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nes se les entendía algo de esto, y los demás, subidos á caballo, más eran carga que caballeros. >>

La reseña es del P. Fr. Pedro Simón,* porque de mi cosecha no parezca exagerada, aunque la hagan buena los pormenores de la marcha del tirano, después que á són de caja publicó la guerra de exterminio, y fué sin resistencia saqueando y quemando á la Burburata, Valencia y Barquisimeto. De aquí se deduce cuánto hay que rebajar á la fama de las empresas de Walter Raleigh, Drake y compañeros de fortuna, que llevaban de quinientos á mil hombres bien armados, tenían auxiliares entre los negros y los indios, y (penoso es decirlo) prácticos y vaqueanos españoles.

Esta es otra historia que está por escribir, y para la cual existen materiales que compondrán muchos libros como el de las Piraterías y agresiones de los ingleses y de otros pueblos de Europa en la América española, publicado por D. Justo Zaragoza, y el que anteriormente había dado á luz el flamenco Alejandro Oliverio Exmelín ó Esquemeling. Oviedo dejó en claro el asunto, tocando de paso tan sólo el saqueo de Coro el año de 1567, y el de Caracas en 1595, sin mención de los de Cabo de la Vela, Maracaibo, Cu

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bagua y algunos más, que desde 1527 apuntan Fernando de Oviedo y el P. Simón. Acaso no creyó prudente someter á la censura del Consejo de Indias la opinión de ser su política monopolizadora concausa de los asaltos, y causa primordial de las interesadas defecciones y fraudulentos negocios, como con mayor franqueza ó habilidad lo hizo en 1569, si bien privadamente, Lope de las Varillas, diciendo: «Soy testigo que los vecinos de la isla Margarita hacen mejor acogimiento á franceses é ingleses luteranos que á los que van á poblar y descubrir»*.

La manera con que los isleños comenzaron las relaciones exteriores, no fué, sin embargo, amistosa. Cuéntala Juan de Castellanos; es buena muestra de los procedimientos corsarios, y digna de comunicación. En prosa viene á ser como sigue:

Vivía en la Margarita un Diego Pérez, natural de Utrera, hombre de gentil presencia y palabra persuasiva, de tan buenas apariencias como depravadas entrañas. Espurio de nacimiento, bellaco de afición, osado, ambicioso y falso, puesto en el camino del crimen por el de parricidio, entre otros horrendos, escapó á las

Colección de documentos inéditos de Indias, tomo iv, pág. 467.

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Indias perseguido de la justicia. De la isla fué desterrado por delitos menos graves, y en la Tercera no pudo hacer larga estancia, trasladándose al Havre de Gracia, donde se dió á madurar planes de venganza, instigando al corsario Jaques de Soria (sic) á emprender una campaña que había de serle fructuosa. Tales fueron las noticias y las facilidades con que pintaba el éxito de la empresa, que, convencido el francés, se hizo á la mar con cinco navíos, acompañándole Diego Pérez en calidad de práctico. La fortuna no les fué favorable en un principio; cuatro de los bajeles se perdieron con temporal, y únicamente el que servía de Capitana llegó con bien á la Margarita, corriendo el año de 1555. Interpelado el buque en la oscuridad, respondió ser nave de Castilla, portadora de frutos y otras mercancías, con lo que dejó caer las anclas en el puerto sin despertar recelo, y así al amanecer echó en tierra la gente armada, hallando desprevenidos y en la cama á los isleños, bien extraños á la desgracia que les amenazaba. En vano pensaron resistir llegado el momento del desengaño; ocupadas las salidas de la población con todos aquellos puntos apropiados á la defensa; muertos ó heridos los que pusieron mano á las espadas; saqueadas las casas, cuando nada quedaba á los míseros habitantes, se les intimó acudieran al rescate del pueblo con una cantidad que

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ya no poseían, á no dar las vidas por la carta de pago. Con el despojo y abundancia de mantenimientos se trasladó brevemente el corsario á la Burburata y espumó la costa hasta el Cabo de la Vela, guiándole Diego Pérez sucesivamente á Santa Marta. También aquí se favorecieron de la noche para asaltar el pueblo confiado, robarlo y cometer las tropelías á que el desenfreno de la soldadesca extraña se entrega con delicia, pasando al río de la Hacha, donde el traidor Pérez se atrevió á presentar personalmente condiciones de rescate. Convenidos en la entrega de cuatro mil quinientos castellanos para que al saco no siguiera el incendio, mientras Diego Pérez se escurría por el monte con la parte de botín que había cobrado, Francisco Velázquez, vecino del pueblo, quedó á bordo en rehenes hasta que se reuniera en oro ó plata aquella cantidad; mas una vez recibida, por cumplimiento de la palabra á lo pirata, no soltó Jaques al prisionero, antes exigió dos mil pesos más en dinero y la entrega del huído guía, que no era fácil hacer, por lo cual despechado se llevó á la mar á Velázquez, y á veinte leguas de tierra lo puso en un batel sin vela, remos, agua ni alimentos, condenándolo á la más cruel de las muertes. La mar, más benigna que el francés, llevó la embarcación á la costa, donde desembarcó la víctima, dándose tan buena maña en descubrir al causante de los

males, que al fin cayó en manos de la autoridad, y colgado de un madero el Diego Pérez, sirvió de espectáculo ya que no de escarmiento.

Tiempo vendrá en que la historia general de la América española, por reverso de tantas acciones de sublime ejemplar, muestre á la execración los nombres de algunos individuos más de la familia de los Iscariotes.

CESAREO FErnández Duro.

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