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Trocadero.

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franceses atacaron obstinadamente el Trocadero, donde ya habian abierto brecha el 19, y se apodeToma del raron casi por sorpresa de sus fuertes, asaltándolos la noche del 30 at 31. Mil y quinientos hombres defendian sus baluartes á las órdenes del coronel Grases, militar lleno de valor, y todos quedaron muertos ó prisioneros, incluso el gefe. En este asalto los soldados franceses nombraron primer granadero al príncipe de Carignan: redícula imitacion de aquel sublime acto de Latour d'Auvergne: que otros eran los tiempos, los tiempos, otras las

(* Ap. lib. 11. núm. 12.)

proezas.

Fernando, que se habia alojado en la aduana de Cádiz, taciturno y al parecer entregado á las pasiones comunes, ocultaba en su pecho el sangriento aguijon de la venganza. Mirando con el anteojo los esfuerzos de los sitiadores y apuntando en su libro los hechos de los sitiados, entreteníase otras veces en remontar cometas desde la azotea que daba al paseo principal del puerto. Los que no conocian cuán diestro era en las artes del disimulo, y cómo penetraba los pensamientos de sus ministros, pensaban que los padecimientos fisicos y morales habian menguado su juicio: el príncipe adivinaba su error y reíase de tanta ignorancia esperando el dia del desengaño. La reina Amalia vivia siempre atormentada por el temor de que sobreviniese el menor infortunio á Fernando: mientras una infanta, segun asegura Chateaubriand, ministro de negocios estrangeros de Francia (*), sirviendo de espía á los estrageros avisaba al vizconde que Cádiz recibia víveres de Gibraltar. Empleo mas digno de Regato que de la bella princesa que andando el tiempo ha aspirado á un

trono.

El embajador inglés, que como dejamos anunciado habíase retirado á Gibraltar, trabajó tam

bien antes del nombramiento de la regencia de Se-
villa
para inclinar los animos á la tantas veces
malogradada transaccion. Atribulado el ministerio,
-y observando de hora en hora la enfermedad mas
grave, el peligro inminente, la agonía mortal,
imploró en Julio la mediacion de la gran Bretaña,
cuya peticion renovó en Setiembre, imponiendo
por únicas condiciones el olvido de lo pasado y la
seguridad de un gobierno representativo. Para mas
facilitar el curso de las negociaciones rogó al em-
bajador se situase en un navío británico en la bahía
de Cádiz, navío que en ciertos casos sirviese de asi-
lo á la familia real. A'Court se concretó á enviar
el secretario de la embajada, lord Elliot, con las
proposiciones del gabinete español al cuartel gene-
ral de Augulema, que repitió no trataria sino con
el rey en libertad.

El pueblo gaditano sufria con heróica resigna-
cion las privaciones de todas clases, y aguardaba
con calma el éxito de la lucha, no obstante que
pesaban sobre sus hombros solos las cargas pecu-
niarias, pues el gobierno le habia impuesto diez
millones de reales al mes. En Inglaterra no hubo
quien quisiese contratar un empréstito bajo condi-
cion alguna con los sitiados de Cádiz; y las dos
suscriciones de Londres, abiertas con este motivo,
produjeron dos fusiles la de Roberto Wilson, y
una libra esterlina la de Enrique Hunt. La toma
del Trocadero habia infundido sumo desaliento en
los ministros, y el 4 de Setiembre propuso Fer-
nando al de Angulema, por indicacion del gabi-
nete, la suspension de hostilidades para tratar de
una paz honrosa, encargando al general don Mi-
guel de Alava pusiese la carta en las manos del rios.
duque, de quien era personalmente conocido, como
tambien de muchos de sus generales. Presentóse el
parlamentario en una falúa delante de los fuertes,

1823.

Parlamenta

de que se habia apoderado el enemigo, y conducido al Puerto de Santa María, donde residia Angulema, llenó su mision. El escrito decia asi:

"Mi querido hermano y primo. Las declaraciones que hice á V. A. R. en mi carta fecha 21 de Agosto no han producido el efecto que debia esperar, pues se ha derramado de ambas partes sangre inocente, que se podia haber ahorrado. Mis sentimientos como rey, y los deberes que me animan como padre de mis súbditos, me obligan á insistir de nuevo á fin de terminar los desastres de la guerra actual; y convencido enteramente de que deberán animar á V. A. R. los mismos deseos, os propongo una suspension de hostilidades, sin perjuicio del bloqueo, durante la cual se podrá tratar de una paz honrosa para ambas naciones.

"El teniente general don Miguel Ricardo de Alava, conductor de la presente, está autorizado por mí para conferenciar sobre este asunto, si lo juzgais conveniente, con la persona que V. A. R. guste designar. De este modo se podrán obtener las esplicaciones recíprocas, tan necesarias para entenderse y facilitar las medidas ulteriores; y si V. A. R. tiene á bien admitir mi proposicion, como lo espero, el mencionado general está autorizado para concluir y firmar un arnisticio, ó si necesario fuese, yo le daré mis plenos poderes en debida forma.

"Dios conceda á V. A. R., mi querido hermano y primo, los muchos años que le de&c. Fernando. - Cádiz 4 de Setiembre de 1823."

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S. A. remitió con el duque de Guiche, que acompañó á Alava en su regreso tambien en calidad de parlamentario, la contestacion estendida en los términos siguientes:

"Mi señor hermano y primo. He recibido esta

noche la carta de V. M. del 4, de que estaba encargado el teniente general don Miguel de Alava, y tengo el honor de contestaros por el mariscal de campo duque de Guiche, mi primer ayudante de campo.

"Yo no puedo tratar de nada sino con V. M. solo y libre. Cuando se logre este fin, empeñaré á V. M. con instancia para que conceda una amnistía general, y dé su entera libertad, ó á lo menos prometa las instituciones que juzgue en su sabiduría convenir á las costumbres y al carácter de sus pueblos, para asegurar su felicidad y sosiego, sirviendo al mismo tiempo de garantías para lo futuro. Yo me consideraré dichoso si dentro de algunos dias puedo poner á L. P. de V. M. el homenage del profundo respeto con que soy, mi señor hermano y primo, de V. M. su mas apasionado hermano, primo y servidor - Luis Antonio. En mi cuartel general del Puerto de Santa María, 5 de Setiembre de 1823."

El general Valdés y la diputacion permanente del congreso, junto con las demas autoridades, obsequiaron al enviado de los franceses en un banquete. El mismo 5 volvió á escribir el rey preguntando á su augusto primo qué debia hacer para que se le considerase en libertad.

"Mi querido hermano y primo. He recibido la carta de V. A. R. de fecha de este dia, remitida por el general duque de Guiche, y como V. A. R. me declara que no puede tratar sino es conmigo solo y libre, espero que para determinar un punto tan interesante tendrá V. A. R. la bondad de decirme lo que es necesario hacer para que me considere en tal situacion, y en este caso, de qué modo pensais tratar conmigo. Tan luego como reciba esta esplicacion, sin la cual á nada puedo decidirme, responderé á V. A. R., obligándome y espe

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rando á hacer cesar las hostilidades. Dios &c.Fernando. "

La contestacion del francés fue la siguiente:

"Mi señor hermano y primo. He tenido el honor de recibir la carta de V. M. de ayer. La Francia no hace la guerra ni á V. M. ni á España, sino al partido que tiene á V. M. y á su augusta familia cautivos en Cádiz, y no les consideraré en libertad hasta que esten en medio de mis tropas, ya sea en el Puerto de Santa María, ó en donde elija V. M. Si hasta esta noche no tengo una respuesta satisfactoria á esta y á la nota que he comunicado al general Alava, acerca de la libertad de V. M., de su real familia y de la ocupacion de Cádiz por mis tropas, miraré como desecha toda negociacion: Soy &c. Luis Antonio. Puerto de Santa María 6 de Setiembre de 1823.

-

En vista de la anterior respuesta convocáronse la noche misina del 6 Cortes estraordinarias en virtud de un oficio del rey á la diputacion perinanente, para que la asamblea deliberase sobre una esposicion que presentaria el gobierno de S. M. relativa al estado de la nacion. Instaláronse pues las Cortes estraordinarias la misma tarde, y á las seis de ella, sin mas intervalo que el de algunas horas, verificóse la apertura: el rey no asistió, y el ministro de la Gobernacion entregó al presidente el discurso real.

"Señores diputados: En aquel dia solemne en que se cerraron las Cortes ordinarias del presente año os anuncié que si las circunstancias lo pidiesen buscaría en las Cortes estraordinarias el puerto de salvacion para la nave del Estado. Una esposicion que mi gobierno os presentará, de orden mia, patentizará que aquella está á punto de naufragar, si no concurre á salvarla el congreso; y

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