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to de que habia de arrancar la nueva organizacion del pueblo hispano-cristiano, hasta el XI. que marcó una era de mejoramiento material y moral, no dejó de hacer los adelantos relativos que su condicion y la vida activa de la campaña le permitian.

¿Y qué fué de aquella esquisita y refinada cultura. oriental que tanto lustre dió al imperio Ommiada? Sostenida como él por los califas, se desplomó con su material grandeza. Oscurecerán su brillo póstumo las dominaciones pasageras de los Almoravides y de los Almohades. En Granada se dejará ver un resplandor que desaparecerá al aproximarse la radiante cruz de los cristianos, y el Africa volverá á recoger los restos fugitivos de un pueblo que fué culto, y que no hará ya sino vegetar en la barbárie allá en los desiertos de donde habia salido. Así se cumplirá aquella profecía que la indignacion arrancó á un cierto Takeddin cuando dijo: «Dios castigará en la segunda vida á Almamun, porque ha convertido hácia las ciencias profanas la piedad de los musulmanes.» No sabia este celoso ismaelita que no era la piedad del Koran y la civilizacion de la esclavitud la llamada á alumbrar el género humano.

En cambio conquistaba el pueblo cristiano preciosas adquisiciones políticas y ganaba inapreciables derechos civiles. Gloria eterna será de España el haber precedido á las grandes naciones de Europa en la posesion de esos pequeños códigos populares que dieron

á las corporaciones comunales, á los vecinos, artesanos

y cultivadores, un influjo y un poder que no habian tenido en la antigua sociedad germánica, ni le tenian aun en los estados europeos de ella nacidos. Aparecen pues los Fueros de Leon y de Castilla, los Usages de Cataluña, y las cartas municipales; la Iglesia restablece sus concilios, y el elemento popular entra á hacer parte de los poderes del Estado, merecida recompensa que los príncipes otorgan á los pobladores de una ciudad fronteriza, de contínuo combatida por el enemigo, y defendida siempre con vigor, ó mercedes hechas por servicios heróicos prestados por los pueblos al trono y al país. A la libertad individual de los godos suceden las libertades comunales y las franquicias civiles, y la España al paso que reconquista va marchando tambien hácia su reorganizacion.

A pesar del fervor religioso que daba impulso y vida al movimiento de la restauracion, la córte romana no habia estendido á la española el influjo y la omnipotencia que ejercia en los estados cristianos de allende el Pirineo. La nacion proveia á su gobierno y sus necesidades, y la Iglesia celebraba sus concilios convocados por el monarca, de la misma manera que lo habia hecho la Iglesia gótica. Por primera vez despues de diez siglos, se pone un reino de España bajo la dependencia inmediata de la córte pontificia. Un rey de Aragon hace su reino tributario de Roma, y otro monarca aragonés, amenazado con los rayos espirituales

del Vaticano, se vé obligado á hacer penitencia pública, y á restituir á la Iglesia los bienes que llevado de un celo religioso habia tomado para subvenir á los gastos de la cruzada contra los sarracenos. Mas tarde deja penetrar Alfonso VI. en la Iglesia y reino de Castilla la doctrina de la soberanía universal de los papas, tan arrogantemente sostenida por Gregorio VII.,

el

gran invasor de los poderes temporales. El campo escogido para esta primera tentativa fué el reemplazo del breviario gótico ó mozárabe tan querido de los españoles, por la liturgia romana. En vano clamó el pueblo porque se le conservára un ritual, que miraba como el símbolo de sus glorias. El clamor popular, el juicio de Dios, y la prueba del fuego, que se pronuncian en favor del rito Toledano, se estrellaron contra la obstinacion del monarca, que resuelto á complacer al pontífice, decretó la abolicion del breviario mozárabe y la adopcion del romano. El pueblo, entre indignado y lloroso, exclamó: Allá van leyes do quieren reyes. Y la frase adquirió desde entonces en España una celebridad proverbial. Las vicisitudes que desde esta primera victoria del poder papal sobre los reyes y las libertades de la Iglesia de Castilla esperimentó en lo de adelante, segun las ideas de cada siglo y el humor de cada monarca, forman una parte muy esencial de la historia de nuestro pueblo.

Bajo la influencia de una reina francesa y á la sombra de un primado de Toledo, tambien francés, y

monje de Cluni como Gregorio VII., hace al propio tiempo su irrupcion en Castilla la milicia Cluniacense, que al poco tiempo invade las mejores sillas episcopales de la Iglesia española. Y bajo el mismo influjo dos condes franceses, soldados aventureros que vienen á buscar fortuna á España, obtienen la mano de dos princesa s españolas, y se hacen troncos de dos familias de reyes, de Portugal y de Castilla.

VIII.

Era destino de España tener que luchar y combatir siglos y siglos; con estrañas gentes antes de alcanzar su independencia, con sus propios hijos antes de lograr la unidad.

Cuando derrocado el imperio Ommiada y conquistada Toledo, parecia no restar á las armas cristianas sino volar de triunfo en triunfo, viene otra irrupcion de bárbaros mahometanos, los africanos Almoravides, numerosos como las arenas del mar que han atravesado. Terribles fueron sus primeros ímpetus. En Zalaca hacen rodar las cabezas de cien mil guerreros cristianos, y en Uclés perece la flor de la nobleza castellana,

y pierde Alfonso su tierno hijo Sancho, único heredero varon del trono de Castilla, luz de sus ojos y solaz de su vejez, como él le llamaba. No sucumbió, pero alejóse por indefinidos tiempos el triunfo de la independencia española.

Y cuando parecia que el enlace de Urraca de Castilla con Alfonso de Aragon habria de ser el lazo que uniera ambas coronas y el preludio de una próxima unidad nacional, frústranse todas las esperanzas y fallan todos los cálculos de la prudencia humana. El génio impetuoso y áspero del aragonés, y las facilidades y distracciones poco disimuladas de la reina de Castilla, convierten el consorcio en manantial inagotable de discordias y agitaciones, de guerras y disturbios, de tragedias y calamidades sin cuento, en Castilla y Aragon, en Galicia y Portugal, entre esposo y esposa, entre madre é hijo, entre princesas hermanas, entre prelados y nobles, entre vasallos y soldados, de todos los reinos, de todos los bandos y parcialidades: laberinto intrincado de bastardas pasiones, y episodio funesto que borraríamos de buen grado de las páginas históricas de nuestra patria. Matrimonio fatal, que difirió por mas de otros trescientos años la obra apetecida de la unidad española; hasta que otra reina de Castilla y otro rey de Aragon, más virtuosos y más simpáticos, y unidos en más feliz consorcio, enlazáran indisolublemente las dos diademas. ¡Pero han de trascurrir trescientos años todavía!

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