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y veinte mil hombres de guerra, sin contar los aventureros y entretenidos.

Luego que arribó á la Goleta, sacó de alli dos mil quinientos veteranos españoles, «que hacian temblar la tierra con sus mosquetes,» 'dice un historiador, y poniendo en su lugar otros tantos bisoños, se encaminó á Tunez. No habia necesitado don Juan de tanto aparato, porque halló abiertas las puertas de la ciudad, y el alcaide de la Alcazaba, que dijo la tenia á nombre de Muley Hamet, le hizo entrega de ella. Halló don Juan en Tunez cuarenta y cuatro buenas piezas de artillería, con gran cantidad de municiones y de vituallas. No permitió que se hiciera esclavos á los habitantes; por el contrario, ofreciendo seguro, no solo á los que habian quedado en la ciudad, sino á los que habian huido de ella, muchos volvieron á darle obediencia en nombre del rey de España. Determinó don Juan se construyera un fuerte capaz de contener ocho mil hombres junto al Estanque, que protegiera á la Goleta, cuya obra encomendó al entendido Gabrio Cervelloni, con título de gobernador y capitan general. Dejó de guarnicion los ocho mil hombres, entre españoles é italianos, á cargo del maestre de campo Andrés de Salazar, y la isla al de don Pedro Zanoguera. Si es cierto que los secretarios Soto y Escobedo opinaban que, don Juan podia y aun debia alzarse por rey de Tunez, lo es tambien que él se contentó con arrancarle á la tiranía de

Uluch Alí, poniendo en su lugar á Muley Hamet, á quien encargó gobernara los moros en paz y justicia.

Para asegurar mas á Tunez, pasó á ocupar á Biserta, qué se le entregó de su voluntad. Los turcos que la presidiaban fueron muertos por los mismos moros, y el general español puso por gobernador al mismo caudillo de estos, bien que con la precaucion de dejar en el castillo á don Francisco Dávila con trescientos soldados. Volvióse con esto á la Goleta (17 de octubre), donde cometió el error, estraño en el talento de don Juan (que de haber sido error veremos la prueba mas adelante), de dejar en el gobierno de aquella importante fortaleza á don Pedro Portocarrero. Logrado tan rápidamente y en' tan breves dias el objeto de su espedicion, reembarcóse el jóven príncipe para Italia (24 de octubre), llegó á Palermo y de alli pasó á invernar á Nápoles, «donde la gentileza de la tierra y de las damas, dice un historiador español, agradaba á su edad (4),»

Tales fueron los resultados de la famosa Liga de 1570 contra el turco, solicitada por Venecia y rota

(1) Cabrera, Hist. de Felipe II. libro X., c. 44.-Relazione di Tunis é Biserte, MS. de Rangoni.

Trajo consigo don Juan de Austria á Muley Hamid, el hijo de aquel Muley Hazem, á quien Cárlos V. habia restablecido en el trono de Tunez. El malvado Hamid, que habia hecho sacar los ojos su padre, y pagado con ingratitud los servicios del emperador, ne

gándose á satisfacer el tributo estipulado, vino ahora á implorar de don Juan su restablecimiento en la soberanía de Tunez, pero sus súplicas fueron tan inútiles como merecian serlo. Don Juan dió el vireinato á su hermano Muley Hamet, y á él le trajo consigo à Itaália, para que no perturbara á su hermano.

por aquella república. Tales los de la memorable batalla naval de Lepanto, tan gloriosa para los coligados, y señaladamente para don Juan de Austria. El fruto que de ella se recogió no fué ni el que se debió ni el que se pudo. Las causas ya las hemos manifestado. Sin embargo, estamos lejos de creer que hubieran podido los aliados ir derechos á Constantinopla, como entonces deseaba el pontífice y despues han creido algunos historiadores. Otro tanto distamos de los que afirman que la victoria fué enteramente infructuosa. Lo cierto es que el historiador del imperio otomano, algunas veces citado por nosotros, despues del capítulo que dedica á la guerra de Chipre, á la liga y á la batalla, comienza el siguiente con este epígrafe. «Época de la decadencia del poder otomano.»

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APÉNDICES.

I.

COPIA DE UNA CARTA ORIGINAL DEL SECRETARIO ESTEVAN PRATS, SOBRE LOS MEDIOS DE QUE S. M. DEBERIA VALERSE PARA ATAJAR LA REBELION DE LOS PAISES BAJOS.

(Archivo general de Simancas, Estado, leg. 549, fól. 404.)

S. C. R. M.

Como quizá por otras mis cartas y relaciones que de cuatro meses á esta parte entre otras he embiado, asi al Consejero Hoperus como al Secretario Zayas, V. M. habrá podido entender por menudo las ocurrencias y miserable estado de los negocios públicos de este su pobre pais, el cual va cada dia en mayor ruina y perdicion por las causas y razones por mí estensamente deducidas á las dichas relaciones, á las cuales me refiero por haber tocado en ellas á mi parecer todo lo que entonces se ofrecia y podia representar á V. M., asi para la inteligencia del dicho estado como para el remedio de la calamidad presente: Todabia por la natural obligacion que tengo á su Real Servicio, y por continuar en mi oficio que he hecho desde mi mocedad, señaladamente de lo de acá y Alemania, siguiendo la córte y ejércitos del Emperador nuestro Señor que Santa gloria haya, siendo aun V. M. Príncipe, y habiendo quedado por Gobernador general en esos

sus reynos, y esto por la relacion que siempre le hizo de mis cartas el Secretario Gonzalo Perez (que Dios perdone), so humilísima correccion de V. M. diré aquí, que ningun otro remedio veo ni se juzga haber para atajar la rebelion, revueltas é incendio de este su pobre pais, sino sola la Real Clemencia de V. M., usando de ella como Principe Clementísimo con todo el pueblo generalmente, asi por las ofensas y revueltas de los años pasados, como por la última rebelion, ó por mejor decir insania de este año, esceptuando empero de la gracia de V. M., como se hizo en el perdon de Napoles y Gante, todos los autores y principales promotores de las dichas revueltas y rebeliones, y con la clausula espresa que de aqui adelante todos vivan católicamente y en conformidad de los placartes y ordenanzas de V. M. Tambien hay algunos caballeros que firmaron la requesta de los confederados, los cuales se retiraron luego de su compañía, protestando no haberla firmado en perjuicio ni ofensa de la Religion Católica ni de V. M., y se han estado hasta hoy quietamente en Lieja y otras partes católicas fuera de la jurisdiccion de V. M. por obediencia, y han sufrido y sufren con mucha paciencia gran pobreza y cafamidad con sus mugeres é hijos, teniendo esperanza que un dia V. M. por su inmensa clemencia les ha de perdonar; á estos tales por ser personas de cualidad, respeto y servicio, no habiendo tomado jamas las armas ni adherido á fos reveldes, siendo de ello V. M. servido, se podria impartir la dicha gracia con mandarlos restituir las haciendas, y lo mismo á la generalidad desterrada, asegurándome yo que la mayor parte de ellos se quietarian y serían adelante muy buenos y leales vasallos como lo eran antes; y en lo que toca á la religion, si no se conformasen con los placartes, se podrian mandar castigar rigurosamente conforme á ellos; y cuanto à la restitucion de las haciendas en general, es cierto que las mas de ellas estan cargadas ó deben lo que valen ó poco menos, y hay un mundo de acreedores y sobre ellos los cuales han padescido y padescen, aguardando ser despachados, y con todo esto lo que agora el fisco goza y se aprovecha es poco ó nada, descontados los salarios y otras costas que se hacen con los recibidores.

Pensar que por otra via se podrá llegar al cabo de quietar y sosegar este pueblo, y principalmente los rebeldes y levantados en tan gran número y poder por mar y por tierra en deservicio de Dios y V. M. y ruina del pais, no se ha de creer ni V. M. se lo deje persuadir, asi por la mala vecindad que hay de todas partes como por la multitud de navíos armados que tienen los dichos rebeldes, con toda la artillería, municiones, pilotos y marineros

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