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suya, y así lo acordó el Consejo, aunque se presume que se reservó el original y sólo envió una copia. De esta circunstancia sin duda provino que la obra se dividiese en fragmentos y pasase á poder de distintos poseedores. Uno de ellos es nuestra Academia, que conserva como inestimable tesoro en su biblioteca un ejemplar del manuscrito de la Historia Universal de las cosas de la Nueva España repartida en doce libros, en lengua mexicana y española, hecha por el M. R. P. Fr. Bernardino de Sahagun, fraile de San Francisco de observancia. El título así esta expresado, pero no se crea que puede aplicarse íntegro á nuestro códice. De los doce libros, él sólo contiene cuatro: el VIII, IX, X y XI. Los tres capítulos primeros y el primer párrafo del capítulo cuarto del libro X están ordenados segun el plan propuesto por el autor para la composicion de su Historia, á saber: en una columna el texto mejicano; en otra inmediata, su traslado en romance, y en otra tercera, el glosario de voces mejicanas: las márgenes llevan pinturas de colores, hechas á mano, sin duda por dibujantes indios, que representan lo que en los capítulos se refiere. En los capítulos siguientes al cuarto y en los anteriores, va sólo el texto mejicano escrito en la columna central de la plana, y los párrafos llevan epígrafes en castellano, de mano del mismo padre Sahagun.

Comprendiendo nuestro códice los cuatro últimos libros, ¿qué se ha hecho de los anteriores? Afortunadamente existen en la biblioteca particular de S. M., donde es fácil transcribirlos. Llevan el mismo órden que tuvieron en el primitivo plan; pues debe advertirse que algunos cambiaron de colocacion; al fin muestran todos la firma de Fr. Bernardino de Sahagun. Otras muchas advertencias que se desprenden del estudio minucioso de entrambos códices, prolongarían demasiado las que quedan hechas: no son de este lugar, y deben reservarse para investigacion más formal y definitiva.

Dado que la Academia tratase de dar á luz la obra completa del padre Sahagun en el estado en que la conocemos, tropezaría con mil dificultades y se expondría á que resultase defectuosa despues de todo. Es menester acudir á nuevas fuentes, adquirir nuevas noticias, registrar archivos y bibliotecas que quizá no se

han explorado aun, ó lo han sido con distinto objeto. Hay indicios muy fundados de que la biblioteca Laurenciana de Florencia posee un ejemplar precioso, el más completo que puede darse: allí será bien recurrir, no para averiguar si la presuncion es cierta, sino dando por seguro el hecho; y obtenida esta seguridad, interesar á nuestro Gobierno para que por medio de una negociacion diplomática reclamé del italiano el envío del ejemplar, como aconteció con el Cancionero de Baena, existente en París, y no ha mucho con otros libros nuestros que algun gobierno extranjero solicitó y obtuvo.

Si en 1829 publicó en Méjico D Cárlos María Bustamante la traduccion del texto mejicano, y en 1840 la del libro XII, que se refiere especialmente á la conquista; y si lord Kingsborough reimprimió esta misma traduccion con sus suntuosísimos volúmenes de las Antigüedades de Méjico, la Academia no puede contentarse con esta parca demostracion de su laboriosidad, раtriotismo y celo. Á mucho más está obligada: á arrancar del olvido uno de nuestros más insignes monumentos, el que ilustra la más árdua conquista, la gloria mayor de que puede envanecerse una nacion en medio de tantas épicas proezas como centellean en sus anales. En lo que concierne á la material ejecucion del intento, la misma magnitud de la empresa no es mucho que arredre á quien se proponga llevarla á cabo; los recursos de la Academia son harto menguados para salir airosa de tal empeño; es interés de la nacion, y el gobierno que la representa se felicitará de hallar ocasion en que granjearse el aplauso de propios y extraños con propósito tan meritorio. Acerquémonos á él: en pretensiones tan justas, lo razonable es darlas por satisfechas, como si hubiesen mediado ya promesas anticipadas. Si, pues, la Academia insiste en su designio de publicar íntegro y genuino el texto de la Historia general de Nueva España del padre Fr. Bernardino de Sahagun, con la traduccion é ilustraciones que la acompañaban, me atrevo, como resúmen de todo lo expuesto, á someter á su consideracion las siguientes proposiciones:

1.a Que por medio de nuestros correpondientes en Florencia, señores Hermes Pierotti y comendador Cristóforo Negri, ó nuestro representante en Italia, se procure averiguar si en efecto

existe en la biblioteca Laurenciana, ó en alguna otra, el mencionado ejemplar de la Historia general de Nueva España, en doce libros, texto, traduccion, glosarios y figuras iluminadas, del padre Fr. Bernardino de Sahagun; y en caso afirmativo, que se pida por nuestro Gobierno al Gobierno italiano el envío de dicha obra para ser aquí copiada con las convenientes formalidades y garantías.

2.a Que igual diligencia se practique, pues el códice de la biblioteca Real se nos franqueará sin dificultad, en la Colombina de Sevilla, en el archivo de Indias ó en cualquier otro establecimiento donde se presuma que pueda existir en todo ó en parte la misma obra.

3. Que una vez obtenida, se proceda á su más escrupulosa y esmerada copia.

Y 4. Que el Gobierno de S. M. costee la impresion y publicacion del tomo 6 tomos de que conste la obra completa, compitiendo, en cuanto fuere posible, con los de la Antigüedades de Mejico, de lord Kingsborough, para que su sin igual importancia no desmerezca en España de la que se le ha concedido, y ciertamente se le concedería, en el extranjero.

Estas consideraciones someto al superior criterio de la Academia, que juzgará y resolverá lo que estime más acertado y conveniente.

Madrid 23 de noviembre de 1882.-Cayetano Rosell.

III.

guerras de CERDEÑA, SICILIA Y LOMBARDÍA, POR EL MARQUÉS

DE LA MINA.

En cumplimiento de la órden que nuestro Director accidental se ha servido dirigirme, voy á emitir dictámen sobre la instancia de D. Emilio Valverde y Álvarez pidiendo al Excelentí simo Sr. Ministro de Fomento la mayor proteccion posible para dar á la estampa una obra manuscrita del ilustre Capitan gene

TOMO II

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ral de Ejército, Marqués de la Mina, la que, entre otras materias, comprende las guerras de Cerdeña y Sicilia en los años de 1717 á 1720 y la de Lombardía en los años de 1734 á 1736, todo en tres grandes volúmenes, con 33 planos, iluminados á varias tintas, de plazas fuertes y batallas, y varios estados de fuerza y documentos del mayor interés para la historia española de su tiempo. Y deseando el Sr. Valverde hacer una publicación digna de tal obra y de su conspicuo autor, solicita el auxilio de que trata el artículo 5.o del Real decreto de 12 de Marzo de 1875, con las condiciones de la Real órden aclaratoria de 23 de Junio de 1876, disposiciones, las dos, encaminadas, como saben los Sres. Académicos, á proteger las letras y las artes en nuestro país.

El Sr. Valverde se propone con ese auxilio publicar las Memorias del Marqués de la Mina en dos ó tres tomos, de unas 400 á 600 páginas cada uno, en 4.o mayor, tamaño parecido al de la Relación del viaje hecho por Felipe II en 1585 á Zaragoza, Barcelona y Valencia, escrita por Enrique Cok y publicada en 1876 por nuestro Ministerio de Fomento, pero ilustrados, además, con los planos en copia del original y retratos de aquel insigne general y diplomático, y, aun quizás, con el de otros personajes de entre los que más figuran en su notable escrito.

La publicacion, así, vendría á costar unas quince mil pesetas; siendo la tirada de 600 ejemplares mínimum y hasta mil máxi mum, y dos años, lo ménos, el tiempo que se tardaría en ejecutarla.

El empeño, como se ve, del editor y de los que le animan á acometerlo, entre los que aparece el propietario del manuscrito, Teniente general Marqués de San Roman, va dirigido, y así lo dice aquel: «á prestar un servicio verdaderamente patriótico, digno por todos conceptos de la protección del Gobierno de S. M., que no á lucro ni á utilidad de ningun género; razon tambien, sin duda, para que el Excmo. Sr. Ministro de Fomento haya mandado la instancia del Sr. Valverde á informe de este instituto, á quien por su índole corresponde.

Y paso á ejecutar el mandato de nuestro digno Director. El sábado 9 del actual fueron sometidos á la aprobacion de esta Real Academia dos luminosos informes, cuya memoria creo

ha de convenir al fin que me propongo en el que esta noche tengo la honra de presentar al exámen, tambien, de tan docta corporación.

Era objeto del primero de esos informes, la reseña históricobiográfica de dos españoles ilustres, los ministros Patiño y Campillo, recientemeute publicada por el erudito Sr. Rodriguez Villa; y el Sr. Fabié se lamentaba en él de la falta de obras, así nacionales como extranjeras, donde estudiar con resultado los sucesos políticos y militares que constituyen la historia de la primera mitad del siglo XVIII. Nos citaba, como las únicas quizás, para apreciarlos en lo posible, la que, con el título de Comentarios de la guerra de España, escribió nuestro compatriota el egregio Marqués de San Felipe; la ya en parte muy rara que el P. Fr. Nicolás Belando llamó Historia civil de España, y la inglesa de Guillermo Coxe sobre el reinado de la casa de Borbon; extrañándose que hubiera tenido tan pocos cronistas una época próxima y que de tal modo ha influido hasta hace poco en la manera de ser política y social de Europa.

«La paz de Utrecht, dice, con efecto, César Cantú en su His>>toria de Cien años, no introdujo principios en el derecho públi>>co, pero completó el sistema europeo, tal como dura hasta ahora >> en sus oscilaciones. »

Hay otras obras, tratados generales ó particulares, de la historia de tiempos tan fecundos en acontecimientos importantes, y lo sabe muy bien el Sr. Fabié, pues que las ha visto citadas y sujetas al más escrupuloso análisis en la magistral del historiógrafo inglés á que aludo; pero tambien es verdad que, siendo en su mayor número de extranjeros, no es tratada en ellas España con la justicia que merece, ni sus hombres de Estado y militares lo son con la imparcialidad necesaria para aquilatar sus talentos ó poner á descubierto, pero sin odio, sus errores.

El Sr. Barrantes, autor del segundo de los informes á que me voy refiriendo, al presentar su juicio sobre las obras del insigne Mesonero Romanos, echaba de ménos en la España actual el cúmulo de Memorias, con que en Francia, por ejemplo, «las vanidades personales han abrumado materialmente á la historia de anécdotas y rasgos biográficos.» Y, como para anatematizar

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