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que

nombrado superintendente general de la hacienda, el de Guisa lugarteniente general del reino, excitó el resentimiento de los príncipes de la sangre, á saber, el cardenal de Borbon, Antonio, duque de Vendôme, continuaba titulándose rey de Navarra por su enlace con Juana de Albret, y el príncipe de Condé, á los cuales se agregaban el duque de Montpensier y el príncipe de la Roche-sur-Yon. Para alejar los de Lorena á los Borbones de Francia los comisionaron para acompañar en su viage á España á la princesa Isabel, muger de Felipe II. (1559).

Un edicto de los Guisas que afectaba á los intereses de la nobleza, y alejaba bruscamente de la córte á los que iban á reclamar créditos ó á solicitar mercedes del nuevo monarca, produjo general descontento, y aun indignacion contra los Guisas, y muchos nobles se unieron á los protestantes franceses, los mas de ellos calvinistas, pero comprendidos todos bajo el nombre genérico de Hugonote ("), que perseguidos por los católicos, conspiraban contra el de Guisa y su hermano, á quienes hacian autores de las persecuciones y de

(4) Los franceses mismos no están seguros, y mucho menos acordes sobre el origen y derivacion de la palabra Huguenotes con que se designó en Francia á todos los no católicos, fuesen luteranos, calvinistas ú otros cualesquiera hereges ó reformadores. Unos quieren que viniera de Genous de Hus, imitadores (monos) de Juan

TOMO XIII.

de Hus; otros de Hugo Capeto, de quien se decian descendientes; otros que de Eidgnossen, aliados en la fo; otros que de Huc nos, etc. Pasquier ha dedicado un capítulo entero de sus Recherches sur la France á este objeto, y sin embargo, ni es cosa averiguada, ni importa tampoco á nuestro propósito.

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los suplicios. Unidos todos, nobles y protestantes, contra los tios maternos del rey, aunque con diferentes fines, y tomando por gefe al príncipe de Condé conjuráronse para atacar con las armas y apoderarse del castillo de Amboise, donde por precaucion habia sido llevado el rey. El famoso tumulto de Amboise fué vencido y deshecho por los guardadores del rey y del castillo, y la sangre de los hugonotes comenzó á correr á torrentes en los campos y en los patíbulos (1560). El príncipe de Condé, gefe secreto (le capitaine muet) de la conjuracion de Amboise, supo sincerarse delante del rey. El de Guisa se empeñaba en establecer la Inquisicion en Francia, mientras Coligny y los demas sobrinos del condestable trabajaban para que la reina Catalina favoreciera á los hugonotes.

Congregados en Orleans los estados generales, á instancias de Coligny y otros notables reunidos en asamblea en Fontainebleau, los Guisas, que contaban con una mayoría católica en los estados y en el reino, prepararon la prision de los dos príncipes Borbones. á saber, el rey de Navarra y Condé: de este último se sabia ya que era el gefe secreto de la conjuracion de Amboise. Ambos fueron arrestados á su entrada en Orleans, y sin duda el tribunal encargado de fallar el proceso de Condé hubiera sentenciado á muerte al descendiente de San Luis, si en este intermedio no hubiera ocurrido la muerte del jóven rey Francisco II. (5 de diciembre, 1560), segun unos de enfermedad,

segun otros de veneno. Esto salvó á los Borbones; el duque de Vendôme, rey de Navarra, fué puesto en libertad; Condé fué trasladado á La Fére, en los estados de su hermano, lo que equivalia á un sobreseimiento. No convenia á la reina Catalina dejar que triunfáran por completo los Guisas.

Bajo Cárlos IX., niño de diez años y medio, que sucedió á su hermano Francisco II. alcanzó su madre Catalina de Médicis todo el influjo que deseaba. Sin ser regente del reino, ejercia de hecho toda la autoridad, que era lo que apetecia. Sin convicciones propias, ni en política ni en religion, ni interesada por los católicos, ni amiga de los protestantes, su sistema era mandar á toda costa sin reparar en los medios; sistema de válvula y de equilibrio, de favorecer y abatir alternativamente los partidos para no dejar prevalecer ninguno y seguir mandando. Uno de sus medios fué rodearse de multitud de bellas damas de honor, hasta el número de ciento cincuenta, cuya influencia amorosa sabia emplear con sagacidad en el sentido que le convenia ("). Asi, el reinado de Cár

(4) «Sus costumbres no eran disolutas, dice un historiador francés, pero su corazon rebosaba aquella corrupcion italiana, que no ceja ante ningun medio con tal que lleve al fin.»-Saint-Prosper Ainé, Hist. de France, Charles IX. -«Catalina era italiana, dice otro historiador francés, hija de una familia de mercaderes... estaba acostumbrada á las tormentas popula

res, á las facciones, á las intrigas, á los envenenamientos, y á las puñaladas.... Era incrédula y supersticiosa como los italianos de su tiempo: en calidad de incrédula, no profesaba ódio alguno á los protestantes, é hízolos asesinar por politica...-Chateaubriand, Estudios históricos, tom. III.-Asi la juzgan los demas.

los IX comenzó por una tregua entre los partidos. El príncipe de Condé se presentó altivamente al consejo del rey en Fontainebleau, y fué declarado inocente. El condestable, los Borbones y Coligny pedian á la reina el destierro de los Guisas: este era un partido estremo á que Catalina no podia acceder. Por último, se forma un triunvirato compuesto del duque de Guisa, del condestable Montmorency y del mariscal de Saint-André (1564). El consejo de Estado acuerda cometer á los obispos el conocimiento del crímen de heregía, y se decretan penas contra los que asistieran al culto protestante. Coligny y sus hermanos recla— man contra este acuerdo, y amenaza una guerra civil, que deja de estallar por la repentina, aunque simulada reconciliacion del duque de Guisa, gefe de los católicos, y el príncipe de Condé, gefe de los hugonotes. Celebran católicos y hereges una especie de duelo teológico en el llamado Coloquio de Poissy, en que pronunciaron largos y enérgicos discursos, el cardenal de Lorena en favor de aquellos, en favor de estos el célebre Teodoro de Beza, pero se separan sin ponerse de acuerdo en un solo punto.

Por mas que la reina Catalina ponia en juego toda su habilidad para sostener el equilibrio entre católicos y protestantes, las pasiones de partido y el fervor religioso prevalecian sobre sus artificios políticos, y llegó el caso de insultarse unos á otros en las iglesias de París en el acto de celebrar los oficios, de inter

rumpirse mútua y violentamente el culto, de venir á las manos dentro de los templos mismos, de asesinarse con rudo furor, de poner en consternacion la capital, de encenderse la guerra en otras poblaciones, y de perecer muchos hugonotes, que eran los menos, en las hogueras y en los suplicios. Temiendo, no obstante, el clero católico francés que la reina madre. de quien ya no se fiaba, se declarára por los hereges, discurrió buscar su apoyo en el rey Felipe II. de España, como el mas celoso y resuelto defensor del catolicismo, á cuyo efecto le envió un embajador, que tuvo la desgracia de ser detenido. Pero ya Felipe se habia anticipado á manifestar á los embajadores de la reina de Francia, su suegra, en Madrid, que estaba resuelto á sacrificar sus haciendas y hasta su vida detener el contagio de la heregía que amenazaba igualmente á Francia y á España. La reina Catalina, sin romper con Felipe, siguió en su sistema de tolerancia con los hereges que le aconsejaba el canciller de l'Hopital, y en 17 de enero de 1562 se dió el primer edicto en favor de los hugonotes, permitiéndoles cierta libertad de culto en los pueblos rurales, edicto que al principio se resistia á registrar el parlamento de París, y contra el cual alzaron el grito los católicos, llamándole escandaloso sacrilegio, al propio tiempo que aumentó la audacia de los hereges.

por

Asi las cosas, el gefe de la rama de los Borbones, Antonio, duque de Vendôme, que habia negociado en

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