Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Cárlos IV., que entonces era todavía un secreto, y al acuerdo de las Córtes de 1789, que derogaba el auto acordado de Felipe V., relativo á la sucesion de la corona. Cuando nació la princesa Isabel, encontró ya. garantidos por la ley sus derechos al trono. El nacimiento de otra princesa á poco más de un año, acabó de aumentar el desconcierto y la desesperacion del partido que ya se denominaba carlista, y que pesar de todo ni reconocia el derecho ni cejaba en sus designios. Agraváronse los males del rey. La enfermedad tomó un carácter alarmante que hacia desesperar de su vida. Estos fueron los momentos que escogieron los hombres que blasonaban de religiosos para arrancar al moribundo monarca la resolucion que apetecian.

á

En una alcoba del palacio de la Granja se iban á resolver los destinos futuros de una gran nacion. Iba á decidirse la lucha entre el progreso de la razon humana y el retroceso de las ideas, entre la civilizacion y el fanatismo, entre la legitimidad y la usurpacion, entre la inocencia y la hipocresía. Ciérnense y se agitan en torno al lecho del dolor en que yacia Fernando intrigas y amaños semejantes á los que rodearon el lecho mortuorio de Cárlos II. Desigual era la lucha, interesante y patético el draina, tierna y horrible á un tiempo la escena. De una parte hombres osados, avezados á los inanejos, ayudados de un estrangero audáz y de los directores de la conciencia de un monarca moribundo, cuyas facultades mentales turbaban

ya

las sombras de la muerte; de otra una esposa atribulada, fatigada por las vigilias, madre afligida y tierna, traspasado su corazon con el doble dardo de un esposo que vá á fallecer y de dos inocentes hijas amenazadas de horfandad. Aquellos aterrando al augusto cafermo con las penas de otra vida, intimidando á la desolada madre con siniestras predicciones sobre ella y sobre sus hijas, si no se apresuraban á revocar el acta que las llamaba al trono: el rey no pensando sino en morir con conciencia tranquila, la reina no queriendo acibarar los últimos momentos de su esposo.... ¿qué habian de hacer? Cristina consiente, Fernando traza con mano incierta y temblorosa sobre el documento que le presentan unos caractéres casi ilegibles que significan su asentimiento.... El triunfo del bando carlista parece consumado. Sobreviene al monarca un letargo profundo y parece haber dejado de existir. y Carlos recibe las felicitaciones y pláccmes de los palaciegos.

Pero la Providencia dá un nuevo y sorprendente giro al interesante drama que parecia terminado. El rey vivia:.... el que tantas veces habia burlado á los partidos políticos en vida, los engañó con la muerte. Aun dá lugar á que otra princesa de ánimo varonil y resucito acuda de larga distancia con la velocidad del rayo á realentar los abatidos espíritus de los régios esposos. A la aparicion de este personage, que parece revestido de un poder mágico é irresistible, tiemblan

los más atrevidos conspiradores; las palabras enérgicas que salen de su boca los humillan y anonadan. El testamento arrancado por sorpresa al moribundo mouarca es rasgado en menudas piezas por las manos de una muger. Un tanto repuesto el soberano de sus dolencias y de su asombro, trasmite el cetro de la monarquía á su tierna esposa para que la rija hasta el total restablecimiento de su salud. Desde este momento la escena cambia. Cristina abre con una mano las puertas de la patria á los liberales proscriptos. y con otra rompe los cerrojos con que los enemigos de las luces tenian cerrados los templos del saber.

vez,

y

Fernando recobrado de su enfermedad lo bastante para poder manejar el retro vuelve á empuñarle otra ratifica el acta de 1830. La tierna Isabel es jurada solemnemente princesa de Astúrias Ꭹ heredera del trono por las Córtes de la nacion. Cárlos protesta. Muere Fernando VII. en 1833.... Isabel es aclamada y reconocida como reina legítima de España. Comienza aquí una nueva era para la nacion.

XVIII.

Cuando al leve soplo de una brisa suave se ve caer derrumbado el árbol añoso y robusto, que parecia desafiar las tormentas y los huracanes, preciso es reconocer la intervencion de un poder superior que da á los agentes secundarios una fuerza de accion desusada y que de las leyes naturales no se pudiera esperar. «Dios, hemos dicho en el principic de este discurso, cuando suena la hora de la oportunidad, pone la fuerza á la órden del derecho, y dispone los hechos para el triunfo de las ideas.»

Todo lo habia ido preparando por caminos en que tal vez los hombres de entonces no repararon bastante. El fué sin duda el que cuando la existencia del monarca parecia más marchita le dotó de una sucesion le habia negado en los dias de su mayor virilidad. El quien permitió que el que tantas veces se habia retractado en vida, en contra siempre de los hombres de unos principios, se retractára una vez en favor de

que

ellos in articulo mortis, subsanando así en la muerte, si posible fuera, las contradicciones de la vido. No es esto solo.

Hallábanse de un lado todos los elementos de fuerza, del otro solo debilidad. De un lado la influencia y el poder, de muchos años ejercidos por hombres prácticos y sagaces, que contaban con un principe en edad sobradamente madura para poder manejar el cetro con propia mano, y dispuesto á realizar su reaccionario sistema: del otro dos princesas hermanas, y dos niñas inocentes; la flaqueza de la edad, y la flaqueza del sexo. De un lado el apoyo de medio millon de bayonetas; del otro el arrimo presunto de un partido debilitado por los infortunios, diezmado por los patíbulos, no muy numeroso entonces de suyo, y diseminado por estraños climas. Y con todo esto dejáronse arrebatar al poder de entre las manos los poderosos y arinados de los desarmados y débiles. Y el árbol añoso y robusto, que parecia desafiar las tormentas y los huracanes, cayó derrumbado al suave soplo de una brisa ligera.

Al fallecimiento de Fernando, declaráronse abiertamente los partidarios del príncipe Carlos contra los derechos de la hija del monarca, y estalló la guerra civil. La de 1833 venia á ser una continuacion de la de 1827, Aquellos innumerables voluntarios realistas, que cuando eran todopoderosos se habian dejado desarmar, en unas partes con escasa resistencia, en otras

« AnteriorContinuar »