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cero huían despavoridos, las reliquias de los soldados godos andaban dispersas, y las familias abandonaban sus hogares á la aproximacion de los invasores. Lo mismo habia sucedido en Toledo. Aunque la posicion de la ciudad la hacía apropósito para la defensa, fuese terror, flaqueza, falta de provisiones, escasez de guarnicion, ó todo junto, los toledanos pidieron capitulacion. Tarik recibió á los parlamentarios con firmeza y bondad, y concertóse la rendicion, á condicíon de entregar todas las armas y caballos que hubieso en la ciudad, que los que quisiesen abandonarla podrian hacerlo dejando todos sus bienes, que los que quedaran serian respetados en sus personas é intereses, sujetos solo á un moderado tributo, con el libre ejercicio y goce de su religion y de sus templos, mas sin poder edificar otros nuevos sin permiso del gobierno, ni hacer procesiones públicas, y por último que se regirian por sus propias leyes y jueces, pero que no impedirian ni castigarian á los que quisiesen hacerse musulmanes. Con estas condiciones se abrió á Tarik la ciudad de Toledo; eran casi las mismas que imponian á todas las ciudades.

El caudillo moro se hospedó en el suntuoso palacio de los monarcas visí→ godos, donde halló, dicen, muchos tesoros y preciosidades, entre ellos veinte y cinco coronas de oro guarnecidas de jacintos y otras piedras preciosas y raras, porque veinte y cinco, dicen estos autores, eran los reyes godos que habia habido en España, y era costumbre que cada uno á su muerte dejara depositada una corona en que escribia su nombre, su edad y los años que había reinado (1). Veamos lo que hacía entretanto Muza.

Determinado Muza á continuar la conquista de España por las partes en que no hubiera estado Tarik, tomó guias fieles (que dicen las historias arábigas que nunca le engañaron), y recorrió el condado de Niebla apoderándose de varias ciudades, y mientras algunos cuerpos de caballería berberisca discurrian por las vecinas comarcas, detúvose él delante de Sevilla, cuya ciudad capituló despues de un mes de resistencia. Muza entró en ella triunfante, tomó rehenes, y encomendando la custodia de la ciudad al caudillo Isa ben Abdila, pasó á Lusitania, donde tampoco halló resistencia de consideracion, y vino á acampar delante de Mérida. A la vista de esta ciudad dicen los historiadores árabes que se sorprendió el viejo musulman de su grandiosidad y magnificencia, y exclamó: «¡Dichoso el que pudiera hacerse dueño de tan so

(1) Isidor. Pacens. Chron.-Roder. Tolet. de Reb. Hisp.-Conde, cap. 12.-Al Makari, lib. IV. En cuanto á haberse hallado en el palacio de Toledo algunas coronas, pudo muy bien suceder; pero no es tan verosimil

Томо п.

que fuesen veinte y cinco, puesto que desde Leovígildo, primer rey godo de quien so sabe que usăra corona, hasta Rodrigo, apenas pueden contarse diez y siete reyes.

berbia ciudad!» Desde luego reconoció Muza la dificultad de reducirla, y confirmóle en ello la altiva respuesta que recibió á su primera intimacion. Tanto que desesperanzado de rendirla con la fuerza que acaudillaba, mandó á su hijo Abdelaziz que de Africa viniese en su ayuda con cuanta gente de armas allegar pudiera. Cada dia se empeñaba un combate entre sitiadores y sitiados: los mejores oficiales árabes iban pereciendo: Muza discurrió lograr por medio de un ardid lo que por la fuerza veia serle imposible. Escondió de noche gran parte de su gente en una caverna. A la alborada de la mañana siguiente presentóse Muza como de costumbre á atacar la ciudad; los cristianos salieron á rechazarlos; los árabes fingieron retirarse dejándose perseguir hasta la celada, y creyendo los cristianos aquella huida obra de su bravura y esfuerzo, llegaron hasta mas allá de la gruta, salieron entonces los emboscados, y se trabó una reñida y brava pelea que duró muchas horas; acometidos los cristianos de frente y de espalda, despues de pelear valerosamente y vender caras sus vidas, fueron la mayor parte degollados. Pronto vengaron el ultrage, pues à pocos dias, habiéndose apoderado los árabes de una de las torres de la ciudad, asaltáronla los españoles tan denodadamente. que ni uno solo de los musulmanes que la 'defendian quedó vivo. Llamaron desde entonces los árabes á aquella torre la torre de los Mártires.

Pero hé aqui que á este tiempo llega el jóven Abdelaziz de Africa con siete mil caballos y cinco mil ballesteros berberies. Viendo los meridanos acrecentado el campo de los árabes con tan poderoso refuerzo, escasos ya de guarnicion y de provisiones, determinaron pedir capitulacion. El viejo wali recibió á los mensageros en su tienda, y acordó con ellos las bases del convenio. Muza acostumbraba á teñir su blanca barba, lo que dió ocasion á que en el segundo recibimiento que hizo al siguiente dia á los diputados de Mérida, se sorprendieran éstos de hallarle como rejuvenecido. Duras fueron las condiciones que les impuso Muza: la entrega de todas las armas y caballos, de los bienes de los que se habian huido, de los que se retirasen de la ciudad, de los muertos en la celada, las alhajas y riquezas de los templos, la mitad de las iglesias para convertirlas en mezquitas, y por rehenes las mas ilustres familias que se habian refugiado alli despues de la batalla de Jerez, entre las cuales se hallaba la reina Egilona, viuda de Rodrigo. Muza hizo su entrada triunfal en Mérida el 11 de julio de 712, el dia de Alfitra ó de la Pascua que termina el Ramadan (1).

Tarik desde Toledo hizo una escursion por los pueblos de lo que hoy forma el territorio de las dos Castillas, de donde noticioso de que Muza se

(1) Conde, cap. 13.-Lucas Tud. Chron

encaminaba desde Mérida á la antigua córte de los godos, regresó á Toledo cargado de ricos despojos, entre ellos la célebre y preciosa mesa llamada de Salomon, guarnecida de jacintos y esmeraldas (1). Desde alli salió á recibirle á Talavera (Medina Talbera); y conociendo las desfavorables disposiciones que para con él traeria, llevó consigo algunas preciosas joyas que ofrecer á Muza, con las cuales esperaba templar su enojo. Tan luego como el vencedor de Guadalete vió al anciano walí, apeóse respetuosamente de su caballo. La entrevista fué fria y severa. «¿Por qué no has obedecido mis órdenes? le preguntó Muza con altivez.—Porque asi lo acordó el consejo de guerra, le res‐ pondió Tarik, á fin de no dar tiempo á los enemigos para reponerse de su primera derrota, y porque asi crei servir mejor la causa del Islam.» Y presentóle las alhajas que llevaba, y que el codicioso Muza aceptó. Pasaron luego juntos á Toledo. Allí, en presencia de todos lo$ Caudillos, preguntó Muzu ú Tarik dónde estaba la preciosa mesa verde de Suleiman. Presentósela el africano, pero falta de un pie, que de intento le habia hecho quitar, ya veremos con qué singular prevision, diciendo no obstante que en tal estado habia sido hallada. El término de estas conferencias fué la destitucion de Tarik en nombre del Califa, nombrando en su lugar á Mugueiz el Rumi, el cual tuvo la generosa valentía de constituirse en defensor del exhonerado caudillo, pero sin poder evitar el que fuese reducido á prision. Estas reyertas de los dos gefes dejaron hondas huellas de division entre las dos razas de árabes y africanos, como en el discurso de la historia habremos de ver.

En este tiempo, el jóven Abdelaziz, que de órden de su padre habia ido á Sevilla á sosegar un motin popular que contra la guarnicion musulmana habia estallado, pacificado que hubo la ciudad, salió hácia la costa del Mediterráneo, defendida por el cristiano Teodomiro (llamado por los árabes Tadmir), el mismo que habia intentado rechazar la primera invasion de los árabes, y que después habia hecho proezas en la batalla de Guadalete. Retirado alli con las reliquias del destrozado ejército godo, habia sido proclamado rey de aquella tierra. Llevaba Abdelaziz á sus órdenes varios jóvenes entusiastas de las mas nobles familias árabes, entre ellos Otman, Edris y Abulcacin. Noticioso Teodomiro de la aproximacion de Abdelaziz, apostó~ se con su gente en los desfiladeros de Cazlona y Segura, con ánimo de hostilizar al enemigo desde aquellas asperezas, sin esponer sus mal pertrecha

(1)* Don Rodrigo de Toledo se estiende en muchos pormenores acerca de esta famosa mesa: supónese que fué hallada en Medinaceli, aunque no todos convienen en ello: otros creen que fué en la antigua Complu

tum: Dunhan lo califica de cut to ¿rabe; el historiador ipglés propende á hacer casi siempre la misma calificacion de todo suceso que tenga algo de estraño ó de dramático.

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dos soldados al rudo empuje de los lanceros árabes. Pero Abdelaziz combinó tan diestramente sus movimientos, que obligó á los españoles á replegarsc á la provincia de Murcia. Persiguiéronlos los escuadrones musulmanes hasta las áridas campiñas de Lorca, donde los lancearon y acuchillaron. Teodomiro se encerró con muy pocos en Orihuela, á cuyas puertas se presentó en seguida Abdelaziz. Grande fué la sorpresa de este al ver las murallas coronadas de muchedumbre de guerreros. Preparábase no obstante á dar el asalto, cuando vió salir de la ciudad un gallardo mancebo, que dirigiéndose á él, solicitaba hablarle en nombre del caudillo godo. El árabe le admite en su tienda, y escucha con la mayor cortesanía las proposiciones de paz del caballcro cristiano, y en esta célebre entrevista se ajusta un convenio que original nos ha conservado la historia, y que es uno de los documentos mas curiosos do octo épovu. II aчu! su contexto.

«En el nombre de Dios, clemente y mise ricordioso: rescripto de Abdela«ziz, hijo de Muza para Tadmir ben Gobdos (Teodomiro hijo de los Godos): «séale otorgada la paz, y sea para él una estipulacion y un pacto de Dios y «de su Profeta, á saber: que no se le hará guerra ni á él ni á los suyos: «que no se le desposeerá ni alejará de su reino: que los fieles (asi se nom«braban á sí mismos los árabes), no matarán, ni cautivarán, ni separarán «de los cristianos sus hijos ni sus mugeres, ni les harán violencia en lo que «toca á su ley (su religion); que no serán incendiados sus templos; sin otras «obligaciones de su parte que las aqui estipuladas. Entiéndase que Teoadomiro exercerá pacificamente su poder en las siete ciudades siguientes: «Auriola (Orihuela), Balentila (Valencia), Lecant (Alicante), Mula, Biscaret, Aspis y Lurcat (Lorca): que él no tomará las nuestras, ni auxiliará ni dará casilo á nuestros enemigos, ni nos ocultará sus proyectos: que él y los suyos «pagarán un dinhar ó aureo por cabeza cada año, cuatro medidas de trigo, «cuatro de cebada, cuatro de mosto, cuatro de vinagre, cuatro de miel y «cuatro de aceite: los siervos ó pecheros pagarán la mitad.-Fecho el 4 de «redjeb del año 94 de la hegira (abril de 713). Signaron el presente rescripto «Otman ben Abi Abdah, Habib ben Abi Obeida, Edris ben Maicera, y Abul<cacin el Mozeli.»

Concluido el tratado, y manifestando Abdelaziz deseos de conocer á Teodomiro, el caballero cristiano se descubrió al jóven árabe; éra él, el mismo Teodomiro en persona. Sorprendió á los árabes tan impensado descubrimiento, celebráronlo mucho, y diéronle un banquetc, en que comieron los dos caudillos juntos como si hubieran sido amigos toda la vida. Al dia siguiente entraron Abdelaziz y Otman en Orihuela con la gente mas vistosamente ataviada, y preguntando á Teodomiro dónde estaban aquelles tantos

guerreros que el dia anterior coronaban los muros de la ciudad, tuvieron que admirar una nueva estratagema y ardid del caudillo cristiano. Aquellos soldados pertrechados de cascos y lanzas, que habian visto sobre los muros, eran mugeres que Teodomiro habia hecho vestir de guerreros, sus cabellos los habian dispuesto de manera que imitáran la larga barba de los godos. Aplaudieron los árabes la ingeniosa ocurrencia, riéronse de su mismo engaño, y todo contribuyó á que se entablára una especie de confraternidad entre Teodomiro y el hijo de Muza (1).

Pacificada toda la tierra de Murcia y Valencia, Abdelaziz retrocedió á las comarcas de Sierra Segura, descendió á Baza, ocupó á Guadix y á Jaen, tomó á Granada (Garnathat), colonia judía y arrabal de la antigua Illiberis (Elvira), entró en Antequera, y prosiguió á Málaga, sin hallar resistencia, y dejando en las ciudades judíos y árabes de guarnicion.

A este tiempo recibió Muza órdenes del Califa, preceptuándole devolver á Tarik el mando de las tropas que tan gloriosamente habia conducido, diciéndole que no inutilizase una de las mejores espadas del Islam. Muza obedeció, aunque bien á pesar suyo, pero con gran contento de los muslimes. Fingió no obstante una reconciliacion sincera, y concertóse que Tarik con sus tropas marchase al Oriente de España, mientras él con las suyas se dirigia á reducir las regiones del Norte. Tarik recorrió el Sur y el Este de Toledo, la Mancha, la Alcarria, Cuenca, y descendió á las vegas y campos del Ebro hasta Tortosa. Muza tomó hácia Salamanca y Astorga, que se le rindieron sin resistencia, y volviendo y remontando el curso del Duero, haciendo despues una conversion háčia el Ebro, vino á incorporarse con el ejército de Tarik, que sitiaba ya á Zaragoza (Medina Saracusta). Obstinada resistencia habia encontrado Tarik en Zaragoza, pero la llegada de Muza, coincidiendo con el apuro de víveres de la plaza, desalentó á los sitiados, y fué causa de que se propusiese su entrega bajo las condiciones ordinarias. Muza, valiéndose de la ocasion y dejándose llevar de la codicia, impuso á los habitantes de Zaragoza una contribucion extraordinaria de guerra, para cuya satisfaccion tuvieron que vender sus alhajas y las joyas de los templos. Muza tomó en rehenes la mas escogida juventud, y dejando el gobierno de la ciudad á Hanax ben Abdala, que luego edificó alli una suntuosa mezquita, prosiguió sometiendo el Aragon y Cataluña. Huesca, Lérida, Barcelona, Gerona, Ampurias, todas fueron reducidas á la obediencia del Islam. De alli volvió y enderezóse á Galicia por Astorga, entró en la Lusitania, y en todas partes fué recogiendo riquezas que no partia con nadie.

(1) Isid. Pac, Chron. 38. Roder. Tolet. de Røb, Hipp.-Conde, cap. 15.

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