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Dávila almirante de las galeras: encomendó la gente de tierra al coronel Mondragon como gobernador de Zelanda, y le mandó guiar los walones y alemanes; puso los españoles á cargo de Juan Osorio de Ulloa, y ordenó á éstos que vadearan aquel brazo de mar, siguiéndolos los gastadores.

La operacion era arriesgadísima, y bien se necesitaba para acometerla de ánimos esforzados. Pero dió el primero el ejemplo Juan de Osorio, imitándole luego resueltamente oficiales y soldados en número de mil quinientos, marchando primero en barquillas, despues, cuando llegaron á la punta de la isla, á pie por entre agua y lodo, medio desnudos, y llevando las espadas, arcabuces y picas levantadas en alto. Llegábales el agua al principio á las rodillas, despues á la cintura, y mas adelante hasta el pecho, y tenian que atravesar por entre dos filas de navíos enemigos á tiro de arcabuz. «¿Dónde vais, malaventurados, les decian desde las naves, que os hacen ir como perros de aguas, y hacer de vuestros cuerpos trincheras y cestones?» Y descargaban sobre ellos cañones y arcabuces, y les echaban palos con cadenas y garfios para amarrarlos á los navíos. Ellos sin embargo seguian animosos. La marea crecia ya, y el agua les llegaba á las gargantas. Nadaban unos, morian otros de los tiros, otros se ahogaban, y aun cuando arribaron muchos al dique, de los doscientos gastadores solo se habian salvado diez.

Alli les esperaban nuevos peligros. Aguardabanlos en el dique los enemigos armados; mas ya no era posible retroceder, y determinaron vender caras sus vidas. Juan Osorio de Ulloa, invocando al apóstol Santiago, los arremetió con los veteranos españoles, y espantados los rebeldes de tanta audacia y resolucion, abandonaron con admirable cobardía la trinchera, recogiéndose á los fuertes inmediatos, y muriendo entre ellos Mr. de Boissot, uno de los gefes de los franceses sus auxiliares. Llegaron luego Sancho Dávila y el coronel Mondragon con sus galeras y naves de remos, y unidos á aquellos hombres como resucitados de entre las olas, fueron tomando uno tras otro hasta seis fuertes que los rebeldes tenian en la isla de Duiveland (4).

Despues de este triunfo, que parecia sobrehumano, dejadas las suficientes tropas en Duiveland, vadearon con igual arrojo el canal de un cuarto de legua que separa la isla de Schouwen, donde está la ciudad de Zierickzée, objeto principal de la espedicion. A ella se acogieron sobresaltados los rebeldes de la isla, despues de incendiar la aldea de Brouwershaven, en cuyo puerto, de que los nuestros se apoderaron, podian anclar hasta trescientas naves. Algunas de las fortalezas que los zelandeses tenian en aquellos diques eran abandonadas; otras fueron defendidas con gran teson

(1) Mendoza, Comentarios, li- raş de Flandes, Dec. I. lib. VIII. bro XIV. c.4 al 6.-Estrada, Guer

y esfuerzo; alguna de ellas costó á los españoles repetidos asaltos en que murieron algunos de los mas bravos capitanes: pero nada arredraba á aquella gente, que asi menospreciaba la vida en los boquetes de las murallas como entre el fango de las lagunas y entre las olas del Océano, y rendidos aquellos fuertes pasaron á sitiar á Zierickzée, donde los rebeldes se habian recogido como en su último atrincheramiento.

El comendador mayor, despues de dejar estableci do el bloqueo de aquella plaza (que sitio no pudo ser, porque ya los enemigos habian inundado sus contornos con la rotura de los diques), volvió á Amberes y Bruselas á atender á las cosas del gobierno, y de alli escribió al rey pidiéndole enviase algunos navíos de Vizcaya para reforzar los que quedaban delante de Zierickzée. En Holanda habian tomado los orangistas el fuerte de Krimpen, que defendia el maestre de campo don Fernando de Toledo, y en Brabante se amotinó otra vez la caballería ligera española en reclamacion de sus pagas, desórden que indignó mucho al comendador, y contra el cual le fué preciso tomar fuertes medidas hasta reducir los sublevados á la obediencia.

.Allá en Zierickzée continuaban Sancho Dávila, Mondragon y Ulloa, en el corazon del 'invierno, luchando al mismo tiempo contra los elementos y contra los fuegos de la plaza y de la armada enemiga; sin desfallecer nunca, ni aun con la desgracia de la muerte del valeroso maestre de campo Chiapin Vitelli, uno

de los mas entendidos y de los mas ilustres generales de Cárlos V. y de Felipe II. Prolongábase el sitio, y en la primavera de 1576 llegó el mismo príncipe de Orange con la armada de Holanda en socorro de los de Zierickzée, pero rechazóle heróicamente el coronel Mondragon, y en uno de los navíos rebeldes que encallaron murió el almirante de la armada enemiga Luis de Boissot, el mismo que cerca de dos años antes habia socorrido á Leyden. Con estos dos contratiempos comenzaron á desfallecer los de la plaza. Una mañana (la del 21 de junio, 1576) apareció en el campo español una vara clavada en tierra con un billete á la punta. Habíala clavado de noche un soldado de la villa. Abrióse el billete, y se vió que decia, que si el coronel Mondragon les permitia salir con armas, banderas y bagajes, le entregarian la plaza. Otra vara con otro billete les anunció la respuesta de Mondragon, que era la de aceptar la proposicion, pero añadiendo á ella que habian de pagar 200,000 florines. Admitida por los rebeldes, hicieron entrega de la villa (2 de julio), saliendo con ocho banderas y mil cuatrocientos soldados, y haciendo su entrada en ella los victoriosos españoles despues de nueve meses de trabajos y de padecimientos (1).

Desgraciadamente no le alcanzó la vida al comen

(4) Mendoza, Comentarios, libro XIV. y XV.-Estrada, Guerras, Dec. I, lib. VIII.—Bentivoglio,

Guerras civiles de Flandes.-Cabrera, Hist. de Felipe II., lib. X. y XI.

dador Requesens para gozar del triunfo de las armas españolas en Zierickzée. Una enfermedad de que adoleció en Bruselas habia acabado con los dias de aquel esclarecido guerrero (5 de marzo, 1576), sin darle siquiera tiempo para nombrar el gobernador que le habia de sustituir conforme á las instrucciones que tenia de Felipe II. Quedó, pues, el gobierno de Flandes en manos del Consejo de Estado hasta que el rey otra cosa dispusiese. Proponia el pontífice Gregorio XIII. al monarca español que diera el gobierno de aquellos estados á su hermano don Juan de Austria, nombrado ya por el papa general de la espedicion que habia de ir á Inglaterra, y de que hablaremos mas adelante. Pero antojósele mejor á Felipe el consejo de los que le persuadian que gobernarian con mas interés y acierto á Flandes los flamencos mismos, y que las provincias lo agradecerian tambien mas y se someterian mejor. Equivocóse en esto el rey; porque no todos los consejeros flamencos eran adictos á España, y formáronse pronto entre ellos dos bandos, llamado el uno de Hispanienses, y el otro de Patriotas, y es de suponer á cuál de los dos se inclinaría naturalmente el pueblo. El mismo príncipe de Orange se correspondia con algunos del Consejo, y las provincias aparentaban disPosicion á someterse con tal que salieran de los Estados las tropas estrangeras.

Otro motin de los soldados españoles de Z ierickzée contribuyó á removerlas de nuevo. Habíase dispuesto

TOMO XIV.

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