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erigiendo fortalezas y castillos, Castella, de donde mas adelante habian de tomar su nombre dos provincias de España. Asi empleó Alfonso los 18 años de su reinado, de modo que á su muerte, acaecida en 756, el reino de Asturias se estendia, aunque inseguramente y sin solidez, por toda la ramificacion de los Pirineos desde Galicia y la Cantabria hasta la Vasconia. Murió Alfonso en Cangas, y sus restos mortales fueron sepultados en el monasterio de Santa María de Covadonga que él habia fundado, donde fueron tambien trasladados los de Pelayo. Las crónicas cristianas cuentan los milagros que señalaron sus últimos momentos, y dicen que en su entierro se oyó á los ángeles cantar en armoniosos coros el salmo: Ecce quomodo tollitur justus (1).

Grandemente habia favorecido al éxito de las correrías militares de Alfonso el anárquico estado en que los musulmanes continuaban, no mas lisonjero que el que anteriormente hemos descrito. Cierto que en Africa el emir Hantala habia logrado vencer y sujetar, momentáneamente al menos, la raza indomable de los berberiscos. Pero la idea de descargar el suelo africano de esta gente feroz y desalmada trasplantándola á nuestra Península vino á aumentar los elementos de discordia que ya pululaban en ella. Quince mil magrebinos fueron trasportados á España al mando del emir Hussan ben Dirhar, llamado tambien Abulkatar. Llegaron estos africanos á dar vista á Córdoba á tiempo que Thaalaba iba á degollar en las afueras de esta ciudad mil prisioneros berberiscos. Preparábase una inmensa muchedumbre á presenciar el horrible suplicio de aquellos infelices, cuando entre nubes de polvo se divisaron banderolas y turbantes y el brillo de fulgentes armas. A la llegada de Abulkatar se suspendió la sangrienta ejecucion; los que iban á ser sacrificados fueron puestos en libertad, ordenó Abulkatar la prision de Thaalaka, y encadenado le envió á Africa á disposicion del emir (744).

Deseoso Abulkatar de poner término á las escisiones en que se despedazaban las diversas razas de los musulmanes españoles, é informado de que una de las causas mas fuertes de las discordias era la reparticion de tierras, aspirando todos á poseer las fértiles campiñas de Andalucía, y principalmente los árabes y sirios que se creian con derecho de preferencia en la reparticion, como lo eran en la gerarquía religiosa, quiso por un medio ingenioso cortar todas las disputas, acallar todas las pasiones y contentar todas las voluntades, haciendo una nueva y general distribucion de territorios, señalando á cada tribu aquellas tierras ó comarcas que mas se asemejasen á su pais natal, y cuyo suelo y clima les suscitase mas dulces recuerdos de su patria.

(1) Sebast. Salmant. n. 15-Silens. 26.-Chron. Ovet. p. 65.

Asi á los de la Palestina les señaló el pais montuoso de Ronda, Algeciras y Medina Sidonia, que podian recordarles sú Líbano y su Carmelo: los que habian pastoreado en las márgenes del Jordan estableciéronse en Archidona y Málaga, á orillas del Guadalhorce, que corre como el Jordan entre pintorescos valles; asentáronse los de Kinserina en tierra de Jaen; algunos persas se quedaron en Loja; los de Wacita en los alrededores de Cabra; los del Yemen y Egipto obtuvieron las comarcas de Sevilla, de Ubeda, Baza y Guadix; á otros egipcios les fué designada la tierra de Osonoba y Beja; los de Damasco no hallaron pais ni cielo que les representára mejor los jardines y verjeles que rodeaban la córte de sus Califas, que las márgenes del Genil y la vega de Garnathah y de Elvira, y adoptaron por nueva patria el pais de Granada: á los árabes de Palmira les fueron señaladas las campiñas de Murcia y las comarcas orientales de Almería que formaban la tierra de Tadmir. Por algun tiempo llamaron á Elvira Damasco, á Málaga Arden, á Jaen Kinserina, á Murcia Palmira, Palestina á Medina Sidonia, y asi á las demas (1).

Estas adjudicaciones no se hicieron sin perjuicio de los cristianos, saliendo entre ellos el mas lastimado en sus intereses el godo Atanaildo, que por muerte de Teodorico obtenia el señorío de la tierra de Murcia. Impúsole Abulkatar fuertes tributos para el mantenimiento de los nuevos colonos, ó 'creyéndose ó suponiéndose desobligado el emir de guardar los convenios y estipulaciones ajustadas entre Teodomiro y Abdelaziz. Asi fué desapareciendo aquel estado que el valor de Teodomiro habia sabido conservar enclavado entre los dominios musulmanes, sin que de él vuelva á hacer mencion la historia (2).

Lo que se hizo para traer las tribus á una concordía vino á ser causa de disturbios mayores. Samail, jóven sirio de ilustre cuna, pero de genio inquieto y discolo, práctico en el ejercicio de las armas y astuto para tramar conspiraciones, alzó el estandarte de la rebelion so pretesto de que la tribu del Yemen, á que pertenecia Abulkatar, habia sido la mas favorecida en la distribucion de los lotes. Adhiriósele Thueba ben Salemi, aunque yemenita, y juntos declararon una guerra cruel á Abulkatar y á las tribus de su partido. Nada puede dar mejor idea del estremado encono á que se dejaron llevar en esta guerra aquellas razas vengativas que la descripcion que hace un historiador arábigo de las batallas que se dieron cerca de Córdoba. «Fué «(dicc) como un duelo caballeresco entre dos ejércitos de quince á veinte mi!

(1) Xerif Aledris. Geogr.-Ben Alabar, Cassiri, tom. 2.—Conde, cap. 33.-Al Kattib de Granada, part. 1.

(1) Segun el Pacense, le exigió 27,000 sueldos. Chron. n. 39.

<hombres cada uno... No hubo lanza que no se rompiera, y los caballos heri«dos y sofocados por el calor, ni obedecian ya al freno, ni podian moverse: <«<echaron los ginetes pié á tierra, y arremetiéronse espada en mano.... la «mayor parte rompieron tambien sus aceros, pero no por eso dejaban de «combatir, los unos con el pedazo de alfange que en la mano les quedaba, «los otros hasta con puñados de arena y de guijo. Los que no hallaban con «que herirse se abrazaban cuerpo á cuerpo, se asian por la garganta, por los «cabellos, luchando, haciéndose rodar por el polvo, sobre los cuerpos de los «heridos, de los moribundos, de los muertos. Hácia el medio dia la victoria «estaba indecisa, faltaban ya á todos las fuerzas........... cuando de repente vienen <de Córdoba algunos centenares de hombres á mezclarse en la pelea. No «eran guerreros, era un populacho tumultuoso de artesanos, de ganapanes, «de carniceros, ávidos de sangre, armados de lanzas ó de espadas, de ha«chas, de palos, de cuchillos ó de piedras........... que en otra ocasion no hubie«ran excitado sino risa, pero que en la crisis en que la lucha se hallaba no tu«vieron que hacer sino ó prender ó degollar.... (1).»

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Alzóse Thueba de resultas de esta batalla con el poder soberano de la Península: recompensó á Samail dándole el emirato independiente de Zaragoza y de la España Oriental, pero los walies de Toledo y de Mérida se negaron á obedecer al usurpador. Asi se fraccionaba ya en pedazos el imperio fundado por Muza y Tarik. La anarquía, el desórden y la inseguridad eran tales, que hasta los labradores y pastores tenian que defender con sus armas sus propiedades y ganados. Era esto en ocasion en que Alfonso de Asturias paseaba los estandartes cristianos desde la Lusitania hasta la Vasconia. Aprovechábase bien Alfonso del desconcierto de los musulmanes. En tan angustiosa situacion las diferentes razas de árabes, sirios, egipcios, persas, yemenitas y berberiscos, por un natural instinto de conservacion acordaron dar una tregua á sus rivalidades y reunir todas las fuerzas del Islam bajo la autoridad única y central de un emir. Congregáronse los mas nobles jeques en Córdoba en una especie de asamblea general de los estados musulmanes, y conviniendo en la necesidad de elegir un gefe bastante enérgico que administrára justicia por igual, y los sacára á todos de aquel estado de anarquía, recayó la eleccion en Yussuf ben Abderrahman el Fehri, noble coraixita y caudillo acreditado, que habia sabido mantenerse estraño á todos los partidos, siendo por esta razon recibido su nombramiento con aplauso y contentamiento universal (746).

Dedicóse Yussuf á escuchar y satisfacer las quejas de los pueblos; arregló

(4) Manuscrito árabe de la Biblioteca Real de París, citado por Fauriel, tom. III. Томо п.

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la administracion, reformó la estadística, destituyó á los malos gobernadores, consagró la tercera parte de las rentas de cada provincia á la construccion de mezquitas y á la reparacion de puentes y caminos, y dividió la España muslímica en cinco grandes provincias ó emiratos, cuyas capitales eran: Córdoba, Toledo, Mérida, Zaragoza y Narbona. De hecho el emir de España obraba ya con independencia del Califa de Damasco, ó era por lo menos una dependencia casi nominal. De ello se valió el ambicioso Ahmer ben Amru, walí de Sevilla, para intrigar con el Califa contra Yussuf y Samail á quienes aborrecia mortalmente. Descubrióse la intriga por una carta que le fué interceptada. Yussuf y Samail trataron de deshacerse de Ahmer y no pudieron lograrlo (753). Nuevas guerras civiles volvieron á ensangrentar los campos de la España musulinana, porque le fué fácil á Ahmer indisponer de nuevo å las siempre rivales y jamás bien unidas tríbus. Pelearon, pues, otra vez encarnizadamente árabes, sirios, egipcios y mauritanos, y guerrearon entre sí los emires y walies de Córdoba, Zaragoza y Toledo. Toda la España ardia en guerras civiles: todos sufrian; era un estado insoportable. Veremos como el mismo exceso del mal les inspiró el remedio.

CAPITULO IV

LOS OMMIADAS DE CORDOBA,

De 756 á 774.

Revolucion en Oriente.-Cambio de dinastia en el califato dɩ Damasco.-Los Omeyas.→ Los Abassidas.-Horrible esterminio de la familia destronada.-Aventuras del jóven Abderrahman el Beni Omeya.-Acuérdase la fundacion de un imperio independiente en España.-El proscripto Abderrahmau es llamado de los desiertos de Africa para ocupar el trono muslimico español.—Surecibimiento en Andalucía:-Prosiguen las guerras civiles.-Yussuf y Samail.-Triunfos de Abderrahman.-Los hijos de Yussuf.-Marsilio.Irrupciones de africanos.-Nuevos triunfos y nuevas contrariedades de Abderrahman.Sitio de Toledo.-Guerra de las Alpujarras.—Espautosa noche en Sevilla.-Sosiégaso la Andalucia.—Considerable fomento y desarrollo que dan á su marina los árabes de España.

Loado seas, Señor Dios, dueño de los imperios, que das el señorío á quien quieres, y ensalzas á quien quieres, y humillas á quien quieres. En tu mano está el bien y el mal, y tú eres sobre todas las cosas poderoso.» Asi exclama un autor arábigo al dar cuenta de la gran revolucion y mudanza que sufrió el imperio muslimico, y que vamos á referir nosotros en el capítulo presente.

No era solamente en África y en España, no era solo en estos dos emiratos dependientes de Damasco donde ardia el horno de las guerras civiles, donde lo devoraba todo el fuego de la discordia: acontecia otrɔ tanto en Siria, en el centro del imperio, en la córte misma de los Califas. Por eso no podian ni reprimir con mano fuerte las revueltas de África y España, ni atender al buen gobierno de estas dependencias, ni evitar que se desgarráran en disensiones. Antes bien veian cómo se iban aflojando los lazos de estas provincias

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