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con él, no obstante su investidura de gefe y de cónsul (1).

Allá iba el avero Lúculo donde calculaba que habia riquezas que adquirir. Dirigióse, estimulado de este aguijon, á Pallancia (hoy Palencia), y peso cerco á la ciudad. Pero los cántabros por una parte, la caballería palentina por otra, obligaron al cónsul á levantar apresuradamente el sitio, no sin molestar su retaguardia hasta el Duero. Lúculo, pobre y avariento, desesperado de no hallar donde satisfacer su codicia, fué asolando el país por donde pasaba, y del pillage que sus tropas ejercian y á que las excitaba él mismo, se hacia aplicar á sí la parte más pingüe. Hizo execrable su nombre, y entre las maldiciones de los pueblos, prosiguó su correría hasta la Turdetania (151).

Con no menos monstruosa crueldad y con no menor perfidia se estaba conduciendo el pretor Galba en la region lusitana. Penetrado de que con el sistema hasta entonces empleado ni las insurrecciones se apagaban ni Roma adelantaba en su conquista, fingió haber comprendido la causa de tantas inquietudes, y mostróse coumovido de la suerte de los lusitanos. Di

(1) Otro caso de combate personal se cuenta haber acaecido durante el asedio de Intercacia. Refiérese que un español principal, que se señalaba por su alta talla y corpulencia, se presentaba muchas veces delante del campo enemigo, provocando á duelo á los caballeros

romanos. Nadie, dicen, aceptaba el reto. Decidióse entonces Escipion Emiliano á admitir el combate, y como fuese Escipion de corta estatura y hubiese vencido al español corpulento, dejó, añaden, grandemente maravillados à romanos y españoles.

joles que estaba pronto á remediar sus necesidades; que les daria tierras de cultivo, donde podrian vivir tranquila y holgadamente, dedicados á las labores de la agricultura: y hablóles con tal aire de sinceridad (que él tenia más de orador que de humano), que aquellas gentes tan sencillas como fieras dieron completa fé á sus buenas palabras. Mas apenas se habian establecido en los pagos y barriadas que les señaló para entregarse á las pacíficas faenas del campo, con inaudita alevosía cayó con su gente sobre los descuidados cultivadores, y ejecutó en ellos horrible y bárbara matanza. Los que no degolló vendió por esclavos. Salváronse pocos, pero los suficientes para pregonar la traicion por el país y acabar de hacer execrable el nombre romano (1). Las consecuencias las veremos despues.

¿Podria creerse lo que luego pasó en Roma con estos dos monstruos, Lúculo y Galba? Fenecido el tiempo de su gobierno, pasaron á Roma estos dos detestables personages, tan cargados de riquezas como lo iban de infamia. Lúculo tuvo la impudencia de erigir un templo á la Felicidad. Galba fué acusado ante el senado. El severo Caton, que aunque octogenario ya, conservaba toda su antigua rigidez, acusó tambien al malvado pretor (2). Pero Galba era rico, y quedó absuelto. A tal grado de corrupcion habia venido el senado romano.

(1) App. De Bell. Hisp.

(2) Caton.... acusator assiduus

Toxo J.

malorum, Galbam octogenarius ac cusavit. Aurel. Vict. in Cat.

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Sin embargo, nunca eran infructuosos estos procesos públicos para España. Aun habia romanos virtuosos: y á los escándalos en esta acusacion descubiertos, se debió la ley que acertó á arrancar el tribuno del pueblo Calpurnio Pison, por la cual se daba á las ciudades sujetas ó aliadas de Roma el derecho de denunciar los excesos de sus magistrados, y de reclamar ante el senado la devolucion de las sumas que indebida y arbitrariamente les exigiesen. Ley justa y reparadora, que algun coto puso á la rapacidad de los avaros pretores.

Veamos las consecuencias que en España produjo la alevosa y sangrienta ejecucion de Galba.

CAPÍTULO II.

VIRIATO.

Desde 150 antes de J. C. á 140.

Quién era Viriato.-Lo que le movió á salir á campaña.-Eligenle por gefe los lusitauos.-Burla al pretor Vetilio.-Primer ardid de guerra. -Derrota y muerte del pretor.-Otros triunfos de Viriato.-Condúcese ya con la prudencia de un consumado general.-Vence á otros dos pretores.-El cónsul Fabio Máximo Emiliano.-Vicisitudes de la guerra.-El cónsul Metelo.-El cónsul Serviliano.-Singular táctica de Viriato. Ofrece la paz al cónsul cuando le tenia vencido.-Paz entre Roma y Viriato.-El cónsul Cepion.-Escandalosa violacion del tratado, y renovacion de la guerra.-Muere Viriato traidoramente asesinado.-Carácter y virtudes de este héroe.-Sométense los lusitanos.

Entre los pocos lusitanos que habian logrado escapar de la matanza villanamente ordenada por el pretor Galba, hallábase un hombre de complexion recia, de corazon grande, y de un alma tan elevada cuanto era su condicion humilde, por que habia sido pastor de oficio. Este hombre se llamaba Viriato.

Habíanse derramado por el país él y los demás que milagrosamente salvaron la vida, pregonando la infame traicion de que habian sido víctimas tantos millares de compañeros suyos, y excitando á un le

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vantamiento general para tomar venganza, no ya del pretor aleve, que pronto se marchó á Roma, sino de la aborrecida tiranía romana. Sus acentos hallaron eco en el país, y no tardaron en reunirse hasta diez mil lusitanos, poseidos todos del mismo espíritu de indignacion, todos ansiosos de vengar tamaño ultrage. Nombraron gefe y caudillo suyo á aquel Viriato, sin duda por ser entre ellos conocidos ya su valor y su capacidad para grandes cosas. Pronto mostraron los sucesos que habia recaido la eleccion de aquellas gentes en quien era digno de mandarlas.

Hizo Viriato una irrupcion en la Turdetania hácia el estrecho de Cádiz, donde el pretor Vetilio, que habia sucedido á Galba, le obligó á entretenerse por algun tiempo en lugares ásperos y fragosos. Como el hambre llegase á apretar ya á sus soldados, comenzaron algunos de ellos á mover pláticas de paz. Entendido que fué por Viriato, recordóles con energía la abominable conducta de Galba, la mala fé de los romanos que tantas veces habian esperimentado, lo poco que habia que fiar de sus palabras, y que entregarse á ellos era entregar las gargantas al cuchillo: que si querian seguirle y ejecutar lo que les mandara él sabria sacarlos del peligro á salvo y con la honra que á hombres tan esforzados correspondia. Reanimó á todos este discurso, sintiéronse inflamados de ardor hasta los más pusilánimes, y todos á una voz juraron ejecutar sus disposiciones. Satisfecho Viriato de tan

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