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su profesión y las antiguas y numero- | fué condenado á arrastrar una cadena

sas heridas que consumían la existencia del héroe navarro.

El 24 de Diciembre se extinguió la vida de aquella gloriosa personificación de la guerra de la Independencia, que á sus títulos de guerrero ilustre y siempre victorioso unía una honrada consecuencia política y una inquebrantable fe en la causa popular. El partido exaltado ó progresista, más que agrupación política, era para Mina cariñosa familia que le miraba á él como padre, apóstol y pontífice de sus ideas.

Su honradez y su escrupulosidad en materia de intereses, por lo grandes, se hacían legendarias, y de aquí que al llorar su memoria la patria, no lamentara únicamente la pérdida del caudillo vencedor, sino la del gobernante probo é incorruptible.

La subida al poder del ministerio Calatrava la recibió el partido exaltado con gran aplauso.

Calatrava era la personificación de aquel liberalismo de la primera y segunda época constitucional que durante la emigración no se corrumpió al contacto con el doctrinarismo fran

cés.

En las Cortes de Cádiz se había distinguido combatiendo el absolutismo al lado de Argüelles y Muñoz Torrero, adquiriendo gran renombre de legislador y tribuno en toda Europa.

Al sobrevenir la reacción en 1814, el jurisconsulto ilustre que asombraba con su talento á amigos y contrarios,

durante ocho años en el presidio de Melilla y al restablecerse la Constitución en 1820 volvió a España para ser nombrado á poco ministro del Tribunal Supremo de Justicia y diputado á Cortes, obteniendo en la primera legislatura el honroso cargo de presidente.

En 1821 entregó completo á las Cortes un notable proyecto de código penal, y rehusó después, en época de tranquilidad, el ministerio de Gracial y Justicia, aceptando luego tal cargo en Mayo de 1823, cuando las Cortes y el gobierno estaban en Sevilla y arreciaba por instantes el peligro.

Al perecer la Constitución de Cá – diz bajo los cañones franceses, Calatrava refugióse en Gibraltar, de donde pasó luego á Tánger y más adelante á Lisboa, teniendo por fin, perseguido por la policía portuguesa, que trasladarse á Inglaterra, donde vivió muchos años pobre y enfermo sufriendo con gran serenidad todos los tormentos de la miseria.

Cuando volvió á España, en 1834, eran tan visibles en su persona los estragos causados por la pobreza que, á pesar de no tener más de cincuenta años, parecía un octogenario próximo á la tumba.

Este era el hombre que sucedía á Isturiz en el difícil encargo de gobernar un pueblo combatido por la guerra y por la revolución.

Ocurrió por entonces la audaz expedición del general carlista Gómez,

empresa atrevida y propia únicamente de un guerrillero español.

La marcha de aquel caudillo á través de España partiendo de las montañas de Navarra y llegando al pié de las fortificaciones de Gibraltar para volver sin serios tropiezos al mismo punto de partida, fué un acto heroico, digno de desarrollarse á la sombra de una bandera más digna y honrada que la carlista.

Don Carlos, movido por las lisonjas de sus consejeros teocráticos, creía que para que las provincias del Sur de España se uniesen á su causa sólo necesitaba el enviar á ellas un tropel de boinas, y de aquí que organizara una expedición mandada por el general Gómez, antiguo guerrillero andaluz que había abrazado la causa del Pretendiente siendo ya teniente coronel. Al frente de unos tres mil hombres atravesó Vizcaya y se dirigió resueltamente por el extremo Norte de la provincia de Burgos á las de Santander y Asturias. Derrotó al general Tello en 27 de Junio, y el 5 de Julio entró en Oviedo sin encontrar la más pequeña resistencia.

pez, y á mediados de Setiembre se unió en Cantavieja con Cabrera, Quiles y el Serrador.

Gómez se convenció de lo imposible que era encender la guerra civil en las provincias sumisas hasta entonces al gobierno; pero quiso demostrar sus condiciones de buen general, y aprovechándose de la carencia de fuerzas de sus enemigos siguió adelante en unión de Cabrera.

Ambos cabecillas aproximáronse por Villarrobledo á Madrid; pero derrotados en este punto por el general Alaix, cambiaron rápidamente de plan y se dirigieron á Andalucía, entrando el 30 de Setiembre en Córdoba, donde obtuvieron un rico botín. A los pocos días se posesionaron los carlistas de Almaden, y atravesando toda Andalucía llegaron á Algeciras á fines de Noviembre. En Alcaudete fué Gómez de nuevo derrotado por el general Alaix, que se apoderó del botín de los carlistas, y éstos tuvieron que volver á marchas forzadas al Norte, llegando á Orduña el 20 de Diciembre después de seis meses de expedición.

Mientras la causa carlista verificaba tan arriesgadas operaciones, el nuevo gobierno, presidido por Calatrava, entraba en el ejercicio de sus funciones con gran contentamiento del país.

Como Espartero le perseguía muy de cerca, penetró en Galicia creyendo que sublevaría dicho país en favor de don Carlos; pero al ver que no lo lograba, volvió rápidamente á Asturias y desde allí se dirigió á marchas forzadas á Aragón con el proyecto de unirse á Cabrera. Durante su marcha entró en León y Palencia, derrotó en Jadraque al general D. Narciso Ló- | viaje á Madrid, expedición que se ve

El primer acto del nuevo gabinete fué trasladarse á la Granja para acompañar á la Regente y sus hijas en el

rificó bajo la dirección y vigilancia de los sargentos Gómez, García y demás protagonistas de la célebre sublevación de la Guardia.

El triunfo de la revolución, la exaltación de sus autores y el asesinato del general Quesada, produjeron tal impresión de temor en las clases conservadoras que la mayor parte de las familias aristocráticas abandonaron Madrid temerosas de sucesivos movimientos populares.

El primer cuidado del gobierno fué la convocatoria de Cortes, y Calatrava puso á la firma de la reina un decreto para la reunión de la representación nacional que debía verificarse el 24 de Octubre y ser elegida con arreglo á lo dispuesto por la Constitución de 1812, el cual trataba extensamente de los procedimientos electorales y decretaba el sufragio universal.

Calatrava, siguiendo la costumbre empleada por sus antecesores de hacer intervenir á la Regencia en sus asuntos políticos hablando al país por medio de la regia intermediaria, presentó á la firma de Cristina un nuevo manifiesto, en el que se elogiaban ante el país doctrinas políticas que pocas semanas antes habían sido anatematizadas por la misma soberana, inconsecuencia tremenda propia de la política de entonces, pero en la que no se fijaba la atención del país.

Calatrava, llevado de su puritanismo doceañista y comprendiendo que la nación en su anhelo revolucionario

no reconocía la mayor parte de las leyes dadas en tiempos de sus antecesores Martínez de la Rosa, Toreno é Isturiz, declaró que sólo se tendrían como vigentes aquellas cuyo restablecimiento decretase el gobierno.

Además el nuevo gabinete puso en vigor muchas disposiciones de la segunda época constitucional restableciendo el almirantazgo de Marina, la ley de ayuntamientos de 1823, el plan de estudios de 1822, el reglamento de beneficencia del mismo año, la ley de milicia nacional, la de libertad de imprenta, la de competencia de jurisdicción, la de 17 de Abril sobre conspiraciones, la de supresión de mayorazgos y la de gobierno interior de las provincias.

A estas disposiciones acompañó otras dictadas por las necesidades de la nueva situación, siendo entre éstas las más importantes, el establecimiento de una intendencia en cada provincia á cuyo cargo se ponía la gestión de todo lo relativo á la Hacienda, la supresión del Consejo Real de España é Indias, la organización del Estado Mayor del ejército, la abolición de las ordenanzas de montes y de la contaduría general de propios, la incautación de la plata de las iglesias, la institución de las juntas de armamento y defensa en las provincias, el secuestro de las temporalidades de los obispos ausentes del reino, la creación de una inspección de la milicia nacional y el aumento de dicha fuerza y la confiscación de los bienes de los particula

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