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proyectos para negarse á la demanda de las Tu-
llerías. Continuaba pues el sistema de rigor con los
liberales y de lenidad con los sectarios del santo
oficio, y complacíase en alentarlos con su blandu-
ra y sus halagos. En 1.° de Marzo la brigada de
voluntarios realistas, compuesta de tres batallones
de infantería, cuatro piezas de artillería y un es-
cuadron de caballos, se encaminó al Pardo. Fernan-
do salió á pie á media hora del Sitio en compañía
del inspector á encontrar la columna, y los infan-
tes don Carlos y don Francisco se adelantaron has-
ta la mitad del camino, distinguiéndolos asi con
honores nunca dispensados al ejército por la fami-
lia real de España. Despues de haber evoluciona-
do en presencia de los reyes comieron los realis-
tas bajo de una especie de pabellones, y Fernando
y Amalia recorrieron las tiendas asistiendo á la
comida y probando los ranchos. El monarca, que
siempre fue amigo del aura popular, creía go-
zarla hablando familiarmente con aquellas heces
de la democracia, y envileciendo el manto real,
que desde entonces ha sido juguete del ardor de
pasiones encontradas. Únicamente quedaba á los
conspiradores el freno de la policía, porque Re-
cacho habia descubierto sus talleres, y aunque su-
mido ya
en la desgracia execraban su memoria.
En 1. de Agosto para romper el único dique que
se oponia á la inundacion, Calomarde refundió
la policía en su ministerio de Gracia y Justicia,
encargando las subdelegaciones de las provincias
á los regentes y oidores, bajo pretesto de que
los realistas descontentos se habian declarado con-
tra ella.

Desembarazados los partidarios del santo oficio de las ligaduras que los detenian corrieron apresuradamente á la lucha, y encendióse esta en la provincia de Cataluña, donde todos los que ha

1827.

Fernando sale realistas.

á recibir á los

Insurreccion de los agravia

luna.

bian servido en la cruzada de 1823, y no habian ascendido tanto cuanto deseaban, se creían agraviados y atribuían á los ministros la culpa, dándoles el nombre de hereges y masones. Pero preciso es tomar las cosas desde su origen.

La insurreccion comenzó á despedir sus pridos de Cata- meros destellos en Agosto de 1825, y su objeto era entonces apoderarse por seduccion ó á la fuerza de la plaza de Tortosa, donde el 27 del mismo Agosto debia estallar el movimiento. Sufocólo el gobierno, pero no castigó á sus autores, y siguióse lentamente la causa, y sin resultado. En Setiembre del siguiente año 1826 volvieron á intentar los realistas exaltados el enseñorearse no solo de Tortosa, sino tambien de Peñíscola, segun los partes de los generales que mandaban las armas en las provincias de Cataluña y de Valencia.

1827.

En 1827, época que nos ocupa al presente, principiando los sediciosos la revuelta en el bajo Ebro, agitaron el oriente del Principado á cara descubierta y con banderas desplegadas. En Marzo apareció el capitan ilimitado Llovet al frente de una partida en los contornos de Horta y Pauls, quien auxiliado por el coronel Trillas debia apoderarse de Tortosa, poner en libertad los presos por las sediciones anteriores, y penetrar en el castillo enarbolando el negro pendon de la guerra civil. Trillas en una proclama estimuló á los catalanes á tomar las armas, porque peligraba el trono cuya próxima caida presagiaba; aseguró que ahora lo mismo que en tiempo del gobierno representativo mandaban los masones, y que era preciso libertar al rey del cautiverio en que yacía. Las partidas se aumentaron, y anunciabase el estallido general para el 1.° de Abril, debiendo secundarlo por la parte de Manresa y Vich el teniente don Pedro Planas y por puntos distintos

los ilimita dos Ballester, Dinat, Carnicer, Caballería, Boffil, Bussons, conocido por Jep dels Estanys, Puigbó y otros, corifeos todos del licenciado ejército de la fé. Las armas de Fernando dispersaron las primeras bandas, y perecieron en el cadalso Trillas, Solá, Planas y Llovet, quien no obstante el fanático estandarte que habia levantado inurió impenitente y sin querer recibir los últimos auxilios de la religion. Porque no á todos arrastraba la teocracia; tambien la ambicion henchía sus

corazones.

Dirigia las tramas y el movimiento del Principado la sociedad del Angel esterminador, cuyas reuniones se celebraban en el monasterio de Poblet: brillaban en ellas obispos y ecleslásticos sedientos de sangre, á quienes estimulaba el ansia de destruir las generaciones liberales. Bastará citar la célebre junta general alli tenida en Setiembre de 1825, á la que asistieron 127 prelados presididos por el ex-regente arzobispo Creux. Uno de sus acuerdos fue influir y trabajar para que las autoridades obligasen á los 600 oficiales indefinidos que se albergaban en Barcelona á trasladarse á los pueblos de su naturaleza, y asi diseminados asesinarlos á todos en una misma noche. Debióse al celo del intendente de policía el que no se verificase tan sangriento sacrificio. Segun los partes dados á la audiencia de Barcelona, ya en Octubre de aquel año ascendian á 1828 los liberales del ejército disuelto que habian perdido la vida en los pueblos y caminos á manos de la mas fria venganza. Todo lo dominaba pues el pensamiento de acabar con la raza de los libres, cual si con ella pudiesen ahogar el espíritu del siglo, ó estinguir la luz del entendimiento humano.

La conjuracion aunque uniforme presentaba variedades en sus abortos: cada gefe manifestaba dis

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Cabecillas.

1827.

Jep dels Estanys.

tintos deseos, aunque á todos atormentaba la sed del mando y del oro, de que carecian en su estrema pobreza. El gobierno les concedió en 30 de Abril un indulto, que se estendió despues á los gefes de la trama, é invitó con él á Jep dels Estanys, que nunca quiso admitirlo. Sin embargo, en el transcurso de Abril á Junio el incendio pareció sufocado. Llegó Julio, y resplandeciendo de nuevo con súbito incremento se tendió por los distritos de Manresa, Vich y Gerona. Puesto á su cabeza Jep dels Estanys con el título de comandante general de las divisiones realistas, y auxiliado por Abres, Saperes, alias Caragol, y Vilella, inflamó en un punto el Principado entero, no obstante los esfuerzos del general Carratalá y del marques de Campo Sagrado, y no obstante que los soldados del ejército no prestaron oidos á los facciosos. Los corifeos de la revuelta decian á sus huestes que nada tenian que temer, que los auxiliaban el clero y la Corte, y alegaban por prueba el pasado indulto. Si prestamos fé á las palabras del Acuerdo de Barcelona en su escrito de 11 de Agosto, los rebeldes persuadian á los pueblos que el monarca no gozaba de la libertad necesaria para Pretesta ór- gobernar el reino, y que habia espedido órdenes sedenes secretas cretas é instrucciones reservadas autorizando el al

del rey.

zamiento y revistiéndolos con mandos militares, El obispo de Barcelona decia por aquellos dias en su pastoral al pueblo que no creyese semejantes órdenes secretas, porque en la historia no habia ejemplo de tanta perfidia en un príncipe, y porque serian el desdoro del cetro. Aunque Fernando del modo indirecto que dejamos apuntado promovió el movimiento y lo dejó crecer y desarrollarse á la sombra de la impunidad, no nos consta que espidiese instrucciones reservadas para fomentarlo. Parécenos por el contrario que era demasiado sagaz para soltar prendas de tamaña importancia; sino que en

el palacio mismo y no lejos del trono se fraguaron los fingidos mandatos para deslumbrar mas facilmente á los sencillos catalanes. La ignorancia del Principado era tanta que la universidad de Cervera en una esposicion que publicó la Gaceta de Madrid de 3 de Mayo habia dicho: "¡Lejos de nosotros la peligrosa novedad de discurrir!" Cuando los catedráticos se espresaban asi, ¡cuál sería el atraso del vulgo!

Alentaba á los agraviados el estado de Portugal, donde los bandos opuestos se disputaban el mando, y como el ejército de observacion no podia abandonar la línea del Tajo se reputaban á cubierto de sus ataques. Las pastorales de tantos obispos que ya en los primeros albores de la revuelta habian querido conjurar la tormenta con su elocuencia, atribuyendo el pronunciamiento á la libertad y á sus amigos, no surtian efecto; todos conocian la falsedad; y eran tambien ineficaces las medidas preventivas de la audiencia de Barcelona, que mandaba á los pueblos resistir á los facciosos.

Fernando, que en respuesta á las notas de Francia habia deseado manifestar prácticamente el estado de la opinion de una parte numerosa del reino, no queria que el incendio tomase mas cuerpo. Fortalecian su propósito el acuerdo de los españoles espatriados en Inglaterra de prestar apoyo á la insurreccion para combatirla despues, las amonestaciones del embajador francés, que exigia se apagase aquel foco de turbulencias, y el nombre de don Carlos que pronunciaban las sociedades secretas; y que podia convertirse en bandera de los agraviados.

1827.

El conde de

Numerosas tropas partieron pues á Cataluña, conferido el mando de ellas y del Principado al conde de España, que tomó á su cargo la pacifica- España al frencion de tan industriosa provincia. El monarca le te del ejército concedió las facultades mas ámplias, pues la real ataca á Cata

:

luña.

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