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dia del Scñor, á quien entregó su alma á la hora sesta del tercer dia de pascua, fiesta de San Juan Evangelista. Tal fué y tan ejemplar y envidiable la muerte del primer rey de Castilla y de Leon, á los 28 años y medio de haber ceñido la segunda corona, cerca de 31 de haber llevado la primera. Fué enterrado en el panteon de la iglesia de San Isidoro que él habia hecho construir (1). Bajo el cetro vigoroso de Fernando I. adquirieron gran preponderancia los reinos cristianos de Castilla y de Leon, y su reinado preparó la gloria de los siguientes. Con justicia, pues, es llamado Fernando el Magno el que fué uno de los príncipes mas gloriosos que cuenta la España (2).

(1) Mon., Sil., Chron. n. 406.-Yepes, Coron. de la órden de San Benito.-Sando val, Cinco Reyes.-Florez, Esp. Sagr., y muchos otros.-La reina doña Sancha, seño ra no menos piadosa, prudente y amable que su marido, le sobrevivió solo dos años, y fué enterrada tambien en la misma iglesia de San Isidoro al lado de su esclarecido esposo, como se ve por los epitafios grabados en sus tumbas.-Anales Complut., Compostel. y Toledanos.

(2) Hemos omitido el inverosimil è infundado suceso que cuenta la Crónica general y adoptó de lleno Mariana (1. IX., c. 3.), de la reclamacion que en tiempo de este rey hicieron el papa y el emperador de Alemania para que Castilla se reconociera feudataria de aquel imperio, de las córtes que para deliberar sobre este extraño negocio, dice, reunió el rey Fernando, del razonamiento que en ellas hizo el Cid, de la resolucion que á consecuencia de su discurso se tomó, del ejército de diez mil hombres que al mando de Rodrigo de Vivar pasó á

Francia, de la embajada que aquél recibió en Tolosa, del asiento que alli se hizo para libertar á España del pretendido feudo, etc. por estar ya reconocido y probado de fabuloso todo este conjunto de bellas invencio nes por los mejores críticos. Ferreras dijo ya: «Esta pretension no es mas que cuento, porque yo no he hallado, ni en los escritores germánicos, ni en otros de aquella edad rastro de tal intento etc.» Los ilustradores de la edicion de Valencia dijeron tambien hablando de lo mismo: «Pero nuestros historiadores mas atinados han desechado como fingida toda esta narracion.» Y el doctor Sabau y Blanco dice con su acostumbrado desenfado sobre este capítulo de Mariana: «Todo este cucnto es tomado de la Crónica general de España, que no tiene fundamenta en ningun autor que merezca fé. Ninguno de los escritores de este tiempo hace mencion de semejante suceso; y asi debe despreciarse toda esta narracion de Mariana como fabulosa.»

CAPITULO XXIII.

LOS HIJOS DE FERNANDO EL MAGNO.

SANCHO, ALFONSO Y GARCIA.

De 1065 á 1085.

Juicio de la distribucion de reinos que hizo Fernando I. de Castilla en sus tres bijos.Guerra de Sancho de Castilla con sus primos Sancho de Aragon y Sancho de Navarra y su resultado.-Despoja Sancho de Castilla á sus dos hermanos Alfonso y García de los reinos de Leon y Galicia.-Aventuras de Alfonso V1. de Leon.-Su prision: toma el hábito religioso en Sabagun: se refugia á Toledo, y vive en amistad con el rey musulman. -Quita Sancho la ciudad de Toro á su hermana Elvira.-Sitia en Zamora á su bermana Urraca.-Muere Sancho en el cerco de Zamora.-Traicion de Bellido Dolfos. -El Cid.-Es proclamado Alfonso rey de Castilla, de Leon y de Galicia.-Juramento que le tomó el Cid en Burgos.-Alianza de Alfonso VI. con Al Mamun el de Toledo.Toman juntos á Córdoba y Sevilla.-Piérdense otra vez estas dos ciudades.-Muerte de Al Mamun.-Resuelve Alfonso la conquista de Toledo.-Alianza con el de Sevilla.Ofrece este su bija Zaida al monarca leonés y la acepta.-Rindese Toledo al rey de Castilla. Capitulacion.-Entrada de Alfonso en Toledo.-Concilio.—Primer arzobispo de Toledo.-Conviértese la mezquita mayor en basílica cristiana.-Cambio en la situa cion de los dos pueblos cristiano y musulman.

El ejemplo vivo y reciente de lo funesta que habia sido la particion de reinos hecha por Sancho el Mayor de Navarra, ejemplo cuyas consecuencias fatales habia experimentado en sí mismo su hijo Fernando, no sirvió á este de escarmiento, é incurrió, como hemos visto, en el propio error de su padre, rompiendo la unidad apenas establecida, y subdividiendo las dos coronas de Castilla y Leon, unidas momentáneamente en sus sienes, entre sus tres hijos Sancho, Alfonso y García, en los términos que en el anterior capítulo dejamos espresados. Creyó sin duda Fernando, y tal debió ser su

propósito y buen deseo como aconteceria á su padre, dejar de aquella manera mas contentos á sus hijos, prevenir los efectos de la envidia y de la ambicion entre ellos, y acaso se persuadió tambien de que distribuido el reino en pequeños estados, cada soberano podria regir con mas facilidad el suyo y sostenerle con mas energía contra los sarracenos ó dilatar cada cual con mas fuerza de accion sus respectivas fronteras. Si tal pensamiento tuvo, pudo mas en él el buen deseo que la leccion práctica de la esperiencia, y mostróse poco conocedor del corazon humano. Faltaba por otra parte todavía el conocimiento y fijacion de la sábia ley de la primogenitura para la sucesion al trono. Lo cierto es que la particion de reinos de Fernando encerraba, como vamos á ver, el gérmen de guerras tan mortíferas entre sus hijos como las que antes habia ocasionado la distribucion de su padre Sancho de Navarra.

Bien lo previeron algunos nobles leoneses, y entre ellos principalmente el prudente y experimentado Arias Gonzalo, los cuales habian intentado persuadir al rey que revocase aquella division. No escuchó el monarca el consejo, y en conformidad á su determinacion el mismo dia de su muerte fueron proclamados Sancho rey de Castilla, Alfonso de Leon, y García de Galicia y Portugal. Aunque descontento y quejoso Sancho, ya porque viese mas favorecido en la partija á su hermano Alfonso, ya porque como primogénito se creyera con derecho á toda la herencia de su padre, no hubo todavía rompimiento entre los hermanos, ni se turbó su aparente concordia en algun tiempo, acaso porque supo mantenerlos en respeto su madre doña Sancha, señora de gran juicio y prudencia: por lo menos estuvo reprimida su envidia y no se manifestó en abierta hostilidad hasta que murió la reina madre en 1067.

Mas no estuvo entretanto ocioso el genio turbulento y activo de Sancho. Llamóle su ambicion hácia otra parte, y esto contribuyó tambien á que dejá→ ra algun tiempo en paz á sus hermanos. Reinaban en aquel tiempo en Aragony Navarra otros dos Sanchos, primo-hermanos del de Castilla; el de Aragon hijo de su tio don Ramiro, y el de Navarra hijo de su tio don García (1); reinando de este modo simultáneamente tres Sanchos en Aragon, Navarra y Castilla; coincidencia que ha podido dar lugar á confusion y equivocaciones históricas, y sobre lo cual repetimos lo que acerca de la identidad de

(1) A su tiempo rectificaremos á Mariatia, Romey y otros bistoriadores, que difieren la muerte de Ramiro 1. de Aragon hasta el año de 1067, y le hacen reinar al mismo tiempo que Sancho de Castilla, babiendo

muerto aquel en 4063. Notaremos tambien. entonces la grave equivocacion en que incurrió el juicioso y docto Zurita en esto punio.

nombres dijimos en el primer volúmen de nuestra obra En tanto que el de Castilla encontraba ocasion para arrancar á sus hermanos la herencia de su padre, ensayóse en otra empresa, que fué la de querer privar å su primo el de Navarra de la parte que Fernando mismo le habia reconocido. Pero el navarro y el aragonés, conocedores sin duda del genio codicioso del do Castilla, habíanse confederado ya para impedir todo atentado que contra sus dominios intentase, y cuando aquél pasó el Ebro encontráronle los dos aliados en la llanura en que se fundó mas adelante la ciudad de Viana, llamada, dice un moderno historiador navarro (1) el Campo de la verdad, «porque de muy antiguo estaba destinado para los combates de los nobles en desafio, que creian encontrar la verdad y la razon en la fuerza ó en la destreza de las armas.» Dióse alli una batalla entre los tres Sanchos, en la cual el de Castilla quedó vencido, teniendo que escapar preci pitadamente en un caballo desenjaezado, como en los campos de Tafalla habia acontecido treinta años antes á Ramiro de Aragon. Fuéle preciso al castellano repasar el Ebro, y regresar á sus estados, lo cual proporcionó al de Navarra el poder recupe→ rar las plazas de la Rioja, perdidas por su padre y ganadas por Fernando á consecuencia de la victoria de éste en Atapuerca (2).

No pudo el rey de Castilla tomar satisfaccion y venganza de sus dos primos como hubiera deseado, porque la muerte de su madre (1067) vino á allanarle el único obstáculo que parccia haber estado comprimiendo los impetus de su ambicion y estorbádole atentar abiertamente contra la herencia que sus dos hermanos habian recibido de su padre comun. Vió, pues, llegado el caso de aspirar á lo que mas codiciaba, y rota toda consideracion y miramiento, acometió primeramente á Alfonso, que era el que mas cerca tenia, y sin dar tiempo á que el leonés recibiese los auxilios que habia solicitado de sus primos los de Aragon y Navarra para contener al turbulento castellano (3), dióle un combate que el de Leon se vió en necesidad de aceptar en Plantaca ó Plantada (despues Llantada), á orillas del Pisuerga, en que pelearon los dos hermanos como dos encarnizados enemigos (1068). La victoria quedó por los castellanos, y Alfonso vencido tuvo que retirarse á Leon (4).

Fuese que Alfonso (el VI. de su nombre) contentára por entonces á Sancho cediéndole alguna parte de las fronteras de su reino ó condescendiendo con alguna de sus exigencias, ó que Sancho, debilitado en los campos

(1) Yanguas, Hist. Compend. de Navarra, pág. 69.

(2) Moret, Annal. de Nav. lib. 14.

(3) «Y perseguir (añade el culto Mariana) aquella bestia fiera y salvage.»

(4) Annal. Cɔmplut. p. 313.

de Viana, no se considerára en aquella sazon bastante fuerte para internarse en los dominios leoneses teniendo enemigos á la espalda, no

se vuel

ve á hablar de nueva lucha entre los dos hermanos hasta tres años mas adelante (1071), que reaparecen combatiendo otra vez en Golpejar á las márgenes del Carrion, aun mas sangrientamente que en Llantada. Hay quien dice haber concertado antes y convenidose en que aquel que venciese qucdaria con el señorio de ambos reinos. La fortuna favoreció esta vez á los leoneses, y los castellanos volvieron la espalda dejando abandonadas sus tiendas. Condújose Alfonso con laudable aunque perniciosa generosidad, prohibiendo á sus soldados la persecucion de los enemigos, á fin de que no se vertiese mas sangre cristiana, y porque, si fué cierta la estipulacion que se supone, se creeria ya señor de Castilla. Perdióle aquella misma generosidad. Porque uno de los guerreros castellanos reanimó al monarca vencido diciéndole: «Aun es tiempo, señor, de recobrar lo perdido, porque los leoneses reposan confiados en nuestras tiendas; caigamos sobre ellos al despuntar el alba, y nuestro triunfo es seguro.» El caballero que asi hablaba era Rodrigo Diaz, conocido y célebre después bajo el nombre de el Cid Campeador, que ya entonces tenia entre los suyos fama de gran capitan, aunque es la primera vez que le hallamos mencionado como tal en las antiguas historias (1).

Aceptó Sancho el consejo de Rodrigo, y sin tener en cuenta, si no un compromiso pactado, por lo menos la noble conducta que con él habia usado Alfonso, cayó con su ejército al rayar la aurora sobre los descuidados y dormidos leoneses, de los cuales muchos sin despertar fueron degollados, los demas huyeron despavoridos, y Alfonso buscó un asilo en la iglesia de Santa María de Carrion, de cuyo sagrado recinto fué arrancado y conducido desdo alli al castillo de Burgos (julio de 1071). Pasó Sancho con su ejército victorioso á la capital del reino leonés, de la cual se posesionó ya fácilme te. Amaba con predileccion doña Urraca á su hermano don Alfonso, y á instigacion y por consejo suyo rogó el conde Pedro Ansurez á don Sancho sacase de la prision á su hermano, á lo cual accedió el de Castilla, á condicion y bajo la promesa de que Alfonso tomaria el hábito monacal en el monasterio de Sahagun. Resignóse el destronado monarca á cubrir con la cogulla aquella cabeza que acababa de llevar una corona, él y sus favorecedores con la esperanza de que el tiempo trocaria las cosas y el variable viento de la fortuna daria otro rumbo á su suerte. Asi sucedió. Por arte y maña de los mismos que habian negociado su entrada en el claustro no tardó Alfonso en salir de él á favor de

(1) Lucas de Tuy, p. 97 y 90.-El arzobispo don Rodrigo, 1. V1, c. 46.

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