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Navegaron la via del oriente
Hasta los Alacranes, parte nota,
Porque estos son do se perdió la gente,
Riesgo que navegantes alborota ;
Volvieron los tres hombres juntamente
Ellos mismos guiando la derrota,
Mas tardó treinta dias la jornada
En Hegar á la gente fatigada;

Por ser el tal navío detenido
De calmas y corrientes sin vapores;
Mas Dios omnipotente fué servido
De dejallos llegar pascua de Flores;
Porque con regocijo mas cumplido
Resucitasen estos pecadores,
A quien por ser ya tanta la tardanza
Daba grave dolor desconfianza.

Estaban todos pues en atalaya,
Los ojos á los mares estendidos,
Por aquel arenal y seca playa
En santos pensamientos convertidos,
Al Señor suplicando que les vaya
Remedio de sus lloros y gemidos :
Estos eran sus ratos, sus empleos
Y el blanco do tiraban sus deseos.

Zuazo pues que siempre se desvela
En consolar aquesta compañía,
A grandes voces dijo: «vela, vela,
Socorro que el muy Alto nos envía. »
Acuden, miran, ven no ser novela,
Sino grande verdad lo que decia,
Suena Te Deum laudamus el concento
Con lágrimas nacidas de contento.

Acercáronse mas los del navío,
Pero no sin peligro ni recuesta,
Por ir ya descubriendo del bajío
La roca que tenian contrapuesta ;
Y ansí por parecer bien el desvío
Surgieron dél un tiro de ballesta;
Mas como nadie vian por los puertos
Sospechaban que todos eran muertos.

Que, porque estaban de rodillas puestos
Dando gracias á Dios, nadie los via,
Pero después que ya fueron enhiestos
Dióles voces la gente que venia;
Y todos luego se hicieron prestos
Para salir á dalles alegría
Sacando mesa, silla y alimentos
Para satisfacer á los hambrientos.

Sacaron abundancia de cecinas,
Gustosísimos gallos de papada,
Muy gentiles capones y gallinas,
Añejo vino y agua delicada:

Conservas de tan buena hambre dinas;
Frutas muchas de gente regalada,
Bizcocho blanco ven en abundancia,
Con infinitas cosas de sustancia.

Salieron Ballester y Joan de Arenas
A dar las buenas pascuas á la gente,
Desconfiada de tenellas buenas

En riesgo y en peligro tan patente :
Abrázanlos con las entrañas llenas
De santa caridad y amor ardiente,
Sin acabar de dalles bendiciones
Las fatigadas dueñas y varones.

La salutacion larga concluida,
Dieron á cada cual limpios vestidos,
La olla con gran priesa fué cocida
Luego largos manteles estendidos:
Tuvieron abundante la comida,
Fueron de muchas cosas proveidos,
Quisieron beber agua de su fuente,
Y amarga la hallaron grandemente.

Tuvieron por milagro señalado
El no durar allí la dulcedumbre,
Mas de por aquel tiempo limitado
Que tuviesen aquella pesadumbre;
Dió las gracias a Dios el licenciado,
Segun que lo tenia de costumbre,
Y acabada la fiesta sin hastío,
A gran priesa se fueron al navío.

Huyen de los estériles conveses,
Donde con mas dolor que se nivela
Estuvieron al pié de cuatro meses;
Entraron pues en esta carabela,
Y con temor del mar y sus reveses
Al punto se hicieron a la vela
Veinte que de los riesgos escesivos
Permanecieron solamente vivos.

Navegaron aquestas compañías
Con viento que bonanza les aplica,
Tal, que pudieron ir en trece dias
Al puerto de la dicha Villa-Rica ;
Recebiólos Cortés con cortesías
Cuantas de su valor fama publica;
Pues aunque allí faltaba su presencia
No faltaba su gran magnificencia.

Porque mandó que todos ellos fuesen
A costa de sus bienes reparados,
Y al dicho licenciado se le diesen
En cantidad de doce mil ducados,
Y generosamente proveyesen
Su casa, su familia, sus criados;
Escribióle también carta misiva
Que su buen amistad estaba viva.

Desque se reformó la compañía, Partióse para ver à su querido, Al gran Méjico donde résidia, Y donde del Cortés fué recebido Con crecido contento y alegría, Que grande la mostró cuando lo vido, Y con ostentacion de frente rasa Por hospicio le dió su propia casa.

Mas porque por entonces le convino
Al Fernando Cortés estar ausente,
E ir trabajosísimo camino
Contra su capitán, mal obediente,
Al Zuazo, varon del cargo dino,
Dejó nombrado por lugartiniente,
El cual administraba su tinencia
Con retitud, valor y gran prudencia.

Pero Cortés apenas se destierra
De los confines destas ciudades,
Cuando con turbacion de civil guerra
Hubo sobre mandar parcialidades ;
Echaron al Zuazo de la tierra
Los inventores destas novedades,
Y por huir alguna chirinola
Tuvo por bien volver á la Española ;

Donde fué su persona recebida
Con aplauso no mal regocijado,
Y vivió lo restante de su vida
Rico, favorecido y acatado.
Mas porque de Garay no me despida
Quiero volver al fin de su cuidado,
Antes que del Zuazo se supiese,
Ni con Cortés en Méjico se viese.

CANTO TERCERO,

Donde se trata cómo llegó Francisco de Garay al rio de Palmas, de lo que allí le sucedió, y de su muerte.

No creo yo que vive sin querella
Aquel que mas alcanza de riqueza,
Pues tanto mas creció la hambre della
Cuanto mayor se hizo su grandeza ;
Y a veces buscar mas hace tal mella
Que convierte los gozos en tristeza:
Destas cosas y otras que contemplo
En el Garay tenemos buen ejemplo.

Pues teniendo la vida ya segura,
Prósperos tratos y caudales llenos,
Su casa con grandísima hartura,
Heredamientos muchos y muy buenos;
Pensando de hallar mayor ventura
De la que tuvo, fué venir á menos;
El caso sucedió desta manera
Desque salió de Cuba y su ribera

Corrieron con aquellos temporales
Con angustias mortales de sus almas,
Mostrabase la mar con furias tales
Que deseaban ya molestas calmas ;
Y ansí con las zozobras destos males
Decayeron al rio de las Palmas,
Donde sacó soldados cuatrocientos,
Y algunos, aunque pocos bastimentos.
Envió por allí acia la sierra
A Gonzalo de Ocampo su pariente,
Con hombres instruidos en la guerra
A fin de descubrir alguna gente;
Mas no les pareciendo bien la tierra,
Volvieron a la mar incontinente,
Y sin saber Ocampo cosa cierta
Afirmaba la tierra ser desierta.

Determinó hacer della desvíos,
Y que Grijalva con los marineros
A Panuco llevase los navíos ;

El por tierra con muchos compañeros,
Atravesando peligrosos rios,
Cienegas infinitas, mil esteros,
Muy fatigados todos y hambrientos,
Y de tantas zozobras descontentos.
Mas por algunas guias ya tomadas
De indios que hallaban divertidos,
Salieron á las tierras deseadas,
Y no fueron allí mas proveidos;
Pues á causa de guerras atrasadas
Habia muchos pueblos destruidos,
Porque Fernán Cortés y sus tinientes
Traian fatigadas estas gentes.

Allí donde la proa todos llevan
En fundar poblacion con su cousejo,
Estaba ya fundado Santisteban
Por capitán un Pedro de Vallejo :

Temió Garay de que estos no se muevan,
Y en acercarse tuvo mal consejo,
Porque los de Cortés dieron en ellos
Y prendieron á los cuarenta dellos.
Grijalva también tuvo desavíos,
Pues yendo caminando su viaje,
En unos arrecifes y bajios
No vistos antes en aquel paraje,
De los once perdió cuatro navíos
Con todos los pertrechos y fardaje;
Ancleó los demás cerca del puerto
De Panuco, segun fué su concierto.

Los de tierra por falta de comida
Estaban ya como de los cabellos,
Andando mucha gente divertida,
También mataron indios muchos dellos:
Supo Fernán Cortés esta venida,
Y envió capitanes contra ellos,
Aunque los mas á causa del provecho
Tenian al Cortés dentro del pecho.

Porque costumbre fué de señoríos, Que quien mas puede tiene mas devotos; Conoció, pues, Garay sus desavíos

En hallar sus soldados tan remotos :
Al Vallejo rindieron sus navíos
También ciertos maestros y pilotos,
Los cuales alevosas sinrazones
Causaron al Garay graves pasiones.
Y estando rodeado de pesares
Aquellos capitanes cortesanos,
Llegaron a las partes y lugares
Que de Garay estaban mas cercanos;
Tuvieron grandes dares y tomares,
No para que viniesen á las manos;
Antes dando y tomando sobre puntos
Los unos con los otros fueron juntos.
Tuvieron, aunque no con duro pecho,
Sobre sus causas mil alteraciones,
Cada cual alegando su derecho
Y mostrando reales provisiones;
Vinieron al concierto deste hecho,
Y fueron estas las resoluciones :
Enviar á Cortés sus mensajeros
El Garay y los otros caballeros;

Y que sin proceder en la contienda
Para que toda sinrazon cesase,
Le volviesen navíos y hacienda
Sin que ninguna cosa le faltase;
Sujetando los suyos á su rienda
Para que con rigor los embarcase,
Y á las Palmas hiciesen su jornada,
Pues era tierra rica y bien poblada.

Hicieron el concierto referido
Diego de Ocampo y Pedro de Alvarado,
Capitán de Cortés, por mas querido
Para tales negocios enviado :
Garay se holgó mucho del partido
Teniéndolo por bueno y acertado;
Congregó luego muchos de su gente,
Y dicen que les dijo lo siguiente:

« Si tengo de deciros las verdades, Amigos, compañeros y señores, Bien sabeis que las buenas amistades Que tanto celebraron los mayores Se conocen en las adversidades Cuando fortuna siembra sus rigores; Y entonces es el bueno menos vario Cuando hado se muestra mas contrario.

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» Y pues que la costumbre de los buenos
Es no desamparar al buen amigo,
Y sabeis bien que nunca yo fuí menos,
Sino mejor aun desto que aquí digo,
De toda la lealtad sereis ajenos
Si no permaneciésedes conmigo,
Teniendo ya por cosa conocida
Que a nadie quiero menos que à mi vida.
» El tal amor deseo que se entienda
Por mis obras y blando tratamiento,
Pues gasté con vosotros mi hacienda
Para daros cabal aviamiento;
Y para yo tener segura prenda
Os ligastes con santo juramento
Prometiéndome todos á porfia
De no dejarme por ninguna via.

» Si cerca del negocio prometido
Lo contrario hacer alguno piensa,
No solamente yo soy ofendido,
Pero también haceis á Dios ofensa ;
Y ansí cuando tengais mayor olvido
De su mano verná la recompensa,
Pues quebrantais la jura del muy alto,
Y faltais á quien no hallastes falto.

» Si pensais por allá recoger frutos
De riquezas por mas breves atajos,
Nunca las hallareis á piés enjutos
Ni por caminos llenos de gasajos;
Ni querrá dar Cortés salvos condutos
Para que goceis dellas sin trabajos;
Lo que hará será daros un cebo
De tierras nuevas que ganeis de nuevo.
» Pues para no gozar lo descubierto
E ir á conquistar nuevas regiones,
Mejor os es volver á lo mas cierto
Y a do dejais insignes poblaciones :
Para lo cual en mi teneis abierto
Un camino de grandes galardones,
Y estuviera ya este comenzado
Si no fuera de muchos engañado.

» Y pues no hago vano cumplimiento, Y está mi voluntad sana y entera, Recebiré merced y gran contento De que ningunos os salgais afuera : Sino que sin penoso sentimiento Pasemos todos juntos la carrera, En la cual hallareis ser el efeto Mayor que por palabras os prometo. » Estas amorosísimas razones, Espresadas debajo buen intento, Hicieron muy livianas impresiones En la gente de tal ayuntamiento; Pues sin embargo de persuasiones Le huian hoy diez, mañana ciento, Y por se desmandar como bestiales Mataron muchos estos naturales.

Viendo Garay tan gran Inconviniente Y que la gente toda le faltaba, Determinó de ir personalmente A verse con Cortés adonde estaba; Para que capitán tan escelente, Hiciese lo que dél se confïaba, En la restauracion de su caida, De su reputacion y de su vida.

Resuelto pues en este su desino De gente de Cortés persuadido, Puso luego por obra su camino Donde de todos ellos fué servido; Y después que llegó do le convino Con gran magnificencia recebido, Hablaronse los dos, brazos abiertos, Y trataron de medios y conciertos.

No se tuvo Garay por arrepiso
En los comedimientos desta vista,
Trató su causa con gentil aviso
Dando la relacion de su conquista ;
Y ansi vino Cortés en cuanto quiso
Sin que ninguna cosa le resista;
Mas porque la amistad fuese mas firme
Quieren que parentesco la confirme.

Pues como por los dos se desease
El parentesco fué por esta via,
Que el hijo de Garay se desposase
Con una hija que Cortés tenia;
Y el Cortés proveyese y ayudase
A la jornada que Garay hacia,
Dándole todo buen aviamiento
De gentes, de pertrechos y sustento
Dados á sus negocios estos fines
Al son de suavisisimo concierto
De trompas, chirimías y clarines,
Pregoneros de tal contentamiento,
Fuéronse los dos juntos à maitiues
En la noche del santo Nacimiento,
Do con suaves músicas sonoras
Oyeron ambos las divinas horas.

El oficio divino concluido,
Volviendo con un aire destemplado,
El Garay se sintió muy mal herido
De pesado dolor en el costado;
Y aunque fué de dotores socorrido,
Acabóle la vida y el cuidado
Dentro de quince dias de intervalo,
Después que del dolor se sintió malo.

Fué hombre de gentiles proporciones,
Apacible, discreto y generoso,
De nobles y de sanas intenciones,
Mas de grandes empresas cudicioso:
Amigo de guerreros escuadrones,
Enemigo muy grande de reposo;
Dejó hijos é hijas principales
Aunque menoscabados sus caudales.

Murió como cristiano diligente,
Con gran preparacion de testamento,
Sintio Cortés su muerte grandemente,
Y en todos fué comun el sentimiento;
Con pompa y en lugar muy eminente
Solenizaron el enterramiento;
Hicieron muchas letras á su muerte,
Y una dellas decia desta suerte:

Præsidis hoc busto requiescunt ossa Garai,
Qui sine præsidio præside major erat.
Cortesi numen dum dives vincere certat,
Pauper in hospilio lumine cassus abest.

Aquí yace sepultado
Garay, capitán bastante,
Que con ser adelantado,
No llegó tan adelante
Cuanto llegó su ditado;

Teniendo vida segura,
Por vencer la gran ventura
De Cortés, varon divino

Murió pobre peregrino,

Y en ajena sepultura.

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ELEGIA IX.

A la muerte de Diego de Ordás, donde se cuenta la gran entrada que hizo por el rio de Uyapari, y las cosas en ella sucedidas.

CANTO PRIMERO.

Aunque parezca seco despidiente No proceder aquí mas adelante, Determino volver mas al oriente De Paria y á la tierra circunstante, Para tratar de Ordás y de su gente, De quien pretendo dar razon bastante, Pues del honor mas alto de los buenos Al Ordás se le debe nada menos.

En Castroverde fueron sus natales Del reino de Leon, y en Nueva-España Fué de los capitanes principales El de mayor valor y mejor maña; En las islas sus hechos fueron tales, Que cada cual se vende por hazaña Y ansi Cortés por su merecimiento Le dió grandísimo repartimiento.

Mas no se contentó con esta suerte,
No menos honorosa que crecida,
Y a pretensiones otras se convierte,
Que fué cierta region muy estendida :
Causa para morir angosta muerte,
Cuando pudo gozar mas ancha vida;
Y para se mover á la carrera,
El negocio pasó desta manera:

Habia dado largas relaciones
El ambicion, que todo lo revela,
De las engrandecidas poblaciones
De Paria hasta el mar de Venezuela;
Y no fueron mentiras ni ficiones,
Ni saborcillos vanos de novela,
A ballar el Ordás la tierra sana,
O comenzara por Maracapana.

Porque Cubagua, muy mas estendida
De lo que por justicia se le daba,
Tenia mucha tierra destruida,
Con cantidad de esclavos que sacaba ;
Y con cautelas era defendida
Cualquiera poblacion que se intentaba,
Por no perder aquel vicioso pasto
Con que hacian suntuoso fausto.

Fué reino de grandísima sustancia, Y señores en él de gran estado, Fertilidad, bartura y abundancia De pan, de frutas, carnes y pescado; Y con ser tan inmensa la distancia, Paso no se hallaba despoblado, Potentes pueblos al primer encuentro, Potentísimos mas la tierra dentro.

Esta tierra de próspera templanza,
Que frio ni calor no causan lloro,
Por pueblo, por camino, por labranza,
Pocos indios pudieras ver sin oro;
No mudan en los trajes el usanza,
Pues sola desnudez es el decoro;
Mujeres cubren partes vergonzosas,
No todas, ni con unas mismas cosas.
Esta gente, mujeres y varones,
Es por la mayor parte bien dispuesta
De muy bien amasadas proporciones,
Con cierta gallardía no mal puesta:
Diestros en sus guerreros escuadrones,
Para su defension la mano presta,
El regulado tiro siempre lleno
De pestilencialísimo veneno.

También es de su uso la macana,
Y de palma tostada larga janca,
Que suelen menear de buena gana,
No sin golpe mortal de quien alcanza:
Comen algunos destos carne humana
Por via de pasion y de venganza,
Y aquesta crudelísima comida
Es fuera de sus casas ascondida.

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No la quieren comer en parte rasa,
Sino donde la gente menos pisa,
Las ollas nunca mas entran en casa
Ni vaso ni cazuela do se guisa;
No se come, sacada de la brasa,
Con grita, regocijo, ni con risa,
Antes parece tal mantenimiento
Selles un cierto modo de tormento.

Teniendo pues Ordás por larga lista
Cumplidas y bastantes relaciones
Desta costa, por hombres que de vista
Conocieron aquellas poblaciones,
Pidió con gran instancia la conquista,
Y diéronsele della provisiones,
Gobierno de grandísimo partido,
Si fuera por entonces conocido.

Al fin en tal distrito como este
Le dieron por la costa, recta via,
Ciento cincuenta leguas leste, ueste,
Y norte, sur, que fué la travesía:
De mil soldados buenos formó hueste
Con gente principal de Andalucía;
Aderezaron grandes galeones,
Matalotaje y otras municiones.

Nombró por general à Joan Cortejo,
Su maestre de campo fué Herrera,
Cada cual de los dos amigo viejo,
Que en Méjico siguieron su bandera ;
Entraron capitanes en consejo
Para la prevencion de su carrera,
Nombró también con otros oficiales
Por alcalde mayor á Gil Gonzalez.

Vino también con este caballero,
Pudiendo sosegar con buena renta,
Jerónimo de Ortal por tesorero,

De quien daré también mas larga cuenta,
Como quien bien lo conoció primero;
Vivió después en vida descontenta,
El cual sucedió siendo mozo tierno
Al don Diego de Ordás en el gobierno.
Dispuesta toda cosa necesaria
Y preparado bien cada navío,
Hicieron su camino acia Paria,
Principio deste nuevo señorio;
Surgieron en las islas de Canaria
Para tomar allí mejor avio,
Besaron al Ordás luego las manos
Gaspar de Silva con sus dos hermanos.

Eran en Tenerife principales,
De próspero caudal y rico traje;
Al Ordas ofrecieron sus caudales,
Sirviéndole con buen matalotaje;
Y con doscientos hombres naturales
Prometieron de ir aquel viaje;
El Ordás acudió con mil ofertas
Que después conocieron ser inciertas.
Andándose los Silvas despachando
Por el orden que menos les convino,
El don Diego de Ordás fué navegando
A la parte do lleva su desino:
Prometiendo de illos esperando
Por puertos y bahías del camino;
Y ansí para cumplir con su promesa,
A su navegacion dió poca priesa.

Mas pareciendo ya mucha tardanza,
Por evitar algunos desavíos,
Del rio Marañon hizo mudanza,
Y atravesó con todos los navíos :
Algunas veces con desconfianza
De poder escapar de mil bajíos,
Con calmas y grandísimas corrientes,
Que por aquella costa son frecuentes.
El Ordás escapó con buen consejo,
Y fué donde llevaba los intentos,
Mas no pudo salir el Joan Cortejo
Con otros que pasaban de trescientos,
Sin remedio, recurso, ni aparejo
Para seguir por mar sus movimientos,
Salvo los principales coroneles,
Que pudieron huir en los bateles.

Muy juntos á la tierra naufragaron,
Sin dalles sinsabor reventazones,
Y ansi dicen que todos escaparon,
Y entraron por jamás vistas regiones,
Hasta que descubrieron y toparon
Grandes y poderosas poblaciones,
Adonde se huyeron y han valido,
Multiplicando siempre su partido.

Esta nueva vendian por muy cierta
Muchos que yo traté y he conocido;
Mas es una ficion clara y abierta,
Y cuento para mí desvanecido;
Pues si tal gente ya no fuera muerta
Hubieran á mil partes respondido;
Ansí que no serà juicio ciego
Decir que perecieron todos luego.

Sin esta compañía zozobrada,
O muerta por el indio mas vecino,
Ordás, continuando su jornada
Con piloto que tuvo mejor tino,
Llegó con el restante del armada
A Paria, do llevaba su camino,
Donde Antonio Sedeño ya tenia
Soldados con algun artillería.

Habia hecho cierta fortaleza,
Do quedó Joan Gonzalez con la gente,
Y para revolver con mas grandeza
En Boriquén estaba de presente;
Mas el Ordas con toda su dobleza
Tomó las municiones al ausente,

Y aun intentó matar al Joan Gonzalez;
Mas no se perpetraron tantos males.

Los tres hermanos Silvas ya contados,
Que prometieron ir tras el armada,
Procuraban venir bien avïados
Para mejor servir en la jornada:
Hicieron luego copia de soldados,
Isleña gente, suelta, bien granada,
Que en peligros ocultos y patentes
Salieron todos hombres escelentes.

Para bagaje y gente recogida
Tenian dos fornidas carabelas;
Mas mucho recelaban la salida,
Teniéndolas por algo pequeñuelas;
Y estando ya los Silvas de partida
Vieron un galeon á todas velas,
Hermoso, bien fornido, grande, fuerte,
Mas instrumento cierto de su muerte.

Al puerto donde estaban se venia,
Y dentro dél fué surto y ancleado,
Con mucho lienzo, paño, merceria,
De muchas cosas otras pertrechado;
Pues el Gaspar de Silva, que queria
Llevar en su viaje buen recado,
Determinó tomar, por selle bueno,
Aquello que sabia ser ajeno.

Habló con el maestre, que hacia
Haciéndole creer torres de viento,
El portugués ladron que lo creia
Al delito prestó consentimiento;
Dejó las carabelas que tenia,
Y a él pasó las gentes y alimento,
El señor dél, quejoso y agraviado,
Por ser en mucha suma defraudado.

Hizo también algunos otros daños
Al tiempo que su gente se despacha,
Culpáronlo, demás destos engaños,
Del rapto de Isabel, linda muchacha;
La cual yo vi morir ha pocos años
En el pueblo del Rio de la Hacha,
Casada ya con hijos y con nietos,
Que están ayunos hoy destos secretos.

Apercebidos pues por la manera
Que sus crueles hados señalaban,
Prosiguieron los Silvas su carrera
Con los doscientos hombres que llevaban:
Vieron el Marañon y su ribera,

Mas no vieron los males que esperaban,
Y como ya llevaban aparejo,
Allí hicieron un bergantinejo.

Como por orden esto se pusiese, Y municion en él algo sumaria, Al galeon mandaron que se fuese Luego por alta mar vuelta de Paria; Y que Gaspar de Silva recorriese La costa con la gente necesaria, Porque por algun seno y anconada No quedase la gente del armada.

Van en el galeon por principales
Un Francisco Morillo y un Briones,
Bartolomé Gonzalez, Joan Gonzalez,
Hermanos del que va por los ancones :
Entre estos, como no fueron parciales,
Hubo ciertas revueltas y pasiones,
Y con el sinsabor que voy diciendo
Iban el mal viaje prosiguiendo.

Con continuacion de su jornada
Fuera de toda buena coyuntura,
Llegóseles la hora deseada,
Deseo de su cierta sepultura;
Porque vieron las naos y el armada
Donde no les darán arma segura:
Hacen la salva de una y otra suerte,
Mas no para salvarse de la muerte.
Porque dieron Morillo y el Briones
A Gil Gonzalez de Avila noticia
De todas las pasadas sinrazones,
El robo, la violencia, la malicia;
El cual mandó hacer informaciones,
Prosiguiendo la causa por justicia :
Resultaron al fin de los procesos
Delitos de grandísimos escesos.

Degollaron aquestos dos hermanos
Con voz de pregonero que resuena
Culpas y fealdades de tiranos,
De que se recebió crecida pena ;
Y por fautor de hechos inhumanos
Al piloto colgaron del entena;
Quedó también á muerte condenado
Gaspar de Silva, mozo desdichado.

Ancones y babías va mirando,
Haciendo prolijísimo rodeo,
Su desastrada muerte deseando,
Sin saber ser aqueste su deseo.
¡Oh cuántos deseaban deste bando
Podelle dar noticia del torneo !
Mas por ninguna via fué posible
Avisalle de lance tan terrible.

Llegó pues con aquella compañía
De ver la flota muy regocijados,
Fué dia de San Joan aqueste dia,
Remate de sus dias mal gastados,
Año de treinta y uno que corria
Sobre mil y quinientos ya pasados,
El viene con placer soltando tiros,
Y acá lo solenizan con suspiros.

Bien como caminante congojado
Que cercano se ve de su reposo,
E yendo para él regocijado

Con un vivo fervor y presuroso,
Lo ve por todas partes ocupado
De mortal enemigo y odioso,
Y el gusto de la cama y de la cena
Fué hambre, cepo, grillos y cadena;

El desdichado mozo que ya cuento,
Bien por este nivel y desta suerte,
No ve sino señal de descontento

Do quiera y á do quier que se convierte :
Halló dura prision, halló tormento,
Halló temor, dolor y crüel muerte.
Cuántos sospiros, lágrimas, sollozos
Emanaban de viejos y de mozos !

En tierra y en tan buena coyuntura
Dia del gran Bautista soberano,
Admiróse de ver tanta tristura,
Y no ver por allí ningun hermano :
Reconoció su grande desventura
Desque con gran rigor le ponen mano,
Hacenlo confesar, y en poca pieza
Le cortaron al pobre la cabeza.

Mujeres de las islas con endechas
Se herian los pechos y los cuellos,
Costanza de Leon tiene deshechas
Mejillas y estragados los cabellos :
Haciendo mas patentes las sospechas
De carnal amistad con uno dellos:
Enterrólo clamor que rompe el aire
En la isla que llaman Perataire.

Conclusos estos tristes funerales,
Ordas con tal rigor cual os enseño
Deseaba matar à Joan Gonzalez,
Alcaide de la fuerza de Sedeño,
Mas por mano de indios naturales,
Porque el delito no tuviese dueño:
Mandólo pues llamar en continente,
Y dicen que le dijo lo siguiente:

«Yo, señor Joan Gonzalez, tengo gana
De saber por entero la pujanza
De la tierra que dicen de Guayana,
Sus sitios, poblaciones y templanza ;
Y por no me fiar de gente vana
Quiero hacer de vos la confianza :
Es menester que hoy en este dia
Os partais solo con alguna guia.

» Porque do muchos van hacen ruïdo,
Que no comportarà gente guerrera;
Un hombre solo menos es temido,
Y puede bien pasar por donde quiera,
Mayormente quien es tan conocido
Y amado como vos desta frontera ;
Y visto bien lo que la tierra tiene
Verneis, é yo haré lo que conviene. »

Estos mandatos duros y tiranos
El Joan Gonzalez bien los entendia,
Pero por escaparse de sus manos
Luego le respondió que le placia :
Conociendo por menos inbumanos
Los indios que su mala compañía;
Al fin partió con ciertos naturales
Que le fueron fieles y leales.

Pero quieren decir que el desconcierto
Y orden de cautela semejante
Fué después de salidos deste puerto,
E ir por Uyapar mas adelante
En un pueblo, Carao; y es lo cierto,
Segun tenemos relacion bastante
Hecha del capitán Joan de Avendaño,
Que siempre fué testigo deste daño.

Hecha la despedida bien molesta,
Por ser estos intentos muy ruines,
Ordás mandó hacer la gente presta,
El galeon, la fusta, bergantines,
Y con pregones muchos manifiesta
Entrar por Uyapar y sus confines,
Rio potente, mas de fruto poco,
A quien otros le llaman Urinoco.

En esta fortaleza dejó gente
De todas armas bien aderezada:
Quedó por capitán y por tiniente,
Por ser persona bien acreditada,
Martin Yañez Tafur, que es de presente
Vecino deste reino de Granada,
El cual gobernó bien la gente nueva
Y dió de su valor bastante prueba.
Apercebió para llevar consigo
A Domingo Velazquez el mañoso,
Entre los de Cubagua muy antiguo :
Insigne capitán y valeroso,

A quien yo tuve siempre por amigo
Gozando ya de paz y de reposo;
Llevó también para que fuese guia
Un indio que Taguato se decia,

Capitán arüaca señalado

Y por aquellas tierras peregrino,
El cual pareció bien haber entrado
Mas de quinientas leguas de camino :
Indio valiente, diestro y avisado,
De muy buena razon, poco ladino,
Mas Domingo Velazquez entendia
La mayor parte de lo que decia.

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