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los generales. Instrucciones reservadas.-Viaje de don Carlos á Portugal. Cuadro de Psiquis y Cupido de Cristina.Casa de Cervantes. Convocacion de Cortes para la jura de Isabel.-Correspondencia de Fernando con don Carlos.— Protesta de don Carlos. Enviala á los reyes de Europa. Protesta del rey de Nápoles. -Destierro de don Carlos á los estados Pontificios.- Pasa á Lisboa la fragata Lealtad. - Pretestos de don Carlos.-Continúa la correspondencia.- Visita de don Carlos á don Miguel.-Vida de los carlistas en Portugal. Muerte del cabecilla Tey.—Representacion del obispo de Leon al rey.-Jura de Isabel.-Ceremonia. — Pleito-homenage. Regocijos. Varela. Gracias.- Derrota de la escuadra miguelista.- Napier.— Mas cartas de Fernando y su hermano.-Orden del rey á don Carlos. - Don Pedro en Lisboa.-El cólera en España. — Alboroto de la guardia real.— Muerte de Fernando.- Analisis de su reinado.— - Ábrese el testamento. Ceremonias del entierro.- Fin.

Libro decimotercio.

Si

la caida de Aymerich y de Ugarte habia dis minuido el violentísimo movimiento de la máquina gubernativa, la estincion de las comisiones militares y el fusilamiento de Bessieres parecian deber volverla al giro regular y templado que conviene á una monarquía moderada. Aumentó tan autorizada opinion el establecimiento de una junta Junta consulticonsultiva de gobierno, determinado en decreto de va de gobierno. 13 de Setiembre de aquel año 1825, á la que eran llamados varones de conciencia y de saber. El sabio y prudentísimo arzobispo de Méjico, que vivia oscuro, don Francisco Marin, don José Hevia y Noriega, don José Juana Pinilla, don Luis Gargollo y don Andrés Caballero, nombrados individuos de la junta, albergaban en sus corazones sen-timientos de conciliacion y de acertadas reformas, y miraban por consiguiente con el horror que debian á los hombres de sangre y de esterminio.

La junta debia nivelar los gastos del Estado con los productos, cimentar la mas rigurosa econoinía, mejorar el crédito de la nacion para proporcionar empréstitos que cubriesen el défecit que resultaba, y finalmente, establecer las reformas y mudanzas necesarias "para afianzar el orden y la exactitud en todos los ramos de la administracion." Cimientos robustos para levantar un edificio nue

1825.

vo. La junta al instalarse, conociendo la aspereza

de los tiempos que corrian, dijo al monarca en la
esposicion que puso en sus manos:
"No son nues-
tras cabezas las que V. M. busca, las que su go-
bierno merece, ni las que España necesita:" tras
esto aseguraban sus miembros que no los arras-
trarian parcialidad ni espíritu de partido, y que
pondrian mano en las mejoras y modificaciones
para reanimar la nacion.

No era necesario tanto fuego para encender los ánimos del bando apostólico que rodeaba el solio, y que ingenioso en reproducirse bajo formas distintas nunca cesaba de a vasallar el corazon de Fernando. El príncipe, que á la debilidad moral, obra de sus primeros maestros, unia la debilidad fisica trabajado por la gota que otra vez le atacó en aquel otoño, rara vez permanecia firme en un propósito, si esceptuamos su sistema favorito de contrabalancear un partido con otro partido no entregándose en manos de ninguno. Acuerdo laudable en un rey justo y generoso, pero aborrecible en quien lo tomaba por buscapie de proscripciones y venganzas. Asi que mientras el 1.o de Octubre, aniversario segundo de su llegada al Puerto de Santa María, se negó á recibir los plácemes de la corte y de los furibundos realistas en el Sitio de San Lorenzo, donde á la sazon residia, exoneró el 24 del mismo mes al ministro de Estado don FranExoneracion cisco Zea Bermudez, piloto que tanto se habia desde Zea Bermu- velado para imprimir á la nave pública el rumbo y la armonía de la justicia, desviando de ella los furiosos vientos con que la combatian las pasiones. Cayó el monarca en la red tendida por Calomarde y los obispos; cedió á la influencia de don Carlos, siempre empleada en contra de la mísera patria, y entregó las riendas arrebatadas de las hábiles manos de Zea á la diestra del duque del

dez.

Infantado, siempre instrumento de las cabezas exal

tadas.

Elevacion al ministerio del duque del In

1825.

Derribado de la silla del ministerio el móvil fantado. principal de las ideas de acomodamiento y mejora quedaron paradas las ruedas del bien, y la junta consultiva se concretó á reuniones de ceremonia en que se trataban materias, que aunque interesantes, no eran las que en tan árduos momentos podian salvar el Estado. Mas el honrado ministro de Hacienda no queria que se entorpeciesen sus planes para el arreglo de los gastos y productos del erario, y estimulaba poderosamente á Fernando, quien conocia la necesidad de evitar una bancarrota y de contentar á los numerosos acrreedores nacionales y estrangeros con la economía y el religioso pago de sus intereses. Por lo tanto en 14 de Noviembre mandó que se formasen los presupuestos de gastos de las respectivas secretarías para igualar las obligaciones con las rentas del reino: que formados dichos presupuestos pasasen todos los años en 1.o de Noviembre al ministerio de Hacienda, cuyo secretario debia añadir las observaciones oportunas, demostrando el producto total de los arbitrios públicos de todas clases, los sueldos y descuentos de la administracion, y el líquido que resultaba disponible. Con las observaciones y notas de aquella secretaría pasaban los presupuestos el 15 del mencionado Noviembre al Consejo de ministros para que los examinase y reformase, y depu rados en el crisol de su crítica los sometiese á la real aprobacion. Asi en medio de la mas desenfrenada tiranía introducíase una reforma útil en su carcomida máquina; móvil poderoso fabricado á se mejanza de los que dan movimiento al gobierno representativo, y móvil en fin que afirmando los nohosos ejes de las otras ruedas, contribuyó mas que todos á su sostenimiento y duracion. El minis35

T. III.

tro de Hacienda logró á fuerza de milagros y de constancia ocurrir á las necesidades mas imperiosas, y pagar á todas las clases que viven del tesoro no obstante la desproporcion y miseria de los recursos. Ni antes ni despues del ministerio de Ballesteros hemos visto á algun secretario del despaElogio del mi- cho conseguir otro tanto, siendo pues el único que en el reinado de Fernando tocó tan apetecido objeto: permítasenos tributarle el incienso de nuestra admiracion.

nistro de Hacienda.

Los realistas exaltados, dueños segunda vez del gobierno por medio de Infantado y de Calomarde, y retoñando nuevas tramas en el cuarto de don Carlos el tronco robusto de la teocracia, al que un momento conmovió el vencimiento de Bessieres, entregáronse con nuevo afan á sus tareas. Proponíanse esta vez por blanco de sus deseos el restablecimiento del santo oficio, para á la luz de sus hogueras estender las proscripciones y tornar á gozarse en las lágrimas y esterminio de sus enemigos. El Consejo seguia con lentitud el espediente abierto sobre un asunto de tanto interes, y su mesura no era hija de los sentimientos de sus individuos, sino de la invencible repugnancia que notaban en Fernando á abrir las cerradas puertas del terrible tribunal. Al hervor de las pasiones de los obispos, principales motores de la intriga, uníase la influencia estrangera en sentidos opuestos: el nuncio del Papa, siguiendo las instrucciones de su maquiabélica corte, protestaba en presencia de los embajadores que se opondria con sus consejos al renacimiento de las hogueras, y en secreto atizaba á los consejeros para que acordasen la apertura de los edificios de la inquisicion. El embajador de Francia por el contrario, no solo hablaba con calor y elocuencia contra tan impolítica medida, sino que declaraba al príncipe en sus conferencias

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