Imágenes de páginas
PDF
EPUB

en la época constitucional, y es que aquellos tiempos de cruel absolutismo fueron los más anárquicos que se han conocido en nuestra patria.

Servían estas manifestaciones del populacho realista, que equivalían á otros tantos triunfos, para alentar á los apostólicos, que cada vez se mostraban más exigentes é influían con mayor fuerza sobre el gobierno para que suprimiera el sistema de templanza que venía observando. El gobierno había desechado el sistema de las purificaciones que tan odioso é inquisitorial resultaba, y esto irritó grandemente al citado partido, que inmediatamente pidió su restablecimiento. No se mostraba Fernando muy escrupuloso en punto á adoptar medidas que martirizasen á los liberales, así es, que por real cédula publicada en 1. de Abril, mandó que se obedeciese observase el decreto de la Regencia absolutista relativa á las purificaciones de los empleados, añadiendo además á aquél detalles para su ejecución, que le hacían aun más odioso.

y

Este sistema de purificaciones habia de extenderse más adelante no sólo á toda clase de funcionarios públicos y á los estudiantes, sino (increíble parece) hasta á las mujeres; pero por el momento quedó reducido á los empleados civiles, que vieron su carrera y su existencia en indeciso porvenir, pues todo lo debían esperar de las torcidas gestiones de los tribunales de la purificación y de los informes que bajo cuerda daban los frailes

y los realistas caracterizados convertidos voluntariamente en espías.

Como el bando apostólico tenía mucha gente fanática á quien agradecer sus servicios de la época constitucional, de aquí que llovieran calumnias y nalévolos informes sobre beneméritos y respetables funcionarios, y que éstos fueran reemplazados por gente tosca, grosera y hasta imbécil, cuyos méritos para desempeñar un puesto en la administración consistían en tener muy buenos pulmones para gritar en las manifestaciones: ¡viva la Inquisición y Fernando absoluto!

En aquel desorden reaccionario, en aquella anarquía sacristanesca en que agitaba la nación, la Iglesia es la que sacaba la mejor parte de la rapiña. Tenía el clero que entenderse con un ministro de Gracia y Justicia como Calomarde, demasiado hábil para desconocer que tal gente era el árbitro de la situación, y de aquí que éste se extremara en atender todas sus pretensiones, y que las gracias y privilegios cayeran á manos llenas sobre las testas tonsuradas.

No quedaba un cura guerrillero, un fraile cabecilla de las bandas de la Fe, ó un canónigo redactor de gacetas sanguinarias, sin haber recibido su prebenda ó su mitra; el rey no quería que se dejara en olvido á uno tan solo; pero la clerigalla, cuente en su lema de «<con el débil fuerte» á pesar de tantas gracias, mostrábase cada vez más descontenta

conse

diza y aumentaba rápidamente el capítulo de sus pretensiones.

Algunos obispos pidieron á Fernando altaneramente el restablecimiento de la Inquisición para mayor gloria de Dios y otros como los de Valencia, Orihuela y Tarragona, noseanduvieron por las ramas y despreciando al poder temporal por creer que el oficio de achicharrar herejes pertenecía á la Iglesia con exclusión de otra autoridad, constituyeron en sus diócesis el terrible tribunal con el título de Juntas de la Fe, nombrándose á sí mismos presidentes y distribuyendo los demás cargos entre los antiguos inquisidores.

Faltaba un toque de mansedumbre evangélica para que el cuadro resultara completo, y se encargó de darlo el obispo de León publicando una pastoral en la que decía que las palabras

de paz y concordia, caridad y fraternidad eran «<el arma con que los ateos revolucionarios de nuestros días quieren restablecer su cetro de hierro» y tras esto añadía á su místico rebaño: <<<No os olvidéis de lo que dice Isaías: que con los impios no tengáis unión ni aun en el sepulcro; y lo que encarga San Juan y San Pablo, modelos y apóstoles de la caridad, que ni comamos ni aun nos saludemos con los que no reciben la doctrina de nuestro Señor Jesucristo.»

No tardaron las Juntas de la Fe en dar su legítimo fruto. La de Valencia, que estaba compuesta por la gente más intransigente y feroz, quiso de

mostrar hasta dónde llegaba su entusiasmo por la Inquisición y lo fácil que le era eclipsar las glorias de ésta, y para ello buscó una víctima, encontrándola en la persona del joven don Cayetano Ripoll, maestro de primeras letras de Ruzafa, pueblo situado á las mismas puertas de aquella ciudad.

Era Ripoll un hombre privilegiado, con sobradas facultades para ser apóstol de una gran idea. Sobrio como un asceta, virtuoso, incorruptible y caritativo hasta la exageración, atraíase el aprecio de cuantos le conocían, los cuales conmovíanse ante las efusiones de su alma tierna que ansiaba la regeneración y el bienestar de la humanidad entera.

Poseedor de unavasta ilustración, pocos ramos de la ciencia eran desconocidos para el joven maestro; pero especialmente llamaba su atención la filosofía y más aun las obras de los enciclopedistas franceses que en el vecino Estado habían producido la inmortal revolución y que en nuestra patria, aunque en muy reducido número, circulaban á pesar de la escrupulosa vigilancia de la policía. No era Ripoll hombre capaz de emplear la mentira y la hipocresía y por esto manifestaba á las claras sus ideas antireligiosas y el desprecio que le merecían los ridículos actos de devoción de la muchedumbre fanática.

El joven maestro, según después aseguraron en su proceso varios testigos, «no daba escándalo público ni sembraba, n enseñaba á otro sus errores,»

[graphic][subsumed][merged small]

pero tenía las convicciones profunda- | calabozo, no debió comprender mejor mente arraigadas, daba á entender que en completa libertad los laberíncon palabras sueltas cuales eran sus ticos y enmarañados razonamientos de ideas en materia religiosa, había di- la Iglesia, por cuanto el catequizador cho en algunas conversaciones que informó al tribunal «que las fuerzas era republicano, modificaba lenta- intelectuales de Ripoll eran muy démente las creencias de los niños que biles, que era muy apegado á su proeducaba, y todos estos espantosos crí- | pio dictamen y que su ignorancia en menes unidos á haber pertenecido á materias religiosas iba acompañada de la milicia nacional de Valencia, era una gran soberbia del entendimiento.»> indispensable que no quedaran impu- Tales desahogos se permitían los teónes existiendo como existía una Junta logos de aquella época contra todos los de la Fe. que tenían el atrevimiento de ser soberbios de entendimiento y pensar sin permiso del clero.

[ocr errors]

Una mujer fanática, instigada por el párroco de Ruzafa, fué la encargada de delatar al maestro, denunciando á la inquisitorial Junta que Ripoll no oía misa los días festivos; que en materia de doctrina cristiana sólo enseñaba á los niños los diez mandamientos; que les prohibía al entrar en la escuela decir: ¡Ave Maria Purisima! obligándolos á exclamar: ¡La Paz de Dios sea en esta casa! y que cuando pasaba el viático por su calle, permanecía quieto en su asiento y no salía á la puerta á arrodillarse á pesar de que sus alumnos así lo hacían.

El tribunal procedió al examen de trece testigos sin dar de ello conocimiento al encausado, y el 29 de Setiembre ordenó su arresto y el embargo de sus bienes. La causa formada al valeroso libre-pensador, siguió una tramitación tan variada como extensa. A propuesta del fiscal se designó un teólogo para que instruyera á Ripoll en los misterios del catolicismo; pero el joven maestro, en el interior del

No necesitaba el tribunal más que la declaración de un teólogo y la manifestación del fiscal que acusó á Ripoll de reo de «contumacia y herejía formal que abrazaba toda especie de herejía» para sentenciaral infeliz maestro; así es que inmediatamente dijo «que no había cesado de practicar las más vivas diligencias para persuadir á Cayetano Ripoll de la contumacia de sus errores por medio de eclesiásticos doctos y de probidad, celosos de la salvación de su alma; y viendo su terquedad y contumacia en ellos, ha consultado con la Junta de la Fe y ha sido de parecer que sea relajado don Cayetano Ripoll como hereje formal y contumaz á la justicia ordinaria, para que sea juzgado según las leyes como haya lugar, cuyo parecer ha sido confirmado por el excelentísimo é ilustrisimo señor Arzobispo.»>

En virtud de este auto pasó la causa á la Sala del Crimen de la Audien

« AnteriorContinuar »