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APENDICE VI.

Razonamiento del canónigo Claris en las cortes de Cataluña celebradas para resistir á la opresion de Felipe IV.

Nobilísimo y afligidísimo concurso: ni mis lá

grimas ni vuestro dolor dan lugar á que me dilate; mas aun asi es la materia tan grave, que no podré ceñirla tan brevemente como deseo, pues el espíritu que mueve mi lengua, todo aquello que tardare en esplicarse, le parece que os debe de tiempo en la afanosa egecucion que os espera. Habeis oido atentos la plática de ese docto prelado mio; ahora os suplico como particular ciudadano, escucheis mis razones, y como cabeza de vuestra junta os encargo examineis la substancia de estas y aquellas palabras, que yo sé de mi opinion, no

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tomará fuerzas en mi autoridad para persuadiros, sino en sí misma. No creo que este varon que escuchasteis siente con diferencia del consejo que os ofrece: no pienso yo tan impiamente, ni me ajustaré á entender que el mismo pastor es quien conduce las ovejas á la estacion del lobo; antes vengo á persuadirme que los hombres criados á la leche de la servidumbre, ignoran del todo aquella bizarria y libertad de ánimo, de que necesita el verdadero repúblico. ¿Por ventura es mas prudente, ó mas templado que todos los que aqui estais? No, por cierto; la ventaja que nos lleva, no es otra que haber perdido el sentimiento de puro ejercitada la paciencia en otros oprobios: pues ¿cómo, nobilísimos catalanes, quereis vosotros regular vuestras acciones por la pauta de las humildades ó lisonjas de un hombre antiguo cortesano? Esta Cata luña esclava de insolentes, nuestros pueblos como anfiteatros de sus espectáculos, nuestras haciendas despojo de su ambicion, nuestros edificios materia de su ira, los caminos ya seguros por la industria de nuestras justicias, ahora se hallan nuevamente infestados; las casas de los nobles les sirven de fáciles. hosterias, sus techos de oro y preciosas pinturas arden lastimosamente en sus hogueras; mas ¿cómo tratarán con reverencia los palacios, los que no se desdeñan de ser incendiarios de los templos? Pues á vista de todas estas lástimas, ¿hay quien pre

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tenda ahora persuadirnos espacios, negociaciones y mansedumbres? Verdaderamente el que corrige el fuego con delicadas varas, antes le ayuda que le castiga. Divina cosa es la clemencia; pero en las materias de la honra de su casa, el mismo Cristo nos enseña á desceñirse el cordel contra sus enemihasta arrojarlos de ella. Dice que usemos de medios suaves, esto es sin duda acusar nuestra justificacion. ¿Cuánto há, señores, que padecemos? Desde el año de veinte y seis está nuestra provincia sirviendo de cuartel de soldados: pensamos que el de treinta y dos con la presencia de nuestro príncipe se mejorasen las cosas, y nos ha dejado en mayor confusion y tristeza; suspensa la república é imperfectas las cortes. Ya los medios suaves se acabaron: largos dias rogamos, lloramos y escribimos; pero ni los ruegos hallaron clemencia, ni las lágrimas consuelo, ni respuesta las letras. Romper las venas al primer latido de los pulsos, no lo apruebo; con todo, mirad, señores, que el mucho disimular con los males es aumentar su malicia: lo que ahora quizá podeis atajar con una demostracion generosa, no remediareis despues con muchos años de resistencia. Cuanto mas se os encarece la piedad de vuestro príncipe, tanto debemos asegurarnos no castigará la defensa como delito. No porque el águila es la soberana entre las aves, dejó la naturaleza de armar de uñas y pico

á los otros pájaros inferiores, yo creo que no para que la compitan, mas para que puedan conservarse: los hombres hicieron á los reyes, que no los reyes á los hombres; los hombres los hicieron hombres, porque si ellos mismos se hubieran hecho, mas altamente se fabricáran: claro está, pues, siendo ellos en fin hombres, hechos por ellos y para ellos, algunos, olvidados de su principio y de su fin, les parece que con la púrpura se han revestido otra naturaleza. Yo no comprendo en esta generalidad todos los príncipes, ni propiamente nuestro rey; antes reconozco en su real Persona virtudes dignas de amor y reverencia; pero séame lícito decir, que para el vasallo afligido viene á ser lo mismo que el gobierno se estrague por malicia ó ignorancia. Para nosotros, señores, tales son los efectos; aqui no disputamos de la causa. Pues si vemos que por los modos fáciles caminamos á nuestra perdicion, mudemos la via. Ya no es menester ventilar si debemos defendernos (eso tiene determinado la furia del que viene á buscarnos), sino creer que no solamente es conveniencia tem> poral, mas antes obligacion en que la naturaleza nos ha puesto; los medios parece es ahora lo mas dificil de hallarse. Entended, señores, que ninguno topa la perla en la superficie del mar: no falteis vosotros de vuestra parte con la diligencia, que no faltará la fortuna de la suya con la dicha; si

no demos con el discurso una brevísima vuelta á

los negocios del mundo, y á pocos pasos vereis como no nos podrán faltar amigos y auxiliares. Decidme, si es verdad, que en toda España son comunes las fatigas de este imperio, ¿cómo dudaremos que tambien sea comun el desplacer de todas sus provincias? Una debe ser la primera que se queje, y una la primera que rompa los lazos de la esclavitud; á esta seguirán las demas: ¡oh, no os escuseis vosotros de la gloria de comenzar primero! Vizcaya y Portugal ya os han hecho señas: no es de creer callen ahora de satisfechos, sino de respetuosos; tambien su redencion está á cargo de vuestra osadía: Aragon, Valencia y Navarra, bien es verdad que disimulan las voces, mas no los suspiros. Lloran tácitamente su ruina; ¿y quién duda que cuando parece estan mas humildes, estén mas cerca de la desesperacion? Castilla, soberbia y miserable, no logra un pequeño triunfo sin largas opresiones: preguntad á sus moradores si viven envidiosos de la accion que tenemos á nuestra libertad y defensa. Pues si esta consideracion os promete aplauso y alianza de los reinos de España, no tengo por mas dificil la de los ausiliares. ¿Dudais del amparo de Francia, siendo cosa indubitable? ¿Decid, de qué parte considerais la duda? El pueblo, inclinado á vivir exento, bien favorecerá la opinion que sigue. El rey (cuya for

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