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haber reinado mas de tres años, ni siquiera ha obtenido un lugar en la cronología.

Parecía que Sancho deberia haber perdido prestigio en el pueblo cristiano y devoto por haber debido la recuperacion del trono á los auxilios de un mahometano. Pero Sancho obtiene del califa el permiso de trasladar el cuerpo del santo mártir Pelayoá Leon, y el pueblo leonés entretenido con la solemne procesion de las santas reliquias olvida que tiene un rey por la gracia de Dios y del vicario de Mahoma.

La traicion y el veneno pusieron fin á los dias de Sancho, y el rey cristiano que habia debido su salud á médicos musulmanes en la córte mahometana, perece emponzoñado en su propio reino por un conde cristiano súbdito suyo. La nobleza y la generosidad de los árabes correspondian entonces á la grandeza y á las virtudes de sus califas: el imperio árabe estaba en su epoca de engrandecimiento. Las costumbres de los cristianos se resentian de las pasiones de sus príncipes y de sus magnates: el reino cristiano iba á entrar en un período de decadencia. Todo guardaba armonía.

Descúbrese en la conducta de Fernan Gonzalez que no se olvidaba nunca del fin á que lo encaminaba todo. De genio altivo y ánimo arrogante, conocedor de su propio valer, sabiendo lo que podia esperar de su corazon y de su brazo, amante de la independencia y al frente de un pais que pugnaba por adquirirla,

fijóse en el pensamiento de emancipar á Castilla de los reyes de Leon, y de fundar en ella una soberanía. Achaque suele ser de los escritores apasionarse de los personages eminentes que nacieron en el mismo suelo que ellos У le ilustraron con hazañosos hechos y heróicas acciones, viendo solamente en ellos lo grande del héroe, nada de lo flaco del hombre. No nos cegará á nosotros aquella circunstancia para dejar de reconocer que si grande fué el fin, justificado el propósito, admirable la perseverancia, mucha la destreza, asombrosa la actividad é indisputable el denuedo y el brio con que el conde castellano llevó á complemento su obra, no aparecen á nuestros ojos tan plausibles todos los medios que empleó para realizarla. En su manejo con los monarcas de Leon Ramiro II., Ordoño III., Sancho I. y Ordoño el Malo, asi como con el rey García de Navarra, auxiliando y contrariando alternativamente á unos y á otros, ó trabajando sncesivamente para entronizar ó destronar á unos mismos, ó jurando fidelidad y quebrantándola, creemos que es menester vengan muy en su auxilio las necesidades ó conveniencias de la política para neutralizar los juicios que pudiera inspirar la moral severa. Notamos no obstante con orgullo, entre otras nobles cualidades del conde Fernan Gonzalez, la de no haberse aliado nunca con los sarracenos ni transigido jamás con los enemigos de su patria y de su fé: cualidad que deseariamos poder sacar á salvo en mas

de un monarca cristiano y en mas de un celebrado campeon español de los que en la galería histórica irán apareciendo.

Traigan tambien apasionados escritores la independencia de Castilla de tan antiguo como quieran. Nosotros, ciñéndonos á los datos históricos, no podemos anticiparla á la mitad del siglo X., y á la época en que vemos al ilustre conde obrar ya de su cuenta y sin sujecion á las leyes de Leon, antes bien lanzando de aquel trono al monarca reconocido y colocando en su lugar, siquiera fuese sin derecho, á un deudo suyo. No señalaremos el dia preciso en que Castilla pudo decirse independiente, porque no hubo dia de solemne proclamacion, ni leemos en parte alguna que se alzáran en determinado dia pendones en las plazas públicas gritando: «¡Castilla por el conde Fernan Gonzalez!» Castilla y su conde fueron ganando la independencia lentamente y de hecho al compás y en la escala á que los esfuerzos de FernanGonzalez iban alcazando, y entre oscilaciones, alternativas y contraridades, á la manera de aquel que despues de luchar con las vicisitudes de una enfermedad penosa llega á encontrarse en buen estado de salud sin que pueda señalar el momento preciso en que ⚫ la recobró.

Vamos ahora al imperio árabe.

II. Nos es tanto mas necesario bosquejar la fisonomía del imperio musulman en esta época, cuanto

que nuestros cronistas é historiadores apenas usan otro dictado que el de bárbaros para nombrar á nuestros dominadores árabes. Las creencias religiosas como las opiniones políticas suelen de tal manera cegar la razon de los hombres, que no les permiten ver en sus adversarios ni calidad buena ni accion digna de alabanza. Puede disculparse este apasionamiento en

los

que fueron actores ó testigos presenciales de aquella lucha sangrienta, é injustamente por los estraños provocada. Nosotros, hombres de otro siglo, tan sinceramente religiosos como nuestros mayores, pero no perturbada nuestra razon ni enardecida con escenas que por fortuna no presenciamos, debemos juzgar con mas imparcialidad á los hombres de aquel tiempo, fuesen adversarios ó amigos. Por lo mismo que estamos mas tranquilos, tenemos obligacion de ser mas desapasionados.

Príncipes muy esclarecidos habia dado ya la ilustre estirpe de los Beni-Omeyas al imperio árabe-hispano en el siglo y medio trascurrido desde su fundacion en 756 hasta la muerte de Abdallah en 911. Siete emires, ó sean califas, habian ocupado en este espacio el trono musulman de Córdoba, y á pesar de los excesos y lunares de algunos de ellos, pocas dinastías reinantes pudieran presentar una série de soberanos de tan altas dotes como lo fueron la mayor parte de los Ommiadas. Desde el primer Abderrahman, figura histórica bella y esbelta como la célebre palma que

plantó en Córdoba por su mano, grande y colosal como la soberbia mezquita que comenzó, pocos dejaron de señalarse ó por su ingenio ó por sus hechos de armas hasta Abderrahman III., en que comienza el período en este nuestro capítulo comprendido.

Acontecíale á Abderrahman III. de Córdoba lo que á Alfonso III. de Asturias. A ambos los habian precedido dos ilustres príncipes de su mismo nombre cuya gloria y fama era muy difícil igualar, cuanto mas exceder. Pero los grandes hombres y los grandes ingenios nunca hallan agostado el campo de la gloria, porque le fecundizan ellos mismos. Y asi como el tercer Alfonso supo elevarse sobre los dos predecesores de su nombre, asi el tercer Abderrahman halló todavía cosecha abundante de laureles que sus antecesores no habian recogido.

Todo fué grande en la exaltacion de Abderrahman III. al califato, y todo hacía á los musulmanes augurar bien de su elevacion. El viejo Abdallah dió una gran prueba de prevision y de tacto en proclamar sucesor del imperio á un nieto sin padre, vástago tierno cuyos frutos solo en lontananza era dado preveer, con preferencia á un hijo reputado ya de guerrero insigne, y con quien habia compartido los cuidados del gobierno. Grandeza de ánimo y abnegacion admirable fué necesaria en Almudhaffar para verse pospuesto por su padre á un jóven sobrino, hijo de un hermano rebelde, y no solo no darse por

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