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darte de D. Luis asistía a las fiestas y reuniones de su limitada corte. En la segunda parte de sus Guerras nos da su impresión sobre don

Luis Fajardo.

Conociendo tan poco sobre Pérez de Hita, es interesante reunir todo lo que el autor nos dice sobre sí mismo en su obra. Sabemos 5 que debió viajar por Murcia, Mula, Lorca, Totana, Alhama y Caravaca, como lo prueban algunos paisajes. Cuál era el objeto de estos traslados lo ignoramos. ¿Seguía al Marqués de los Vélez? Se deduce de su poema épico (segunda parte) que era escudero del Marqués; con este título le sigue á la guerra y se retira con él antes del fin de la lucha.

Cuando estalló la revuelta se encontraba en Murcia. Hablando de D. Fernando Muley, señor de Valor y futuro Rey de Granada, al cual los Reyes Católicos concedieron grandes privilegios por cartas reales, dice: «Las cuales (cédulas) he visto yo en Murcia en poder de 15 Luis Albayar, granadino »; y haciéndonos un retrato del futuro Rey, añade: «Doy tantas señas de él porque le vi vestido de luto en compañía de los demás veinticuatros en las honras de la serenísima reina Doña Isabel de la Paz, muger de nuestro Católico rey D. Felipe II, y entonces supe quién era y cómo se llamaba.» 2

Sabemos que Doña Isabel de la Paz murió el 3 de Octubre de 1568, lo que nos permite afirmar que a fin de 1568, es decir, al comienzo del levantamiento de los moriscos, Pérez de Hita se encontraba en Murcia.

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Él mismo dice que partió para combatir bajo el estandarte del Mar- 15 qués de los Vélez, 3 contándonos que anduvo más de tres años siguiendo el curso de la guerra. Pero no fueron tres años, sino uno solamente: el Marqués parte el 6 de Enero de 1569 y se retira al fin de Enero de 1570 con las gentes de su casa. 4

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Mármol confirma por su parte la narración de Hita: «y sin apearse (el Marqués), se despidió dél y de todos aquellos caballeros que le acompañaban y se fué de camino a la villa de Vélez el Blanco con la gente de su casa. » El examen de la segunda parte de sus Guerras 5 confirma que no asistió a toda la lucha.

¿Qué le sucedió a la vuelta? Sin duda en este momento de su vida (1570-1572) se encontraba en Lorca, según lo prueba su poema épico de la ciudad de Lorca, compuesto como hemos visto en 1572. Hasta la muerte de Luis Fajardo (1572) no parece probable que residiera en TO Murcia, donde había de escribir sus Guerras civiles y su Bello Troyano. 2 Todas las ediciones de las Guerras mencionan vecino de la cindad de Murcia.

Por su propio testimonio sabemos que después del mes de Agosto de 1585 hizo un viaje seguido de una estancia en Madrid. «De allí 15 adelante el Tuzani se llamó Fernando de Figueroa y anduvo siempre

en compañía de D. Lope, hallándose en la Naval, en la de Mastrique y en todas aquellas ocasiones en que se halló su capitán, no dejándole hasta que murió en Monzón. Entonces el Tuzani se vino a Villanueva de Alcardete, donde estaban los moriscos de Vélez el Rubio, porque 20 allí tenía sobrinos, hijos de hermanos, y yo propio procuré verle yendo a Madrid en solicitud de un privilegio para un libro mío.» 3 Sin duda por su poema épico de Lorca, que tenía la intención de publicar, pues por un acto que poseemos había preguntado al Ayuntamiento de Lorca de certificar la verdad de los hechos que había relatado en este 25 su poema para pedir licencia y darle a la imprenta; acto fechado a 19 de Julio de 1572.

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Los diez y siete libros de Daris del Belo Troyano, agora nuevamente sacado de las antiguas y verdaderas ystorias en verso, por Ginés Pérez de Hita, vecino de la ciudad de Murcia; año 1596.- Ms. de la Biblioteca Nacional de Madrid.

3 Segunda parte, cap. XXIV. - Lope de Figueroa murió en Monzón el 28 de Agosto de 1585 (MARTÍN FERNÁNDEZ DE NAVARRETE: Vida de Miguel Cervantes Saavedra; Madrid, 1817; p. 300).

Hizo otro viaje en fecha de imposible determinación a Granada. Esto es lo que se sabe de su vida. Sin embargo, teniendo en cuenta una licencia de la edición de Barcelona (1619) de la segunda parte de las Guerras, parece que en esta fecha todavía vivía el autor, y admitiendo su nacimiento en 1544, debía tener setenta y cinco años. Se ignora ; la fecha de su muerte.

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to

Lo que Ginés Pérez refiere en la segunda parte de su obra, da a conocer mejor su fuero interno que su vida. Hay que rendirle homenaje por sus profundos sentimientos humanitarios. No se contentó con una simple idealización de los enemigos tradicionales de su país, sino que expresó el horror que le inspiraban las crueldades que sus compatriotas hacían sufrir a los enemigos, en hermosas páginas en que su pluma indignada ha dejado una enérgica protesta. 3 Cuánto le asqueaban el pillaje y la desolación, lo prueba la muerte de la pobre madre cuyo hijo él recoge. Protesta también contra la injusticia res- 15 pecto del vencido á quien no se cumplían las promesas hechas por Fernando é Isabel ni las de Don Juan de Austria; sentimientos poco acordes con el espíritu de su época. Al fin del siglo xvi, D. José Esteve, Obispo de Orihuela, en los comentarios sobre el León de los Macabeos, dedicados al Papa Clemente VIII, declaró que todo cris- 20 tiano puede y debe quitar la vida á los moros, y que los Reyes de España deben matarlos y expulsarlos aunque haya necesidad de romper los tratados hechos por sus predecesores.

Para comprender toda la distancia que separa á Pérez de Hita de la fanática intolerancia de su tiempo, basta leer una Relación verdadera 25 de las causas que su Majestad ha hecho aberiguar para echar los Moriscos de España. Comp. por el licenciado Antonio de Salinas. Vallado

1

Véase en la edición de Barcelona, segunda parte, 1619, la comissión de Fray Onofre de Requeséns.

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3 Segunda parte, cap. VIII. Véase también otro pasaje: Segunda parte, Capítulo X.

▲ Idem, cap. VIII.

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lid, 1610; romances fanáticos a propósito de la total expulsión de los moriscos en tiempo de Felipe III, poco después de la publicación de la segunda parte de la obra de Ginés Pérez, expulsión que tuvo lugar en medio de la alegría universal del pueblo español, y hasta las almas

s animadas por la piedad cristiana consideraron los sufrimientos que se infligía a los moros como un justo castigo del cielo ofendido.'

Por algunos pasajes de la segunda parte vemos que no solamente estaba familiarizado con las abruptas montañas y los hermosos valles del reino de Granada, sino que debió tener relaciones personales e To íntimas con gran número de familias moriscas que habitaban aún las moradas de sus padres, y continuaban el esplendor de su antigua gloria aun después de la desastrosa derrota sufrida. De este modo pudo estudiar las costumbres (un poco modificadas por la opresión) de los descendientes de los desventurados guerreros moros; recoger sus tra15 diciones y revestirlas del interés que existe en los corazones nobles al contemplar la desgracia de sus propios enemigos. Las circunstancias le hicieron probablemente escoger el asunto de su obra, al menos le proporcionaron los mejores materiales.

III.-EL POEMA ÉPICO DE LORCA, PRIMER BORRADOR
DE LAS "GUERRAS CIVILES"

Cuando una obra perdura al través del tiempo dejando profundas 20 huellas en la literatura universal, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que es de positivo mérito.

Nadie mejor que Hita para representar la literatura pseudomorisca, enteramente sintetizada en él, que era de los últimos descendientes de una raza heroica. Sus abuelos comenzaron la lucha épica que España

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I

Véase en la Colección de documentos inéditos para la historia de España, tomo LI, Minuta de Carta de Zafra á los Reyes Católicos, fecha en Granada, 28 de Julio (1493), p. 67, y otras numerosas cartas.

GARIBAY: Compendio historial de España; ed. de Barcelona, 1628; lib. XVIII, capítulo XXII, p. 630.

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sostuvo contra los musulmanes, y merced a esto pudo recoger recuerdos y tradiciones del pasado glorioso de su nación. Viviendo entre los moriscos, hijos de los valientes guerreros moros, conocía sus costumbres por haber oído sus cantos llenos de penas, quejas y nostalgias, aprendiendo a hacer justicia a sus enemigos, ya que no a amarlos. Por otra parte, habitó en la pequeña corte de Fajardo, asistiendo a las reuniones literarias o a las fiestas caballerescas del castillo de Mula; viéndose el reflejo de estas variadas impresiones en el espíritu de Hita. Apenas vuelto de la guerra contra los moriscos, Ginés Pérez reanuda y acaba, o probablemente escribe de un tirón, el poema intitulado Li- 10 bro de la población y hazañas de la M. N. y M. L. ciudad de Lorca. Este poema épico, olvidado ya, es interesante por estar íntimamente relacionado con las guerras de Granada. Es como un bosquejo, y dió sin duda al autor la idea de escribir las Guerras. Se trata en él de la lucha contra los moros, pero solamente en la parte que Lorca tomó en 15 la lucha. El plan de la obra, convenientemente ampliado, será el de su historia de Granada; consta de dos partes: la primera, que llega hasta la toma de Granada por los Reyes Católicos, se compone de XVI cantos y 382 octavas; la segunda es la historia de la rebelión y de la represión de los moriscos, en XVI cantos y 463 octavas; es, pues, el 20 mismo plan y la misma idea principal, con el aumento de episodios fabulosos y narraciones de los hechos caballerescos; mezcla hábil de fábula e historia que se encuentra en las Guerras. Por último, hay intercalada una novela en el XI canto.

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Seguramente cuando escribió esta obra se sirvió únicamente de las 25 tradiciones y recuerdos, y no pensó en el recurso de las crónicas de Garibay y de Pulgar. Son prueba de esto los numerosos anacronismos cometidos en el poema.

Desde el primer verso, y aunque Hita no lo ha titulado así, se ve que es un poema épico por la manera de comenzar:

«Canta, pues, musa mía, las hazañas

de Lorca, la ciudad más valerosa
que hoy se haya en todas las Españas,
del arte militar muy más famosa:

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