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llegó el general Concha; y otro cualquiera que no hubiese tenido la prudencia del marqués de la Pezuela, hubiera castigado á los que tendian á socavar la tranquilidad pública. Motivos sobrados tuvo para deportar á los que, so pretesto de obsequiar á una autoridad futura, ofendian villanamente á la que ejercía todavía el mando; á los que hablaban en cafés y plazas un lenguaje que podia traer funestas consecuencias; pero el noble Marqués se concretó á conservar el órden, y á recomendar á las corporaciones y personas mas influyentes, que le secundasen en esta parte. Quiso salir de la isla sin haber hecho derramar una sola lágrima, ni aun á los que lo merecian. Despreció los chismes, que no fuéron pocos, y perdonó á los que no sabian lo que hacian. Nos complacemos en creer que los autores de los festejos no calcularon las funestas consecuencias de la costumbre que iban á introducir, si bien es de esperarse que los sucesores del ge neral Concha no la consientan, como es muy probable que el amor propio de este no permitiria los preparativos que toleró, y aun autorizó, el marqués de la Pezuela, por un esceso de delicadeza.

ENTRADA DEL GENERAL CONCHA EN LA HABANA.

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A las diez de la mañana del 21 de setiembre, el telégrafo del Morro hizo la señal de vapor de guerra á la vista, por barlovento, y á las doce entraba en el puerto el Francisco de Asís, en que venia el general Concha y su comitiva. Hubo vivas en la Punta, en la Cortina de Valdés y en el muelle. Apenas fondeó el vapor, pasaron

á felicitar á S. E. la comision de festejos y varias otras personas. A las tres de la tarde saltó en tierra, y pasó á la sala capitular á tomar posesion del mando. El que sin antecedentes hubiese visto en el tránsito del muelle al Consistorio á los dos generales, hubiera creido que el arco de triunfo de la plaza de Armas se habia levantado al general Pezuela.

Al tiempo de entregar este el mando, ó á lo ménos muy pocos minutos despues, ya circulaba por la Habana el Alcance á la Prensa de aquel dia, en que se insultaba villanamente al Gobernador saliente, y se adulaba con bajeza al entrante (1). Para que se toque toda la rastrería del redactor de este periódico, copiarémos algunos párrafos que insertó en 26 de abril, y los mas notables del Alcance citado.

En el artículo de fondo del 26 de abril, con motivo de la amnistía, se leía: Esta hermosa provincia es pañola torna á ser el país mas feliz del mundo......

Despues de la generosidad régia, debia llegar la generosidad del caballero. Al perdon sin límites de la Reina adorada, debia seguir la ilimitada confianza de quien la representa dignamente en Cuba.» Y poco ántes habia calificado de hermosas las palabras del Capitan general, que tantas bendiciones y tantas lágrimas de regocijo habian arrancado». (Véase el documento número 23.)

En el Alcance se leía: «La Habana, la isla entera, respiran, al fin.... La plancha de plomo que nos aho(1) Documento núm. 34.

gaba ha desaparecido; á lo que todos aborrecian, viene á suceder lo que todos aman. Nunca, como en este gran dia, se ha revelado todo lo que es el pueblo de la Habana, de sensato y de benigno, aun en los momentos embriagadores de su esplosion.... El general Concha ha vuelto á la Habana para el bien, para la felicidad de la isla , para arrancarnos á todos de la desgraciada situacion de hierro que pesaba sobre nosotros. »

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¿Se puede dar nada mas subversivo ni mas indecente? Jamás la prensa de la isla de Cuba habia tratado tan villanamente, no digo á un capitan general, al último de los funcionarios públicos. Por otra parte ¡qué de inconsecuencias! El país que en abril tornaba á ser el mas feliz del mundo, se hallaba en setiembre ahogado por una plancha de plomo; pesaba sobre él una situacion de hierro, y yacía habia mucho tiempo en la postracion, con una inquietud general. El caballero que representaba dignamente á la Reina adorada, y cuyas hermosas palabras habian arrancado tantas bendiciones y lágrimas de regocijo en abril, era en setiembre aborrecido de todos, habia exasperado los ánimos; y era una prueba de sensatez y benignidad limitarse á insultarle en los momentos de esplosion. Mas prescindamos de las inconsecuencias y bajezas de un hombre oscuro, que de medidor de cintas quiso pasar á medidor de versos, y considerémos el Alcance en sí. ¿Puede darse un escrito mas inconveniente? ¿Pueden prodigarse mayores insultos á una autoridad que acaba de dejar un mando, que, en el concepto de su Reina, habia desempeñado con celo y

lealtad? Jamás en la isla de Cuba se habia publicado nada contra las autoridades que, para el caso de haber faltado á sus deberes, quedan sujetas à un juicio de residencia.

El autor del Alcance conocia toda la gravedad de las injurias que villanamante infería, y por eso hizo que se tirasen dos ediciones, suprimiendo en la segunda, destinada á las autoridades, los párrafos mas ofensivos. Sin embargo, este necio ardid, que no es otra cosa que una confesion del delito, no fué bastante para que no llegase á conocimiento del censor un ejemplar de la pri mera edicion. Creyendo este funcionario que su auxiliar podia haber padecido algun descuido, le pidió informes, y este se los dió en los términos que pueden verse en el documento núm. 35.

En su vista, el Censor régio pasó al capitan general la comunicacion núm. 36. S. E. creyó conveniente oir el voto consultivo del Real Acuerdo, y se lo pidió sobre los dos estremos que contiene la comunicacion núm. 57, El Real Acuerdo, á pesar del luminoso informe del señor Fiscal (documento núm. 38), consultó lo que puede verse en el núm. 39.

Como en el concepto de S. A., la legislacion recopilada de Castilla y aun la de Indias, era insuficiente para resolver el caso consultado» (1), no fué posible castigar al autor del subversivo Alcance, ni recoger los

(1) Parece increible que ocho magistrados espertos hayan podido sentar que en nuestros códigos no hay leyes para resolver si «la publicacion de un escrito no censurado ó no ajustado à la censura (entiéndase donde la hay), en que se ataca a la autoridad, ó se escita á la sedición ó á la rebe

ejemplares, y se le impuso una multa igual á la que se le hubiera impuesto, si hubiese publicado el Confiteor sin prévia censura. Es verdad que dos años antes se habia ́ajusticiado en la Habana misma á un tal Facciolo, por habérsele encontrado tirando una proclama subversiva ; pero eran otros los tiempos y otras las autoridades, aunque las leyes fuesen las mismas.

Escarmentado el redactor de La Prensa con tanta severidad, continuó prodigando insultos al general Pezuela, y al ayuntamiento de la Habana, que habia atestado lo que consta en el documento núm. 40. Y para evitar tamaños abusos en lo sucesivo, se suprimió el Censor régio, pasó la censura á la Secretaría política, y se se'paró al Sr. Fiscal, que habia creido ver un delito grave en lo que no era mas que una falta de cajistas, debida á las circunstancias». Sin embargo, como Jesucristo habia dicho Con la vara que midieres serás medido», creyó conveniente el general Concha ordenar en 28 de setiembre, que la impresion y circulacion de escritos desechados en todo ó en parte por el Censor, ó no censurados, y en los cuales se ataque el principio de autoridad ó se atente contra el órden público, serán considerados y castigados como delitos de infidencia (documento núm. 41). Es decir, que hasta aquella fecha ha-bian podido imprimirse y circularse impunemente los es

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lion, deja de ser una falta de imprenta y constituye un delito comun, ♪ á quién corresponde el conocimiento de la causa». ¿No hay por ventura leyes que hablan de libelos infamatorios, de escritos subversivos? ¿No es una circunstancia agravante la de haberse valido de la prensa para injuriar, para turbar el órden?

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