Ref. Suarez 12-12029 7380 PRÓLOGO I Entre juicios contradictorios excesivamente absolutos sobre la obra capital de Saavedra Fajardo (sus Empresas Políticas), unos parciales, inspirados por el predominante gusto literario de la época posterior, y otros superficiales, hijos más de una vehemente admiración que de un profundo análisis del libro, una apreciación resalta unánime, y es el reconocimiento de la excepcional importancia de esta obra singular. Una vez y otra en el balance de extraordinarios méritos y de graves defectos se ha ponderado en parecidos términos el valor doctrinal, la maravillosa erudición, la profundidad de los conceptos filosóficos, el caudal inmenso de experiencia viva y su originalidad, frente a lastimosos defectos literarios, como su excesiva concisión, su tono afectado y el prurito de un oscuro conceptismo. Para el juicio común es en resumen la obra de Saavedra Fajardo una concepción extraordinaria por su fondo y de fectuosa por su forma, siquiera sus defectos literarios se salven por la elevación ideal y se disculpen por el barroquismo conceptuoso de una época decadente. Su lenguaje algo incorrecto y poco grato se salva en opinión de la crítica por la grandeza de sus juicios magistrales y por su ciencia viva. No sólo en las frases inexpresivas de puro desmedidas y sintéticas, sino en los juicios técnicos concretos sobre las características de las Empresas, se pondera hasta la admiración este doble carácter de obra de erudición y de discurso: de una erudición, que prueba el profundísimo conocimiento de la cultura bíblica y clásica de Saavedra Fajardo, y de una invención admirable, que condensa una ciencia política, no adquirida en los libros, sino en la experiencia de su larga vida pública. Este conocimiento profundo de la antigüedad griega y romana y de la historia sagrada ha impresionado hasta el asombro a sus comentaristas (1) y sigue impresionando más en los tiempos modernos, en que la erudición clásica más elemental ha desaparecido. Del carácter de originalidad y de ciencia viva se ha llegado hasta hacer un tópico. Esta originalidad, que singularmente Corradi pondera (2), no sólo ha (1) Véase Saavedra Fajardo. Estudio sobre su vida y sus obras, por J. María Ibáñez García, Murcia, 1884. (2) Fernando Corradi. Juicio acerca de Saavedra Fajardo y de sus obras. Discurso leido en la Real Academia de la Historia. Madrid, 1876. |