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Son arüacas de valientes manos,
Tiene su tierra nobles influencias,
Y son todos amigos de cristianos,
Con buenas obras, gratas aparencias:
Con caribes crueles, inhumanos,
Tienen cotidianas competencias,

Y cuando con mayor fuerza se muerden,
Los arüacas pocas veces pierden.

Con esta prevencion y buen avio,
El Ordás con su gente castellana
Entraron por aquel potente rio
Forzados unos y otros muy de gana:
Por él á remos va cualquier navío,
Atoas, la gran nao capitana,
Llevando siempre cable sobre cable,
Trabajo de rigor intolerable.

Y ansí por trabajar en travesías
Perecian los hombres por momentos,
Tanto que en breve número de dias
Al rio fueron mas de cuatrocientos ;
Y cuanto mas crecian las porfías
Tanto mas descrecian alimentos,
Murciélagos, mosquitos y otras plagas
Los infestaban con crüeles llagas.

Malos y encancerados embarazos
Ocupaban cualquiera mordedura,
En los piés, en las piernas, manos, brazos
Viérades lamentable desventura:
Caíanse los miembros á pedazos,
No podia hallar médico cura;
Y con ser el volver tan importante,
Procuraron de ir siempre delante.

Demás de les faltar fuerzas humanas
Eran los tiempos ya tempestuosos,
Anegados los campos y zavanas,
Los esteros venian rigurosos :
A las tardes y noches y mañanas
Los empapaban nimbos procelosos,
Y con estas congojas y pasiones
Subieron basta ciertas poblaciones.
Pueblo potente fué de gran gentío,
Que sobre las barrancas iba puesto,
Del cacique Uyapari señorio,

En las calles y plazas bien digesto,
Y de donde nombraron este rio
Los españoles que hallaron esto,
Del cual fueron entonces recebidos
Y razonablemente proveidos.

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Aquí, por ser lugar mas conviniente,
El que tenia cargo del gobierno
Determinó de reformar la gente
Hasta pasar las furias del invierno ;
Y aun porque se sentia mal doliente
El viejo baquïano y el moderno,
Anclearon arriba muy lejana
Aquella grande nao capitana.

Cuando se padecian estos males
Y plagas por la gente castellana,
Andaba peregrino Joan Gonzalez
Por aquellas provincias de Guayana,
Donde todos los indios naturales
Lo recebieron muy de buena gana,
Con caricias, regalos, beneficios,
Con dádivas, presentes y servicios.
Regalado se ve; mas todavía
Con santos y católicos respetos
Consideró que no le convenia
Estar entre salvajes indiscretos:
Ajenos de cristiana policía
A cultos diabólicos sujetos;

Y aunque no se librase de sus manos,
Queria mas morir entre cristianos.

Comunicó con indios su partida
Con todo lo demás que determina,
Y fué su voluntad obedecida
No menos que si fuera la divina :
Siguiéronlo con copia de comida
Hasta ver la mas gente peregrina,
Por esteros, lagunas y otras aguas,
Con copia de canoas y piraguas.

Con esta gente bárbara, contenta De lo seguir por ser hombre bien quisto, De la suerte que ya se representa A su navegacion se hizo listo, En busca del Ordás por dalle cuenta De lo que le mandó y habia visto; Fueron pues por el rio su jornada Hasta tanto que vieron el armada.

Como vieron piraguas de repente
Y en ellas el gentio bien armado,
Mandó Diego de Ordás incontinente
Que todos se pusiesen á recado:
Maravillóse luego grandemente
Después que Joan Gonzalez fué llegado,
Porque por ser rigor tan escesivo
Ningun hombre creyó que fuese vivo.

Hablóle con grandísimas razones:
Y el Joan Gonzalez dió de su jornada,
Verdaderas y ciertas relaciones
De tierra que halló bien asombrada :
En ella poderosas poblaciones
Y cuanto mas adentro mas poblada;
Y aunque la relacion no fué liviana,'
El Ordás la tomó de mala gana.

Yo de mi parte menos la condeno
Ni aun siente della mal el baquïano,
Pues en tan larga tierra y ancho seno
(Eso me da de sierra que de llano)
Debe de haber algun pedazo bueno
Que hasta nuestros tiempos está sano
Por ser entrada larga, trabajosa,
Y en sus primeros límites dudosa.

Grandes y valerosos capitanes
Siguieron la demanda como cierta,
Y por muertes, desgracias y desmanes
Casi que se volvieron de la puerta :
Felipe de Utén por los alemanes
Trabajó por hacella descubierta,
Jerónimo de Ortal, después Sedeño,
Y Orellana contó cosas de sueño.

Después Jimenez, capitán preciado Hizo desde este reino la jornada, Hermano del señor adelantado Don Gonzalo Jimenez de Quesada : El cual agora vino del Dorado, Que es la misma demanda señalada, Perdidas sus haciendas y caudales Y muertos muchos hombres principales. Y aun agora no tiene menos pio El heredero de su testamento, Y sucesor Antonio de Berrío En sus haciendas y repartimiento; El cual con discrecion y buen avio Quiere seguir aquel descubrimiento, Y cierto su valor nos asegura Que tiene de dar fin á la ventura.

Pues indios deste reino comarcanos,
Que sirven hoy á nuestras compañías
Y tratan y contratan en los llanos
Con sus acostumbradas granjerías,
Refrescan las noticias á cristianos
Que dellos determinan hacer guias,
Llevando las derrotas diferentes
De aquellas que llevaron otras gentes.
Creo que se darán mejor recado
Por ser de mas aviso proveidos,
A causa de llover sobre mojado
Con negocios atrás acontecidos :
En muchos que buscando su Dorado
Quedaron asolados y perdidos,
Y del perder algunos en un hecho
Suelen otros sacar mucho provecho.

Y Orsúa, capitán tan escelente
Cuanto pudieron ser los mas cabales,
A quien los que vivimos de presente
Debemos alabanzas inmortales,
Y de quien trataré mas largamente,
Celebrando sus tristes funerales
Por el orden que de presente llevo;
Pues si muchos le deben, yo le debo.

84

Vi también el furor del padre Ayala,
Que de la Margarita se desvía,
Y en ir á la Guayana se señala
Con flota de arüacas que lo guia;
Y dijo que no vido tierra mala,
Antes tal que riqueza prometia :
Fué, cuando tal motivo lo desvela,
Mi huésped en el Cabo de la Vela.
Comunicó conmigo su desino
En vano parecer determinado,
Para volverse por aquel camino
Al Pirú de do vino desterrado;
E yo le respondi ser desatino
Jamás oido, visto, ni pensado;
Mas el fué todavía donde digo
Con sola compañia de un amigo..

Anduvo por allí ciertas jornadas,
Vió pueblos con asientos muy amenos,
Descubria caminos y calzadas,
Las cuales prometian anchos senos ;
Trajo joyas de oro rescatadas,
Aguilas y cemies harto buenos,
Ciertos tiros de bronce que hallaron
Adonde los Ordases invernaron.

Como buenos dineros importasen,
Y falta de los tales necesita,
Para que mas al rio los llegasen
Ayala con caricias los incita;
Y hizo que en piraguas los llevasen
Aquestos indios á la Margarita,
Do procuró tomallos el tiuiente;
Mas defendiólos valerosamente.

A la Española fué la mercancía
Y él, algo levantado de la rueda,
Adonde por entonces presidia

El inclito Joan Lopez de Cepeda :
Dió cuenta de la tierra do venia
Como quien por ninguno se le veda,
Informó los señores del audiencia
Para volver pidiéndoles licencia.

Diéronle favorables provisiones
Ordenadas por ley de buen amigo
Para poder entrar estas regiones,
Ansimismo llevar gente consigo;
Vendió las sobredichas municiones,
Las joyas y preseas que ya digo,
Compró muchas camisas y bonetes,
Cuentas, cuchillos, hachas y machetes.

Contóles pretensiones algo flacas
O motivos de grande disparate;
Liadas y compuestas las petacas
Donde llevaba todo su rescate,
Volvió con otra flota de arüacas
Con solos doce hombres de alpargate;
Seria por el año de sesenta

Sobre mil y quinientos desta cuenta.
Llegados á Guayana, van entrando
Mas de lo que amistad les asegura,
Muchas preseas de oro rescatando
Con algunos resabios de soltura;
Mataron al Ayala y á su bando
Concluyendo balanzas y locura,
Sin dejar á ninguno con resuello
Que pudiese decir la causa dello.

De todo buen concierto fué remoto
Serpa, que tentó ir esta jornada,
Pues luego lo mató Cumanagoto
Antes que comenzasen el entrada ;
El ejército suyo quedó roto,
Y hizo Serpa tanto como nada;
El oficial será siempre confuso
Usando cosas fuera de su uso.

Tenia Serpa términos honrados,
Aparencias y buenos ademanes,
Pero los que jamás fueron soldados
Dudo poder ser buenos capitanes :
No son aquellos indios descuidadoș,
Ni temen los caudillos haraganes;
Ya yo los conocí soldado pobre,

Y se muy bien cuán bien baten el cobre.

Diego de Vargas levantó bandera,
A título de ir este camino.

Con su hijo don Joan, que donde quiera
De crecidos honores era dino;
Mas al principio de la tal carrera
Y deste nuevo reino muy vecino,
Mataron fuertes indios al buen viejo
Por falta de favor y de consejo.

Cáceres intentó los mismos fines
Con el poco posible que le vemos;
Pero nunca salió de los confines
De tierra que palpamos y tenemos;
Y ansi pobló los indios matachines,
Que deste reino son los mas estremos,
De manera que nunca fué bastante
Para poder pasar mas adelante.

Volver á la demanda de presente
Por el Cáceres dicho se procura,
Y él y el dicho Berrio hacen gente
En un tiempo, sazon y coyuntura:
Cada cual de los dos es pretendiente
De poder acabar esta ventura ;
Guias llevan y muy buenos arreos:
¡Dios les dé cumplimiento de deseo!

Siguió Pedro de Silva la recuesta,
De la cual por aquí volvió perdido,
Con su poquilla gente descompuesta,
Y dicen nuevamente ser venido,
Y entrar por Uyapar, donde me resta
Volver al buen Ordas, que detenido
Dejamos con las aguas del invierno
En la parte que dice mi cuaderno :

Donde después que vino Joan Gonzalez,
Y percebieron bien lo que decia,
Todos aquellos hombres principales
Deseaban seguir aquella via,

Los motivos de Ordás no fueron tales,

Y ansi les respondió que no queria
Sino subir el rio con esceso,

Y agora contaremos el suceso.

CANTO SEGUNDO,

Donde se cuenta cómo Diego de Ordás subió con su armada el rio Uyapari arriba, y cómo volvió perdido á Paria, y lo que mas aconteció hasta su muerte.

Mal pueden caminar siempre seguras
Las muy precipitadas opiniones:
El que deja la luz por ir á escuras
No se espante que halle tropezones;
Pues suelen semejantes aventuras
Engañar los humanos corazones:
No siempre hizo lance venturoso
Quien lo cierto dejó por lo dudoso.

Notado fué de tanto desatino
Ordás en los ya dichos menesteres,
Pues se precipitaba de contino
En sus buenos ó malos pareceres;
Y mas en proseguir aquel camino
Fuera de cuanto puede dar placeres,
Antes las intenciones en que estriba
Son de siempre subir el agua arriba.

Metidos en cintura pues los rios
La mano del invierno mas liviana,
Al tiempo que hacia ya desvíos
El agua del convés de la zavana,
Donde nadaban los demás navíos,
En seco se quedó la capitana:
Fuera del Uyapar y circunstancia
Una crecida legua de distancia.

Huyendo los demás deste paraje,
A la madre se llegan descontentos;
Y para proseguir su mal viaje
Sonaron rigurosos mandamientos;
Partieron sin tener matalotaje
A tierra toda falta de alimentos;
Gil Gonzalez quedó con los tullidos
En aquestos asientos referidos.

Sacó del pueblo grande que se cuenta,
En la fusta mayor y bergantines,
Españoles doscientos y setenta,
Cuarenta lijerísimos rocines:
Tomó pues con su gente macilenta
Del pueblo de Carao los confines,
El cual distaba del potente rio
Una pequeña legua de desvío.

Allí se reformaron los soldados,
Y tuvieron un poco de reposo,
Y después de los dos meses pasados
Volvieron al viaje trabajoso:
Costeando prolijos despoblados
Sin muestra de refugio virtuoso,
Sino pocos y viles pescadores

Que de ningun buen pueblo son cultores.
Gaiqueries y algunos guamonteyes,
Morenos, altos, buena compostura,
Sujetos á ningun modo de leyes,
Sin labranza, crianza ni cultura,
Suelen tener sus príncipes y reyes,
No para dalles vida mas segura;
Pescas y cazas son sus alimentos,
Y raices de yerbas sus sustentos.

El guapo, que es comida mas contina,
A un ajo redondo se compara,
De que también la gente peregrina
En sus necesidades se repara:
Ansimismo provee de harina
Otra raiz que llaman caracara,
La cual muelen en cueros de venados
En hoyos muy tupidos y pisados.

Son estos guamonteyes tan insanos,
Y toda su vivienda tan sin maña,
Que si comida piden los cristianos
Al tiempo que la hambre mas los daña,
Mostrando de maiz algunos granos
Los huelen como cosa muy estraña;
Ninguno dellos cultivó ribera,
Ni fruto recogió de sementera.

No tuvieron jamás pueblo fundado,
Casa de piedra, tierra, ni pajiza,
No rancho por sus manos fabricado,
Sino ciertos toldillos de tomiza ;
Su cama es un cuero de venado
Gastado de arrastrar por la ceniza;
Defiende cada cual varonilmente
A su mujer, su hijo, su pariente.
Anduve yo también por estos puestos
En tiempo y en edad mas vigorosa,
Aunque no por adonde fueron estos,
Sino por parte menos trabajosa:
Son amplísimos campos mal compuestos
De poca gente, y esa monstruosa;
Rios que de su curso se despegan
Con fuerza de crecientes los aniegan.
El rigor de las aguas acabado,
Y las inundaciones y crecientes,
Inmensa suma es la del pescado
De géneros y modos diferentes,
En ciénegas, en charco represado,
En los manantiales y corrientes,
El cual, de mas de ser tan copïoso,
Es sano y en sabor maravilloso.

Hay caribes, cachamas, palometas,
Guabinas, armadillos, peje sano:
Si se secan algunas ceneguetas
Con los calores grandes del verano,
Acontece sacar entre las grietas
El indio cuanto quiere y el cristiano,
Hacen harina dél cuando se seca,
Sacan mil calabazos de manteca.

Hay también por aquestos despoblados
Y campos tan inmensos y vacíos
Cantidad infinita de venados,

Los cuales son de dos ó tres natíos :
Dantas y puercos tan multiplicados,
Que cubren las riberas de los rios;
Hay tigres, osos, onzas y leones,
Cebados en aquestas ocasiones.

Nutrias anchas que tienen sus estilos
Y de puerco la forma y ademanes;
Inmensa cantidad de cocodrilos,
A quien todos acá llaman caimanes;
Cuya ferocidad y bravos filos
Son causa de grandisimos desmanes,
Pues suelen devorar estas serpientes
Crecidísimo número de gentes.

Perseverando pues en sus porfias,
Ordás por Uyapar contra corriente,
Por sus riberas fué cincuenta dias,
Sin que pudiese ver cosa viviente;
Muy fatigadas ya sus compañías
Por no tener comida suficiente,
Hacia sus entradas por los lados;
Pero todos los vian despoblados."

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E yendo caminando con el pio
De ver dó rehacer la gente flaca,
La boca descubrió de cierto rio
Bien frecuentada ya del arüaca:
Y ansi diz que le dijo: «señor mio,
Este rio se llama Caranaca,

Si por aquí hicieres tu corrida,
Yo sé que hallarás gente vestida.

>> Hallarás estendidas poblaciones
Con toda la grandeza que deseas:
Oro, piedras preciosas, ricos dones,
Muy lucidos ropajes y preseas;
Sus ejercicios son contrataciones,
Ansí ciudades como las aldeas;
Es gran provincia, próspera, pujante,
De sal y bastimentos abundante.»

En nada destas cosas que decimos
Quiso Diego de Ordás creer la guia;
Y los hombres antiguos que vivimos
Juzgamos por ventura que decia
Por este reino donde residimos,
Cuya fama muy largo se estendia,
Si acaso no contiene tan gran seno
Algun otro compás no menos bueno;

Por ser tal la distancia deste llano,
Y el espacio y lugar tan estendido,
Que será como dar al Oceano
Un término que fuese recogido;
Yansí podria ser á cualquier mano
Otro mejor quedarnos ascondido;
Pues, como tengo ya relacion hecha,
No deja de dudar esta sospecha.

Y en la postrera y última jornada
Que hizo por los llanos desta tierra
Don Gonzalo Jimenez de Quesada,
No sobrándole ya gente de guerra,
Vió por medio del llano prolongada
Con prolijos estremos una sierra,
Do mandó ir al capitán Soleto,
Mas no trajo razones del secreto.

Porque con hambre, ya mas que terrible,
Se volvió desde el pié donde nacia,
Por no parecer cosa convenible
Meter la gente donde no sabia;
Mas á mi parecer es imposible
Aquella sierra tal estar vacía;
He yo comunicado con varones,
Que no están fuera destas opiniones.
Ansí que, no de balde le decia
Al Ordás el Taguato que siguiera
El rio Caranacă, do se via
Mejor disposicion en la ribera;
Mas él no quiso por ninguna via,
Sino continuar otra carrera ;
Y de perseverar en su costumbre
El indio recebia pesadumbre.

Y ansi, por divertir su fantasía, Como quien lo tenia bien corrido, Bumbun temeretopo le decia. Señalando de piedras gran ruido: El bárbaro vocablo se entendia, El propósito fué mal entendido, Pues alli cada cual interpretaba Segun aquel deseo que llevaba.

Porque decian muchos chapetones,
O señores, que dijo Taguato
Del gran ruido de las fundiciones,
La fuerza y el concurso del contrato:
Con las piedras martillan argollones,
Los golpes dellas suenan grande rato;
Es tal en labrar ore la porfía,
Que suena como grande herrería.

Mas Domingo Velazquez, que notaba
Lo que la guia dijo por entero,
Como sabio varon adevinaba
Cuál habia de ser el paradero ;
Y por no dar pasion disimulaba,
No con simulacion de lisonjero,
Sino porque cumplia de presente
Irse también al hilo de la gente.

Yendo pues cada cual dellos ya falto,
No menos de salud que provisiones,
Vinieron á topar con cierto salto
De peñascos y grandes farallones;
Do caian las aguas de mas alto,
Y el ruido causaba confusiones,
Allí se conoció menos prolijo
Aquel Bumbune que Taguato dijo.

Porque la duda dél quedó bien suelta, Cerca de no les dar las aguas uso, Y la navegacion toda resuelta En se hallar Ordás allí recluso: Al fin determinó de dar la vuelta, No menos perdidoso que confuso, Y en breve tiempo, desde los raudales, Llegó donde quedaba Gil Gonzalez.

Halló la mayor parte dellos muertos, La poca gente viva mal dispuesta; De los amargos, aunque dulces puertos, Procuró de sacar la que le resta; Y para los salados mas abiertos Con toda brevedad se hizo presta: Y desde entonces, visto que cumplia, Por Domingo Velazquez se regia.

El cual dijo: «Pues son vuestros intentos
Hallar alguna tierra grandiosa,
Adonde podais dar repartimientos
Que sean de grandeza generosa;
Yo sé, señor, tan inclitos asientos,
Que con razon direis ser buena cosa,
Donde podeis fundar pueblos potentes,
Por ser infinidad las destas gentes.

«No hallareis ancon ni seno vaco
De prepotentes pueblos y lugares,
Desde la Trinidad á Carïaco,
Ni desde Cumaná hasta Tagares:
Chichiriviche, valle mas opaco,
Guantar, Maracapana con sus mares,
Y Neverí, Caycarantal, Atamo,
Provincia cada cual digna de amo.

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» Hay Chacopate, hay Cumanagoto, Piritú, las riberas del Unare, Pues la fertilidad de Paragoto Fáltame copia con que la declare: Potente poblacion de Cherigoto, Con todo lo que dicen Mompiare; Sus pueblos, sus culturas, sus labores, Y aquella gran potencia de señores.

» El feroz y terrible Turperamo, Y el invencible siempre Barutaima; El gran Guaramental, el Guayacamo, Canima, Guaïgoto, con Pariaima : Gotoguaney, Perinia, Periamo, Querequerepe, Canaruma, Guaima, Sin otros muchos desta circunstancia, Con cercas de grandisima distancia.

» Aquestos dichos fuertes ó cercados Tienen señeros para su defensa, De grosísimos árboles plantados, Donde la verde rama se condensa : Unos después de otros ordenados, Con mas vigor de lo que nadie piensa, Pues aquel gran grosor que lleva hecho Tiene de duracion prolijo trecho.

» Otros palenques hay mas estendidos
En muchos destos campos y zavanas,
No de plantas de árboles nacidos,
Como las otras cercas mas ancianas;
Sino de palos muy fortalecidos,
Y cada cual con dos ó tres andanas,
Con las cintas espesas de bejucos,
O correosas yedras de arcabucos.

» Tienen las mas insignes poblaciones
En unas mesas llanas asentadas,
Debajo de los macos, ó mamones,
Plantados por hileras ordenadas,
Arboles de bermosas proporciones,
Cuyas hojas jamás se ven mudadas;
Su vista da grandísimo contento,
Y el fruto dellos es de gran sustento.

» Por montes, por zavanas, por oteros,
Do quiera que sus pasos hombre guia,
Hierve la gente como hormigueros,
Tanto que no vereis coșa vacía:
Gentiles pescas, grandes cazaderos;
Tierra de bendicion, tierra sanía;
Hay minas de oro, mantas, y hamacas
Desde Cojegua hasta los Caracas.

» Por la costa de quien memoria hago,
Atravesando culmen y eminencia,
De la sierra que tiene nada vago,
Porque poblada es por escelencia,
Damos en Tacarigua, que es un lago
De siete leguas de circunferencia,
Con islas dentro, do los infieles
Tienen jardines, huertas y verjeles.

» Si quereis que sus nombres os declare,
Pues la memoria dellas no se escapa,
Son Patenemo y Aniquipotare,
Ariquibano, Guayos, Tapatapa;
Con otras, que si alguno las hollare,
Podria mejorar su pobre capa
Con el oro que tienen naturales
En joyas y preseas principales.

»Aquesta crecidísima distancia,
Poblada de cristianos, se haria
Un reino de grandísima sustancia,
Dispuesto para toda granjería ;
Paréceme negocio de importancia
Y digno de seguirse con porfia;
Si con sus circunstancias es aceto,
En las manos tenemos el efeto.>>

La dicha relacion, aunque sumaria,
Al Ordás dió grandísimo contento;
Y ansi sin responder cosa contraria,
En esto colocó su pensamiento:
Llegó con los navíos pues á Paria;
Puso luego por orden el intento,
Sin quitar deste puerto todavía
La guarda de soldados que cumplia.

Estos soldados fueron fidedinos,
En las cosas de guerra muy añejos,
Prestos en los asaltos repentinos
A las agudas armas y consejos;
Y en este nuevo reino son vecinos
Algunos, aunque pocos é ya viejos,
Como Joan de Portillo, cabal hombre,
Joan Fuerte, mas en hecho que en el nombre.
Dispuestos todos pues à la carrera,
Procuró de enviar incontinente
Al capitán Alonso de Herrera,
A Diamaima, puerto, con la gente;
Y él quiso caminar por la ribera
Con pocos, que serian como veinte,
Para que todos ellos se embarcasen
Después que en este puerto se juntasen.
Al mar salió Herrera, deseoso
De cumplir fielmente su concierto;
Mas con fuerza de tiempo fortunoso
Nunca pudo tomar el dicho puerto :
Corrió la costa bajo desgustoso,
No hallando repáramo cubierto,
Que Cumaná, do hizo su parada.
Y allí saltó la gente fatigada.

El agua que en Cubagua se bebia
Se llevaba de aquesta pertenencia;
Y a causa de que cuando se cogia
El bárbaro bacia resistencia;
Habia fuerza ya, de que tenia
Andrés de Villacorta la tenencia,
Y en esta fortaleza recogida
Gente de guarnicion bien proveida.
Estando pues como de los cabellos,
Deseando huir de sus aprietos,
La gente del Ordás holgó de vellos
Para comunicalles sus secretos;
Y ansi se rebelaron muchos dellos
Al Herrera, perdiendo los respetos ;
Finalmente, que no por buenos modos
Las partes de Cubagua siguen todos.

De muchas quejas hay ardiente fragua
Que formaban los que se vian fuera
De los angostos barcos y del agua,
No menos que forzados de galera :
Prendió luego justicia de Cubagua
Al capitán Alonso de Herrera;
Pero por ser bien quisto de soldados,
Soltáronlo, los ímpetus pasados.

Llegados à la playa deseada,
Ordás con el consorcio diligente,
Y conociendo todos que el armada
Arribó por aquel inconviniente,
Con boga de piraguas bien guiada
Luego fueron en busca de la gente;
A Cumaná llegó, do saltó luego,
Y acabó de perder todo su juego.
Porque sin proceder por recta via,
Ni sosegar fiel de justo peso,
Pero Ortiz de Matienzo, que regia,
Lo bízo dañador, y hizo leso:

El cual, por aquel orden que queria,
A Castilla también lo llevo preso,
Y ansi se perturbó su buen intento
En tierras de tan grande fundamento.
Todos estos disignos estorbaba
Cubagua, por aquellas pretensiones
De los muchos esclavos que sacaba
Destas grandes provincias y regiones;
Y entonces y después abominaba
De quien tenia tales intenciones;
Y como causa fué que se estorbase,
Tampoco quiso Dios que ella durase.
Yendo pues el Ordás de aquella suerte,
Con tantas ocasiones de tristura,
Enfermedad le dió de mal tan fuerte,
Y de tan poco fruto fué la cura,
Que le llegó la hora de la muerte,
Donde tuvo la mar por sepultura,
Y quien en aguas sepultó sin duelo,
Para se sepultar no tuvo suelo.

Fué cortesano de gentil aviso,
Y en todas buenas partes de belleza;
Quien bien lo conoció dice que quiso
Esmerarse con él naturaleza:
Déle nuestro Señor su paraiso,
Que es la cabal y cierta gentileza,
Y el descanso de vida transitoria,
Que le faltó, le dé Dios en su gloria.
En la parte mayor de sus soldados
Hubo, como ya dije, gran mudanza;
Pero los nobles mas aficionados
No dejaban de estar con esperanza,
Que después de sus pleitos acabados
Habia de volver con mas pujanza,
Y como fidelísimos varones
Permanecian en sus aficiones.

Debajo de virtud y de nobleza
Muchos dellos á Paria se volvian
A sustentar aquella fortaleza
Entre tanto que del Ordás sabian;
Y muchos con trabajos y pobreza
Entre los de Cubagua residian,
Entreteniéndose por su partido
Hasta ver y saber lo sucedido.

Estando de la suerte que publico, Llegó con gente bien aderezada Sedeño, de San Joan de Puerto-Rico Para perseverar en su jornada, Al Ordás publicando por inico Por la razón atrás conmemorada, Y á su devocion trajo brevemente Algunos caballeros desta gente.

Porque cierto rumor era venido Diciendo que el Ordás era ya muerto, Los unos lo tenian por fingido, Otros lo publicaban por muy cierto : Al fin Sedeño fué bien recebido De la mas noble gente deste puerto, Con los cuales pasó mas adelante, Y luego contaremos lo restante.

ELEGIA X.

Conquista de la isla Trinidad y cosas en ella acontecidas desde su primer gobernador, que fué Antonio Sedeño, hasta que vino Joan Ponce de Leon, natural de San Joan de Puerto-Rico, y nieto del que conquistó aquella isla.

CANTO PRIMERO.

De muchas islas di razon sumaria
Pasándome por ellas por la posta;
Mas ya parece cosa necesaria
Que de tres no la demos muy angosta;
Aquestas nos demoran acia Paria,
Y en aquellos parajes de su costa;
Destas la Trinidad es la primera,
Y ansi será desde ella mi carrera.

Y pues de Trinidad es el empleo
Y rencuentros en ella sucedidos,
La santa Trinidad en quien bien creo
Alumbre con su lumbre mis sentidos:
Para que cante yo como deseo
Hazañas de varones escogidos,
Las fértiles riberas desta tierra
Y trabajosos trances de la guerra.

Pues en aquella edad y coyuntura
Gasté yo por allí mis ciertos años,
Virtud será poner en escritura
Vitorias de los nuestros, ó sus daños :
Comenzaremos pues por el altura
Y los que son allí sus aledaños,
Para que por su parte se concorden
Mis versos, y procedan segun orden.

Está la Trinidad en ocho grados,
La cual sabemos ser ansi llamada
De los tres altos montes y collados
Que la hicieron ser tan afamada;
Golfo de Paria tiene por sus lados,
Es de bocas del Drago rodeada,
Y de Cubagua dista tal asiento
Cuarenta leguas mas à barlovento.

Es en todos los tiempos y sazones
De muchos alimentos abundosa,
Tiene zavanas, rios, mar, ancones,
Y en muchas partes selva montüosa :
Son grandes y estendidas poblaciones
De gente por estremo belicosa;
Todos en general de buenos gestos,
Altos, fornidos, sueltos, bien dispuestos.
Por todos los mas meses esta gente
Compite con caribes inhumanos,
De minas aparencia competente
Muestran ansi las sierras como llanos.
Es esta fértil isla finalmente
Buena para poblarse de cristianos,
Contiene dos provincias singulares
Camucuraos y otros chacomares

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