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poetas tan libremente como quisieran, no permitia la circulacion de una sola idea que tendiese á menoscabar la plenitud de la potestad real. Luis XIV. empuñaba con una mano el cetro del absolutismo, y con otra erigia academias científicas de que plagaba el suelo de la Francia: con una levantaba el catafalco de las libertades francesas, y con otra encendia mil lumbreras de gloria. Así mientras su nieto en España permitia á un inquisidor que prohibiera los escritos políticos de Macanáz, ereaba por otra parte bibliotecas, academias y universidades á ejemplo de su abuelo. Nacieron entonces la de la Lengua y la de la Historia, la Biblioteca Real, el Seminario de Nobles y el Colegio de San Telmo. La revolucion literaria iba preparando que él mismo lo sintiese la revolucion política. Feijóo abrió una herida mortal á las preocupaciones populares, citándolas ante el tribunal del espíritu analítico, de la razon y de la filosofía. A pesar de la cautela con que se vedó á sí mismo el exámen de las materias políticas y religiosas, todavía faé delatado al Santo Oficio. Pero el sábio benedictino tuvo la suerte de alcanzar el reinado de Fernando VI. cuyos ministros le pusieron á cubierto de toda persecucion. El proceso del P. Froilan Diaz habia marcado la transicion del reinado de Cárlos II. al de Felipe V.: el proceso del P. Feijóo divide y marca perfectamente el tránsito del reinado de Felipe V. al de Fernando VI.

sin

Por primera vez despues de tantos siglos de eter

nas luchas subió al trono español un príncipe, que mirando las guerras como el más cruel azote de la humanidad proclamó el sistema de paz á toda costa. La de Aquisgran vino en 1749 á colmar los deseos del bondadoso Fernando VI. Desde este momento se encastilla en una prudente y estricta neutralidad, y deja que peleen cuanto quieran las demás naciones. Francia é Inglaterra, rivales antipáticas que se acechan para abatirse, rompen de nuevo las hostilidades, y nda cual solicita para sí con ahinco la amistad y el apoyo de España. Fatíganse en vano ministros y emb jadores por inclinar el fiel de aquella balanza á un lado ó á otro. Ayuda á Francia el Imperio, ponese la Prusia de parte de Inglaterra, España permanece neutral. Brindan los franceses á Fernando con Menorca, los ingleses le hacen la ofrenda de Gibraltar; tentadores eran los ofrecimientos, pero se estrellan contra la imperturbable impasibilidad del rey, lo mismo que la actividad diplomática. Igual lucha sustentaban dos ilustres miembros del gabinete español, predilecto del rey el uno, preferido de la reina el otro, queriendo el uno inclinarle á la alianza francesa, el otro á la amistad británica. Pero deshaciendo Carvajal la trama que Ensenada urdia, especie de tela penelópica tejida y destejida en el taller de la diplomacia, iba manteniendo Fernando la nave de la neutralidad entre contrarios vientos sin dejarla irse á fondo, y la paz era más honrosa cuanto la nacion se veia por dos estados poderosos

acariciada. Situacion nueva para España, y seria diffcil encontrar otra análoga retrocediendo siglos.

Así mientras las vecinas naciones sufrian los estragos horribles de la guerra, aquí á la sombra saludable del árbol de la paz, plantado por un monarca benéfico, prosperaban la industria, el comercio y la agricultura, desarrollábanse las letras y las artes, tomaba nuevo vuelo nuestra marina, y ¡cosa desoida en largos siglos! se encontraban sumas considerables en las arcas del tesoro.

El próspero y pacífico reinado de Fernando VI., acusacion elocuente de los seis reinados tumultuosos que le precedieron, nos ratificaria, si de ello necesitáramos, en que no es la gloria de las conquistas ni los triunfos estruendosos de las armas lo que labra el edificio de la felicidad de los pueblos.

Tras larga y penosa agonía, y cerniéndose en torno al lecho mortuorio del misantropo monarca intrigas sin cuento, fallece el virtuoso Fernando, dejando su esterilidad abierto el camino del trono, su prudencia el camino de la prosperidad, á su hermano Cárlos, el rey de las dos Sicilias, que arreglada la sucesion de aquellos reinos viene á tomar posesion de su nueva herencia. Nápoles llora su despedida y España entona cantos de júbilo á su arribo. Sus gloriosos antecedentes auguran dias de bonanza para su país natal.

XV.

No puede pronunciarse sin un sentimiento de amor respetuoso el nombre de Cárlos III. A él viene asociada la idea de la regeneracion española.

Si el talento de Cárlos no rayó en el más alto punto de la escala de las inteligencias, tuvo por lo menos razon clara, sano juicio, intencion recta, desinterés loable, ciego amor á la justicia, solicitud paternal, religiosidad indestructible, firmeza y perseverancia en las resoluciones. Si le hubiera faltado grandeza propia, diérasela y no pequeña el tacto con que supo rodear se de hombres eminentes, y el tino de haber encomendado á los varones más esclarecidos y á las más altas capacidades de su tiempo, y puesto en las más hábiles manos, la administracion y el gobierno de la monarquía.

Inaugura su entrada en España restituyendo fueros y condonando deudas. Reconocióse luego al génio benéfico de Nápoles que venia á fecundar su suelo patrio. Duélenos por lo tanto verle abandonar en la política exterior desde los primeros tiempos de su reinado

el prudente sistema de neutralidad en que su hermano habia sabido parapetarse. Los afectos de la sangre conducen á Cárlos á ajustar con la Francia el famoso Pacto de familia, con que quedó ligada la suerte de España á la del vecino reino. Soberbio y atrevido reto que hizo una sola familia de príncipes á todos los poderes de la tierra en circunstancias las más comprometidas.

en

La política de Choiseul, el negociador de la Francia, especie de ministro universal de Luis XV., vuelve á Grimaldi, negociador por España, en el Pacto de familia, como Mazzarini habia sabido atraer á don Luis de Haro al ajuste de la Paz de los Pirineos, los dos tratados que han ligado más las dos ramas de los Borbones. Carlos IV. y Luis XVI., Fernando VII. y Luis XVIII., nos recordarán á Cárlos III. y Luis XV., como estos hacen remontar nuestra memoria á Felipe IV. y Luis XIV.

Pronto comenzó España á probar las agnas amargas que brotaron de aquella fuente de discordias secretamente abierta en París. La guerra con la Gran Bretaña era consecuencia natural del Pacto de familia. Las dos preciosas joyas de nuestras colonias de Oriente y Occidente, Manila y la Habana, caen en poder de los ingleses, y no sin sacrificio se logra recobrarlas dos años despues por la paz de París.

Si pudiéramos establecer una línea divisoria entre el hombre y el monarca, aplaudiriamos los sentimien

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