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hombres que la guarnecian murieron mil en los vigorosos combates y asaltos que le dieron los franceses durante tres semanas. Rindiéronla estos al fin (22 de abril, 1558), mas no sin grave pérdida, siendo la que mas sintieron la del general Pedro Strozzi, que murió de un tiro de arcabuz. Era el mas esforzado guerrero que tenia entonces la Francia despues del de Guisa, y rey manifestó bien el aprecio en que le tenia y el sentimiento que le causó su muerte, vistiendo él У haciendo que se vistiera la córte de luto.

el

Esta victoria, junto con la que á poco tiempo en el territorio mismo de Flandes alcanzó el mariscal señor de Termes, rindiendo, despues de cinco dias de sitio la ciudad y puerto de Dunkerque, atormentó el ánimo del rey don Felipe, y encendió en ira el pecho del duque de Saboya, en términos que juntando con toda premura una hueste de quince mil infantes y tres mil caballos, cuyo mando dieron al valeroso flamenco conde de Egmont "), ordenáronle que con la mayor celeridad fuese á detener y combatir al de Termes. Encontráronse los dos ejércitos enemigos cerca de Gravelines (2). Egmont acometió con el mayor ímpetu, y Termes le recibió con igual vigor. Indecisa estaba la victoria entre franceses y españoles, cuando una flota de doce naves inglesas que corria la costa de Francia por aquella parte, al ruido de la artillería

(1) El conde de Ayamonte, que (2) Gravelingas, que decian los dicen nuestras antiguas historias. nuestros.

y mosquetería acudió, penetrando por el rio, hasta el lugar de la accion, asestaron sus cañones contra el ala derecha de los franceses, rompiéronla y esparcieron el terror y el espanto en todo su ejército. Aprovechó el de Egmont el primer aturdimiento del enemigo, y de tal manera completó su derrota, que de quince mil hombres que eran, apenas pudieron salvarse trescientos, quedando todos los demas ó prisioneros ó muertos, los unos á manos de los soldados, los otros á las de los campesinos que los perseguian y cazaban. Entre los prisioneros, lo fué el mismo mariscal señor de Termes, con muchos capitanes, nobles y caballeros ilustres. La célebre derrota de Gravelines (13 de julio, 1558) fué para los franceses la segunda parte de la que cerca de un año antes habian sufrido en San Quintin (1).

El desastre de Gravelines obligó al duque de Guisa á acudir, con cuantos refuerzos pudo el rey proporcionarle, á la frontera de Picardía, asi como permitió á Felipe II. y al duque de Saboya reunir tambien todas sus fuerzas y encaminarlas á la misma frontera. Los dos ejércitos, en nú mero de mas de cuarenta mil hombres cada uno, acamparon enfrente y á muy corta distancia (agosto, 1558); el del duque de Saboya cerca de Durlens, el del duque de Guisa inme

(1) De Thou, Hist. Univ. libro XX.-Horeus. Anal. Brabant. -Cabrera, Hist. de Felipe II., libro IV., cap. 21-Leti, Vita di

Filippo, p. I., lib. XIII.-Robertson, Hist. del Emperador, lib. XII. Watson, Hist. de Felipe II., libro II.

diato á Pierre-Pont. Encontrábanse de uno y otro lado los generales mas distinguidos de Felipe y Enrique II., y parecia llegado el momento de decidirse en un dia cuál de los dos monarcas habia de prevalecer y dar la ley á Europa. Mas luego se advirtieron sintomas de que ni unos ni otros tenian gran deseo de entrar en batalla, y la inaccion en que quedaron ambos ejércitos lo dejaba bien traslucir. Era mas: y es que ambos soberanos temian fiar su suerte al éxito eventual de una lid, y ambos en su interior deseaban la paz. Enrique, aunque mas belicoso que Felipe, tenia los ejemplos de San Quintin y de Gravelines demasiado recientes, para que la prudencia no moderára su impetuoso carácter, y para que quisiera aventurarlo todo á la suerte de la guerra, que no se le habia mostrado muy propicia. Y Felipe, de suyo no muy guerrero, deseaba tambien verse desembarazado de aquella lucha y dejar asegurados los Paises Bajos, para volverse á España á atender á los negocios de este reino, único en que, por otra parte, él se encontraba á gusto. En medio de estas disposiciones, de que no dejaban de participar los ministros y generales de ambos, formóse en la córte de Francia una intriga que vino á facilitar la negociacion de paz que interiormente apetecian uno y otro.

Por un resentimiento personal de la duquesa de Valentinois contra el cardenal de Lorena, hermano del duque de Guisa, propúsose aquella señora incli

nar al rey Enrique á la paz, como medio para derribar de la cumbre del favor real á los príncipes de Lorena y sustituir en él al condestable Montmorency, prisionero de Felipe II., designándole al propio tiempo como el mas á próposito para sondear las disposiciones de Felipe respecto á la paz. Parecióle bien al monarca francés el plan de la duquesa, y en su virtud y por comision de los dos procedió el condestable á tratar mañosamente el asunto con el duque de Saboya. No solo halló favorablemente dispuestos á éste y al rey de España, sino que obtuvo de ellos permiso para ir á Francia y certificar de ello á su soberano. Recibió Enrique á su antiguo amigo el condestable con las demostraciones de la mas alta estimacion; con esto y con sus informes la de Valentinois acabó de decidir al rey, y el asunto fué tan adelante que uno y otro soberano nombraron sus plenipotenciarios para tratar formalmente de la paz, conviniendo en que se reunieran para conferenciar en la abadía de Cercamp, y concertándose entretanto un armisticio. Los nombrados por parte del español fueron el duque de Alba, el príncipe de Orange, el obispo de Arras, Ruy Gomez de Silva y el presidente del consejo de Estado de Bruselas; por parte del francés lo fueron el cardenal de Lorena, el mariscal de Saint-André, el obispo de Orange, el secretario de Estado Aubespine y el mismo condestable Montmorency. La Inglaterra tenia tambien sus representantes.

Antes de comenzarse las conferencias recibióse la nueva del fallecimiento de Cárlos V. en Yuste (21 de setiembre, 1558). Este acontecimiento, que hacía mas necesaria la venida de Felipe II. á España, le interesaba tambien mas en la conclusion de la paz, Mas aunque todos la apetecieran, no era tan fácil convenirse en unas condiciones que pudieran conciliar los encontrados intereses de los contratantes. Duraban pues las pláticas, cuando otro suceso viuo á dar nueva faz á la situacion de los negocios, á saber, la muerte de la reina María de Inglaterra (17 de noviembre), y la sucesion de su hermana Isabel en el trono de aquel reino, en ocasion que el conde de Feria, embajador de Felipe II. en Inglaterra, andaba negociando el matrimonio de Isabel con el duque de Saboya. Si para todos variaba la situacion con la muerte de la reina María, mucho mas afectaba y mas especialmente la de su esposo Felipe II. El espíritu del pueblo inglés no le era favorable, é Isabel representaba otros intereses, otra política y hasta otras ideas religiosas. Conocida la nueva reina, aunque jóven, por su sagacidad, su instruccion y su talento, asi como por su gracia y su belleza, ambos monarcas, Enrique y Felipe, procuraron á porfia interesarla en su favor, alegando antiguos méritos, haciéndole el francés las mas vivas protestas de su estimacion para separarla de la alianza con España, y ofreciéndole el español hasta la mano de esposo, comprometiéndoTOMO XIII.

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