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CAPITULO XXI.

FRACCIONAMIENTO DEL CALIFATO.

GUERRA ENTRE LOS MUSULMANES.

De 1031 á 1080

Causas de la disolucion del imperio ommiada.-Reinos independientes que se formaron— Córdoba, Toledo, Badajoz, Zaragoza, Almería, Valencia, Malaga, Granada, Sevilla, etc. -Familias y dinastías.-Alameries, Tadjibitas, Beni-Ai Aftbas, Edrisitas, Zeiritas, Abeditas, etc.-Sábio y benéfico gobierno de Gehwar en Córdoba.- República aristocrática. -Orden interior.-Armamento de vecinos honrados. -Seguridad pública. - Ambicion del de Sevilla.-Sus guerras con los de Carmona, Málaga, Granada y Toledo.-El rey de Sevilla se apodera por traicion de Córdoba.-Fin del reino cordobés.-Revolucion en Zaragoza.—Extinguese alli la dinastía de los Tadjibi, y la reemplaza la de los Beni-Hud. -Independencia y sucesion de los reyes de Almería.-Justo y pacífico gobierno de AlMotacim -Prendas brillantes de este principe.-Reyes de Valencia. Alzase con este estado el de Toledo.-Los Beni-Al Afthas de Badajoz.-Engrandecimiento de Al-Motadhi el de Sevilla.-Su muerte.-Cualidades de su hijo y sucesor Al-Motamid.-Su rivalidad con el de Almería.-Necesidad de estas noticias para el conocimiento de la historia de la España cristiana.

Dos términos puede tener un imperio que se descompone y desquicia combatido por las ambiciones, destrozado por las discordias, devorado por la anarquía, y corroido y gangrenado por la desmoralizacion y por la relajacion de todos los vínculos sociales. Este imperio, ó es absorvido por otro, que se aprovecha de su desórden, de su debilidad y flaqueza, ó se fracciona y divide en tantas porciones y estados cuantos son los caudillos que se consideran bastantes fuertes para hacerse señores independientes de un territorio y defenderle de los ataques de sus vecinos. No aconteció lo primero

al imperio de los Ommiadas de España, merced å la falta de acuerdo entro los principes cristianos, los Alfonsos, los Sanchos, los Bermudos y los Borrells, á algunos de los cuales los mahometanos mismos habian enseñado por dos veces el camino de su capital. Malogróse aquella ocasion, y España tuvo que llorarlo por siglos enteros. Sucedió, pues, lo segundo, esto es, el fraccionamiento del imperio musulman en multitud de pequeños reinos independientes, como pedazos arrancados de un manto imperial.

Acostumbrados los walies de las provincias á ver sucederse rápidamente dinastías y soberanos, fuertes por la flaqueza misma del gobierno central, halagados y solicitados por califas débiles que necesitaban de su apoyo para conservar un poder disputado, hechos á recibir por premio de un servicio prerogativas que los hacian semi-soberanos en sus distritos respectivos, de que fué el primero á dar ejemplo el grande Almanzor con sus slavos y alameries (que no comprendemos cómo se escaparon sus funestas consecuencias al talento de aquel grande hombre), fuéronse emancipando de la autoridad suprema, de forma que á la caida del último califa no tuvieron que hacer sino cambiar los nombres de alcaides y walies en los de emires ó rcyes. Eran entre estos los mas poderosos los de Toledo, Zaragoza, Sevilla, Málaga, Granada y Badajoz, y por la parte de Oriente, los de Almeria, Murcia, Valencia, Albarracin, Denia y las Baleares; aparte de otra multitud de pequeños soberanos, de los cuales habíalos que poseian solo un reducido canton, una sola ciudad ó fortaleza. C: da cual en su escala tenia su córte, sus vasallos y su ejército, levantaba y cobraba impuestos, muchos acuñaron moneda con su nombre, y alguno tomó el pomposo título de Emir Almumenin.

No es fácil determinar la época precisa en que cada uno de estos reinos comenzó á ser ó á llamarse independiente, pues si bien desde el año 1009 empezaron algunos walies á negar con diferentes pretestos y escusas su obediencia á los califas ó á rebelarse de hecho contra ellos, ó bien reconocian después á otros que les sucediesen y fueran mas de su partido, ó bien aquellas mismas excusas y pretestos demuestran que aun no se atrevian á emanciparse abiertamente del gobierno central. Otros á quienes los califas dejaban en una dependencia puramente feudal, iban arrogándose poco a poco los demas derechos y constituyéndose en señores absolutos, relevándose del feudo siempre que la debilidad de los califas lo permitia. De modo que desde la muerte del segundo hijo de Almanzor hasta la extincion del califato en el tercer Hixem, puede decirse que fueron fermentando y desarrollándose estas pequeñas soberanías, hasta que al nombramiento de Gehwar en Córdoba en 1031 se vió que era escusado contar ya

con los walles, y que cada cual gobernaba su comarca con autoridad propia

y se apellidaba rey.

Compréndese bien que entre tantos régulos ó caudillos, pertenecientes á distintas familias ó dinastías, todos mas o menos ambiciosos, obrando todos con independencia, dispuestos á sostener la posesi on de su territorio, con opuestos intereses, sin respeto á un poder superíor que los refrenára, la condicion natural é inevitable de esta situacion habia de ser la guerra. La España mahometana habia de ser teatro de complicadas luchas, de alianzas y rompimientos infinitos de los musulmanes entre sí y con los príncipes cristianos, de variados incidentes, en que se viera á soberanos y pueblos desplegar todo género de afectos y pasiones, nobles y generosas, miserables y flacas, á que ayudaban las costumbres á la vez bárbaras y caballerescas de las diferentes razas y familias que formaban aquellos reinos. Embarazo grande para el historiador, que por largo tiempo ha de tener que ligar los descosidos retazos de cerca de cuarenta estados, entre cristianos y musulmanes, que á este tiempo se encuentran formados en el territorio de nuestra Península. Dejamos, no obstante, á los historiadores de la dominacion sarracena en España el cargo de referir los sucesos especiales de algunas de estas pequeñas soberanías que pasaron sin ejercer grande influjo, tal vez sin que llegára á sentirse su influencia en la condicion social de los dos grandes pueblos, y nos concretaremos á hablar de las principales dinastías, y de aquellos hechos que tuvieron alguna importancia en la historia general de la Peninsula.

Hemos nombrado ya los mas poderosos emiratos que se formaron en la España musulmana á la caida del imperio Ommiada. Casi toda la parte oriental y mucha de la meridional quedaba en poder de los Alameríes y de los Tadjibitas (llamados asi estos últimos de la tríbu de que eran originarios), familias unidas por la sangre y por las alianzas. En Zaragoza dominaba el bravo Almondhir el Tadjibi, á quien hemos visto figurar en las guerras de los últimos califas de Córdoba, y que por su valor y sus hazañas era apellidado con el título de Almanzor. Almondhir se habia apoderado de Iluesca, cuyo gobierno tenia su primo Mohammed ben Ahmed, el cual tuvo que refugiarse al lado del rey de Valencia Abdelaziz, nieto de Almanzor. Acogió Abdelaziz con tanta benevolencia á su ilustre y desgraciado huésped, que dió en matrimonio sus dos hermanas á los dos hijos de Mohammed. Pereció éste en el mar queriendo pasar á Oriente. Sucedió á Almondhir en el reino de Zaragoza su hijo Yahía, que reinó diez y seis años, y acabó con él la dinastía de los Beni-Hixem, apoderándose de Zaragoza Suleiman ben Hud, aquel wali de Lérida que habia dado generoso asilo al postrer califa Ommiada Hixem III. Con Suleiman reemplazó en Zaragoza á la familia de los Tadjibitas la de los

Beni-Hud. Era Yahia rey de Zaragoza cuando el pirmer rey de Aragon don Ramiro invocó el auxilio de los musulmanes aragoneses para hacer la guerra á su hermano don García de Navarra (1).

En Almería sucedió á Hairan el Alameri, muerto en 1028, su hermano Zohair, el cual guerreó con Badis el de Beza, y murió en batalla en Alpuente en 1038 despues de un reinado de diez años. Abdelaziz el de Valencia intentó apoderarse de Almería despues de la muerte de Zohair, pero Mogueiz el de Denia atacó entretanto á Valencia, y queriendo Abdelaziz hacer la paz con ¿ł salió de Almería dejando el gobierno de la ciudad á su hermano Abul Ahwaz Man, que despues se declaró independiente, y le reconocieron entre otras ciudades, Lorca, Baeza y Jaen.

Murcia pertenecia á los estados del dominio de Zohair, pero despues de la muerte de este príncipe pasó con su territorio á Abdelaziz el de Valencia (2). En Castellon, Tortosa y fronteras de Cataluña, dominaban tambien los Tadjibitas y Alameries. Otro tanto acontecia en Mérida y casi todo el Portugal. Mandaba alli Abdallah ben Al Afthas, y los Afthasidas eran tambien adictos á los Alameríes á quienes debian su reino. Alamerí era igualmente Sapor ó Sabur que se habia alzado con el gobierno independiente de Badajoz, hasta que se apoderó de esta ciudad y reino el mismo Abdallah ben Al Afthas. Y en Toledo dominaba Ismail Dilnûm, cuya familia dió á este reino cuatro emires ó reyes.

Por el contrario, en Málaga y Algeciras reinaban los Edrisitas, ó sea la família de los Ben Ali y Ben Hamud, de aquellos emires de África que obtuvieron en los últimos tiempos el califato de Córdoba, y cuyo señorío se estendía por las vertientes meridionales de las Alpujarras, teniendo su principal fuerza y apoyo en Africa. El pais de Granada y Elvira era regido por un sobrino de Zawi el Zeiri, aquel que tanto habia favorecido á los califas africanos contra los Ommiadas durante las guerras del imperio, y que continuaba tan adicto como su tio al partido y familia de los Hamuditas. Por último, el reino de Sevilla se hallaba en manos del poderoso Mohammed Ebn Abed, que habia bastado él solo para derribar al califa Yahia ben Ali, y

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acaso el mas terrible de los que aspiraban á recoger la herencia de los Ommiadas.

Tal era el estado de la España muslímica cuando á consecuencia de la retirada del último califa Ommiada fué proclamado emir de Córdoba por los jeques, vazzires y cadíes reunidos el honrado Gehwar ben Mohammed, hombre de relevantes dotes personales, de ilustres ascendientes, ageno á todos los partidos, respetado por todos los bandos y muy querido de todos. Gehwar, modelo de desinterés y de modestia en medio de tantas ambiciones desmedidas, creó para el gobierno del estado un divan ó consejo compuesto de los principales gefes de las tribus, especie de asamblea aristocrática á la cual invistió del supremo poder, reservando para si solamente la presidencia. El divan era el que deliberaba sobre todos los negocios graves del estado, y si alguno se dirigia á él en particular con alguna queja ó demanda, acostumbraba á responder: «Yo no puedo resolver por mí en este asunto: eso pertenece al consejo, y yo no soy mas que uno de sus individuos.» Moderacion desusada en tales tiempos, y con cuya política, á la vez que rehuia la responsabilidad de exigencias peligrosas se captaba las voluntades asi de los hombres influyentes como del pueblo. Todo correspondia en él á esta prudente y modesta conducta. Costó mucho trabajo hacerle habitar los régios alcázares, y cuando ya se determinó á ello, arregló el servicio de palacio bajo el pie económico de una casa particular, reduciendo gastos y suprimiendo gran número de sirvientes, y fuera de la material suntuosidad del alcázar parecia mas bien la vivienda de un súbdito honesto que la morada del gefe del estado.

Llamamos la atencion de nuestros lectores sobre el gobierno de este ilustre musulman. Una de sus primeras medidas fué la abolicion de los delatores, que vivian como en otro tiempo los de Roma de las calumnias y litigios que ellos mismos inventaban ó fomentaban. Estableció procuradores asalariados como los jueces y especie de fiscales encargados de las acusaciones públicas. Creó proveedores, alcaldes de los mercados, almoxarifes ó recaudadores de los impuestos, que cada año tenian que dar cuenta de su administracion al divan. Formó un cuerpo de inspectores de seguridad pública y de wazzires encargados de vigilar la ciudad de dia y de noche. Cerrábanse las puertas y las tiendas á determinada hora. Hizo dar armas á los vecinos mas honrados y acomodados, los cuales por turno rondaban las calles, y concluido su servicio entregaban las armas á los que habian de reemplazarlos, dándoles cuenta de lo que habian observado. Para prevenir los excesos y crímenes que solian cometerse de noche y que los malhechores no pudieran evadir el castigo fugándose de un cuartel á otro, hizo construir

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