Imágenes de páginas
PDF
EPUB

das se puso sobre Toledo, obligando á Alfonso á encerrarse en la ciudad, devastando las campiñas y poblaciones de sus contornos, y aterrando á las gentes de la comarca. Pero el hecho de no haberle acompañado á esta es · pedicion ningun príncipe andaluz, le hizo sospechosos los emires españoles, y estos por su parte conocieron que no eran ya solo los cristianos contra quienes iba á desenvainarse la espada del poderoso morabita. El primero que penetró sus intenciones fué el rey de Granada Abdallah Ben Balkin, y el primero tambien contra cuya ciudad se encaminó Yussuf desde los campos de Toledo, acompañado de formidable hueste de moros zenetas, mazamudes, gomeles y gazules. Unos dicen que el rey de Granada le cerró al pronto las puertas, otros que disimuló y le recibió como amigo. Es lo cierto que Yussuf se posesionó de Granada, y que habiendo hecho prender á Abdallah y á su hermano el gobernador de Málaga Themin, los envió aprisionados con sus hijos y servidumbre á Agmat de Marruecos, donde les señaló una pension para vivir que satisfizo religiosamente, acabando asi la dinas→ tía de los Zeiritas en Granada, que habia dominado ochenta años.

Fijó Yussuf por algun tiempo su residencia en esta ciudad, encantado de sus bosques, sus jardines, sus aguas, su espaciosa vega, sus aires puros, su brillante sol, y las altas cumbres de aquella sierra cubierta de perpétua nieve. Alli le enviaron los reyes de Sevilla y Badajoz sus emisarios para felicitarle por la adquisicion de su nuevo estado, que el miedo á los poderosos conduce casi siempre á la adulacion y á la bajeza. El príncipe africano no permitió á los aduladores que pisasen los umbrales de su alcázar y los despidió con enérgica dignidad, harto bochornosa para ellos. Esto acabó de descorrer el velo que hasta entonces hubiera podido encubrir sus intenciones, y los emires desairados, reconociendo, aunque tarde, su falta y la posicion comprometida en que iban á verse, comenzaron á prepararse á la propia defensa, y mas el de Sevilla, á quien principalmente amenazaba la tempestad (1).

Resuelto habia venido Yussuf á apoderarse de toda la España mahometana, arrancándola de manos que creia impotentes para defenderla, y haciéndola, como en otro tiempo Muza, una provincia del imperio africano. Con este pensamiento y el de levantar nuevas huestes de las tribus berberiscas, Pasó otra vez à Ceuta y Tanger, dejando las convenientes instrucciones å Seir Abu Bekr sobre el modo como habia de manejarse en la ejecucion de

(1) De si en este tiempo hicieron Alfonso remos luego cuando contemos los becho y el Cid una incursion hasta la Vega de Gra- del Cid.

nada y alli se desavinieron otra vez, habla

la empresa. Reunidos pues los africanos que de nuevo envió Yussuf con los que existian ya en España, dividiéronse los Almoravides en cuatro cuerpos para operar simultáneamente al Este y al Oeste de Granada. El general en gefe Abu Bekr marchó en persona al frente de la mas fuerte de estas divisiones contra el rey de Sevilla, como el mas poderoso y temible enemigo. Porfiada y tenaz resistencia opuso Ebn Abed; no tanto por el número de sus fuerzas, que eran inferiores á las del moro, como por los recursos de su talento. Pero poco á poco fué perdiendo las plazas de su reino; Jaen, que fué tomada por capitulacion; Córdoba, en que los africanos hicieron gran carnicería, y en que fué pérfidamente asesinado un hijo de Ebn Abed; Ronda, en que pereció tambien el mas jóven de sus hijos á manos del mismo ejecutor; Baeza, Ubeda, Almodovar, Segura, Calatrava, y por último Carmona, tomada al asalto por el mismo Seir Abu Bekr y que acabó de quitar toda esperanza de resistencia á Al Motamid reducido ya á los solos muros de Sevilla.

Entonces viéndose perdido este emir, se humilló á solicitar de nuevo el auxilio del rey cristiano Alfonso, contra quien antes habia llamado á Yussuf y á sus Almoravides, ofreciendo al rey de Castilla entregarle las plazas en otro tiempo conquistadas para dote de su hija Zaida, asi como todo lo que en lo sucesivo con su ayuda adquiriese. Y Alfonso, bien fuese por conside→ racion y obsequio á Zaida, bien por que le asustasen los progresos de los Almoravides, todavía accedió á enviar al inconstante Al Motamid, olvidando tantos perjuicios y males como por causa suya habia sufrido, un ejército de cuarenta mil infantes y veinte mil caballos, á las órdenes probablemente del conde Gormaz (1). Pero habiendo escogido Ben Abu Bekr sus mejores tropas lamtunas, zenetas y mazamudes, para que saliesen á batir á los cristianos, quedaron estos derrotados cerca de Almodovar despues de rudos y sangrientos combates en que perecieron multitud de lamtunas ó almoravides.

Privado Ebn Abéd de este primer recurso, estrechada mas y mas por el activo representante de Yussuf, y acosado por las instancias de los sevillanos que reducidos al último extremo le aconsejaban la capitulacion, consintió en solicitarla, y la obtuvo alcanzando seguridad para si, sus hijos, mugeres y esclavos, y para todos los habitantes. Tomó pues posesion de Sevilla Seir Abu Bekr en la luna de Regeb (setiembre de 1091), é hizo embarcar á Ebn Abed con toda su familia con destino á la fortaleza de Agmat. Cuando por última vez desde la nave que los conducia por el Guadalquivir

(1) El conde Gumis, dicen las historiaș arábigas,

volvieron los ojos hacia la bella ciudad de Sevilla, abierta como una rosa, dice un autor árabe, en medio de la florida llanura, y vieron desaparecer las torres de su alcázar nativo, como un sueño de su grandeza pasada, todas sus mugeres, sus hijos que cambiaban una vida de placeres por las miserias del destierro, saludaron con destrozadores lamentos aquella patria que no habian de ver mas. En su cautiverio estuvo siempre Ebn Abed rodeado de sus hijas, vestidas de pobres y andrajosas telas; pero bajo aqueIlos humildes vestidos se descubria su delicadeza y hermosura y resplandecia en sus rostros la regia magestad, siendo como un sol eclipsado y cubierto de nubes. Dicen que era tan estremada su pobreza que llevaban los pies descalzos y ganaban hilando su sustento. Murió Ebn Abed Al Motamid, el mas poderoso de los emires de España despues del imperio, en su destierro de Agmat miserable y desastrosamente: triste remate á que le condujo el llamamiento de auxiliares extrangeros.

Dueños los Almoravides de Granada, de Córdoba y de Sevilla, fácil les fué enseñorearse de toda la España musulmana. Poco tardó en caer en su poder Almería, donde tan gloriosamente habia reinado el erudito y generoso Al Motacim, teniendo su hijo Izzod-haula (que solo reinó despues de su padre tres meses) que buscar un asilo en Bugía (1091). Aun cupo mas desventurada suerte á Omar ben Alaftas el de Badajoz, que hecho prisionero con sus dos hijos Fahdil y Alabbás despues de tomada por asalto la ciudad, fueron inhumanamente degollados de órden de Seir Abu Bekr (1). Valencia, donde reinaba el antiguo emir de Toledo Alkadir ben Dilnûm que destronó el rey Alfonso, fué tomada tambien por los Almoravides. Abandonada por los cristianos que sostenian á Ben Dilnûm, el cadí de Valencia Ahmed ben Gehafla entregó á los africanos, y Yahia Alkadir sucumbió desastrosamente (1092). Cayeron luego las Baleares en poder de los nuevos conquistadores de África. De esta manera en menos de tres años tuvo Yussuf el orgullo de someter una cn pos de otra todas las soberanías de la España musulmana.

Solo Zaragoza se habia salvado de la universal conquista. Razones de alta política y de mútuo interés mediaron para que fuese respetada esta parte de España. Su rey era u n príncipe rico, afable ademas y muy huma no, querido de sus pueblos y respetado de los vecinos: sostenia con heróico valor una gran parte de la España Oriental, en que se comprendian las importantes ciudades de Medinaceli, Calatayud, Daroca, Huesca, Tudela, Bar

(1) Dozy, Recherches, tom. I., p. 122 y 236, que refiere estos sucesos con arreglo á

los textos de Ben Alabar y Ben Alkatib, con algunas variantes de como los cuenta Condo

bastro, Lérida y Fraga: dueño del Ebro bajo, de los Alfaques y Tarragona, enviaba sus naves cargadas de frutos españoles á los mares y puertos de África, y recibia en retorno mercaderías de Oriente, de la India, de la Persia y de la Arabia. Yussuf no se atrevió á enojar á tan poderoso rey, y Abu Giafar temia por su parte tener por enemigo á quien tan multiplicadas victorias y conquistas iba haciendo. Para conjurar, pues, la tempestad envió á Yussuf presentes de gran valor, que Alcodai hace consistir en catorce arrobas de plata, acompañados de una carta en que solicitaba su alianza y amistad, y en la cual entre otras cosas le decia: «Es mi reino el baluarte que media «entre tí y el enemigo de nuestra ley: este antemural es el amparo y defensa «de los muslimes, desde que reinaron en esta tierra mis abuelos, que siem➡ «pre velaron en esta frontera para que los cristianos no entrasen á las de«mas provincias de España. Será mi mas cumplida satisfaccion la seguridad ❝y confianza de tu amistad, y que estés cierto de que soy tu buen amigo y «aliado. Mi hijo Abdelmelik te manifestará las disposiciones de nuestro co«razon, y nuestros buenos deseos de servir á la defensa y propagacion del «Islam. A esta carta contestó Yussuf con otra no menos atenta y expresiva, ofreciéndole todas las seguridades de una amistad sincera y estrecha, con que quedaron ambos reyes satisfechos y contentos.

Oportunamente hizo esta alianza el rey mahometano de Zaragoza, y falta le hacian los auxilios que le suministráran los Almoravides, por mas que los historiadores árabes exageren su poder, porque desde 1088, asi el rey don Sancho Ramirez de Aragon como don Pedro su hijo no habian cesado de hostilizar y talar sus fronteras, le habian tomado á Monzon y á Iluesca, y haciendo por último una violenta irrupcion en tierras de Zaragoza, se habia apoderado el último de estos monarcas de Barbastro, habiendo sucumbido mas de cuarenta mil musulmanes en esta guerra al filo de las espadas cristianas. Pero con la ayuda que recibió de los Almoravides, y gracias á su oportuna alianza, no dejó de mejorar su posicion y de variar el aspecto de la guerra, como habremos de ver en la historia de aquel reino.

Quedaba, pues, posesionada de la España muslimica una nueva raza de hombres, los Almoravides africanos, conquistadores de los mismos que antes los habian conquistado á ellos: nuevos cartagineses llamados por sus hermanos y convertidos en dominadores y tiranos de los mismos que los habian invocado como protectores y salvadores. Cumplióse la profecía del wali de Málaga y del hijo de Ebn Abed cuando dijeron: «Ellos nos atarán con sus cadenas y nos arrojarán de nuestra patria.» Terribles fueron sus primeros. ímpetus y arremetidas contra los cristianos: veremos como se desenvuelven, de estos nuevos y formidables enemigos.

CAPITULO II.

EL CID CAMPE Å DOR.

Enojo del rey de Castilla con Rodrigo.-Destiérrale del reino. -Alianza del Cid con el rey Al Mutamín de Zaragoza.-Sus campañas contra Al Mondbir de Tortosa, Sancho Ramirez de Aragon y Berenguer de Barcelona.-Vence y hace prisionero al conde Borenguer: restitúyele la libertad.-Acorre al rey de Castilla en un conflicto: separase de nuevo de él.-Correrías y triunfos del Cid en Aragon.-Sus primeras campañas en Valencia. Politica y maña de Rodrigo con diferentes soberanos cristianos y musulmanes -Reconciliase de nuevo con el rey de Castilla, y vuelve á indisponerse y á separarse. -Vence segunda vez y hace prisionero á Berenguer de Barcelona.-Tributos que cobraba el Campeador de diferentes principes y señores. -Sus conquistas en la Rioja. -Pone sitio á Valencia.--Muerte del rey Alkadir.- Apuros de los valencianos.-Hambre horrorosa de la ciudad.—Tralos y negociaciones.-Poezas del Cid.-Rendicion de Valencia.-Comportamiento de Rodrigo.-Sus discursos á los valencianos.-Horrible castigo que ejecutó en el cadi Ben Gelaf. - Rechaza y derrota á los Almoravides.Conquista á Murviedro.-Muerte del Cid Campeador.-Sostiénese en Valencia su esposa Jimena.-Pasa á Valencia el rey de Castilla, la quema y la abandona.--Pesesiónanse los Almoravides de la ciudad.-Aventuras romancescas del Cid.

Resonaba por este tiempo en España la fama de las proezas y brillantes hechos de armas de un caballero castellano, cuyo nombre gozará de perpétua celebridad, no solo en España y en Europa sino en el mundo, y que ha alcanzado el privilegio de oscurecer y eclipsar á tantos héroes como produjo la España de la edad media. Este famoso caballero era Rodrigo Diaz de Vivar, llamado luego el Cid Campeador (1), de quien ya hemos contado en

peon; entre los árabes cambitor, cambiatur; los latinos solian llamarle campidoctus.Nombrábasele tambien Ruy Diaz, sincope

(1) El Cid, de el Seid, señor.-El Campeador, equivalente á retador, peleador, de la palabra teulónica champh, duelo y pelea: algunos le hacen sinónimo de cam- de Rodrigo Diaz.

« AnteriorContinuar »