Imágenes de páginas
PDF
EPUB

que

viendo que las tropas francesas avan- Soldados y oficiales, no contentos zaban arrollándolo todo, se dejó llevar con arrojar las armas para huir, se de aquel valor heróico y temerario despojaron hasta de los uniformes para le caracterizaba agarrando la ban- no ser conocidos, y apenas en la fuga dera del regimiento de Burgos y sable marchaban cuatro juntos. Tal era el en mano y seguido solamente de dos pavor de los que huían, que un par de compañías se abrió paso al arma blan- jinetes franceses bastaron para hacer ca entre las masas del enemigo, y prisioneros á más de cien hombres, y arrollando cuanto se opuso á su mar-los oficiales procuraban que no les sicha destructora llegó á tomar una ba- guieran soldados, para no llamar sobre Ss personas la atencion de los ene

tería.

Las pérdidas que sufrimos son las que mejor demuestran con cifras aterradoras hasta dónde llegó aquel desastre. En la batalla de Ocaña tuvo el ejército español cinco mil bajas entre muertos y heridos y trece mil prisioneros, apoderándose, además, los franceses de cincuenta cañones, treinta banderas y gran cantidad de víveres y municiones.

Los franceses quedaron estupefac-migos. tos é indecisos ante aquel inesperado arranque, y es seguro que de haber acudido nuevas fuerzas en auxilio de Lacy la victoria se hubiera declarado por nosotros; pero la caballería, que en aquel terreno llano podía haber hecho mucho, no se movió, y Zayas que ya iba á avanzar con su división para apoyar á su compañero, tuvo que permanecer quieto por orden de Areizaga, al fin dió señales de existencia que para cometer solamente un desatino. El sublime esfuerzo de Lacy resultó por tanto inútil y el ejército español acabó de ser deshecho por la caballería que mandaba el general Merlin. Pocas derrotas sufrimos tan vergonzosas y completas como la de Ocaña. En los primeros momentos del desastre y sobre el mismo campo de ba talla, la caballería francesa hizo rendir, las armas á cinco mil hombres, y además los coraceros de Milhaud alcanzaron y rindieron á una división entera.

La dispersión de nuestro ejército llegó al mayor grado de vergüenza.

Esta derrota resultó más vergonzosa en comparación de lo que á los franceses les costó el causarla, pues no perdieron más que dos mil hombres entre muertos y heridos, á pesar de ser menos numeroso su ejército que el nuestro, por no haber llegado Victor, y de ocupar peores posiciones.

A nadie se debía culpar de tan escandalosa derrota más que al general en jefe.

Los soldados lidiaron con gran valor, y si no hicieron más que batirse en retirada ante el primer empuje de los franceses, fué porque nadie les dió la orden de avanzar; los jefes superiores como Girón, Zayas y otros, estu

[graphic][merged small][merged small][merged small]

José supo aprovecharse de tal derrota, y para dar mayor esplendor á su triunfo entró en Madrid con gran aparato de vencedor, llevando tras sí las largas filas de prisioneros que el pueblo contemplaba entristecido.

vieron á la altura de la brillante re- | dos creían que Areizaga sería sometiputación que habían adquirido como do á un Consejo de guerra que castiesforzados generales de división en to- gara enérgicamente su extraña condos los combates; del denodado Lacy ducta; pero eran tan anormales todas nada hay que decir, pues en su his- las cosas de aquella época, que la Centoria militar la batalla de Ocaña cons- tral no le exigió la menor responsabitituye su mayor timbre de gloria, y lidad, y lo que fué más escandaloso, | en cuanto á la artillería, al principio tardó algún tiempo en deponerle del del combate jugó con mucho acierto. mando. Allí estaban reunidos los mejores defensores de la causa nacional y sólo faltó una cabeza, pues la batalla se dió al azar y sin que nadie la dirigiera. La guerra de la Independencia fué la de las cosas ridículas, á fuerza de ser crueles. Al largo catálogo de generales ineptos y enfáticos que la patria iba formando, había que añadir un Areizaga, impasible espectador del combate de sus tropas; confuso, desorientado y mudo, que abrió la boca solamente para dar órdenes contradictorias Ꭹ acelerar la derrota, y que al ver que los enemigos se acercaban; arrollándolo todo, á donde él estaba, se acordó de que su imprevisión había sido tanta, que ni punto de reunión había señalado á sus soldados para el caso de retirada.

Los fugitivos, fijándose en que de Sierra Morena habían partido para tan infausta operación, fueron acudiendo á este punto, pero uno á uno y tan lentamente, que después de dos meses apenas si llegaban á veinticinco mil hombres los dispersos vencidos.

La causa española recibió un rudo golpe con la derrota de Ocaña, y to

Parecia natural que José, aprovechando la victoria de Ocaña, se lanzase sobre Andalucía, último baluarte de la causa patriótica, pues que no guardaba ni un solo hombre.

El duque de Alburquerque, que con su división estaba en Puente del Arzobispo, al saber la derrota de Areizaga se retiró á Trujillo, no considerándose seguro.

Sin embargo, José temió que si avanzaba podía cortarle el paso este general, y sobre todo Wellington, y antes de comprometerse en una campaña con ellos y emprender la marcha á Andalucía, quiso batir al enemigo que tenía á sus espaldas, al envalentonado duque del Parque, que después de la victoria de Tamames le amenazaba por Castilla la Vieja.

El duque con su victorioso ejército, con objeto de ayudar á Areizaga en su plan, había avanzado el 23 de Octubre hasta Medina del Campo, en

busca del enemigo que la ocupaba. | puente de piedra. El duque, en vez

Replegáronse los franceses á una altura inmediata, y á ella les siguió nuestro ejército, pero una parte de su línea cayó de, improviso con gran empuje sobre la caballería española y la hizo retroceder poniendo en gran peligro la división que mandaba Balles

teros.

Este se portó entonces con gran bizarría, que hizo olvidar su anterior conducta en el desastre de Santander. Puesto á la cabeza de sus soldados, cargó con firmeza á los enemigos, y supo comunicar con este acto tal entusiasmo á toda la línea, que ésta por entero cayó sobre los franceses y los desbarató, hasta el punto que sobreviniendo la noche se declararon en retirada para ir en busca de nuevos refuerzos.

El ejército de Galicia permaneció sobre el campo de batalla algunas horas para hacer constar su triunfo, hasta que la necesidad de alimento y descanso le obligó á marchar al Carpio.

En aquella noche se esparció por ambos campamentos la noticia de lo de Ocaña, lo que cambió el espíritu y conducta de los dos ejércitos, pues el español, profundamente desalentado, emprendió la retirada, y el francés, fuertemente reforzado y con bastante entusiasmo le siguió al alcance.

El 28 se avistaron ambos ejércitos en Alba de Tormes. Esta población tiene su asiento en la orilla derecha del río cuyo nombre lleva y se comunica con la izquierda por medio de un

de colocar su ejército por entero en una de las dos orillas que ofreciera mejores condiciones de defensa, formó sus tropas de modo que puso el río en medio.

Dentro de la población y en el puente quedaron casi todas las fuerzas españolas, y únicamente pasaron á la orilla izquierda dos divisiones mandadas por jefes tan valientes como Carreras y Mendizábal. Además el duque del Parque cometió la torpeza de ordenar á sus tropas que fueran las primeras en atacar, perdiendo con esto su buena posición.

Nuestra caballería, al primer choque, quedó completamente dispersa, y en la fuga atropelló á los infantes que arrastrados por el desorden se agolparon al puente dejando abandonados cinco cañones. El ala izquierda,á cuyo frente se pusieron Mendizábal y Carrera,supo contenerse en medio de aquella confusión y formando tres veces el cuadro obligó á retroceder á la caballería francesa, hasta que una segunda derrota que sufrieron nuestros jinetes, obligó á los dos esforzados generales á pasar el río con sus tropas, si bien lo hicieron con gran calma y sin dejar de defenderse, teniendo que abandonar cuatro cañones antes de tocar en la orilla opuesta.

Sobrevino la noche y los franceses no pasaron de Alba de Tormes pues necesitaban descanso, pero cuando á la mañana siguiente fueron en busca del enemigo, no encontraron más que

« AnteriorContinuar »