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aragoneses para otorgar el servicio pecuniario, escarmentados de lo sucedido en Castilla, y resueltos á no enriquecer á los estrangeros con los despojos de su pais. Asi que solo concedieron una moderada suma, y aun la mayor parte de ella fue destinada á deudas atrasadas de la corona; que el rey solo percibió una pequeña can

de modo

tidad.

pagar

De Aragon pasó Carlos á Cataluña, donde se le opusieron mayores dificultades, y logró menores auxilios pecuniarios. Los flamencos se habian hecho ya tan odiosos en todas las provincias de España por sus violentas exacciones, que el deseo de mortificarlos y burlar su avaricia aumentaba el ardiente celo que aquellos pueblos libres mostraban por lo comun en sus deliberaciones (1).

Los castellanos, hartos ya de la tiranía de los flamencos, resolvieron no doblar á ella dócilmente el cuello, como hasta entonces habian hecho, siendo objeto del escarnio de sus compatriotas en los otros reinos que componian la monarquia española. Asi pues, varias ciudades de las principales se confederaron para defender sus derechos y privilegios; y sin ser apoyadas por la nobleza, que en esta ocasion no se portó con el patriotismo y

(1) Robertson's History of Charles V, lib. 1.

decision correspondientes á su clase, dirigieron al rey una esposicion manifestándole el estado del reino, y la mala administracion de sus favoritos. Carlos no obstante desatendió estas fundadas quejas, asi en Zaragoza donde por primera vez se le presentaron, como en la ciudad de Barcelona, donde se reiteró la peticion.

Murió en esto el emperador Maximiliano, suceso de alta importancia en sus consecuencias, por cuanto turbó la paz que reinaba entonces en el orbe cristiano, escitando la rivalidad entre los monarcas de España y Francia, y encendiendo guerras mas duraderas y generales que todas las acaecidas hasta aquel tiempo. Presentáronse como competidores en la pretension del imperio, Carlos y Francisco I, haciendo valer cada uno sus derechos. «Los otros príncipes europeos, dice Mr. Robertson (1), no podian permanecer indiferentes espectadores de una contienda, cuya decision interesaba tan de cerca á cada uno de ellos. Por su comun utilidad deberian haberse confederado para frustrar el designio de ambos competidores, y evitar que cualquiera de ellos obtuviese tal ascendiente en dignidad y poderio, que pudiera ser pe

(1) The History of Charles V, edicion citada, tomo 2, lib. 1, pág. 137.

ligroso á las libertades de Europa. Pero eran tan recientes en ella las ideas de una conveniente distribucion y balanza del poder, que todavia no ocupaban suficientemente la atencion pública. Las pasiones de algunos príncipes, la imprevision de otros, y el temor de ofender á los candidatos, estorbaron la saludable union de las potencias europeas, que o descuidaron enteramente la salvacion pública, ó no tomaron precauciones vigorosas para asegurarla.>>

Quedó por fin elegido Carlos, y esta importante noticia le alcanzó en Barcelona, donde se hallaba detenido por la obstinacion de las cortes catalanas, que aun no habian concluido los asuntos propuestos á su deliberacion. Carlos, sumamente gozoso y engreido con esta eleccion, tomó pom poso título de magestad sustituyéndole al de alteza, que hasta entonces habian tenido los reyes; y declaró su intencion de salir cuanto antes para Alemania á tomar posesion del imperio.

el

No pudiendo por esta causa y otras ocupaciones pasar á Valencia para ser jurado allí, dió poderes al cardenal Adriano para que le representase en las cortes de aquel reino. Pero los nobles valencianos considerando poco honrosa esta determinacion para su pais, tan acreedor como los demas al honor de la augusta presencia del rey, declararon que segun las leyes fundamentales, no podian re

conocer como soberano á un ausente, ni concederle subsidio alguno. Coincidió con esta ocurrencia la peticion dirigida al monarca por la gente plebeya de aquel reino, solicitando permiso para agermanarse, esto es, armarse en cuadrillas para resistir á los moros que hacian frecuentes desembarcos en las costas, robaban y cautivaban muchos cristianos. El ministro Xebres, resentido de los nobles valencianos, trató muy bien á los comisionados de los menestrales para ganar su voluntad, concediéndoles licencia para que se agerma

nasen.

Pidieron estos ademas permiso para elegir trece síndicos que formasen cabeza de los demas; y el emperador nombró á Micer Garcés, sugeto díscolo y sedicioso, para que pasando á Valencia con los comisionados, viese si lo que pedian era justo y conveniente. Eligió Garcés los trece sindicos: se agermanaron todos los menestrales, eligieron sus capitanes, y levantaron banderas. Los nobles contra quienes se dirigia principalmente este armamento, socolor de resistir á los moros africanos, se quejaron al emperador; pero como Xebres estaba enojado con ellos por no haber prestado el juramento, no hizo caso de su demanda, satisfecho de tener al pueblo de su parte. El cardenal Adriano, tambien en odio de los caballeros aprobó todo lo hecho acerca de la germania, y se

volvió á Barcelona sin conseguir su objeto, dejando revuelta la ciudad, muy afrentados á los nobles valencianos, y muy ufana á la plebe (1).

Carlos entretanto determinado á partir, convocó las cortes de Castilla para Santiago de Galicia, inducido por Xebres, que sabiendo cuan aborrecido era de los castellanos, queria estar cerca del mar para embarcarse en caso de un inminente riesgo. Asi la partida del rey como la designacion de una ciudad de Galicia para la reunion de las cortes, escitaron un descontento general en Castilla. Los ciudadanos de Toledo escribieron una carta circular á las demas ciudades, invitándolas á una junta general para tratar del remedio de tan graves males (2). Burgos, Salamanca y Murcia no aprobaron el pensamiento de juntarse: Granada respondió que se dejase para mejor coyuntura; Sevilla nada contestó sobre este punto; pero, en fin, todas las ciudades se convinieron en enviar sus procuradores á las córtes, con orden de ponerse de acuerdo con los de Toledo (3).

(1) Sandoval, Historia del emperador Carlos V, parte 1, lib. 3, §. 38, págs. 144 y 145.

(2)

Véase esta circular en el apéndice 2.

(3) Sandoval, Historia de Carlos V, tom. 1, pág. 194.

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