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Invirtiéronse los años que duró la tregua en fundar y repoblar ciudades y villas en Castilla y Leon, hasta que habiendo aquella espirado (949), y no bien avenido con la ociosidad el genio activo y belicoso de Ramiro, repasó el Duero con sus leoneses, y dirigiéndose á la siempre combatida Talavera maltrató sus muros, obligó á los moros á aceptar un combate en que les mató doce mil hombres, les hizo siete mil prisioneros, y se volvió victorioso á su córte de Leon (1). Esta fué su última campaña. Habiendo en el otoño del mismo año hecho un viage de Leon á Oviedo, regresó atacado de una grave enfermedad, de la cual sucumbió el 5 de enero de 950, víspera de la Epifanía, despues de haber recibido la confesion y el hábito penitencial ante la presencia de varios obispos y abades, y hecho cesion de la corona en su hijo Ordoño, tercero de este nombre, casado con la hija del conde Fernan Gonzalez. Enterrósele en el monasterio de San Salvador de Leon, fundado por él para su hija Elvira; que en los pocos períodos de paz que en un reinado de cerca de veinte años disfrutó Ramiro II. hizo lo que acostumbraban á hacer los monarcas de aquel tiempo, fundar y dotar monasterios y dedicarse á arreglar las cosas de la iglesia (2).

(1) Samp. Chron n. 24.-Los árabes lo cuentan de otro modo, y se atribuyen la victoria como de costumbre.

(2) Dispútase mucho todavía sobre si Ramiro II. tuvo una sola, ó dos ó mas mugeres. Sampiro dice expresamente que casó oon Teresa Florentina, hija de Sancho Abarca de Navarra. Morales menciona escrituras en que aparece el nombre de Urraca, Sandoval cita otras en que se nombra á Jimena. El maestro Florez en sus Reinas Católicas intenta resolver la cuestion del modo que generalmente acostumbra, esforzándose en probar que fué una sola con los nombres de Urraca Teresa. Con frecuencia vemos sus citarse estas dudas sobre el número y nom

bres de las mugeres de los reyes de Asturias, Leon y Castilla, bien nazca de que en aqueIlos tiempos pusieran á las reinas varios nombres, bien de los muchos yerros que en punto á nombres propios cometian los copiantes de manuscritos, bien de quo se confundieran los de las mugeres legítimas con los de las amigas de los reyes (que asi las llama por decoro el erudito Florez), ó bien de que no se diera á la averiguacion de este asunto la mayor importancia, hasta que el mencionado Florcz dedicó á este exclusivo objeto su utilísima obra de las Reinas Católicas, que per lo comun nos sirve de guia sobre esto particular en nuestra historia.

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CAPITULO XV.

ABDERRAHMAN III. EN CORDOBA:

desde ordoño III. HASTA SANCIO I. EN LEON.

De 950 á 961.

Grandeza y esplendidez de la córte de Abderrahman III.-Descripcion del maravilloso palacio de Zahara.-Embajada del emperador griego Constantino Porphirogeneta.Otras embajadas de príncipes extrangeros al soberano de Córdoba.-Grave disgusto de familia. Suplicio de su hijo Abdallah.-Muerte de Almudhaffar.—Ordoño III. de Leon. —Conspiran contra él su hermano Sancho y el conde Fernan Gonzalez.-Frustra su empresa, y repudia á su muger Urraca.-Muerte de Ordoño III. y elevacion de Sancho el Gordo.-Sancho es destronado.-Refúgiase á Pamplona.-Pasa á Córdoba á curarse de su extremada obesidad.-Su amistad con Abderrahman.-Repónele el califa en el trono de Leon. Fuga y desgraciado término de Ordoño el Malo.-Guerras y engrandecimiento de Abderrahman en Africa.-Conquista de Tunez -Riquisimo y espléndido regalo de Ahmed.-Célebre embajada.-Othon el Grande de Alemania.-El monge Juan de Gorza. -Sobre el martirio de San Pelayo.-Ultimos momentos de Abderrahman III.—Su córte. Ciencias, letras, artes. Poetisas de su alcázar.--Dicho célebre de Abderrahman III.

A cinco millas rio abajo de Córdoba habia un ameno y apacible sitio, donde Abderrahman, convidado por su frescura y frondosidad, solia pasar las temporadas de primavera y otoño. Alli hizo construir edificios magníficos y bellos jardines, pasion predilecta de los árabes. En medio levantó un soberbio alcázar, que se propuso decorar y enriquecer con todo lo mas suntuoso y que mas pudiera halagar los caprichos de la imaginacion humana. Tan galante como espléndido el califa, dedicóle á su esclava favorita, la mas hermosa y linda de su harém, llamada Zahara, que significa Flor, y de cuyo

nombre llamó á la nueva ciudad Medina Zahara, ciudad de las flores (1). Para la construccion de este palacio trabajaron, dicen sus historias, diez mil hombres, mil quinientos mulos y cuatrocientos camellos. Entraban cada dia seis mil piedras labradas, sin contar las de mampostería. Iliciéronsele quince mil puertas, y sustentábanle cuatro mil trescientas columnas de mármoles preciosos. Empleábanse en su servicio interior trece mil setecientos cincuenta esclavos varones, y seis mil trescientas cuarenta mugeres. Los pavimentos y paredes eran tambien de mármol, los techos pintados de oro y azul, las vigas y artesonados de cedro con relieves de un trabajo exquisito. En los salones habia elegantes fuentes que derramaban sus aguas en tazas y conchas de mármoles de colores. En la llamada del Califa habia una de jaspe con un cisne de oro de maravillosa labor, trabajado en Constantinopla, y sobre la fuente del cisne pendia del techo una magnífica perla que habia regalado á Abderrahman el emperador griego Leon VI. Contiguo al alcázar estaba el generalife (2), con multitud de árboles frutales, bosquecillos de laureles, arrayanes y mirtos, estanques y lagos en que se pintaban las frondosas copas de los arboles y las arreboladas nubes del cielo. En medio de los jardines, y sobre un cerro que los dominaba, se veia el pabell on del califa, sostenido por columnas de mármol blanco con capiteles dorados, en el cual descansaba cuando volvia de caza. Las puertas eran de ébano y marfil. Cuentan que en el centro de este pabellon habia una gran concha de pórfido con un surtidor de azogue vivo, que fluia y refluia como si fuese de agua, y daba con los rayos del sol y de la luna un resplandor fantástico. Los baños de los jardines eran igualmente de mármol, hermosos y cómodos; las alcatifas, cortinas y velos tejidos de oro y seda, con figuras de flores y animales que parecian vivos y naturales á los que los miraban. En suma, dice el escritor árabe de quien tomamos esta descripcion, dentro y fuera del alcázar estaban como compendiadas todas las riquezas y delicias del mundo que puede gozar un príncipe poderoso. Con razon, pues, esclama en su estilo otro escritor arábigo (3), «que solo el Dios del cielo podria llevar cuenta de los grandes tesoros que en esta posesion consumió el califa Abderrahman.» Espléndido y fastuoso en todo, hizo construir en Medina Zahara una mez

(1) Otros escriben Azzahra.—Aun quedó la Alhambra puede dar idea del gusto de esentre nosotros el nombe de azahar, aplica- tos jardines, en que se mezclaba lo agreste do á la flor del naranjo y del limonero, que con lo bello, y en que competian la natues una de las mas aromáticas y agradables. raleza y el arte. (2) Genat al Aryf, jardin de recreo, sitio de placer. El que con este nombre se conserva todavia en Granada al Oriente de

(3) Ahmed Almakari, Hist. de las Dinastías mahom. en España.

quita que en preciosidad y elegancia, ya que no en grandeza, aventajaba á la de Córdoba. Edificó tambien una zeka ó casa de moneda, y otros muchos edificios, y cuarteles para el alojamiento de su guardia, que se componia de doce mil hombres, cuatro mil slavos de á pié, cuatro mil africanos zenetas de caballería, y otros cuatro mil caballeros andaluces; los gefes y capitanes de esta guardia habian de ser ó de la propia familia real, ó jeques principales de Andalucia. En sus cacerías y espediciones, además de la guardia militar que le acompañaba, llevaba siempre consigo un número de esclavos y esclavas, y hacia tambien que le acompañasen algunos wazires, alcatibes, sábios, poetas y astrónomos, porque Abderrahman no daba un paso en que no desplegase una ostentacion y una pompa verdaderamente orientales. ¿Pero qué se hizo esa ciudad de delicias, ese depósito de todo lo mas magnífico y bello que la imaginacion de un árabe pudo inventar? ¿Qué fué de Medina Zahara? Ni un solo vestigio ha quedado de esta ciudad de maravillas; todo ha desaparecido, y tuviéramosla por una ciudad fantástica, y las descripciones que de ella hacen sus historias se nos antojáran fabulosas, si no nos certificáran de su existencia las muchas monedas en ella acuñadas que se han conservado y aun subsisten. Edificóse Medina Zahara por los años 324 y 325 (936 y 937 de nuestra era).

Asi vivia el califa Abderrahman III. el tiempo que le dejaban libre las guerras de que en el capítulo anterior hemos hablado. La tregua celebràda en 944 con el rey Ramiro de Leon, le permitió poderse dedicar mas tranquilamente á los placeres del campo y al trato y comunicacion con los eruditos y sábios de su córte, que eran entonces muchos, y de los cuales andaba constantemente acompañado. La fama del esplendor y brillo de la córte de Córdoba y de las guerras de Abderrahman en África y España habia llegado á los reinos estrangeros y á los paises mas apartados. En 949 recibió el esclarecido principe Ommiada una embajada del emperador griego Constantino Porphirogeneta, hijo de Leon VI., el que le habia regalado la famosa perla del alcázar de Zahara, solicitando la renovacion de las antiguas relaciones de amistad y alianza que habian existido entre sus mayores contra los califas de Bagdad. La carta del emperador venia escrita en pergamino con caractéres de oro y azul; esta carta contenia otra en fondo azul y letras de plata, en que se espresaban los regalos que ofrecerian al principe musulman los enviados del monarca bizantino. La primera estaba escrita de mano del mismo emperador, de quien dicen que era un escelente calígrafo. Cerrábala un sello de oro, de peso de cuatro mitcales, en cuyo anverso se representaba el rostro de Cristo, y en el reverso los bustos de Constantino y de su hijo Ro→ mano. Esta carta iba dentro de una cajita de plata elegantemente cincelada, TOMO II, 16

sobre la cual en un cuadro de oro se veia el retrato de Constantino pintado sobre el cristal. Otra segunda caja de forma de un carcax, forrada de tela tejida de oro y plata, servia de cubierta á la primera. La carta comenzaba asi: «Constantino y Romano, adoradores del Mesías, ambos emperadores y <soberanos de Roma, al grande, al glorioso, al noble Abderrahman, Califa reinante de los árabes de España, prolongue Dios su vida, etc.»

El recibimiento no podia menos de corresponder, y aun era de esperar que escediese en magnificencia y brillo á la embajada. Desde que Abderrahman supo que venian los embajadores habia enviado á la frontera á Yahia ben Mohammed con un escogido cortejo para recibirlos, y cuando se aproximaron á la córte, las mejores tropas con los gefes mas distinguidos salieron á darles escolta. Alojáronse en el palacio Meruan, y alli estuvieron sin comunicarse con nadie hasta el dia de la recepcion solemne, que fué el 11 de la luna de rabie primera (7 de setiembre de 949). Aquel dia las tropas de la guardia se pusieron de gran gala; el pórtico, vestíbulo y escalera del alcázar se adornaron con ricas colgaduras. El califa estaba sentado en su trono con sus hijos á la derecha, sus tios á la izquierda, y sus ministros á un lado y otro en el órden de su respectiva gerarquía; los hijos de los vazzires con los funcionarios subalternos, vestidos con ricos trages, ocupaban el fondo del salon, cuando comparecieron los embajadores, é hicieron presentacion al califa de la carta de Constantino. Abderrahman para hacerles los honores mandó á los poetas y literatos de su córte que celebrasen la grandeza del Islam y del califato, dando gracias á Dios por la proteccion manifiesta que habia dispensado á su santa religion humillando á sus enemigos. Cuentan con este motivo una curiosa anécdota, en que no sabemos si habrá tenido alguna parte la imaginacion hiperbólica de los escritores orientales.

Dicen que turbados oradores y poetas con el brillo y magestad que presentaba aquella asamblea, bajaron los ojos y apenas pudieron tartamudear las primeras frases de sus discursos. Mohammed ben Abdilbar, encargado por Alhakem, hijo mayor del califa, de pronunciar una oracion, al tiempo de comenzar á hablar se sintió indispuesto y no pudo proseguir. Hallábase de huésped del califa un afamado sabio y poeta, llamado Abu Aly al Kaly, el cual fué con este motivo invitado á hablar; pero ni él ni nadie pudieron pronunciar sino algunas palabras. Presentóse entonces un jóven, á quien nadic tenia por poeta, y sin haberse preparado pronunció un largo discurso, que mas bien, dicen, fué un largo poema, con tal facilidad, elegancia y facundia, que dejó atónita la asamblea, y aquel hombre hasta entonces ignorado y oscuro fué mirado ya como un genio superior. Llamábase Almondhir ben Said, y tan satisfecho quedó el califa de las disposiciones de aquel jóven, que le confirió de

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