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CAPITULO XVII.

SEGUNDO SITIO DE GIBRALTAR.

ACTA DEL PARDO.

De 1726 & 1728.

Consecuencias de los trata los de Viena.-Nuevas alianzas.-Escuadras inglesas en las Indias y en las costas de España.-Sérias contestaciones entre las córtes de Londres y Madrid.-Novedades en el gobierno español.-Caida del marqués de Grimaldo.-Separacion del confesor del rey.-Plan de separar á Francia de Inglaterra.— El cardenal Fleury.-El abad de Montgon.-Proyectos de España sobre Gibraltar.-Ruidosa presa de un navío inglés en las Indias.— Sitio de Gibraltar.-Quejas de los generales.-Terquedad del conde de las Torres.-Sentimientos de las potencias en favor de la paz.-Interés en la conservacion del equilibrio europeo.-Negocíaciones para evitar la guerra general.-Preliminares para la paz.Firmanse en Viena y en París.-Dificultades por parte de España. -Conferencias diplomáticas.-Son admitidos los preliminares.Muerte de Jorge I. de Inglaterra, y coronacion de Jorge II.-Repugnancia del gobierno español á ratificar los preliminares.-Nuevas negociaciones.-Firmase la ratificaciou.-Acta del Pardo.-Levántase el bloquéo de Gibraltar.

Parece cosa estraña, y sin embargo sucedió así, que despues de haber llevado el duque de Riperdá el merecido castigo de sus ligerezas y de sus locuras, y

que siendo los tratados de Viena, obra de aquel ministro, la causa de volverse enemigas de España las potencias que por tantos años habian sido sus aliadas, auxiliares y amigas, quedára despues de la caida de Riperdá prevaleciendo en la córte de Madrid la influencia y la política alemana. Que el embajador imperial adquiriera cada dia mayor ascendiente é influjo: que se impusieran á los pueblos nuevos sacrificios y se negociára un empréstito de millones de duros, para enviar á Viena el dinero que no cesaba de pedir, y de que nunca se mostraba satisfecha la codicia del Austria: que se recelára de los ministros que conservaban algunas afecciones á Francia ó á Inglaterra, y que se les cercenára la autoridad para robustecer la del que se habia mostrado mas adicto al Imperio.

Y es mas de notar todavía, que en el reinado del primer Borbon, de este príncipe cuyo advenimiento al trono de España habia costado cerca de veinte y cinco años de contínua oposicion y de casi contínua guerra por parte del Imperio, se vieran el Imperio y la España unidos con estrechos lazos de amistad, y con tal empeño que uno y otro monarca estuvieran resueltos á arrostrar las consecuencias del enojo de todas las demas potencias que pudieran adherirse á la liga de Hannover, y á consentir, antes que romper la union, en que la Europa se dividiera otra vez en dos grandes bandos con peligro de producir una conflagracion general. Tanto podia en la reina Isabel Farnesio su pensamienΤΟΜΟ ΧΙΧ.

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to predilecto de la colocacion de sus hijos, y tanto la habian deslumbrado las magníficas esperanzas que de la córte de Viena la habian hecho concebir!

Aunque todas las potencias afectaban querer conservar la paz, todas procuraban fortalecerse con nuevas alianzas para el caso de un rompimiento, y en todas partes no se hablaba sino de negociaciones entabla. das á este fin. La república de Holanda se resolvió á adherirse al tratado de Hannover, no obstante los esfuerzos que para impedirlo hizo con no poca habilidad el marqués de San Felipe, aunque él no vió la adhesion, por haberle sorprendido la muerte antes que aquella se realizára. Agitábanse tambien las potencias del Norte segun que convenia á sus respectivos intereses. Convínole á Dinamarca ponerse del lado de los confederados de Hannover, y en cambio el emperador de Austria logró que la emperatriz Catalina de Rusia viniera á reforzar la union de las córtes de Madrid У Viena. Hicieron lo mismo el rey de Polonia, y algunos príncipes alemanes. Y mientras la Francia se prevenia aumentando su ejército en veinte y cinco mil hombres, y ordenando se levantáran hasta sesenta mil de milicias, el rey Jorge de Inglaterra, so pretesto de sospechar que unos navíos rusos que habian arribado á Cádiz, y que parece no traian mas objeto que el de quitar á los ingleses las ganancias que hacian con el comercio entre ambos paises, viniesen en son

de guerra, por lo menos de amenaza contra su reino, apresuróse á equipar y armar sus escuadras, de las cuales envió una á las Indias, otra al Báltico, y otra á cruzar las costas de España (julio, 1726). Con cuyo motivo ya no se pensó en hacer mas embarcos en Galicia, y se mandó retirar las tropas. Noticioso Felipe del arribo del almirante Jenning con su escuadra á la vista de Santander y de la costa de Vizcaya, aunque sin demostrar enemistad, hizo que el marqués de la Paz inquiriese del embajador inglés la intencion con que su soberano habia enviado, no solo aquella flota, sino la que habia ido á las Indias Occidentales, y que insistiese en obtener una respuesta categó– rica y clara. Stanhope contestó que lo ignoraba, pero que lo preguntaria por despacho espreso á Londres.

La respuesta de aquella córte fué, que se admiraba de que el monarca español tuviera por cosa estraña la aparicion de naves de una nacion amiga, mucho mas cuando el almirante habia declarado á los gobernadores españoles que no venia con intencion hostíl, sino como amigo y con instrucciones pacíficas. Que por otra parte, aquellos preparativos navales eran una cosa muy natural, vista la actitud que habian tomado algunas potencias, los armamentos hechos en varios puertos de España y los movimientos de tropas hácia la costa, las esperanzas de que públicamente hacian alarde los emisarios del pretendiente, algunos de ellos muy

favorecidos en Madrid ("), el buen recibimiento que se habia hecho en Cádiz y Santander á los navíos rusos, y por último, el convenio secreto entre las córtes de Madrid y Viena, en uno de cuyos artículos se obligaban á hacer restituir á España la plaza de Gibraltar, que el rey británico, decia, poseia con legítimo derecho; en vista de lo cual sus mismos vasallos se quejarian con razon si vieran que no adoptaba las medidas propias para su defensa y para seguridad de sus reinos. Y concluia pidiendo satisfaccion sobre el modo con que se habia estraido el duque de Riperdá de la casa del embajador.

A esta carta respondió el ministro Orendain, marqués de la Paz (30 de setiembre, 1726), contestando á todos los cargos, ó sean motivos de sospecha que por parte de Inglaterra se alegaban, incluyendo además copia de las noticias que acababan de recibirse de las Indias Occidentales sobre la conducta sospechosa y alarmante que estaba observando la escuadra inglesa mandada por el almirante Hossier al frente de PortoBelo, y que habia precisado á internar los caudales que se iban á embarcar para España, siendo asi que el comercio de aquellas Indias estaba espresamente prohibido á todas las naciones. Difusamente replicó á esta nota el embajador británico (25 de noviembre), repitiendo y esforzando los cargos anteriormente hechos al

(4) Aludia á los obsequios he- Wharton.

chos á los duques de Ormond y de

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