II INCONVENIENTES QUE SE SIGUIERON A LA RELIGIÓN CRISTIANA EN EL JAPÓN CON LA ENTRADA EN ÉL DE LOS RELIGIOSOS FRANCISCANOS, SEGÚN LOS HISTORIADORES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS. FUNDACIÓN DEL CONVENTO DE SANTA MARÍA DE LOS ÁNGELES DE KYOTO. NUEVA EMBAJADA DEL GOBERNADOR DE MANILA A TAYKO Y SUS RESULTADOS PRÁCTICOS. FUNDACIÓN DE LOS HOSPITALES DE SANTA ANA Y SAN JOSÉ Y DE LAS CASAS DE OSAKA Y NAGASAKI Antes de pasar a tratar de los conventos y hospitales que en Kyoto, Osaka y Nagasaki fundaron los misioneros Franciscanos, de los cuales repetidas veces se hace mención en los documentos que ahora proyectamos publicar, como los PP. de la Compañía de Jesús han forjado una leyenda, que ha sido acogida por muchos historiadores - aunque sea contraria a los hechos consignados en las Cartas y Relaciones de San Pedro Bautista y de sus compañeros de misión y en las Informaciones jurídicas que, con motivo de las persecuciones que sufrieron y de su martirio, se hizieron a raíz de los sucesos-, hemos creído conveniente extractar en este lugar lo que en esas historias se dice, con el fin de poner la verdad en sú punto, ya que tanto interés se ha tenido en embrollarla. A juicio de los historiadores de la Compañía de Jesús y de la mayoría de los extraños, la entrada de San Pedro Bautista y de sus compañeros en el Japón fué debido a trabajos de zapa de los Franciscanos, y su predicación resultó una verdadera calamidad para aquella cristiandad (1). Habiendo logrado sus (1) P. LUIS FRORS, S. J. Historia martyrii, publicada en Acta Sanctorum, V, Februarii, t. I, Antuerpiae, 1658. En esta Historia, cap. I, dice el P. Froes: Hic erat rei christianae status, quando ex primaria vrbe insularum Philippinarum, dicta Manila, quatuor Patres e S. Francisci familia, vocati Nudipedes, tamquam Legati a Philippinarum Gubernatore ad Regem Japoniae missi, appulerunt. Fuere Patres illi a Rege, quemadmodum Legatis conueniebat, recepti perhumaniter, ac tandem indicauit illis vt ad suas Philippinas reuerterent; nolle se diuulgari legem nostram in suo Imperio ideo et homines de Societate nostra ex suo mandato exulare; nec nisi ob nauem Chinensem se paucis quibusdam Nangasachi sedem permisisse. Verum, cum Patres urgerent, sibi minimum copiam fieri a sua Excellentia, velut externis omnibus, spectandi magnifica et splendida vrbis Meacensis opera, vt ad suos reuersi ea deseos, a pesar de las protestas del P. Antonio Sedeño, superior de la Compañía en Manila, y del breve de Gregorio XIII que les prohibía la entrada en Japón bajo la pena de excomunión (1), dieron su embajada a Tayko, en la que, según Cretineau-Joli (2), fueron miserablemente engañados por Harada, praedicari possint; subiecit vanissimus Taicosama, sibi vehementer id arridere, imo libenter attributurum sumptus ad eam profectionem necessarios. Hac ergo potestate freti, se in viam Meacum versus dederunt, vbi aliquod menses diuersati sunt in aedibus cuiusdam equitis gentilis, qui vna cum alio quodam amico illis fauebat, co quod ambo authores illis fuissent, vt in Japoniam venirent Tempore, hac ratione elapso, quoniam in hospitio multa patiebantur incommoda, tandem Patres postularunt tantum loci, quantum satis esset ad domicilium aliquod excitandum, sibi adsignari. Adsignatus est percommodus, sed cum adiuncta cautione, ne sanctum Euangelium praedicarent. Verum iuuantibus quibusdam christianis, non dubitarunt postea et ecclesiam fabricari, et, quia id putabant ad maiorem Dei gloriam fieri, nullis amicorum consiliis potuere ab instituto suo reuocari. Probe enim amici illi norant, Patribus illis nullam a Rege fabricandae ecclesiae potestatem factam esse, satiusque facturos si sacellum tantum aliquod commodum, sed a conspectu hominum remotum, extruerent, ne res tandem ad aures Taicosamae permaneret. Educta deinde ad culmen ecclesia, coepere dicti Patres publice, perinde atque si plenam facultatem a Rege obtinuissent, annuntiare Euangelium, permoti desiderio et zelo miseras has animas iuuandi, accensique quinque Sanctorum eiusdem Ordinis Patrum exemplo, qui dum incredibili fortitudine per Africam doctrinam Christi praedicarent a Miramolino Rege Maroccano propiis manibus fuere contrucidati. Ceterum, nostri, cum animaduerterent hac ratione non ipsos modo, sed Societatem totam atque omnes christianos in summum capitis fortunarumque discrimen adduci: nec alio inclinare res, quam vt vno momentum pessum irent, quae tantis sudoribus et tot annis erant aedificata; proposuerunt iam dictis Patribus (quod caritas ab iis postulabat) vt sedulo expenderent, conueniatne publice religionem chistianam, post regiam prohibitionem, etiam ex mero martyrii desiderio, diuulgare: caussamque Taicosamae praebere nouam persecutionem contra christianos Meacenses moliendi, quorum mulli erant genere nobiles et recenter conuersi. Quod reuera futurum plus quam probabile erat, si ad eius aures perferatur, nullam edicti sui rationem haberi. Idem eis indicarunt duo illi equites, qui Manila eos adduxerant, subuerili nimirum, ne et ipsi in discrimen capitis venirent, quos Patres illos in regnum suum addurissent. Imo primarij Domini atque adeo ipsi Aulae Gubernatores, beneuole eos commonere fecerunt: eo quod modus ille agendi (aiebant dicti Domini) esset exoticus et insolitus in Japonia. Nec parum occasione huius rumoris creuit ingens ille conuersionis ardor in omni genere hominum, qui a nostris doctrinae christianiae rudimentis erant imbuti, et sacris aquis eluti. Quod abseruarant quidem Gubernatores, sed quia animaduertebant, nos rationem aliquam habere potestatis secularis, dissimulabant; interdum nos benigne commonentes, vt caute et considerate in conuersionem christianorum procederemus. Haec prima fuit huius procellae occasio. Al P. Froes copiaron y corrigieron, añadiendo cada uno de su propia cosecha alguna circunstancia agravante contra los Franciscanos, los siguientes historiadores: GUZMÁN, Historia de las Missiones, etc., 1. II, lib. XII, cap. XXV у XXVIII, y lib. XIII, cap. III; COLIN, libro III, cap. VI; CHIRINO, Historia Ms. lib. II, cap. XIV y siguientes; CRASSET, S. J., Histoire de l'eglise du Japon. lib. X, págs. 631-6, París, 1715; CHARLEVOIX, lib. IX, § VIII; Compendio de Charlevoix, por M D. L. C., cap. XII, Barcelona, 1858; ENGELBERT KAEMPFER, Histoire naturelle, civile, et ecclesiastique de l'Empire du Japon, lib. IV, chap. V, pag. 55. La Haye, 1729; HENRION, Historia de las Misiones, lib. II, cap. XXIII; CRETINKAU-JOLI, Historia de la Compañía de Jesús, cap. XVII, Barcelona, 1853; STEICHEN, chap. XIII. Véase AIA, t. IV, pág 411 y sig. (1) Motu proprio de Gregorio XIII, Ex pastorali officio nostro, dado en 28 de Enero de 1585. En AIA, t VI, pág. 223, se pone la fecha de 23 de Enero, por error de imprenta. (2) CRETINEAU-JOLI, t. II, cap. XVIII, pág. 364, dice: «los Franciscanos se habían servido de dos indígenas, llamados Faranda y Faxeda, en clase de interlocutores cerca del Emperador, deseando ser favorablemente acogidos. Mas, ora fuera traición o deseo de recibir que, sirviendo en ella de introductor e intérprete, dijo a Tayko únicamente lo que le convenia para el logro de sus perversos fines, sin que los Franciscanos pudieran apercibirse de sus trapisondas, por ignorar en absoluto el idioma del país. Terminada la embajada, dijo Tayko a los religiosos que podían regresar a su país; pero ellos le rogaron les diese permiso para visitar la ciudad de Kyoto con el fin de poder contar después a sus paisanos las grandezas del Japón, lo que lisonjeó tanto a Tayko, que no sólo les dió la licencia que pedían, sino que ordenó a Hasewa les atendiera en todo cuanto necesitaran para hacer el viaje y para su sustento, no sin mandarles muy encarecidamente que no predicasen la ley de los cristianos. Llegados a Kyoto, se hospedaron en casa de Hasewa, donde estuvieron algunos meses, hasta que, cansados de aquel hospedaje, suplicaron con bajas adulaciones al tirano les concecediera un lugar en el que pudieran vivir con independencia. Accedió Tayko a esta pretensión y ordénó a Guenifoin le señalara el sitio que pretendían; mas al entregársele Guenifoin, les recomendó cumplieran la voluntad de Tayko de no predicar la ley de los cristianos. Pero los Franciscanos hicieron tanto caso de esta prohibición, que, abusando de la condescendencia de Tayko, con la ayuda de algunos cristianos, edificaron una iglesia en la cual, públicamente y con una temeridad increíble, empezaron a predicar el Evangelio; por lo que, molestado Guenifoin, les amenazó con quitarles la vida si no dejaban de predicar (1). Los Jesuitas que, por experiencia propia de muchos años de ministerio, conocían a fondo el humor y condición de aquella gente, llevados de la mejor intención y por lo mucho que apreciaban a los Franciscanos, les aconsejaron que reprimieran su fervor y procuraran guardar la conducta que ellos observaban, ya que de una manera tan visible Dios la bendecía con las innumerables conversiones que obtenían. De lo contrario, no sólo pondrían en peligro sus vidas, lo que no les era lícito, ni aún llevados del deseo del martirio, sino que perjudicarían a toda aquella sociedad y particularmente a los cristia nos, muchos de los cualos pertenecian a la nobleza; porque con su celo indiscreto e imprudente darian motivo a una nueva persecución, y a que se destruyera en un momento lo que tantos sudores y tantos años había costado, si llegaba a ente. rarse Tayko, como era más que probable se enterara. Estos mismos consejos les dieron Harada y Hasewa, algunos gentiles y los principales cristianos; pues aunque sus predicaciones eran bien recibidas del vulgo, no lo eran de los cuerdos, quienes se temian el fin que tuvieron sus imprudencias y exagerado celo, esto es, el drama sangriento que empezó en 1597, con sus fatales consecuencias. Pero aquellos benditos Franciscanos se hicieron sordos a estos avisos y consejos, y cuando vieron avecinarse la tormenta, en vez de atribuirla a su indiscreción, hicieron responsables a los Jesuitas, cuya prudencia debieran imitar para lograr los mismos felices resultados que aquellos antiguos misioneros obtenían. un salario más crecido, adulteraron los intérpretes la carta que el Gobernador de Manila dirigía a Taicosama, haciéndole ver que mientras aguardaba la respuesta del Rey, su amo, se declaraba vasallo y tributario del soberano de Japón. Quedó tan lisonjeado con esta oferta el orgullo de Taicosama, que otorgó amplias facultades para predicar en su Imperio a los frailes encargados del despacho, los que apenas supieron los primeros rudimentos del idioma, cuando le declararon el verdadero y genuino sentido de aquella carta.» (1) CHARLEVOIX Y STEICHEN, 11. cc. ¡Qué cosas se escriben aún después del año 1627, en que fueron beatificados algunos de aquellos misioneros, y del 1862, en que la Santa Sede dió su fallo infalible inscribiéndoles en el catálogo de los Santos! Seguramente que muchos enemigos de la Iglesia católica no se hubieran atrevido a decir otro tanto. En primer lugar debemos hacer constar que si los Franciscanos desearon vivamente pasar al Japón fué porque repetidas veces fueron llamados por los daimyos, por el Viceprouincial de la Compañía de Jesús y por varios cristianos, al verse privados de sus antiguos misioneros. En otro lugar (1) dejamos ya consignado que en 1584 arri (1) AIA, t. IV, pág. 247 y siguientes. En un Ms. titulado: Suma de algunas razones que el Sr. obispo de las Philipinas, D. Fr. Domingo de Salazar, escrivió en una muy larga carta a los Padres de la Compañia de Japon sobre el Motu proprio que impetraron para que ninguna Orden pueda ir a Japon a la conversión, que se halla en la Colección del P. Francisco de Montilla, fols. 165-73, en el fol. 165v. se dice que el compañero de Fr. Juan Pobre, que arribó al Japón en 1584, se llamaba Fr. Diego Bernal. La descripción de la citada Colección, véase en AIA, t. VI, pág. 219. baron al puerto de Hirado el P. Fr. Francisco Manrique, O. S. A., Fr. Juan Pobre y F. Diego Bernal, O. F. M., donde estuvieron algo más de dos meses, y que durante este tiempo se les aficionaron los japoneses de tal suerte al ver su religiosidad, humildad y desprendimiento del mundo, que les rogaron se quedaran entre ellos, y que no habiéndolo podido conseguir, en 1585 mandó el Daimyo de Hirado una embajada a Manila con cartas para el gobernador D. Santiago de Vera y para el P. custodio, Fr. Juan de Plasencia, pidiendo religiosos Franciscanos y diciendo que «un hermano suyo se hauía hecho christiano, y que hiendo frayles lo sería él» (1). El P. Coello, viceprovincial de la Compañía, viendo que el número de misioneros sacerdotes que residían en el Japón, era muy corto para atender a los numerosos cristianos que administraban, se vió en la precisión de acudir a las islas Filipinas, rogando fueran a ayudarles los religiosos de N. P. San Francisco. A este fin escribió al citado gobernador de Manila D. Santiago de Vera (2), al Sr. obispo D. Fr. Domingo de Sa (1) AIA, t. IV, pág. 250, nota 1, y pág. 399, nota 2. (2) D. Santiago de Vera, en carta de 26 de Junio de 1586, escribe: «En otra di cuenta a V. Majestad del estado de Japon e ynvié una carta original del Rey de Firando, y en el duplicado treslado, donde ofreció a V. Majestad vasallaje y me ynvió por presente una lanza, y un morrion, y dos piezezuelas de sedilla de que ellos se visten, y tres avanillos, que aunque no tienen valor, por ser de aquel Reyecillo lo yuvio a V. Majestad. Después vinieron a esta ciudad onze japones christianos, vasallos del rey D. Bartolomé, christianos y vezinos de Langasaqui, el puerto principal donde los portugueses contratan. Traxéronmé cartas del Provincial y rreligiosos de la Compañía que allí residen, en que me piden que ynvie algun socorro a los Reyes christianos. Son los primeros japones que de paz an venido. Piden tambien rreligiosos de San Francisco, para que les ayuden a la doctrina y conversion de aquella gente. Yo les é regalado y ospedado bien y dádoles lo necesario para su sustento; porque aunque trayan mercadurías de trigo, y arina, y cavallos y bacas con tiempo se derrotaron y perdieron el navío con ello y llegaron con mucha necesidad. Élos ynbiado a su tierra, por la vía de Macán, bien aviados y rregalados. Y con el deseo que tengo de hacer de paz estas gentes, sin sangre, hago mi pussible con rregalos, caricias y mañas para atraerlos a la obediencia y servicio de V. Majestad Y había determinado de ynviar navio a nombre de V. Magestad con estos japones y algun rregalo para el Rey y dos Padres de la Compañía que tratasen con D. Bartolomé y los demás Reyes de aquellas yslas. christianos, de amistad y confederación con ellos y abriesen contrataçion, por ser tan cerca y buen viage de estas yslas. Para aquellos élo dejado de hacer, porque los portugueses tenen mucho no'les estorvemos la contratacion de Japon, ansi por los propios intereses, como porque ellos los tratan y comunican, y no quieren que castellanos lo hagan. Y por esta causa y otras ha mandado agora el Virrey de la Yndia que cesse la comuni cacion de castellanos con ellos, y la contratacion y pasage a los japones, Macan, Malaca, y Maluco, so graves penas que á puesto, y porque considerando que á muchos años que los Padres de la Compañía están allí y an hecho mucho fruto en la conversión, a su modo, y no an consentido que ninguno otro rreligioso castellano vaya allí, aunque sea de su Orden; de más que V. M. no le á dado para que vaya otra gente, y debe de haver caussas bastantes, ARCH. I-A.-Том. ІХ. 6 |