas de memoria
Poniendo su vivir en detrimento,
En multitud de riesgos tan notoria
Cuantos pare la guerra, mar y viento,
Añade grandes colmos á su gloria
Gozar después de buen acabamiento,
Mayormente si en riesgos persevera
El espacio que dura su carrera.

Lo cual hizo Colon el almirante,
Pues aunque con vejez y fatigado,
Siempre quiso llevar mas adelante
Aquel descubrimiento comenzado :
Sin que mal tropezon fuese bastante
A lo volver atrás de su cuidado,
Y de tantas fatigas en ninguna
Se consintió vencer de la fortuna.

Agora pues conclusas las procelas,
Y la soberbia grande del olaje,
Al manso viento hizo dar las velas
Con prevencion de buen matalotaje;
Y en cuatro bien fornidas carabelas
A tierra firme hizo su viaje,
Para ver sus ancones y riberas,
E illa costeando mas de veras.

Y porque brevedad fué necesaria
En una variedad tan infinita,
Su tercera venida fué sumaria;
Pues casi por semejas se recita
De cómo descubrió costa de Paria
La Trinidad, Cubagua, Margarita,
Hasta llegar al mar de Venezuela,
Y agora van al cabo de la Vela.

De allí con mar bonanza, larga escota,
Por puertos, por babías, por ancones,
La costa bajo llevan su derrota,
Comunicando varias naciones,
Que salian á ver la breve flota,
Holgándose de sus contrataciones;
Y en este tiempo ya se halló muestra
De habellos visitado gente nuestra.

Pues cuando la salida se le veda A Colon, por las causas repetidas, El capitán Alonso de Hojeda Recorria también estas partidas: Después del cual en blanco no se queda El capitán Rodrigo de Bastidas, Que siendo Colon preso vino aposta A descubrir riquezas por la costa.

Añaden nuevas tierras á la carta,
No juntos sino cada cual distinto,
Descubren el ancon de Santa Marta,
De Chengue, de Naguanje con Chacinto ;
Rescataron de oro copia harta,

La cual por no sabella no la pinto;
Pasan el rio de la Magdalena

Y el puerto que llamaron Cartagena.
Un poco navegaron mas avante,
Pues de Uraba sacaron gran provecho;
Mas Cristóbal Colon el almirante,
Que no se contentaba con lo hecho,
Llevó sus velas muy mas adelante,
Pensando de ballar algun estrecho
Que para mar del sur le diese via
Aunque para navíos no le habia.

Para tomar la costa mas de veras
A Jamaica van atravesando,
Y conocida punta de Higueras,
Fueron la costa arriba navegando :
Ven playas, ven ancones, ven riberas,
La tierra de Veragua costeando,
Y en estas dilaciones y desvíos
Perdieron de los cuatro dos navíos.

Lo visto por los pasos ya contados
Por gran prolijidad no se replica,
Mas vistos sus navíos abromados
Del tiempo que bajó la Costa-Rica,
Determinaron él y sus soldados
De volver a la isla Jamaica,
Faltos ya de salud y bastimentos,
Y por otros respetos descontentos.
Salen de Cativá las compañías
Dejando ya las bocas de los rios,
Y aquellas ensenadas y bahías
Con puntas peligrosas y bajíos,
Y habiendo navegado muchos dias
En Jamaica meten los navíos,
Y porque no podian sostenellos,
En tierra y al través dieron con ellos.
Allí por ser menor inconviniente
Hicieron los Colones su salida;
Tratáronlos los indios blandamente
Y diéronles socorros de comida :
Adoleció gran parte de la gente,
Y toda se juzgaba por perdida;
Colon investigaba muchos modos
Buscando su remedio y el de todos.
Aquel congojosísimo cuidado
Con ningunos descuidos interpola,
Y de vacilaciones rodeado
Se quiso resumir en una sola,
Que fué rogar á Mendez su criado
Intente de pasar á la Española,
En canoa de un palo que tomasen,
E indios desta isla que bogasen.

Mendez, con fidelísimos respetos,
Loables en los siglos venideros,
Tuvo tan grandes riesgos por acetos
A trueco de salvar sus compañeros ;
Fiose de los mares inquietos

Y de los infieles marineros;
Muchos desconfiaban de su vida,
Mas él no rehusaba la partida.

Metió seis indios pues, gente salvaje,

En navío de una sola planta,
Meten agua y algun matalotaje
Para quien del peligro no se espanta;
Favorezcale Dios en el viaje,

Que bien ha menester ayuda santa,
Partióse finalmente con bonanza,
Debajo de divina confianza.

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