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raleza entre los Pirineos y los mares, divididas sus comarcas por profundos rios y montañas elevadísimas, como delineadas y colocadas por la mano misma del grande artífice, parece fabricado su territorio para encerrar en sí otras tantas sociedades, otros tantos pueblos, otras tantas pequeñas naciones, que sin embargo han de amalgamarse en una sola y comun nacionalidad que corresponda á los grandes límites que geográficamente le separan del resto de las otras grandes localidades europeas. La historia confirmará los fines de esta fisica organizacion.

Así desde que los primeros pobladores se derraman por las varias zonas de su territorio, al paso que se van asentando en sus diferentes comarcas, la variedad del clima y de las producciones de cada suelo, la dificultad que el terreno presenta para mantener relaciones entre las familias que se segregan, los hace ir contrayendo hábitos y ocupaciones diferentes. Intereses locales diversos, muchas veces encontrados, aflojan los vínculos sociales entre la familia comun, al tiempo que ligan y estrechan los de los moradores de cada localidad. Grupos primero, tribus despues, pucblos y naciones más adelante, llegan á guerrear entre sí, ó por la necesidad de ensancharse, ó por ir.compatibilidad de intereses. ó por rivalidades que siempre se suscitan entre vecinos pueblos, tratándose como estraños, y olvidándose al parecer de su comun orígen.. Pero en medio de esta diversidad de tendencias y de

genios, se conserva siempre un fondo de carácter comun, que se mantiene inalterable al través de los siglos, qne no bastan á extinguir ni guerras intestinas ni dominaciones estrañas, y que anuncia habrá de ser el lazo que unirá un dia los habitantes del suelo español en una sola y gran familia, gobernada por un solo cetro, bajo una sola religion y una sola fé. Y cuando con el trascurso de los tiempos se cumple este destino providencial del pueblo español, entonces conservando la España su fisonomía especial, se desarrolla su vida en órden inverso. Antes, al través del fraccionamiento de la variedad manteníase vivo un fondo de carácter que recordaba la identidad del antiguo origen y hacía presagiar la unidad futura; después, en medio de la unidad conservan los pueblos sus especiales y primitivos hábitos, y con el recuerdo de lo que fueron, las tendencias al aislamiento pasado. Antes la unidad en la variedad, despues la variedad en la unidad Pueblo siempre uno y múltiple, como su estructura geográfica, y cuya particular organizacion hace sobremanera complicada su historia, y no parecida á la de otra nacion alguna.

y

Y á pesar de teuer tan en relieve designados sus naturales límites, jamás pueblo alguno sufrió tantas invasiones. El Oriente, el Norte y el Mediodía, la Europa y el Africa, todos se conjuran sucesivamente contra él. Pero tampoco ninguno ha opuesto una resistencia tan perseverante y tenáz á la conquista. A

fuerza de tenacidad y de paciencia acaba por gastarlos á todos, y por vivir mas que ellos.

El valor, primera virtud de los españoles, la tendencia al islamiento, el instinto conservador y el apego á lo pasado, la confianza en su Dios y el amor á su religion, la constancia en los desastres y el sufrimiento en los infortunios, la bravura, la indisciplina, hija del orgullo y de la alta estima de sí mismo, esa especie de soberbia, que sin dejar de aprovechar alguna vez á la independencia colectiva, le perjudica comunmente por arrastrar demasiado á la independencia individual, gérmen fecundo de acciones heróicas y temerarias, que así produce abundancia de intrépidos guerreros, como ocasiona la escasez de hábiles y entendidos generales, la sobriedad y la templanza, que conducen al desapego del trabajo, todas estas cualidades que se conservan siempre, hacen de la España un pueblo singular que no puede ser juzgado por analogía. Escritores muy ilustrados han incurrido en errores graves y hecho de ella inexactos juicios, no imaginando que pudiera haber un pueblo cuyas condiciones de existencia fuesen casi siempre diferentes, muchas veces contrarias á las del resto de Europa.

¿Qué mas? Como sí la Providencia hubiera querido hacer resaltar del modo mas visible el destino especial de esta península, colocó al lado del pueblo más vivo y más impaciente, el más bien hallado con sus antiguos hábitos; al lado del más descontentadizo y dado á

las novedades, el ménos agitado por los cuidados del porvenir; de la nacion más activa y más voluble, la ménos aficionada á crearse nuevas y facticias necesidades: como si estuviesen destinados los dos vecinos pueblos, Francia y España, á contra balancear la impetuosa fogosidad del uno con la fria calma del otro, ó á alentar el instinto estacionario de este con el afan innovador de aquel. ¡Cuántas veces ha influido en bien de la vida universal de la humanidad este carácter compensador de los dos pueblos mas occidentales de Europa!

Y no obstante, cuando este país, habitualmente inactivo, 10mpe su natural moderacion, y rebosando vida y robustez se desborda con un arranque de impetuosidad desusada, entonces domina y sujeta otros pueblos sin que baste nada á resistirle, descubre y conquista mundos, aterra, admira, civiliza á su vez, para volver á encerrarse en sus antiguos límites, como los rios que vuelven á su cauce después de haber fecundado en su desbordamiento dilatadas campiñas.

Mas el apego á lo pasado no impide á la España seguir, aunque lentamente, su marcha hácia la perfectibilidad; y cumpliendo con esta ley impuesta por la Providencia, va recogiendo de cada dominacion y de cada época una herencia provechosa, aunque individualmente imperfecta, que se conserva en su idioma, en su religion, en su legislacion y en sus costumbres. Veremos á este pueblo hacerse semi-latino, semi

godo, semi árabe, templándose su rústica y genial independencia primitiva con la lengua, las leyes y las libertades comunales de los romanos, con las tradiciones monárquicas y el derecho canónico de los godos, con las escuelas y la poesía de los árabes. Verémosle entrar en la lucha de los poderes sociales que en la edad media pugnan por dominar en la organizacion de los pueblos. Veremos combatir en él las simpatías de orígen con las antipatías de localidad; las inmunidades democráticas con los derecho señoriales. la teocracia y la influencia religiosa con la feudalidad y la monarquia. Verémosle sacudir el yugo estrangero, y hacerse esclavo de un rey propio; conquistar la unidad material, y perder las libertades civiles; ondear triunfante el estandarte combatido de la fé, y dejar al fanatismo erigirse un trono. Verésmosle mas adelante aprender en sus propias calamidades y dar un paso avanzado en la carrera de la perfeccion social; amalgamar y fundir elementos y poderes que se habian creido incompatibles, la intervencion popular con la monarquía, la unidad de la fé con la tolerancia religiosa, la pureza del cristianismo con las libertades políticas y civiles; darse, en fin, una organizacion en que entran á participar todas las pretensiones racionales y todos los derechos justos. Veremos refundirse en un símbolo político así los rasgos característicos de su fisonomía nativa como las adquisiciones heredadas de cada dominacion, ó ganadas con el progreso de cada

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