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veces habia prometido, estaba ocasionando padecimientos y bajas en el ejército por temporales y enfermedades, y presentaba síntomas de ser tan desgraciado y tan inútil como el de 1705, especialmente despues de haber logrado penetrar en la plaza fuertes socorros de Inglaterra. Quejábanse ya los generales al ministro de la Guerra, marqués de Castelar, del estado infeliz en que se hallaban las tropas, y de la obcecacion del conde de las Torres en persistir en una empresa que no habia de dar otro fruto que sacrificios inútiles, como entonces los gefes se habian quejado de la temeridad del marqués de Villadarias. Pero ahora el de las Torres, como entonces el de Villadarias, no cesaba de dar al rey lisonjeras seguridades de un pronto triunfo y de un feliz éxito. Entre otros quiméricos proyectos que concibió aquel general fué uno el de minar el famoso peñon para hacerle saltar y que sepultára la poblacion bajo sus ruinas, «último recurso, dice un escritor español de aquel tiempo, de la imaginacion guerrera del conde de las Torres, y que no sirvió sino para renovarnos la memoria de la Caverna de Montesinos.» Asi es que los ingleses, conocedores de lo absurdo de semejante designio, dejaban trabajar en la mina sin inquietarse por ello.

La guerra comenzada entre Inglaterra y España con el sitio de Gibraltar amenazaba estenderse á toda Europa, y envolver á todas las potencias, compro

metidas unas por la alianza de Viena, otras por la de Hannover. En el Norte, en el Centro y en el Mediodía se habian hecho aprestos bélicos imponentes; y sin embargo, en el fondo los príncipes y estados que no tenian un interés directo en las pretensiones del emperador y del rey de España temian una guerra que podia producir una general devastacion y deseaban la paz. Ya hemos indicado con cuánto interés habian trabajado por evitar la guerra los legados de Su Santidad en las córtes de Viena, de París y de Madrid. Lo que importaba á la Holanda era la abolicion de la Compañía de Ostende por perjudicial á su comercio, pero ni ella ni otras potencias favorecian con mucho gusto una guerra contra la casa de Austria que pudiera destruir el equilibrio europeo, y entre los hombres de estado de la misma Inglaterra predominaba este pensamiento del equilibrio de Europa; tanto que al diplomático Horacio Walpole por su apego á esta idea le daban el apodo de el Doctor Equilibrio ""). Al fin el rey de Francia, ó mas bien su primer ministro el cardenal de Fleury, que deseaba mantenerse en el puesto que ocupaba, se decidió á ofrecer su mediacion al emperador, y el duque de Richelieu, embajador de Francia en Viena, hizo las primeras indicaciones, que fueron acogidas aun mejor de lo que se esperaba; y es que Cárlos VI. veia ya con disgusto

(1) Historia de Inglaterra: Reinado de Jorge I.

los compromisos en que le envolvia el empeño en sostener la Compañía de Ostende, y la ninguna esperanza de vencer en este punto la inflexibilidad de las potencias marítimas. Una vez iniciadas las conferencias, tratóse ya el punto con los embajadores de las demas naciones, y despues de presentarse varios proyectos, y despues de las impugnaciones, de los debates y de las modificaciones que son casi indispensables en tales casos, conviniéronse al fin ciertos artículos preliminares que el emperador aceptó (21 de mayo, 1727), y que llevados á París fueron firmados á los pocos dias (31 de mayo), acordándose celebrar para el tratado definitivo un Congreso, para el cual se señaló primeramente la ciudad, de Aquisgran, despues la de Cambray, y por último la de Soissons.

Estos preliminares, que firmaron el baron de Fonseca, el conde Morville, Horacio Walpole y Guillermo Borrel, ministros de Austria, Francia, Inglaterra y Holanda, contenian por principales bases, que cesarian inmediatamente las hostilidades, que se suspenderia por siete años la Compañía de Ostende, y que el Congreso de la paz se reuniria en el término de cuatro meses (1). Hubo alguna dificultad en la córte de Madrid, donde sorprendió la noticia de este suceso. Celebráronse algunas reuniones de embajadores y ministros, pero al fin el rey, que se hallaba en aquellos

(1) Eran doce articulos: Belan- Civil inserta el texto latino. do en la parte IV. de su Historia

dias enfermo, cedió en obsequio de la paz, y dió su aprobacion á los preliminares (19 de junio), pasando inmediatamente las órdenes oportunas á Gibraltar para que se suspendiesen las hostilidades, como asi se ejecutó por medio de un convenio entre el gobernador de la plaza y el conde de las Torres. De esta manera concluyó el segundo sitio de Gibraltar, tan ruidoso y casi tan funesto como el primero, pues al cabo de cerca de cinco meses la tropa padeció en estremo, la artillería quedó inservible, y el conde de las Torres no dió mas ventajoso resultado de su imprudente empresa que el que habia dado en otro tiempo el marqués de Villadarias (1).

No alcanzó el rey Jorge I. de Inglaterra á disfrutar del resultado de esta negociacion, por la cual recibia muchos plácemes, pues habiendo partido, luego de firmados los preliminares, á sus estados de Alemania, sorprendióle la muerte en Osnabrug (22 de junio, 1727), en la misma morada, dicen, en que habia nacido en 1660. A los cuatro dias de su fallecimiento fué proclamado en Londres rey de la Gran Bretaña su hijo con el nombre de Jorge II.

La circunstancia de haber dado felizmente á luz la reina de España otro infante (25 de julio, 1727), á quien se puso por nombre Luis, pareció buena oca. sion al rey de Francia, cuya salud se iba mejoran

(4) Belando, Historia Civil, Memorias militares y políticas, ad p. IV., c. 81 á 83.-Campo-Raso,

ann.

do y

robusteciendo visiblemente contra todos los cálculos, para dirigir una carta de parabien al rey de España su tio. Recibió y leyó Felipe con particular complacencia esta carta, y declaró públicamente quedar hecha la reconciliacion. En su virtud, y no siendo ya necesaria la presencia del abad de Montgon en París, fué otra vez llamado á España, donde vino al cabo de algun tiempo, quedando muy satisfechos los reyes, dice un escritor español contemporáneo, de la habilidad con que supo manejarse en la delicada comision que le habian confiado, y tan agradecidos que le hubieran, añade, elevado al ministerio á no haberse opuesto á ello decididamente sus émulos y enemigos en España, y en union con ellos el cardenal de Fleury, que conocia y temia su sagacidad y talento (1).

(1) Este juicio del autor de las Memorias Políticas y Militares para servir de continuacion á los Comentarios del marqués de San Felipe, acerca del desempeño y conducta del abad de Montgon en la comision que llevó á Francia, está, como el lector habrá observado, en abierta contradiccion con lo que de él nos ha dicho antes el historiador inglés del reinado de los Borbones en España, que nos le ha representado ligero, crédulo, indiscreto y torpe en el desempeño de su cometido. ¿Cuál de ellos le habrá juzgado con mas acierto y verdad? El inglés Coxe se conoce haber fundado su juicio sobre las Memorias de Walpole, embajador de su nacion en París, cuya influencia y cuyos planes pre

cisamente iba encargado de com-
batir el abate francés, y por lo mis-
mo no es maravilla tratára sin in-
dulgencia á quien llevaba el plan
de separar la Francia de la amis-
tad de Inglaterra, y de reconciliar
al monarca francés con el español,
como al fin se consiguió. El espa-
ñol Campo-Raso no tenia estos mo-
tivos de prevencion contra el ne-
gociador eclesiástico, y por otra
parte acredita estar muy à fondo
informado de la marcha de to-
dos los negocios y accidentes po-
líticos de su tiempo.

Lo cierto fué que el abad de
Montgon tuvo muchos enemigos
en Francia y en España, los cuales
lograron entibiar la estimacion en
que el rey le tenia, hasta que con-
siguieron alejarle de Madrid. En-

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