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1833.

cial en el Ministerio.

narca hasta los términos de las órdenes que se enviaban á Cataluña, donde el turbulento clero ponia en movimiento todos los resortes, y donde Tey habia ya levantado el pendon de don Carlos. Fernando no solo disponia cuanto juzgaba oportuno, sino que obrando siempre estimulado por las mismas pasiones, y conservando fresco su odio al gobierno representativo, únicamente se complacia con la política de Zea, que era la suya. En prueba de ello el 25 de Marzo, creyendo descubrir en algunos secretarios del despacho y autoridades cierta tendencia á mudanzas políticas, separó del mando, angustiando el corazon de la reina, á los ministros Mudanza par- de Gracia y Justicia, de Hacienda, de Marina, y al secretario del Consejo de los mismos, juntamente con el superintendente general de policía, á quien desterró de la corte. Ocuparon las sillas vacantes don Juan Gualberto Gonzalez y don Antonio Martinez; la secretaría del Consejo don Antonio Fernandez de Urrutia, y la superintendencia don Matías Herrero Prieto. En el mismo dia una circular á los capitanes generales de las provincias puso de manifiesto la causa de aquel cambio diciendo, "que algunos, blasonando de fieles y afectando sostener la sucesion legítima, como si esta necesitara el apoyo de una faccion, y no estuviese afianzada en la ley, en la fidelidad de los españoles y en la fuerza de un ejército valiente y leal, aspiraban por su parte á innovaciones políticas en que se restringian los derechos saludables del trono, á quien pretendian dominar á título de proteccion.” Los realistas de Avila y otros puntos celebraron la circular y la caida de los ministros como un triunfo, y cometieron escesos en medio de su regocijo. Tambien en Andalucía mudaron los ministros varias guarniciones por el temor de que se hubiesen contagiado con el aliento liberal que respiraban a

Circular á los generales.

quellas provincias, y que imponian mas pavor al gabinete que los movimientos sediciosos de Aranjuez y de Madrid.

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El gobierno ordenó á nuestro plenipotenciario en Portugal, que lo era á la sazon don Luis Fernandez de Córdoba, que solicitase y obtuviese á toda costa de don Miguel el que llamase á su lado á la princesa de Beira, que como queda anunciado habíase enmarañado en las redes y tramas del bando carlista. Mientras asi lo conseguia el sagaz Córdoba, el gabinete observaba la progresiva declinacion de la vida de Fernando, y los médicos pronosticaban que lo mas podria llegar al otoño: sé acordo pues que la nacion reunida en Cortes jurase á la princesa Isabel por heredera de la corona. Importaba que la presencia de don Carlos no alterase la ceremonia, y que se apagase la fragua de misteriosas conspiraciones que en su cuarto ardía, y el misino infante en una carta llena de moderacion y de amistosas palabras dijo al rey: "que su esposa deseaba abrazar á su hermano don Miguel y á las infantas portuguesas, y que le pedia su real licencia por un breve espacio de tiempo para pasar al reino lusitano." Despues de varias cartas que se cruzaron de una y otra parte, Fernando consintió en que don Carlos acompañase á Portugal, juntamente con su familia, á la princesa de Beira, y arrastrado por su madre resolvió tambien seguirlos don Sebastian. El gabinete de Madrid confirió al general don Vicente Minio el mando de las tropas que acompañaban á los infantes, dándole instrucciones reservadas, en las cuales Instrucciones le declaraba " que don Carlos no llevaba en su via- reservadas. je á Portugal investidura alguna de mando, siendo solo el referido Minio el único responsable al rey de la menor falta, prohibiéndole espresamente S. M. dictar ni consentir ninguna clase de disposi

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ciones que alterasen la ruta prescrita, y las órdenes especiales con que iba autorizado, y encargándole finalmente que no tolerase ningun grito sedicioso ni otra circunstancia que tendiese á perturbar la obediencia y la calma." El 16 de Marzo Viaje de don salieron de Madrid los infantes don Carlos y don Carlos á Portu- Sebastian con sus familias en compañía de la pringai. cesa de Beira, siguiendo el camino del reino lusitano, sin que ocurriesen en su salida ni en el tránsito sediciones ni tumultos.

quis y Cupido de Cristina.

El ministerio no se separaba de la senda que habia elegido: en 9 de Abril Cruz esplicaba á los capitanes generales la fé política del gobierno en estos términos: "Derechos de la soberanía en su inmemorial plenitud para que el poder real tenga toda la fuerza necesaria para hacer el bien. Derechos de sucesion asegurados á la descendencia legítima y directa del rey nuestro señor en conformidad de las antiguas leyes y usos de la nacion. A derecha é izquierda de esta línea no hay mas que abismos, y en los que derrumben en ellos á los españoles no se debe ver sino enemigos de la patria."

La amable Cristina regaló en 7 de Abril á la real Academia de las tres nobles artes de San Fer

Cuadro de Psi- nando un precioso cuadro pintado al oleo por su mano, que representaba á Psiquis y Cupido, y que era adinirable por la frescura del colorido. Acompañó el don con una carta autógrafa que decia asi: "Palacio 7 de Abril de 1833. Madrazo. - Te remito el cuadro de Psiquis y Cupido que acabo de pintar al oleo, para que le presentes á la Academia de San Fernando como una prueba del aprecio que me merece esta corporacion por su celo en la enseñanza de las bellas artes, y para que conserve al mismo tiempo esta pequeña muestra de mi aficion á la herinosa arte de la pintura." Con motivo de reedificarse la casa en que tuvo su modesta

habitacion el célebre Miguel de Cervantes Saavedra mandó el monarca que se colocase el busto del inmortal autor del Quijote en la fachada, y una lápida de marmol con letras de bronce. Honrando de este modo las artes que en tanto decaimiento yacían pensaban estimularlas y levantarlas á la gloria.

Habian los ministros señalado el 20 de Junio para la jura de la princesa Isabel por heredera de la corona de los reyes en la iglesia del monasterio de San Gerónimo de la corte, y convocáronse á las ciudades de voto en Cortes, al cardenal arzobispo de Sevilla, al arzobispo de Granada, á los obispos de Valladolid, Badajoz, Lugo, Oviedo, Coria, Cádiz, Jaen, Sigüenza, y al auxiliar de Madrid: tambien mandó el rey concurriesen por Aragon los obispos de Barbastro y Albarracin; por Cataluña los de Solsona, Tortosa y Gerona, y por Valencia el de Orihuela. Igualmente fueron llamados los grandes de España, y treinta títulos de Castilla que representasen la nobleza del reino, nombrando al arzobispo de Toledo primero, y despues por escusa de este al patriarca de las Indias, para recibir el juramento del reino, y al duque de Medinaceli para que en sus manos prestasen todos el pleito-homenage.

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do con don Car

lus.

Fernando escribió á don Carlos el 21 de Abril una afectuosa y bien sentida carta en que exigia Correspondendel infante que sin violentar su conciencia mani- cia de Fernanfestase claramente su propósito de concurrir ó no á la jura de la princesa Isabel, su heredera. El embajador don Luis Fernandez de Córdoba puso en manos de don Carlos en Ramalhao, cerca de Lisboa, en 29 del mismo mes la carta del á la que contestó su hermano en los términos siguientes: "Mi muy querido hermano de mi corazon, Fernando mio de mi vida: He visto con el mayor gusto por tu carta del 23, que me has escrito

T. III.

rey,

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aunque sin tiempo, lo que me es motivo de agradecértela mas, que estabas bueno, y Cristina y tus hijas; nosotros lo estamos, gracias a Dios. Esta mañana á las diez poco mas o menos vino mi secretario Plazaola á darme cuenta de un oficio que habia recibido de tu ministro en esta corte Córdoba, pidiéndome hora para comunicarme una real orden que habia recibido; le cité á las doce, y habiendo venido á la una menos minutos, le hice entrar inmediatamente; me entregó el oficio para que yo mismo me enterase de él, le leí, y le dije que yo directamente te respondería, porque asi convenia á mi dignidad y carácter, y porque siendo tú mi rey y señor, eres al mismo tiempo mi hermano, y tan queridos toda la vida, habiendo tenido el gusto de haberte acompañado en todas tus desgracias. Lo que deseas saber es si tengo ó no tengo intencion de jurar á tu hija por princesa de Asturias: ¡cuánto desearia el poderlo hacer! Debes creerme, pues me conoces, y hablo con el corazon, que el mayor gusto que hubiera podido tener sería el de jurar el primero, y no darte este disgusto y los que de él resulten, pero mi conciencia y mi honor no me lo permiten; tengo unos derechos tan legítimos á la corona, siempre que te sobreviva y no dejes varon, que no puedo prescindir de ellos; derechos que Dios me ha dado cuando fue su voluntad que yo naciese, y solo Dios me los puede quitar concediéndote un hijo varon, que tanto deseo yo, puede ser que aun mas que tú; ademas, en ello defiendo la justicia del derecho que tienen todos los llamados despues que yo, y asi me veo en la precision de enviarte la adjunta declaracion, que hago con toda formalidad á tí y á todos los soberanos, á quienes espero se la harás comunicar.— A Dios, mi muy querido hermano de mi corazon: siempre lo será tuyo, siempre te querrá, siempre

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