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Asi acabó el famoso Mohammed ben Abdallah ben Abi Ahmer, conocido por Almanzor, despues de veinte y cinco años de continuados triunfos, y que hasta su muerte se habia creido invencible. Lloráronle los soldados con amargura: «¡perdimos, esclamaban, nuestro caudillo, nuestro defensor, nuestropadre!» Con luto y afliccion universal se recibió en Córdoba la nueva de su muerte, y en mucho tiempo ni la ciudad ni el imperio se consolaron; ó por mejor decir, no pudieron consolarse nunca, porque la muerte del grande hombre habia de llevar tras si la muerte del imperio. Dice nuestro cronista el Tudense, que luego que murió Almanzor se dejó ver á las márgenes del Guadalquivir un hombre en trage de pastor, que andaba gritando, unas veces en árabe y otras en castellano: «En Calatañazor Almanzor perdió el tambor.» Y que cuando se acercaban á preguntarle se ponia á llorar y desaparecía á repetir las mismas palabras en otra parte. «Creemos, añade el piadoso cronista, que aquel hombre era el diablo en persona, que gritaba y se desesperaba por la gran catástrofe que habian sufrido los moros.»

Cual si le vieras boy presente y vivo:
Tal fué, que nunca en sucesion eterna
Darán los siglos adalid segundo,
Que asi, venciendo en guerras, el imperio
Del pueblo de Ismael acrezca y guarde

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Justos temores y alarmas de los musulmanes. Gobierno de Abdelmelik, hijo y sucésor de Almanzor, como primer ministro del califa Hixem.-Sus campañas contra los cristianos: su muerte.—Gobierno de Abderrahman, segundo bijo de Almanzor.-Infundado orguIlo de este hagib: su desmedida ambicion: hácese nombrar sucesor del califa.-Terrible castigo de su loca presuncion.—Ministerio de Mohammed el Ommiada y del slavo Wahda.--Encierran al califa Hixem en una prision y publican que ha muerto.-Mohammed sc proclama califa.-Le destrona Suleiman con auxilio del conde Sancho de Castilla. -Gran batalla y triunfo de los castellanos en Gebal Quintos.-Recobra Mohammed el trono con ayuda de los cristianos catalanes.-Saca Whada al califa Hixem de la prision, y le enseña al pueblo que le creia muerto.-Entusiasmo en Córdoba: alboroto: Mohammed muere decapitado, y su cabeza es paseada por las calles de la ciudad.Apodérase Suleiman otra vez del trono, y desaparece misteriosamente y para siempre el califa Hixem.-Muere Suleiman asesinado por Alí el Edrisita, que á su vez se proclama califa.-Precipitase la disolucion del imperio: partidos, guerras, destronamientos, usurpaciones, crímencs.-Ultimos califas: Ali, Abderrahman IV., Alkasim, Yahia, Abderrahman V., Mohammed III., Yahia, segunda vez, Hixem III.-Acaba definitivamente el imperio Ommiada.

Muy fundado era en verdad el desaliento y la afliccion y la pesadumbrc que produjo en toda la España muslimica la nueva de la derrota de Calatañazor. Penetraba bien el instinto público que todo aquel esplendor y grandeza, toda aquella estension, pujanza y unidad que habia adquirido el califato bajo la enérgica y sábia direccion del ministro regente, habia de desplomarsc y venir á tierra con la muerte de aquel hombre priväegiado, que con tanta intrepidez como fortuna, con tanta maña como arrojo, y con tanta politica como vigor, habia elevado el imperio musulman á la mayor altura de poder que alcanzó jamás. y reducido al pueblo cristiano casi á tanta estre

chez como en los tiempos de Muza y de Tarik. Que si los defensores de la cruz no se vieron en tan escaso territorio encerrados como en los dias de Pelayo, halláronse al cabo de cerca de tres siglos de esfuerzos casi en la situacion que tuvieron en tiempo del primer Alfonso, y apenas fuera de la cadena del Pirineo podian contar con una fortaleza segura y con un palmo del terreno al abrigo de las incursiones del gran batallador. Temian los musulmanes, derribada la robusta columna de su imperio, por la suerte de la dinastía Ommiada, con un califa siempre en estado de pueril imbecilidad, y sin esperanza de sucesion. Temian tambien no menos justamente lo que á los principes y guerreros cristianos, antes tan abatidos, ha bria de alentar aque solemne triunfo.

Brindaba ciertamente ocasion propicia á los cristianos el resultado glorioso de la batalla, y mas que todo el desconcierto y descomposicion á que por consecuencia de ella vino el imperio musulman, no solo para haberse recobrado de sus anteriores pérdidas, sino para haber reducido à la impotencia á los sarracenos, si los nuestros hubieran continuado unidos, y en lugar de aprovecharse de las disensiones de los infieles no se hubieran ellos consumido tambien en intestinas discordias y rivalidades. Achaque antiguo de los españoles era esta falta de union y de concierto, y causa perenne de sus desdichas y de la prolongada dominacion de los pueblos invasores.

El rey Alfonso V. de Leon, niño de ocho años, continuaba bajo la tutela de su madre doña Elvira y de los condes de Galicia Menendo Gonzalez y su esposa, que educaban al rey y gobernaban el reino con recomendable prudencia. El hijo de Almanzor, Abdelmelik Almudhaffar, que habia ido á Córdoba con las destrozadas huestes del ejército sarraceno, fué nombrado por la sultana Sobheya (que sobrevivió un corto tiempo á Almanzor) hagib ó primer ministro del califa Hixem, el cual proseguia en su dorado alcázar, entregado á sus juegos infantiles, contento con llevar el nombre de califa y sin tomar parte alguna en los negocios del imperio. Heredero Abdelmelik de la autoridad y de algunas de las grandes cualidades de su padre, pero no de su fortuna, quiso proseguir tambien su sistema de guerra con los cristianos, y asegurado por la parte de África en cuyo emirato confirmó á Moez ben Zeiri, comenzó sus incursiones periódicas por el lado de Cataluña, y alcanzó una victoria cerca de Lérida (1003). En el otoño de aquel mismo año, despues de un corto descanso en Córdoba, pasó con grande ejército á tierras de Leon, y al decir de los historiadores árabes, venció n un encuentro á los leoneses, se apoderó otra vez de la capital y destruyó lo que habia quedado en pie en la ocupacion de su padre: relacion que está en manîfiesta discordancia con la que de esta expedicion nos cuenta el arzobispo

don Rodrigo, el cual dice expresamente que Abdelmelik en esta tentativa fuð puesto en vergonzosa fuga por los cristianos (1).

Continuó el hijo de Almanzor sus incursiones periódicas, ni notables por su brillo ni fecundas en resultados, hasta el 1005 en que otorgó á los cristianos una tregua, que equivalió para ellos á una paz. Debieron mover á los leoneses á solicitar esta transaccion algunas desavenencias ocurridas con el conde de Castilla, y apoyó y esforzó su instancia el wali de Toledo Abdallah ben Abdelaziz, uno de los mas antiguos y fieles caudillos de Almanzor. Motivaba este interés del wali toledano en favor del monarca leonés lo siguiente. Entre las cautivas cristianas que Abdallah tenia en su poder se hallaba una hermosa doncella, hácia la cual concibió el wali una pasion vehemente. Supo que aquella linda jóven era hermana del rey de Leon y pidiósela en matrimonio. Accedió Alfonso á darle su hermana co mo medio y condicion de alcanzar la paz de Abdelmelik. Celebráronse las paces, y tambien las bodas muy contra la voluntad de Teresa, que asi se llamaba la princesa cristiana. Cuenta la crónica que la noche de las bodas le dijo á su mal tolerado esposo: «Guárdate de tocarme, porque eres un principe pagano: y si lo hicieres, el ångel del Señor te herirá de muerte.» Rióse de ello el musulman, y desatendió su intimacion. Mas no tardó en arrepentirse de ello, porque á poco tiempo se cumplió el fatal vaticinio, y como el wali sintiese acabársele la vida, llamó á sus consejeros y sirvientes, mandó que devolviesen á su hermano la jóven desposada, tan bella cautiva como infausta esposa, y que fuese conducida á Leon, acompañando el mensage con ricos dones de oro y plata, joyas y vestidos preciosos. Abdallah falleció al poco tiempo: Teresa profesó de religiosa en un convento, y en este estado murió en Oviedo en el año 1039 (2).

Muerto Ab lallah, y espirado que hubo tambien el plazo de la tregua, invadió de nueve Abdelmelik las tierras de Castilla (1007), desmanteló á Avila, Gormaz, Osma y otras fortalezas que los cristianos habian ido reparando: avanzó por Salamanca á Galicia y Lusitania, y regresó á Córdoba, donde solo se detuvo á preparar la campaña de la primavera sig uiente. Emprendió ésta hacia el interior de Galicia (1008), «al frente, dicen las crónicas árabes.

(1) «Venció, dicen los escritores árabes de Conde, á los cristianos cerca de Leon, y se apoderó de la ciudad, y arrasó sus muros hasta el suelo, que ya antes su padre los habia destruido hasta la mitad.» Cap. 103. -«Habiendo congregado, dice el arzobispo don Rodrigo, un grande ejército sobre Leon,

fué vergonzosamente ahuyentado, y se reliró ignominiosamente... á cristianis turpiler effugatus, turpiter est reversus.» Hist. Arab. c. 32.-Estas contradicciones son frecuentes, y no es ya fácil apurar de parte de quién está la verdad.

(2) Pelag, Ovet. Chron. n. 3,

de cuatro mil ginetes escogidos, armados de corazas resplandecientes como estrellas, cubiertos sus caballos con caparazones de seda de dobles forros: seguia la caballería andaluza y africana, gente aguerrida que se habia distinguido en las mas peligrosas ocasiones..... Acometieron á los cristianos, y aunque eran los héroes de su tiempo, que todos habian entrado en muchas batallas y eran gente avezada á los horrores de las peleas, los atropellaron y rompieron sus almafallas, y se volvieron sobre ellos como dragones, y se pusieron en desordenada fuga, dejando el campo regado de sangre. Siguió Abdelmelik el alcance con su caballería, y reparados los cristianos en unos recuestos y pasos dificiles, se renovó la cruel batalla. Los infieles (continúa su crónica) pelearon como rabiosos tigres, y alli los muslimes padecieron mucho. A favor de la oscuridad que sobrevino se retiraron los cristianos á sus ásperos montes, y los musulmanes viendo la horrible pérdida que habian sufrido se volvieron á las fronteras, y de alli por Toledo á Córdoba.» Esta fué la última campaña de Abdelmelik. A poco tiempo le acometió una grave enfermedad, de que sucumbió en Córdoba en el mes de Safar de 399 (octubre de 1008) con gran sentimiento de los buenos muslimes, y no sin sospechas de que hubiese sido envenenado.

Habia muerto ya la sultana madre; su hijo el califa Hixem continuaba vegetando en su alcázar entre juegos y placeres, y restaba otro hijo de Almanzor, llamado Abderrahman, tan parecido á su padre en el cuerpo y la fisonomía, como desemejante en las cualidades del corazon y del entendimiento. Sin aptitud para los negocios graves ni disposicion para gobernar, dado al vino y á las mugeres, acostumbrado á pasar su vida entre juegos y festines, y aficionado á los ejercicios de caballería en que lucía su bella figura, fué no obstante nombrado hagib del califa como su padre y hermano, por los slavos y eunucos del palacio, conocidos con el nombre de Alamerics, que eran los que disponian de la voluntad del imbécil Hixem y de las primeras dignidades del imperio. Tan lleno de ambicion como escaso de mérito el nuevo ministro, no se contentó con tomar el pomposo titulo de Al Nasir Ledin Allah como Abderrahman III. el Grande, lo cual revelaba bastante su presuncion desmedida, sino que so pretexto de la falta de sucesion de Hixem, aunque todavía se hallaba en edad de poder tenerla, pretendió y obtuvo del mentecato califa que le declarára wali alhadí ó sucesor del imperio. Paso tan arrojado y pretencioso, á que no se habia atrevido ni aun el mismo Almanzor, y que no dejó de traspirar aunque dado en secreto, no podia menos de indignar á los ilustres miembros de la familia Ommiada, que se consideraban, y con razon, con mas derechos y mas títulos á la herencia del califato en el supuesto de morir Hixem II. sin sucesion, y que si habian soportado el yugo

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