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EL SOL DE LA MAÑANA HA DE ALUMBRARNOS VENCEDORES EN AQUELLAS COLINAS.

minó los crueles dolores físicos y lan- | nosotros, no necesitan más que un solo zándose de la cama cubrióse con un cartucho: ese sólo se disparará en caso capote y su gorra de campaña para necesario y con las puntas de vuestras montar á caballo é ir en busca de la bayonetas tan acostumbradas á venbrigada Minuisir. cer, daremos fin á tan grandiosa empresa; batiremos á los enemigos, los arrollaremos, y tanto vosotros como yo que soy el primer soldado, el primero delante de vosotros, los veremos ó morir ó abandonar el campo llenos de oprobió y de ignominia corriendo precipitadamente á ocultarse en sus encumbradas guaridas. Marchemos, pues, al combate: marchemos á concluir la obra, á recoger la corona de laurel que nos está preparada, y marchemos en fin á salvar y abrazar á nuestros hermanos los valientes que con tanto de

Era imponente el aspecto que presentaban los alrededores de Bilbao en aquella terrible noche. Espesa capa de nieve cubría lo mismo las alturas que las profundidades; los caminos se habían borrado bajo el fúnebre velo que ocultaba por igual los agudos peñascos que las peligrosas simas; los montes que sobre el lóbrego cielo destacaban su blanco perfil, mostrábanse coronados con la guirnalda de rayos y truenos de las baterías carlistas, y en el oscuro espacio revoloteaban los últimos copos fríos, pegajosos y punzan-nuedo han imitado nuestro ejemplo tes de la reciente nevada.

Cuando Espartero, estremeciéndose por la fiebre y la impaciencia llegó á donde estaba formada la brigada al pié de las alturas, clavó su vista de águila en aquellos batallones que en la oscuridad apenas si se distinguían como aglomeraciones confusas; y con voz que resonó majestuosa en el profundo silencio de la noche y que conmovió el corazón de aquellos combatientes, gritó así:

-¡Soldados! ¿me conocéis? Yo soy el que mil veces os ha conducido á la victoria; el sol de la mañana ha de alumbrarnos vencedores en aquellas alturas ó cadáveres sobre el campo del honor. La libertad y la patria necesitan que esta noche hagamos el último esfuerzo. Los soldados valientes como

defendiendo la causa nacional dentro de los muros de la inmortal Bilbao.

Entusiasmáronse los batallones en esta sublime arenga, pero Espartero para aumentar la efervescencia del soldado, metióse entre las filas y no queriendo que en el inmediato combate se empleara el fusil sino la punta de la bayoneta, comenzó á gritar con soldadesco garbo:

-¡Muchachos, mearse en las cazoletas! (1)

Espartero al frente de la brigada atacó con resolución por la derecha, mien

libertades de lenguaje, pero la exactitud histórica

(1) Pedimos al lector que nos perdone estas

nos obliga á consignarlas. Además, como ya lo

demostró Victor Hugo en su episodio de Cambrone en Waterloo, bay frases que resultan sublimes en ciertos instantes á pesar de ser poco cultas.

tras que Oraá con el segundo batallón | res de los carlistas. Estos, en su retidel Infante lo hacía por la izquierda. Cuando se emprendió esta atrevida operación eran ya las tres de la ma

ñana.

Espartero dirigióse contra el fuerte de Banderas que era el punto en que con más tenacidad habían sostenido el ataque los carlistas.

Los defensores de Banderas, que brantados por un combate tan largo y atemorizados ante el audaz movimiento de un enemigo que mostraba su decisión de morir antes que retroceder, comenzaron á declararse en retirada, y pronto todo el ejército carlista abandonó sus posiciones.

Los soldados, al pisar aquellas alturas tan codiciadas, después de barrer con sus bayonetas á los enemigos que todavía les disputaban el paso, comenzaron á dar vivas á la libertad y á Isabel II; los tambores y las bandas de música atronaron el espacio con sus sonidos, y antes que despuntara el nuevo día, las banderas del ejército constitucional ondeaban en las alturas mientras que los carlistas se retiraban precipitadamente en dirección de Azúa, Erandio y Derio.

Cuando salió el sol, contemplóse desde las empinadas crestas en toda su terrible grandeza el espectáculo que presentaba el campo de batalla. Sobre la espesa capa de nieve aparecían los extremos de los muertos heridos enterrados bajo el frío sudario, y entre los numerosos cadáveres aparecían gran cantidad de efectos milita

y

rada, habían dejado abandonados sus hospitales ambulantes, los parques de artillería y de ingenieros, gran cantidad de municiones, veintiseis piezas de todos calibres con sus pertrechos y algunos tiros de bueyes.

Más de mil bajas costó al ejército liberal la batalla de Luchana; pero este sacrificio fué compensado con el delirante entusiasmo y las muestras de cariño que el vecindario tributó á los vencedores cuando en la mañana del 25, primer día de Navidad, penetraron en la invicta villa saltando sobre las humeantes ruínas que obstruían las calles como perenne recuerdo de tan heroica defensa.

Doscientos cuarenta muertos y ochocientos ochenta y siete heridos había costado aquella sublime hazaña á los soldados y milicianos que defendieron á Bilbao.

La gran victoria de Luchana produjo en el país un entusiasmo sin limites, y la poesía y la música se encargaron de eternizar aquel heroico combate, produciendo el himno de Luchana ó de Espartero, que fué el canto más popular en aquella época (1).

(1) Este himno, que ha llegado hasta nuestros días con la categoría de canto revolucionario y popular, ha sufrido grandes trasformaciones en su letra. Los verdaderos primitivos, ó sea los que

fueron escritos para solemnizar tan célebre vic

toria, son los siguientes:

En el día y la noche más cruda
Que se ha visto en el siglo presente,
Nuestro ejercito bravo y valiente
En la lid demostro su valor.

Con la nieve, granizo y ventisca

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