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en Gerona del convoy, y reunido con | Hadelhn. Clavaron aquellos bravos dicho objeto sus fuerzas que antes es- catalanes tres cañones del enemigo, y taban desparramadas por la comarca. lo persiguieron tenazmente hasta SaA pesar de esta precaución las tro- rriá, no pasando más adelante por hapas de Blake realizaron sus deseos, ber acudido á contenerlos Verdier, pues mientras Odonell atacando la po- que volvió á la izquierda del Ter para sición de Bruñolas atraía hacia él casi impedir la total derrota de los suyos. todas las fuerzas enemigas que creyeron ser dicho punto el designado para introducir el convoy, Llauder se apoderó de la ermita de los Angeles.

Al día siguiente 1. de Setiembre como si la naturaleza tuviera empeño en favorecer á los nuestros, densa niebla cubrió el campo hasta las tres de la tarde y esto facilitó la entrada del convoy que se verificó por donde menos esperaban los franceses.

Componíase éste de dos mil acémilas é iba guardado por cuatro mil infantes y dos mil caballos puestos bajo las órdenes del general D. Jaime García Conde. Este se dirigió á la plaza siguiendo la orilla derecha del Ter y al llegar á Salt arrolló la división de Lecchi que guardaba dicho punto dispersándola y pudiendo llegar á Gerona sin tropezar con otro obstáculo, ayudado por la salida de una columna gerundense mandada por D. Blas Fournas que distrajo la atención de los sitiadores por la parte de Montjuich.

Mientras García Conde llegaba á Gerona con el convoy, el intrépido D. Juan Clarós penetró con sus somatenes hasta San Medir, y D. Francisco Rovira con sus miqueletes se apoderó de Montagut, desalojando á la división westfaliana y matando á su general

El general García Conde, después de dejar el convoy en la plaza se retiró á Hostalrich con muy poca gente, pues de sus soldados se quedaron en Gerona tres mil trescientos, deseosos de correr todos los peligros de un sitio tan glorioso. Grande alegría recibieron los bravos defensores de la ciudad con aquella resolución heroica que venía á aumentar su número, pero pronto tuvieron que arrepentirse, pues con tal aumento de bocas el auxilio del convoy resultaba inútil.

Conseguido el objeto de auxiliar Gerona, el general Blake, que había estado en observación de los movimientos de sus subordinados, se retiró á Olot, con lo cual los franceses volvieron á ocupar el día 6 sus antiguas posiciones. La ermita de los Angeles se defendió bizarramente antes de ser ocupada por los sitiadores; pero todos los que la defendían fueron pasados á cuchillo á excepción de tres oficiales el comandante Llauder que después de batirse valerosamente, al verse próximo á caer prisionero, se arrojó por una ventana.

y

Hasta el 11 de Setiembre se limitaron los franceses á los fuegos parabólicos y de flanco, y á hacer cada vez más fuertes sus obras de sitio; pero á

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El continuo fuego de las baterías francesas acabó por hacer grandes las brechas del frente atacado y desmontar todos sus cañones, con lo cual creyeron los sitiadores que era ya llegado el momento de dar el asalto, si es que los españoles intentaban resistirse en su apurada posición.

Esperando que los sitiados no se mostrarían tan altivos y fieros como al principio, enviaron parlamentarios á la plaza para intimidar la rendición; pero el terrible Alvarez no era hombre capaz de olvidar lo que una vez asegurara, y antes de que llegaran á las murallas los recibió á cañonazos conforme había prometido.

Irritados por esta fiera firmeza, los franceses dispusieron un asalto general que comenzó á las cuatro de la tarde del 19 de Setiembre, tomando

parte en él ocho mil hombres, divididos en cuatro columnas.

Aquel fué el gran día de Gerona. Por fin, los franceses, que no querían aventurar un asalto hasta que la heroica ciudad estuviese agonizante por un continuo bombardeo, se aventuraban á emprender el ataque, creyendo próximo á morir aquel vigoroso cuerpo que todavía había de cubrirse de nuevas glorias.

Nunca como en aquella tarde se mostró hasta dónde llegaban el valor de los defensores de Gerona y sobre todo las rigurosas disposiciones de su gobernador, el sublime Alvarez, que, puesto á la cabeza de sus subordinados, marchó á los puntos de mayor peligro con aquella frialdad que nunca le abandonaba, envainado el sable y sin otra arma en la mano que el bastón de mando.

El heroismo de aquel grande hombre exaltando la imaginación de poetas é historiadores, ha hecho que en tan supremo trance le compararan unos con los héroes de Homero, otros con los paladines romancescos y alguno con Neptuno, hendiendo con serena faz los borrascosos mares.

Nosotros creemos que tales comparaciones rebajan el mérito del héroe de Gerona. En aquel gran día el sublime gobernador no era otra cosa que Alvarez, pero el Alvarez sobrenatural, el caudillo sin ejemplo, que no tiene precedentes en la historia y cuyo mérito es tan inmenso, que algún día, en los futuros siglos, se dudará si real

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mente sus hazañas y su carácter entero existieron ó fueron hiperbólicamente aumentadas por la tradición patriótica.

Al ir á emprender los enemigos el asalto no quedaron en las casas más que los enfermos y los heridos.

Hombres y mujeres, niños y ancianos, seglares y clérigos, acudieron á los puntos de la muralla que Alvarez les tenia señalados, y era espectáculo nunca visto el que presentaba todo un pueblo, en la más lata acepción de la palabra, extendiéndose sobre los muros que envolvía la densa capa de humo producida por los disparos continuos de doscientos cañones. Las campanas tocaban á somatén, en los baluartes ondeaba bandera negra y en todos los puntos de la línea de defensa, como si estuviera dotado del dón de ubicuidad, aparecía aquel tenaz anciano siempregrave y sereno;dictando órdenes con voz tranquila y descollando entre la muchedumbre que le rodeaba, pues su mezquina figura parecía agigantarse en tales instantes con la dilatación de la grande alma que contenía.

La primera columna francesa se dirigió á la brecha de Santa Lucía y dos veces llegó á poner en ella el pié; pero otras tantas fué rechazada quedando tendidos muchos enemigos en aquellas ruinas. Igualmente experimentaron algunas pérdidas los españoles; pero la más sentida fué la del valeroso irlandés Rodulfo Marshall que mandaba como jefe aquel punto importante.

ΤΟΜΟ Ι

Momentos antes de espirar el heróico irlandés, mirando tiernamente con ojos empañados por la muerte á los rudos soldados que le rodeaban y que apenas si podían contener las lágrimas, exclamó:

-Muero contento por una causa tan sublime y una nación tan brava.

Otras dos columnas enemigas arrojáronse con bastante denuedo á entrar por las brechas de Alemanes y San Cristóbal que eran más anchas y por lo tanto de más fácil acceso. Defendíalas D. Blas Fournas con la tenacidad propia de su carácter no muy inferior al de Alvarez, y aunque en uno de los ataques los franceses consiguieron apoderarse de dichos pun-. tos, los regimientos de Ultonia y Borbón se encargaron de desalojarlos á la bayoneta obligando á ambas columnas á retirarse.

La cuarta columna sufrió graves pérdidas por haber permanecido largo tiempo quieta al pié de la torre de la Gironella, desde donde se le hizo un fuego horroroso. Herido el jefe español que mandaba dicho punto, le reemplazó el intendente Beramendi que haciendo de jefe y de subalterno, demostró que valía aun más como militar improvisado que como funcionario público. Por fin la columna tuvo que retirarse é igual resultado alcanzaron las tropas encargadas de atacar los fuertes del Condestable y del Calvario.

Tres horas duró el asalto, en el que fué admirable la tenacidad de unos y

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