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á las Indias Occidentales (1626). Con noticia de estos armamentos no se omitió tampoco diligencia por parte de España para guardar nuestras costas, y fabricában-se con actividad navíos en nuestros astilleros. Hacían. se tambien preparativos por parte de Austria, y Riperdá halagaba al rey Felipe con la idea de que unidas España y el Imperio podrian dictar leyes á Europa. Creció la confianza de estas dos córtes por la circunstancia de haber logrado atraerse la de Rusia, con que se aumentaba su predominio en los Estados del Imperio germánico. Pero en cambio el comun peligro estrechó mas los vínculos que unian ya á Francia é Inglaterra, que tambien atrajeron á sí otros pequeños estados que se contemplaban amenazados por aquellas dos potencias, y por último consiguieron la adhesion de Prusia, de que resultó la alianza de Hannover entre Inglaterra, Francia y Prusia, que habia de servir de contrapeso á la de Viena. Asi se dividió otra vez la Europa á consecuencia de los célebres tratados de Viena de 1725 (4).

Entretanto el negociador de ellos salió de la córte de Austria, dejando encargado de los negocios á su hijo mayor Luis, jóven de diez y nueve años, y víno

(1) Relacion de las negociaciones celebradas entre Inglaterra y España desde el tratado de Viena hasta diciembre de 1727.-Memorias de Walpole.-Cartas de Stanhope á lord Townshend. Rousset, t. II.-Belando, Historia

civil, p. IV., c. 70.-Vida de Riperdá.-Campo-Raso, Memorias políticas y militares para servir de continuacion á los Comentarios del marqués de San Felipe, discurso preliminar.

se á la ligera á Madrid picado del deseo de gozar de los honores de sus triunfos diplomáticos, y de las recompensas que por fruto de ellos le aguardaban. Vano y jactancioso de suyo, á su paso por Barcelona hizo alarde entre los catalanes de sus confianzas con el emperador, del poderoso ejército que éste tenia dispuesto para entrar en campaña, de la facilidad de doblar en muy poco tiempo la cifra de sus soldados, prontos todos para ayudar al rey de España á la recuperacion de Gibraltar y al restablecimiento de Jacobo III. en el trono de Inglaterra, y les habló de su grande influjo, y de que no habria reconciliacion mientras él le conservara. Con esto prosiguió su viage á Madrid, y se presentó á los reyes (11 de diciembre, 1726) sin guardar fórmula alguna de etiqueta, y en el trage mismo de camino, con la confianza de quien acababa de hacer un gran servicio al reino, y como quien tenia derecho á que se agradeciera su presentacion en cualquiera forma. No se engañó el famoso aventurero en sus esperanzas: los reyes le recibieron con especial benevolencia y agasajo, mostrándosele sumamente agradecidos por los tratados de Viena, y muy poco después le fué conferida la secretaría de Estado, en la parte relativa á los negocios estrangeros que servia el marqués de Grimaldo. Diósele habitacion para él y para su muger en el palacio real, con entrada en el cuarto del rey á qualquier hora que quisiere, y se mandó á todos los demas secretarios y á

los Consejos que le comunicáran y franqueáran los papeles que les pidiera, y en una palabra, tuvo toda la autoridad de un primer ministro, que era lo que habia ambicionado hacía mucho tiempo (1).

(4) En trage de correo, dice Campo Raso que se presentó á los reyes, sin hacer caso del marqués de Grimaldo que salia cuando él

entraba. La conferencia, añade, fue dilatada, y se dieron en ella grandes elogios al autor del tratado de Viena.

CAPITULO XVI.

GOBIERNO Y CAIDA DE RIPERDÁ.

1726.

Pomposos proyectos de reformas.-Dificultades de ejecucion.-Compromisos con el embajador austriaco.-Disgusto público.-Jactanciosos dichos del ministro.-Apuro en que le ponen los embajadores inglés y holandés.-Imprudencia y ligereza notable de Riperdá. -Descúbreles el tratado secreto con el imperio.-Graves consecuencias de esta indiscreciou.-Locos proyectos que concibe.-Cỏmo se preparó su caida.-Busca un asilo en la embajada inglesa.Prision ruidosa de Riperdá.-Restablecimiento del anterior gobierno.-Juicio de aquel personage.

Creeríamos hacer un bien á la humanidad, si pudiéramos trasmitir á otros la desconfianza que, fundados en la esperiencia y en la historia, hemos tenido siempre de los hombres jactanciosos y pródigos de promesas, dados á alucinar con pomposos y brillantes proyectos que acaso en la embriaguez de su presuncion llegan de buena fé á representarse fáciles, siendo ellos mismos los primeros ilusos y engañados; y esto asi en los negocios comunes de la vida como en los que afectan los altos intereses de los Estados. La

ligereza suele ser compañera inseparable de la arrogancia: comunmente viene pronto el desengaño, que es tan cruel como ha sido la confianza repentina y ciega: y como nada mortifica mas al hombre que una gran burla hecha á su buena fé y á su credulidad, resulta que la caida de los grandes embaucadores lle va siempre consigo tanta odiosidad como fué el amor, y tanto desprecio como fué el aplauso.

Ejemplo señalado de esto fué el famoso baron, despues duque de Riperdá. Tan luego como este célebre aventurero, á quien la España llegó á mirar como un hermoso planeta de benéfico influjo aparecido como por encanto en su horizonte político, se vió elevado al poder que tanto habia ambicionado, quiso persuadir á los reyes y al pueblo de que iba á reformar de una manera maravillosa todos los ramos de la administracion pública, corrigiendo todos los vicios de los anteriores sistemas, y sacando la nacion del abatimiento en que la habian puesto la ignorancia y la torpeza de los ministros sus antecesores y la envidia de las potencias con que antes habia estado aliada, y á ponerla en situacion de dar, como en otro tiempo, leyes á Europa. Mas no tardó el presuntuoso holandés (que en verdad no tenia ni el genio ni la capacidad de Alberoni, á quien en muchos de sus planes se propuso imitar) en ver las dificultades insuperables con que tropezaban sus proyectos; y que apurado el tesoro con las contínuas guerras, agobiado el pueblo de tributos,

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