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se á obtener del pontífice la competente dispensa.

Oyó Isabel con prudente circunspeccion las proposiciones de ambos reyes; mas cuando se mostraba inclinada á recibir favorablemente, aunque con la conveniente reserva, los ofrecimientos del francés, á fin de ganar un amigo sin perder un aliado, cometió Enrique la indiscrecion de permitir que su nuera la reina de Escocia tomára el título y las armas de Inglaterra. Nada pudo hacer mas á próposito para que Isabel le retirára su naciente confianza, y desde entonces se inclinó abiertamente del lado de Felipe. Y si bien en lo tocante á la estraña proposicion de matrimonio, que no era el ánimo de Isabel realizar, dió una contestacion evasiva, aunque afectuosa ""), ordenó á los plenipotenciarios que nuevamente habia nombrado para las conferencias de Cercamp que obrasen en todo de acuerdo con los de España, sin dejar de darle aviso de cuanto se tratase. Felipe II. por su parte abrazó con ardor los intereses de una reina que asi se conducian con él, y cuyas intenciones y miras en lo concerniente á la religion todavía sin duda no habia penetrado.

Las conferencias se trasladaron de Cercamp á Cateau-Cambresis. Ofrecíanse, como era natural, graves dificultades para llegar á un tratado definitivo que

(1) «Dixo que pensaba estar sin casarse, porque tenia mucho escrúpulo en lo de la dispensa del

papa.» Carta del conde de Feria á Felipe II.

conciliase los derechos de todos, y uno de los puntos mas dificiles de resolver era la cuestion entre Inglaterra y Francia sobre la posesion de Calais recien recobrada por los franceses. Sin entrar en los porme nores de las pretensiones de cada parte en esta negociacion, durante la cual se entibió notablemente el interés de Felipe en favor de la reina Isabel, y perdió sus esperanzas de matrimonio, por la proteccion abierta que aquella comenzó á dar á los protestantes, llegóse despues de muchos debates y exageradas as piraciones en lo relativo á Calais á adoptar un espediente que al menos al pronto pareció conciliatorio. Estipulóse pues (2 de abril, 1559) que Enrique y la Francia continuarian en posesion de aquella plaza y sus dependencias por ocho años; que al espirar este plazo la devolverian á Inglatera, y de no hacerlo pagarian quinientas mil coronas, quedando íntegro el derecho de los ingleses á la ocupacion de Calais, todo con las correspondientes fianzas y rehenes, y con precauciones para el caso en que alguna de las partes moviese antes de aquel tiempo la guerra. Mas á pesar de todo, nadie creia en los contratantes intencion de cumplir el asiento tal como quedaba ajustado (1).

Mucho habia trabajado Montmorency para llevar. á su término el tratado entre España y Francia, que

(1) Rimer, Feder.-Camden, rias de aquella nacion, y las de Anal. de Inglaterra, y otras histo- Francia.

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al fin se concluyó tambien al otro dia (3 de abril) bajo as condiciones siguientes:-Buena y perpétua amisad entre los dos monarcas, sus sucesores y súbditos; mútua libertad de tráfico en ambos reinos, y reposicion á cada uno en sus privilegios y bienes:-Confirmacion de los antiguos tratados y confederaciones, en cuanto fueran compatibles con el presente:-Compromiso recíproco de defender la Santa Iglesia Romana y la jurisdiccion del concilio general:-Que el rey de España devolveria la ciudad de San Quintin, Ham y Chatelet, y el de Francia restituiria Thionville, Ma rienburg y otras plazas que habian pertenecido al español, en el estado que se hallasen y sacando cada uno su artillería:-Hesdin y su territorio se reincorporarian al antiguo patrimonio del rey de España, y se devolveria al mismo el condado de Charolais:-Que lo que uno y otro poseian en el marquesado de Montferrato se devolveria al duque de Mántua; Córcega á los genoveses, y Valenza de Milan al rey de España:-Que Felipe II. casaria con la princesa Isabel, hija de Enrique II. de Francia, no obstante haberse tratado el matrimonio de esta princesa con el príncipe Cárlos, hijo de Felipe:-Que el duque de Saboya tomaria por esposa á Margarita, hermana del rey Enrique:-Que el francés volveria al de Saboya todo lo que le habia ocupado en su pais, á escepcion de algu. nas ciudades que se designaron, hasta que se arregláran ciertas diferencias:-Que la misma paz con to

dos sus artículos serviria para el delfin de Francia y para el príncipe Cárlos de España:-Que en ella serian comprendidos los amigos de los monarcas contratantes y el príncipe de Orange seria completamente repuesto en su principado (").

Tales fueron las condiciones del célebre tratado de paz de Cateau-Cambresis, que parecia restablecer la tranquilidad de Europa y dirimir las sangrienta's contiendas de cerca de medio siglo entre Francia y España. Lleváronlo muy á mal los franceses, miran do como una afrenta y un desdoro nacional la cesion de cerca de doscientas ciudades que su rey poseia en Italia y en los Paises Bajos, á cambio de las tres pequeñas plazas de San Quintin, Ham y Chatelet que se devolvian á su nacion, y quejábanse amargamente de la debilidad de Enrique en haber suscrito una paz que algunos calificaron de la mas miserable y vergonzosa para la Francia que se hubiera visto jamás en el mundo (2). En cambio pocas veces las naciones

(4) Coleccion de Tratados, tomo II.-Recueil des Traités de paix, trèves, etc. Amsterdam, 4700, tom. I.

(2) Amelot de la Houttaie, en sus Observaciones à este tratado, dice: «En fin, se concluyó la paz á principios de abril, pero con condiciones tan desventajosas para la Francia, que no hubiera podido exigir otras Felipe II. si hubiera estado en París. Baste decir, que por tres ciudades que volvió en Picardía, á saber: Ham, el Chatelet y San Quintin, le dió Enrique

498 en Flandes, el Piamonte, Toscana y Córcega. Cosa vergonzosa, y que ha marchitado la memoria de Enrique II. con eterno oprobio. Si el procurador general del Parlamento de París habia protestado en 1529 contra los tratados de Madrid y Cambray, y el canciller Olivier contra el de Crespy, todos los parlamentos de Francia tenian derecho de protestar de nulidad contra la paz de Cateau-Cambresis, que debilitaba mucho mas el reino que lo habia hecho la pérdida de las batallas de San Quin

cristianas, casi todas comprendidas en el tratado, han recibido y celebrado con mas júbilo un concierto que les restituia el sosiego que todas necesitaban y apetecian.

El rey Enrique II. fué el primero que, á pesar de las murmuraciones de sus súbditos, dió el ejemplo de cumplir fielmente los compromisos que por el pacto habia adquirido. El duque Filiberto de Saboya se trasladó inmediatamente á París con numerosa comitiva á celebrar sus bodas con la princesa Margarita; y el rey Felipe II. envió tambien al duque de Alba con espléndido acompañamiento para que se desposase en su nombre con la jóven princesa Isabel. Pareció haberse querido borrar el disgusto de la Francia por este tratado con el brillo de las fiestas que se dispusieron para solemnizar las bodas, que al fin tuvieron un trágico remate. Entre otras diversiones hubo un soberbio torneo, á que asistió toda la córte y en que tomó parte como caballero el rey Enrique II. y rompió con aplauso general dos lanzas. Restábale la tercera, para la cual tuvo la fatal inspiracion de excitar al conde Montgomery, su capitan de guardias, á justar con él. Resistíase el conde, como por otra inspiracion mas feliz, pero instado con empeño por su soberano salió con él á la liza. Arremetiéronse los dos combatientes, con tan mala suerte para el rey, que pene

tin y Gravelines, puesto que la Francia perdia en un dia lo que habia ganado en treinta años.>>

Recueil des Traités de paix, tomo I., pág. 33.

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