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jo á los encargados de negocios de gos de la España que para denigrarla S. M. C. de orden del rey lo que sigue:

El gobierno de S. M: C. acaba de recibir comunicación de una nota del de... á su encargado de negocios en esta Corte, de que se pasa copia á V. S. para su debida inteligencia. Este documento lleno de hechos desfigurados, de suposiciones denigrativas, recriminaciones tan injustas como calumniosas y de proposiciones vagas, no puede provocar una respuesta categórica y formal sobre cada uno de sus puntos.

>>El gobierno español, dejando para ocasión más oportuna el presentar á las naciones de un modo público y solemne sus sentimientos, sus principios, sus resoluciones y la justicia de la causa de la nación generosa á cuyo frente se halla, se contenta con decir: «1. Que la nación española se halla gobernada por una Constitución reconocida solemnemente por el emperador de las Rusias en el año de 1812.

>2. Que los españoles amantes de su patria que proclamaron á principios de 1820 esta Constitución derribada por la fuerza en 1814, no fueron perjuros sino que tuvieron la gloria inmarcesible de ser el órgano de los votos generales.

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la calumnian.

>>4.° Que la nación española no se ha mezclado nunca en las instituciones y régimen interior de otra ninguna.

>>5. Que el remedio de los males. que puedan afligirla, á nadie interesa más que á ella.

>>6.° Que estos males no son efecto de la Constitución, sino de los enemigos que intentan destruirla.

>>7.° Que la nación española no reconocerá jamás reconocerá jamás en ninguna potencia el derecho de intervenir ni de mezclarse en sus negocios.

>>8.° Que el gobierno de S. M. no se apartará de la línea que le trazan su deber, el honor nacional y su adhesión invariable al Código fundamental jurado en 1812.

Está V. S. autorizado para comunicar verbalmente este escrito, etcétera, etc...»

Este enérgico documento, como era de esperar, produjo una agradable emoción en la asamblea.

De los bancos de los diputados salieron murmullos de aprobación á cada uno de los artículos, el público de las tribunas prorumpió en aplausos y el presidente Istúriz, haciéndose intérprete del sentimiento general, exclamó, dirigiéndose á los ministros:

-Las Cortes han oído la comunicación que acaba de hacer el gobierno de S. M. Fieles á su juramento y dignas del pueblo á quien representan, no permitirán que se altere ni se mo

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difique la Constitución, por la cual existen, si no por la voluntad de la nación y por los términos que la misma prescribe. Las Cortes darán al gobierno de S. M. todos los medios de repeler la agresión de las potencias que osaren atentar á la libertad, á la independencia y á la gloria de la heróica nación española á la dignidad y esplendor del trono constitucional.

Acto seguido, se dió lectura á una proposición de Alcalá Galiano, digna de la energía y del entusiasmo revolucionario que animaban entonces á dicho diputado y que decía así: «Pido á las Cortes, que tomando por base la comunicación que acaba de leer el gobierno, decreten que se envíe á S. M. un mensaje para asegurarle de la decisión de la representación nacional, fiel intérprete de los votos de sus comitentes, á sostener el lustre é independencia del trono constitucional de las Españas, la soberanía y derechos de la nación, la Constitución por la cual existen; y para la consecución de tan sagrados objetos, no habrá sacrificio que no decreten, ciertos de que serán hechos con alegre entusiasmo por todos los españoles, que antes se sujetarán á padecer todo linaje de males que pactar con los que tratasen de mancillar su honor ó de atacar sus libertades.>>

Intentó Galiano apoyar la proposición presentada; pero era tan grande el entusiasmo que dominaba á la Cámara, que todos los diputados le impidieron hacer uso de la palabra, y le

vantándose de sus asientos votáronla unánimemente por aclamación, en medio de los ruidosos aplausos del público.

Galiano preguntó al ministro de Estado si se habían ya expedido los pasaportes para los embajadores de las potencias que tan cínicamente ofendían el honor del pueblo español, y tras esta arrogante pregunta, habló Argüelles que con su oratoria tranquila, pero sublime, compartía con el exaltado tribuno la supremacía oratoria en aquel Congreso.

Propuso Argüelles, guiado por su habitual prudencia, que se encargara la redacción del mensaje á una comisión, absteniéndose en tanto las Cortes de manifestar sus sentimientos hasta el día en que se diera lectura á aquél, proponiéndose con esto que jamás pudiera ser tachado el documento de obra de momentáneas y fogosas impresiones, llevando en cambio el requisito de «la augusta solemnidad que debe caracterizar la decisión noble y justa de la nación.>>

Por primera vez adhirióse el Alcalá Galiano á una proposición de Argüelles, denotándose con esto que ante las desgracias de la patria iban á desaparecer las diferencias mezquinas que por tanto tiempo habían tenido divididos á los liberales.

Galiano, al igual del que hasta entonces había sido su noble contrincante, dijo que una discusión inmediata en asunto tan interesante podia pecar de violenta, impetuosa y agitada y

que había que buscar el medio de que resultara calmada y majestuosa, para lo cual pidió que el mensaje se presenta ra en el término de cuarenta y ocho horas, solicitando además, que se imprimiera en todas las lenguas, y que se repartiera gratis por todo el mundo y que en él se dijera á las naciones enemigas: «Ahí tenéis la paz y la guerra, escoged lo que queráis.»>

Acogió el público con vivos y ruidosos aplausos estas palabras y como el entusiasmo, hijo de las circunstancias, había puesto ya á los liberales en camino de una reconciliación, como los males de la patria habían borrado de la memoria de todos los antiguos odios, Alcalá Galiano pidió que Argüelles fuera agregado á la comisión del mensaje; quiso éste excusarse llevado de su modestia, pero ahogaron su voz las muestras de aprobación y en medio de las aclamaciones y de los aplausos, Argüelles y Galiano manifestaron que si alguna vez discutían en sus opiniones, estaban unidos en sus sentimientos.

causa del entusiasmo era imposible continuar la sesión, la levantó dando un viva á la Constitución, al que diputados y público respondieron aclamando á la libertad, á Riego, á la representación nacional Ꭹ al gobierno. En la sesión del día siguiente propúsose que el acta de la anterior fuese firmada por todos los diputados y que unida á los discursos que se pronunciaron contra las notas de los gabinetes extranjeros, se imprimiera y circulara por toda la nación.

La comisión nombrada para redactar el mensaje á la corona estaba compuesta por Canga-Argüelles, Alava, Saavedra, Argüelles, Ruiz de la Vega, Adán, Salvá y Galiano, y en la sesión del día 11 presentó á las Cortes su proyecto, en cuyo documento se manifestaba al rey la extrañe za con que las Cortes habían oído las doctrinas que sentaban las notas de París, Viena, Berlín y San Petersburgo, las cuales, después de no estar acordes con las prácticas establecidas en las naciones cultas, injuriaban á la nación española; y al mismo tiempo marcando el agrado con que la repre

puesta franca y decorosa que á dichas notas había dado el gobierno español rebatiendo todos los infundados cargos que en ellas hacía la Santa Alianza.

Tras estas palabras y como movidos instintivamente, acortaron ambos la distancia que les separaba y se estre-sentación nacional había oído la rescharon cariñosamente las manos, acto que imitaron los diputados moderados y exaltados abrazándose fraternalmente y que produjo una explosión de entusiasmo en los espectadores de Muchos fueron los diputados que las tribunas, algunos de los cuales pidieron la palabra para defender el dieron ¡mueras! á los tiranos y á la mensaje, ni uno siquiera intentó comSanta Alianza. batirlo, y por esto sólo les fué permiEl presidente Istúriz, viendo que á tido hablar á D. Angel Saavedra, don

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