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nado de Luis XIII., por conseqüencia será completa la satisfaccion de sus lectores.

Sabemos que Mr. Fobladier, natural de Anjou, compuso en su nativo idioma Frances la vida de Armando DuPlesis, Cardenal de Richelieu, y que fue celebrada en todo aquel Reyno pero ignoramos se baya traducido á nuestro Castellano. Don Juan Vazquez de Acuña escribió la presente en Lima, y la dedicó al Excelentísimo Señor Don Garcia Sarmiento de Sotomayor y Luna, Conde de Salvatierra, Marques de Sobroso, Comendador de la Villa de los Santos de Maimona en la Orden de Santiago, Gentil Hombre de Cámara de S. M., su Virrey, Gobernador, y Capitan General de los Reynos del Perú, Tierra firme, y Chile, el año de 1650 á los 29 de Junio. Nuestra duda es, ¿cómo no se imprimió esta obra siendo dedicada á tan gran personage por un amigo intimo suyo como el Señor Acuña? Las diligencias que hemos practicado para aclarar esta dificultad, ban sido infructuosas. Consultamos sobre ella á muchos literatos; pero todos aseguraron no tener noticia de semejante obra: y esto es lo que mas nos alentó para incluirla en el Semanario; porque no dudando de su mérito, llevamos alguna confianza de ser los primeros que la damos al Público: cuya benevolencia estamos obligados á procurar captar con la mas fina gratitud, por las repetidas honras que nos dispensa. Ultimamente, si corresponde el suceso á los vivos deseos que nos animan, serán dignas de su aceptacion quantas obras le presentemos, pues este es el principal objeto de nuestras tareas.

Nació el Cardenal de Richelieu el año de 1585 en

París, de la noble y antigua familia de Plesis, originaria de la Provincia del Poitú; cuya genealogía, segun

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el sentir de algunos Historiadores, ilustra la descendencia por via de hembra del Rey Luis el Gordo. Fueron sus padres Susana de la Porta, y Luis, gran Preboste de Francia, Caballero de celebrado valor, á quien honró Enrique III.° en la primera institucion, con el collar del Espiritu Santo, para que se hicieron pruebas rigorosísimas de perfecta nobleza. Luis y Susana tuvieron tres hijos, Enrique, Alfonso y Armando Juan, y dos hijas, Francisca y Nicolasa. Enrique, llamado el Marques de Richelieu, se hubiera abierto el camino á la posesion de los primeros cargos militares del Reyno, si en medio de la carrera de su vida, no llegára al fin prescrito de la muerte ; porque aspirando al gobierno de la Ciudad de Angais, y enfureciéndose el Marques de Themines que le pretendia, por habersele antepuesto con el favor de la Reyna Madre, llegaron á las armas en la Ciudad de Angulema, donde con funesta herida feneció miserablemente su persona, y la estirpe de Richelieu; porque Alfonso, que despues fue Cardenal, y Arzobispo de Leon, hecha primero renuncia en su hermano del Obispado de Luson, tomó el habito de Cartujo. Armando Juan, en lo mas brioso de sus años dedicado por sus padres al ministerio de Marte, se dió todo á los exercicios caballerescos, para buscar los triunfos entre los horrores de las armas ; mas por no dexar salir de su casa el Obispado de Luson, cuyas rentas, aunque no pingües, podian alentar parte de la debilidad de su hacienda, eligió habito clerical, procurando adornarse de todas las virtudes que le pudiesen hacer digno de aquel estado; primero en el Colegio de Navarra, y despues en el de Lisieux acabó con celebre aplauso el curso de la Filosofía, pasando á la famosa escuela de la Sorbona para instruirse en la Teología; en cuyo estudio, habiendo adquirido con todos los titulos ordinarios aventajado concepto

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1610.

para su nombre, se retiró casi solitario á unas casas de campo en el territorio de París, donde confiriendo tres años continuos con un Doctor de Lobayna, salió consu madísimo en el estudio de la Sagrada Escritura, aplicándose inmediatamente al de las controversias con tal continuacion, que en quatro años se ocupó ocho horas cada dia en él, no sin sensible detrimento de su salud, por ser de complexion debil y delicada. Hizo despues un viage á Roma, donde sus méritos y su talento dexaron mas maravilla que emulacion, y Paulo V.° le concedió el Obispado de Luson, aunque en edad entonces de 23 años; afirmando muchos, que en su verdadero computo engañó al Papa, á quien pidió la absolu. cion despues de haberse consagrado; y que su Santidad con espiritu profetico predixo, que habia de ser hombre de grande fortuna, de mucho espiritu, y de no menos astucia.

Volviendo, pues á su primera habitacion de París, se dió á predicar para aventajar el estado de su fortuna, ocupando la Cátedra del Espiritu Santo dos años con tanto aplauso y concurso de aquella gran Ciudad, que su opinion le abrió camino á la gracia de la Reyna Madre.

Quando le pareció que con los Sermones se habia introducido en el conocimiento de los Grandes, sobre el carro de la virtud, hizo su primera entrada en la Corte, destinando todos los estudios de sus diligencias á tributar obsequios al Conchino, que privaba con la Reyna Madre, y que mediante su Regencia, llevaba el timon de los negocios de la Corona.

Fluctuaba en este tiempo entre borrascas impetuosas de emulacioncs cortesanas el Gavinete, ó Cámara del Rey , porque despues de la muerte de Enrique IV.° vueltos los pensamientos de cada uno á sus propias ven

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tajas, y los de los Grandes particularmente atentos á realzarse del abatimiento que habian padecido en el gobierno precedente; desfogaban libremente los aborrecimientos reciprocos, con hacer que las pasiones de cada uno sirviesen de instrumento á la exaltacion propia. Contra el Duque de Sulli, Superintendente de la Hacienda, y gran Maestro de la Artillería por su valor y entereza sospechoso mas que otro, asestaron la máquina de sus artificios el Canciller Villeroy, y el Presidente Jiannino, á fin de establecer su autoridad en el gobierno de Estado; conspirando con ellos el Conde de Soisons por algun particular disgusto; el Conchino, por la sombra que hacia al sol de su reciente fortuna: el Principe de Condé, por las sugestiones del Mariscal de Bullon, y porque habia aconsejado á Enrique IV.° que le prendiese antes de su fuga á Flandes; y el mismo Mariscal estimulado de envidia del crédito y reputacion que alcanzaba con los Ugonotes unidos. Por estos y por diversos respetos maquinaron alejarle del manejo de los negocios, imprimiendo en el ánimo de la Regente varios siniestros conceptos de su humor austéro, y repug→ nante á la liberalidad y intereses de ella, mientras necesitaba de establecer su autoridad con el favor del Papa. Y aunque contradixo, y volvió constante las espaldas á estos designios, llevando adelante el suyo en mantener en el gobierno de Estado á un Ugonote; sin embargo fueron tan impetuosos, y continuados los golpes de los contrarios, que al fin precipitadamente cayó la autoridad del Duque de Sulli, siendo apartado del gobierno, y despojado de sus cargos; poseyendo el Conchino, á quien desde aquí llamarémos el Mariscal de Ancre, el valimiento de la Reyna; procurando con todo esfuerzo tener divididos entre sí los Grandes del Reyno: porque și se unian, no pusiesen obstáculo á la exâltacion de su

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fortuna; balanceando de manera las acciones con fomentar sus emulaciones y desconfianzas, que no sobrepujase una parte de la otra, ni que juntos se conjurasen á su daño: práctica que le salió tan á su gusto, que los Príncipes de la Sangre, y los de la casa de Lorena se hallaron bien envueltos, y enredados en turbulencias domésticas y despues de acabada aquella loable ambi. cion de la reputacion pública, que ardió en el corazon de los Franceses en otros mas benignos tiempos: en este, despreciada la autoridad Real, no pensaban sino en adelantar sus particulares comodidades. Inflamó estos malos humores la misma Reyna con la alianza establecida entre las dos coronas, figurándose que aquel doble 1612. parentesco sería instrumento validísimo para tener extinguidas las guerras civiles, y hacer feliz su gobierno, despues que mirando con envidiosa vista la Condesa de Soisons, y Duquesa de Nivers, el favor que á las Princesas de Guisa, y de Contí repartia la Reyna fomentan. do entre sus pasiones los mismos parientes, con el especioso pretexto de varias bodas, todas repugnantes á los intereses de la Corona, formaron un partido de mal contentos del gobierno, de los quales se declaró cabeza el Príncipe de Condé, por haberle negado la Reyna á Castel Trombeta; á cuyo civil incendio servia de eslabon el Mariscal de Bullon, manejando con tal cautela esta plá tica, que habiendo hecho salir de la Corte al Príncipe de Condé, al Duque de Longavila, al Duque de Umena, y á otros; aunque arquitecto de estas máquinas, fue el último á salir de consentimiento y voluntad de la Reyna, para que se interpusiese á la reconciliacion, y reduxese al Príncipe á las primeras obediencias. La Bretania con el Duque de Vandoma, la Picardia con el Duque de Longavila, la Navarra Francesa, y la Ciu dad de Soysons, y de Noyon con el Duque de Umena,

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