Imágenes de páginas
PDF
EPUB

APÉNDICE VII.

Carta que dejó escrita en Consuegra para la reina el señor don Juan

de Austria.

Seflora :

eñora: La tiranía del padre Everardo, y la execrable maldad que ha estendido y ha forjado contra mí, habiendo preso á un hermano de mi secretario,y hecho otras diligencias con ánimo de perderme y esparcir en mi deshonra abominables voces, me obliga á poner en seguridad mi persona; y aunque esta accion parezca á primera vista de culpado, no es sino de finísimo vasallo del rey mi señor, por quien daré siempre la sangre de mis venas, como siendo Dios servido conocerá V. M. y el mundo mas fundamentalmente de la parte adonde me encamino, y en prueba de esto declaro

[ocr errors]

desde luego á V. M. y á todos cuantos leyeren esta carta, que el único motivo verdadero que me detuvo de pasar á Flandes, fue el apartar del lado de V. M. esa fiera tan indigna por todas razones de lugar tan sagrado, habiéndome inspirado Dios á ello con una fuerza, mas que natural, desde el punto que oi la tiranía tan horrible de dar garrote á aquel inocente hombre con tan nefandas circunstancias, hasta cuyo accidente es cierto estaba tambien en deliberado ánimo de pasar á aquellos estados: no obstante el conocimiento con que iba de lo que dejaba á las espaldas, esta accion medité, dispuse y pensaba ejecutar sin escándalo ni violencia, mientras no fuese necesaria la precisa para conseguir el intento, y no su muerte como su mala conciencia le ha hecho temer; porque aunque segun la mia, y toda razon pedia quitarle la vida, lo que debia haber hecho por los comunes motivos del bien de esta corona, y particulares mios, y para ello he tenido no solo repetidas opiniones sino instancias de grandísimos teólogos; no he querido aventurar la perdicion de un alma, que tan probablemente habia de ser arrebatada en mal estado, anteponiendo los ruegos y trabajos de mi persona al deseo de hacer á Dios este sacrificio que espero de su infinita misericordia, que pagará en dar feliz logro á mi justa intencion, que es y será la misma hasta perder el último aliento de

mi vida, por hacer á mi rey y á mi patria este gran servicio. A este fin, señora, y no por aprension de los peligros que podia correr en Consuegra, voy a ponerme en parage y postura, donde asegurado del traidor ánimo de ese vil hombre, puedan ser mas atendidas de V. M. mis humildes representaciones, que siempre serán encaminadas á la espulsion de esta peste, sin mas interés (despues de la reparacion de mi honra) que el de librar estos reinos de ella, y de las calamidades y trabajos que por su causa padecen los pobres y oprimidos vasallos. No he querido encaminarme á esa corte, aunque he podido hacerlo con sobrada seguridad, porque en la ligereza con que los pueblos se mueven y aprenden las cosas, no sucediese algun escándalo de irreparable inconveniente al servicio de V. M.: suplico á V. M. de rodillas, con lágrimas del corazon, que no oiga V. M. ni se deje llevar de los perversos consejos de ese emponzoñado basilisco; y si peligra la vida del hermano de mi secretario, ó de otra cualquier persona que me toque hácia mí, ó á mis amigos, ó á los que en adelante se declararen por mios, que es lo mismo que por buenos españoles, fieles vasallos del rey, se intentare con escritos, órdenes ó acciones hacer la menor violencia, ó sin razon; protes to á Dios, al rey mi señor, á V. M. y al mundo entero, que no correrán por mi cuenta los daños

que pudieren resultar á la quietud pública de la satisfacion que será preciso tomar en semejantes casos, poniendo en ejecucion lo que sin algunos de estos motivos no pensára jamás conmover; y al contrario, si V. M., como fio de la Divina misericordia, la inspirare, y suspendiere su juicio y sus deliberaciones hasta recibir segundas noticias mias, es cierto que todo se dispondrá á entera satisfaccion de V. M., y se hará con quietud y sosiego al mayor servicio de Dios, del rey y bien de todos sus vasallos, cuya mira es la última de mis resoluciones; y la hora en que el mas fiel amigo viere en mí la mas leve muestra que desdiga de esta obligacion, le exhorto que sea el primero á quitarme la vida. Dios guarde y prospere la de V. M. para bien de estos reinos con su gracia. 21 de octubre de 1668. Su mas humilde criado y vasallo de V.M. Don Juan.

Con motivo de la carta anterior, y las desavenencias entre la reina y don Juan, se publicaron muchos papeles en prosa y en verso: uno de los mas curiosos y picantes es el diálogro entre don Pedro el Cruel y don Enrique de Villena ( á imitacion de los diálogos de Luciano). De él he sacado los pasages siguientes (1):

(1) Coleccion manuscrita de documentos de aquella

DON PEDRO.

Yo, amigo, soy don Pedro, rey de Castilla, que por mi suma rectitud merecí el nombre de justiciero (como bien notó el conde de la Roca); pero ¡ay de mí! que solo conseguí del pueblo el de carnicero y cruel. Dios nos libre, oh amigo, de que se empeñe en hacerle á uno rabiar, que rabiará sin remedio, aunque tenga el corazon hecho una triaca y una pura pítima. ¡Oh qué mal hacen los príncipes que inflexibles en su dictamen no saben ceder prudentemente al curso de la sinrazon! pues tal vez dejándose llevar de la furiosa corriente, logró la orilla el que opuesto á la violencia rápida del cauce zozobrára sin remedio. ¡Y oh qué mal hacen las princesas que satisfechas de su inocencia, mas que temerosas de la comun murmuracion, no quitan la materia á los juicios!... Sirva mi fracaso de escarmiento, cuando por no caer un punto de mi dictamen y regalía, perdí con la vida el reino: el bastardo Enrique y el pueblo (que solo se contentáran con que yo moderase mis ni

época, que conservo en mi poder, algunos de los cuales publicaré cuando dé á luz la obra que tengo trazada, con el título de Paralelo de los dos príncipes bastardos de la casa de Austria.

« AnteriorContinuar »