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mente con otros tantos eirios de cera blanca en las manos 16. Durante la guerra de Granada en tiempo de los Reyes Católicos, período grandioso de nuestra historia, en que la crueldad anduvo mezclada con el heroismo, cayeron no pocas plazas en poder de los cristianos, merced á la blandura y sagaz política de aquellos monarcas, que concedian especiales mercedes, en cuanto á contribuciones y alcabalas, à los vecinos de las que abrian espontáneamente sus puertas; aunque tambien, cuando se resistian hasta la temeridad, quedaban cautivos los moradores, siendo vendidos como esclavos, sin lograr tratado alguno ".

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No era menos notable el empeño que en Aragon ponia el rey D. Pedro III para atraer poco a poco á los sarracenos de sus reinos al gremio de la Iglesia católica. Encargó á los gobernadores, á los obispos y á los cónsules ó concelleres de las villas y ciudades que entendiesen en la predicacion con fervor y constancia, ordenando especialmente á las autoridades de Valencia cooperasen con asiduidad á los esfuerzos de Fray Juan de Puigventós, religioso dominico, predicador insigne, amaestrado en el idioma arábigo, que adoctrinaba en la fé á los moros de aquel reino 18. Tenian cometida por los reyes tan difícil como importante empresa los padres de la religion de Santo Domingo, quienes en 1281 celebraron capítulo en la villa de Estella, determinando se estableciera, como se hizo, estudio general de lengua arábiga en su convento de Valencia. D. Jaime el II daba todavía un paso más en la difícil senda de fusion para las dos razas, disponiendo que los moros valencianos y aragoneses acudiesen á oir los sermones para que de antemano fuesen avisados; y casi al mismo tiempo la reina doña Blanca, esposa de aquel monarca, consignaba cierta renta en el monasterio de Santo Domingo de Játiva para que se enseñase lengua arábiga ". Por último, en 1313, no sin ofender á los mudejares, prohibíales el mismo D. Jaime II el uso de las armas en las vias públicas, y les obligaba á arrodillarse ó alejarse al encontrar el Santísimo Sacramento, vedándoles decir á voces sus oraciones en calles y plazas.

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En iguales sentimientos religiosos abundaba D. Pedro IV cuando ordenó en 1348, bajo severisimas penas, que ningun moro se atreviese à tener comercio carnal con mujer cristiana 20. Pero durante los reinados de don

16 Parece que no sucedió esto una sola vez. Véanse los Annales eclesiásticos y seculares de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla, por D. Diego Ortiz de Zúñiga. 17 COLECCION DIPLOMÁTICA.

18 Real cédula de 1279.

19 Y tambien hebrea.

20 Véase en la COLECCION DIPLOMÁTICA el documento que refiere el suceso que motivó semejante disposicion..

Juan I, D. Martin el Humano y D. Fernando el de Antequera, pudo lograrse todavía más de la raza subyugada, pues sin violencia alguna, merced al celo evangélico del antipapa Benedicto de Luna y de las predicaciones de San Vicente Ferrer, fueron millares de infieles convertidos al Cristianismo. Y á pesar de que, apostatando despues algunos, el rey don Alfonso V obtenia por breve del pontífice Martino V el establecimiento de un tribunal peculiar de Inquisicion en Valencia 21, los moros de este reino, lo mismo que los de Cataluña y Aragon, y los de Castilla, continuaban afectos y sumisos todos á nuestros monarcas, hasta que, ondeando en Granada los pendones de Isabel y de Fernando, « señalaba ya el cuadrante de los tiempos la hora de la extincion de los vasallos mudejares y la aparicion de otro linaje de vasallos que iban á ser designados con el título de moriscos.»>

21 Por breve espedido en 1422, en que se nombraba tambien por inquisidor general al maestro Andrés Ros.

CONDICION SOCIAL

DE LOS

MORISCOS DE ESPAÑA.

I.

DESPUES de Ochocientos años de sangrienta y continuada lucha; despues de larga serie de crímenes y combates más o menos violentos, el imperio de los musulmanes, que formaba la vanguardia del Islamismo en Europa, caia bajo las victoriosas plantas de los cristianos.

La constitucion social del pueblo árabe no consentia una existencia sosegada los hijos del desierto debian avanzar ó retroceder: su religion, sus costumbres, su política, en pugna siempre con los pueblos comarcanos, les obligaba ora á hostilizar, ora á rechazar las hostilidades extrañas. Cuando llegó el dia en que la victoria no concedió ya sus favores á las armas sarracenas, el pueblo musulman volvió los ojos al primitivo suelo, de donde habia salido tan pujante como soberbio; pero «á pesar de todo su aparato, como dice un historiador ', el imperio de los moros era un monumento elevado sobre arena. >>

Granada, la ciudad de cien torres, el último baluarte del poder agareno en España, debia olvidar aquellos brillantes dias de valor y de heroismo en que sus reyes, en vez de tributar homenaje á los soberanos de Castilla, sabian solo fabricar lanzas y espadas para blandirlas contra los cristianos. La cimitarra, ántes victoriosa, habia enarbolado la media luna sobre los alcázares de nuestros monarcas; pero el acero castellano, em

1 Washington Irving.

2 Contestacion que Muley-Hazen habia dado á los embajadores castellanos que le reclamaban los tributos del vasallaje.

puñado con fé y con osadía, arrancaba á la morisma cada momento nuevas fortalezas, llevando el glorioso estandarte de la Cruz desde los Pirineos y Covadonga hasta las cumbres de plata de la Alpujarra. Las tres colinas sobre que descollaban con majestad las Torres bermejas; el palacio de la Alhambra, donde sus reyes habian reunido todo el fausto y esplendor del Asia; el castillo del Albaicin, cuyos fuertes muros daban seguridad á sus placeres; todas estas fortalezas que, como dice Chateaubriand, parecian estar desafiando á los príncipes cristianos, venian al fin à enriquecer el doble cetro de Isabel y de Fernando. La arrogante y noble respuesta de Muley-Hazen habia sido como el canto del cisne para los moros de España 3.

Sometida, pues, Granada, ¿qué porvenir tan halagüeño no se presentaba á la regia contemplacion de los monarcas españoles? Menester habian, sin embargo, entablar un sistema de gobierno que hermanara á los vencidos con los vencedores, encomendado á personas sabias y prudentes que supiesen evitar resentimientos entre moros y cristianos. Fácil parecia tan meritoria tarea al fijar la vista en las capitulaciones, con cuya mediacion habian acatado los sarracenos el gobierno de los Reyes Católicos, las cuales señalaban ya de antemano la pauta con que la raza dominada debia ser regida por el cetro de los vencedores. Y, en efecto, entre las capitulaciones generales en cuya virtud abrió Granada sus puertas á los monarcas españoles el dia 2 de enero de 1492, se consignaba terminantemente:

1.° Que los reyes asegurarian à todos los moros cumplida seguridad de bienes y haciendas, con facultad de comprar, vender, cambiar y comerciar con el Africa, sin pagar más impuestos ni derechos que los establecidos por ley musulmana.

2.° Que los Reyes Católicos, por sí y á nombre de sus descendientes, se obligaban á respetar por siempre jamás los ritos musulmanes, sin quitar las mezquitas, torres de almuhedanos, ni vedar los llamamientos, ni sus oraciones, ni impedir que sus propios y rentas se aplicasen á la conservacion del culto mahometano. La justicia continuaria administrada entre moros por jueces musulmanes, con arreglo á sus leyes, todos

3 No todos los vencidos se avinieron gustosos al nuevo régimen del vencedor. La mayor parte de moros opulentos, como los Abencerrajes, los Abdilvares, los Aldoradines y otros rehusaron permanecer en Granada bajo el yugo de un enemigo contra el cual habian combatido esforzadamente. Todos pasaron á tierras extrañas, llevando muchos su industria, su riqueza y sus bélicos instintos á Fez, prefiriendo la mayor parte ocultar la vergüenza de su derrota lejos del país que habian conquistado sus abuelos, perdido ahora por su afeminacion y sus discordias.

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