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voridos; hicieron en ellos los fieles horrible matanza, y continuaron victoriosos camino de Castilla.

Llegado que hubieron á San Pedro de Cardeña, colocaron el cadáver del Campeador á la derecha del altar, en una silla do marfil, con una mano descansando sobre su Tizona. En una ocasion entró un judio en la iglesia del monasterio á ver el cadáver del Cid, y como se hallase solo, dijo pa ra sí: «Hé aquí el cadáver del famoso Ruy Diaz de Vivar, cuya barba nadie fué osado á tocar en vida: ahora voy á tocarla yo á ver qué me sucede.» Y alargó el brazo, y en el momento envió Dios su espíritu al Cid, el cual con la mano derecha asió el pomo de su Tizona y la sacó un palmo de la vaina. El judío cayó trastornado y comenzó á dar espantosos gritos. El abad del monasterio, que predicaba en la plaza, oyó los lamentos, suspendi5 el sermon y acudió con el pueblo á la iglesia. El judio ya no gritaba, parecia difunto; el abad le roció con unas gotas de agua y le volvió å la vida. El judío contó el milagro, se convirtió á la fé de Cristo, se bautizó, recibió el nombre de Diego Gil, y entró al servicio de Gil Diaz.

Fuera largo enumerar los prod gios que los romanceros y poetas, y ya no solo poctaз y romanceros, sino los venerables mongɩs de Cardeña aplicaron al Cid en vida y en muerte, y no tan solament à la persona del héroe, sino á su cadáver, á su féretro, ȧ su cofre, á su tizona, y hasta á su caballo Babieca, que Gil Diaz enterró á la derecha del pórtico del convento, plantando sobre su tumba dos álamos que crecieron enormemente. La historia romancesca del Cid Ilegó á hacer olvidar su historia verdadera, y ha costado no poco trabajo deslindar la una de la otra, y aun no está de todo punto determinada y clara la línea que las separa y divide. Sucede ademas que al través de las aventuras bélicas, religiosas, amorosas y caballerescas que los poemas y los cantares han atribuido al Cid, se revela el genio de la edad media: á vueltas de estas bellas ficciones, se descubren importantes realidades: los poetas y los monges habrán inventido las anécdotas, pero las anécdotas están basadas sobre el espíritu de la época. De modo que si los anales y las crónicas contienen la historia de los verdaderos sucesos, los poeTOMO II.

mas, las leyendas, los cantares y las tradiciones desarrollan á nuestra vista el cuadro moral de las pasiones, de las creencias, de los amores, de las luchas politicas, de las costumbres, en fin, que constituian la índo❤ le y el genio de la edad media castellana.

Terminaremos esta nota & apéndice con la célebre aventura de los infantes de Carrion, que tanta popularidad adquirió en Es-paña, á pesar de no ballarse apoyada en fundamento a'guno histórico que merezca fé. Cuando el Cid conquistó á Valencia, dos caballers castellanos solicitaron la mano de sus dos hijas. Estos dos caballeros eran los condes de Carrion. Omitiendo las negociaciones que al decir del poeta mediaron entre los pretendientes, el rey Alfonso y el Cid, el doble enlace se verificó, aunque con harta repugnancia de este, y los infantes permanecieron durante dos años en Valencia. Estando alli sus yernos, le sucedió al Cid la famosa aventura del leon que se salió de la jaula y puso en consternación á todos sus caballeros, habiendo sido los de Carrion los que se condujeron mas cobardemente. Cuando el Cid, agarrando al leon por la melena le volvió á encerrar en su jaula, los infantes de Carrion, que se habian escondido, el uno debajo de una cama, el otro tras del buso de un lagar, salieron de sus escondites, pero tuvieron que sufrir la burla y el sarcasmo de los demas caballeros, lo cual los llenó de cólera, y no pensaron sino en vengar aquella afrenta, aunque sobradamente merecida. Despues de la victoria del Cid sobre el rey Bucar, los infantes de Carrion, á quienes tocó una gran parte del botin, manifestaron su deseo de volverse á Carrion con sus esposas. El Cid accedió á ello, y mandó á Felez que los acompañára.

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En Molina fueron muy cortesmente fecibidos por el rey Abengalvon, aliado del Cid, el cual en la confianza de amigos tuvo la debilidad de enseñar sus tesoros á sus buéspedes. Ellos, correspondiéndole con ingratitud, proyectaron quitarle vida y riquezas. Un moro que entendia el latin les oyó to que hablaban, y los denunció á su rey Abengalvon les afeó su indigno proceder y alevosos designios, mas por consideracion al Cid los dejó partir libremente. Al llegar á los montes de Corpa, meditaron ejecutar otro proyecto todavía mas horrible que desde Va→ 33

lencia traian. A las orillas de un limpio arroyuelo, que en el bosque hallaron, levantaron sus tiendas, y alli pasaron la noche en brazos de sus esposas. Al amanecer ordenaron á la comitiva que se pusiera en marcha y se fuera delante. Luego que que daron solos con doña Elvira y doña Sol (que asi llama la leyenda á las hijas del Cid), les intimaron que iban á vengar en ellas los insultos recibidos de los compañeros de su padre cuando la aventura del leon, y desnudándolas de sus vestidos se prepara ron á azotarlas con las correas de sus espuelas. Expusiéronles las desgraciadas bermanas que preferian les cortasen las cabezas con las espadas Colada y Tizona que el Cid les habia dado. Inexorables estuvieron los bárbaros esposos: azotáronlas con correas y espuelas, la sangre corrió de sus cuerpos, y cuando ya el dolor les embargó la voz y no podian gritar, las abandonaron á los buitres y á las fieras del bosque.

Lleno de cuidado esperaba Felez Muñoz á la ladera de una montaña, y cuando vió llegar los infantes sin sus esposas, sospechó alguna catástrofe y se volvió al monte, donde halló á sus desventuradas primas casi moribundas. Las llamó por sus nombres, abrieron ellas los ojos, doña Sol le pidió agua, que él le llevó en su sombrero; puso á las dos damas sobre su caballo, las cubrió con su capa, y tomando el caballo de la brida las condujo á la torre de doña Urraca. Cuando este desaguisado llegó á noticia del Cid, llevó la mano á la barba, y exclamó: «Por esta barba que nadie jamás tocó, los infantes de Carrion no se holgarán de lo que han hecho; en cuanto á mis hijas yo sabró casarlas bien.» Llegaron sus hijas á Valencia, el padre las abrazó tiernamente y volvió á jurar que las casaría bien y que sabria

tomar venganza de los de Carrion. Envió, pues, á Muño Gustios á pedir justicia al rey Alfonso de Castilla contra los infantes. Alfonso convocó córtes en Toledo. Los de Carrion pidieron al rey les permitiera no asistir; pero el monarca los obligó á ello. Para intimidar al Cid se presentaron los infantes con gran comitiva y acompañados de García Ordoñez, el mortal enemigo de Ruy Diaz. Alfonso nombró árbitros á los dos condes Enrique y Ramon. El Cid presentó su querella, y reclamó sus dos espadas Colada y Tizona. Los árbitros aprobaron su demanda, y las dos espadas fueron devueltas al Cid. Despues reclamó las riquezas que babia dado á los infantes al partir de Valencia. Hubo algunas dificultades por parte de los de Carrion, pero al fin las restituyeron tambien. Por último, pidió vengar en combate la afrenta que habian hecho á sus bijas. Realizóse el duelo, y los tres campeoncs del Cid, Pero Bermudez, Martin Antofinez y Muño Gustios vencieron á los dos infantes y á Asur Gonzalez, y las bijas del Cid se casaron con los infantes de Navarra y Aragon.

El autor de esta leyenda (que no se balla en bistoria alguna fidedigna) parece se propuso infamar la familia de los condes de Carrion, aborrecida acaso en Castilla, los Vani Gomez del poema. Ademas, el conde que hubo en Carrion desde 1088 hasta 1117, fué Pedro Aosurez, que no era de la familia de los Gomez, como puede verse en Sandoval, Sota, Moret, Llorente y otros. De la misma manera pudiéramos evidenciar de apócrifas otras muchas anécdotas del Cid, con que no queremos ya fatigar á nuestros lectores, y que puede ver el que guste en el Poema, en los dramas y en las colecciones de romances de Sanchez, de Duran y de Depping.

CAPITULO III.

FIN DE ALFONSO VI. DE CASTILLA:

SANCHO RAMIREZ Y PEDRO I. EN ARAGON: BERENGUER RÀMON 11. Y RAMON BERENGUER III. EN CATALUÑa.

De 1094 á 1109.

Casa Alfonso sus dos hijas Urraca y Teresa con dos condes franceses.-Dales en dote los condados de Galicia y Portugal.-Muerte de la reina Constanza, y matrimonios sucesivos de Alfonso.-La mora Zaida abraza el cristianismo, y se hace reina de Castilla con el nombre de Isabel.-Continuan las guerras de Alfonso con los Almoravides.-Muere Yussuf y su hijo Alí es proclamado emperador de Marruecos y emir de España.-Funesta batalla de Uclés: derrota del ejército castellano, y muerte del principe Sancho, único hijo varon de Alfonso.-Sentidos lamentos de este.-Enferma y muere Alfonso VI. de Castilla.-Su elogio.-Sobre las diferentes esposas de este monarca.-Aragon. -Campañas de Sancho Ramirez.-Muere herido de flecha en el sitio de Huesca.-Proclamacion de su bijo don Pedro.-Prosigue el sitio de Huesca.-Muerte de don Pedro, y sucesion de su hermano don Alfonso.-Cataluña.-Hechos de Berenguer II. el Fratricida.-Sus guerras con el Cid.-Importante conquista de Tarragona.-Acusacion y reto por el fratricidio: su resultado.-Auséntase Berenguer de Cataluña.-Eutra á regir el condado Ramon Berenguer III. el Grande.

No habia hecho poco Alfonso de Castilla en irse reponiendo del desastre de Zalaca, hasta el punto de triunfar al poco tiempo de los Almoravides en Aledo, y de poder en 1093 hacer una gloriosa expedicion por Estremadura y Portugal, apoderándose sucesivamente de Santaren, Lisboa y Cintra (1). Tanto en Aledo como en la campaña del Algarbe habian hecho importantes

(1) Chron. Lusit. ad ann. 1093.-Id. Conimbric. p. 330.

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servicios al monarca castellano aquellos condes franceses que dijimos habian venido á España con el deseo de tomar parte en la solemne lucha que en nuestra Península se sostenia con tanto heroismo en favor de la cristiandad. Habíanle merecido particular predileccion dos caballeros de la ilustre casa de Borgoña, Ramon y Enrique, primo hermanos, y parientes de la reina de Castilla, Constanza, segunda muger de Alfonso VI. (1). De tal modo ganaron estos condes el afecto y privanza del rey, que en 1092 les dió en matrimonio sus dos hijas Urraca y Teresa. Obtuvo el conde Ramon la mano de Urraca, hija legitima de Alfonso, habida de su matrimonio con Constanza. Fuéle dada á Enrique la otra hija de Alfonso llamada Teresa, nacida de la union declarada ilegítima del rey con Jimena Nuñez. A Urraca y Raimundo les dió el condado de Galicia, á Teresa y Enrique el del territorio que de los moros habia ganado en la Lusitania. Principio fué este de grandes sucesos, origen del nuevo reino que habia de erigirse en Portugal, y fundamento que habia de servir para que dos estrangeros fuesen tronco y raiz de dos dinastías reales en España, como lo habremos pronto de ver. De esta manera tomaron los franceses en Castilla en el reinado de Alfonso VI. igual influjo y preponderancia en lo político y en lo militar al que anunciamos habian tomado en lo eclesiástico y lo religioso los prelados y monges de aquella nacion de que aquel monarca llenó las iglesias españolas.

Las invasiones de los Almoravides en el Algarbe y la conquista de Badajoz con la muerte del último emir Omar ben Alaftas que en otro lugar dejamos indicada, hicieron que Alfonso volviera á perder una parte de aquellas adquisiciones, abrieron sus puertas á los africanos Evora, Silves, la misma Lisboa y otras importantes poblaciones de Occidente. Mas distraidas despues las fuerzas musulmanas á la parte de Valencia por el Cid Campeador, y habiendo los dos condes franceses sostenido algunos encuentros y combates con las tropas muslímicas que en Portugal y en sus fronteras habian quedado, hallamos en 197 á Enrique de Borgoña dominando el territorio comprendido entre el Miño y el Tajo, y á Raimundo en posesion de lo que hoy abraza la moderna Galicia, despues de haber ayudado á Alfonso á repoblar las ciudades de Castilla, Avila, Salamanca, Almazan y Segovia (2).

Habiendo fallecido en 1093 la reina Constanza, el monarca castellano contrajo nuevas nupcias con Bertha, repudiada de Enrique IV de Germania,

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que å los dos años dejó otra vez vacante con la muerte el tálamo de Alfonso. Una princesa mora fué entonces llamada á compartir con el rey de Castilla el lecho y el trono. Era la bella Zaida, la hija del rey árabe Ebn Abed de Sevilla, que en los tiempos en que su padre habia hecho alianza con el mo¬ narca cristiano la habia entregado á éste como prenda de amistad y á título de esposa futura, juntamente con los pueblos de Vilches, de Alarcos, de Mora, de Consuegra, de Ocaña y otros del reino de Toledo, en calidad de dote. Muy jóven en aquel tiempo la hermosa Zaida, habia continuado en poder de Alfonso, segun unos como consorte, segun otros en concepto mas equívoco y menos honroso. Ni lo uno ni lo otro creemos fundado. Ni las crónicas insinúan que Alfonso quebrantara la ley de los cristianos que prohibe la bigamia, ni hay documento que indique que tuviera con la bella musulmana relaciones de naturaleza de producir escándalo. Pero Alfonso amaba tiernamente á la jóven mora, y el corazon de la hija de Ebn Abed se habia prendado de la grandeza y generosidad del monarca castellano. Ambos deseaban unirse con legítimos lazos, pero la diferencia de religion establecia entre ellos un abismo Acaso el afecto y la conviccion obraron de concierto en el corazon de Zaida, y Zaida renunció á la fé de sus padres y abrazó la religion de Alfonso; hízose cristiana, y tomó en el bautismo el nombre de Maria Isabel (con el segundo la nombraba siempre Alfonso y es conocida en los documentos). Entonces el rey, libre de todo compromiso por las muertes sucesivas de Constanza y de Bertha, realizó solemnemente su deseado enlace con Isabel Zaida (1095), de la cual tuvo al año siguiente el ansiado placer de ver nacer un principe, fruto de su amor y heredero de su trono, puesto que Sancho, que asi se llamó el hijo de Zaida, era el único varon que Alfonso habia logrado tener en sus diferentes consorcios (1).

Pasáronse los años siguientes atendiendo Alfonso á las cosas de su reino, y acudiendo, ya á la parte de Extremadura, ya á la de Aragon ó Andalucía, segun que la necesidad y sus relaciones con los reyes musulmanes y cristianos lo reclamaban, sin que otros sucesos importantes ocurrieran en Castilla que los que en anteriores capítulos dejamos referidos. Asi las cosas, volvió Yussuf el emperador de Marruecos por cuarta vez á España, trayendo en su compañía sus dos hijos Abu Tahir Temin y Alí Abul Hassan. Aunque el me

(1) Isabel comienza á aparecer como rei na en las cartas y privilegios del rey Alfonso desde 1095, y apenas hay año que no le hallemos inscrito en algun documento hasta el 1107, en que murió; como puede verse en el libro becerro de la iglesia de Astorga. En

un privilegio de 25 de enero de 1103 da el rey don Alfonso á su esposa Isabel los epitetos de dilectissima, amatissima: y en otro se lee: Elisabeth Regina divina. Sola, cit. por Romey.

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