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cerse merced alguna de bienes confiscados ó que se hubiesen de confiscar, en todo ni en parte, á los jueces que hayan entendido en aquellas causas.

Por lo que hace á contribuciones proponia la junta, que se redujesen las alcabalas y tercias á la cantidad en que se habian encabezado por los reyes católicos; que bastando estas rentas y las demas ordinarias espresadas alli para hacer frente á los gastos públicos, no se impusiesen otras estraordinarias; que los señores de villas y lugares donde es comun el disfrute de sus términos, usasen de los pastos y cortas de monte como los demas vecinos, contribuyendo cual estos en los repartimientos que se hiciesen para reparo y composicion de cercas, puentes y fuentes, mantenimiento de guardas, costos de pleitos, defensa y ensanche de linderos, sopena de perder el señorio si á esto se opusiesen; que fuesen residenciados cuantos habian tenido cargos de real hacienda en el tiempo que habia administrado el reino como regente el rey católico don Fernando.

Acerca de las fortalezas y alcaidias proponia la junta, que no se pudiesen dar á estrangeros sino á naturales y vecinos de estos reinos, con tal que estos no fuesen señores titulados ó magnates, y que los provistos hubiesen de hacer pleito homenage al rey, y no á otra persona. Pedia tambien la revocacion de cualesquiera mercedes hechas des

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pues del fallecimiento de la reina Isabel, de villas, lugares, términos, jurisdicciones &c., y que no pudiesen hacerse en lo sucesivo; mandando restituir á la corona las enagenaciones espresadas en el testamento de la misma reina.

Otras varias peticiones hacian sobre residencia de prelados eclesiásticos, anulacion del nombramiento de Croy para arzobispo de Toledo, por ser estrangero, ausente y menor de edad; ejecucion de bulas, prohibicion de mercedes ó encomiendas de indios, estraccion de dinero, ganados, lana &c."

Carlos en vez de acoger benignamente aquellas peticiones y acordar con sus agraviados súbditos lo mas conveniente; solo pensó en halagar á la nobleza para separarla de las comunidades; y á fin de conseguirlo mejor nombró co-regentes de Adriano al condestable de Castilla don Iñigo Velasco, al almirante don Fadrique.

y

Los nobles en odio de los flamencos habian visto con gusto los primeros síntomas de alteracion en Castilla, y algunos de ellos se habian agregado á la causa popular; pero es preciso hablar imparcialmente: la alborotada plebe que ni tenia la cordura de la Junta, ni solia guiarse mas qne por el ímpetu de sus pasiones, habia cometido horribles asesinatos en algunos pueblos, y perseguido á varios magnates, como sucedió con don Iñigo de Velasco en Burgos. Ademas algunos pue

blos tomándose la justicia por su mano, se apresuraron á despojar á los señores. El de Dueñas, que pertenecia á la jurisdiccion del conde de Buendia, se alborotó, quitó al corregidor y alcalde, nombrando otros; y apellidó el nombre del rey, gritando que el conde los tenia injustamente sujetos á su señorio. Los de Nájera, siguiendo aquel egemplo, se prepararon para hacer la guerra y separarse de su duque don Antonio Manrique; pero este, que mandaba las fuerzas de Navarra, movió sus tropas veteranas contra Nájera, y tomó por asalto la ciudad, que fue saqueada por espacio de tres dias. Las merindades de Castilla, cuyo regidor perpétuo era el condestable Velasco, sabiendo el levantamiento de los de Nájera, se declararon en rebelion, apellidaron el nombre del rey, y su jurisdiccion, haciendo pedazos las insignias de la que egercia Velasco (1). Estos antecedentes, los mensages del emperador á la nobleza, y tal vez el resentimiento de esta por algunas peticiones de la junta, fueron causa de la escision que se declaró entre las comunidades y los señores.

Cometió tambien la junta un error de grave consecuencia; pues habiéndosele presentado don

(1) Maldonado, historia de las Comunidades.

Pedro Giron, hijo del conde de Ureña, le nombró comandante general de sus tropas por el prestigio de su elevada clase, con manifiesto agravio de Padilla, que no queriendo militar bajo el mando de otro, se retiró á Toledo. Era don Pedro Giron un jóven ambicioso, que habia abrazado el partido de los comuneros resentido de Carlos por no haberle otorgado el ducado de Medina-Sidonia, que decia pertenecer á su esposa por derecho de mayorazgo. Y como no le animaba un celo patriótico sino el interés personal, cedió facilmente á las sugestiones del almirante don Fadrique, y habiendo conducido mal las operaciones militares, abandonó por fin la causa de los comuneros.

Quedaba todavia en el egército de estos una cabeza de vigoroso temple, un hombre estraordinario de aquellos que se lanzan como un violento huracan en el mar tempestuoso de las revoluciones. Era este agitador el obispo de Zamora Acuña, ambicioso, emprendedor, infatigable y violento. Olvidado de su ministerio pastoral, y de los principios religiosos que hacen incompatible el sacerdocio con la profesion militar, se presentaba á los combates como un guerrero veterano, despreciando la muerte, animando siempre á las tropas. El las mandó en defecto de Giron hasta que la santa Junta tuvo por conveniente llamar de nuevo á Padilla. Este adalid, en cuyo magnánimo pecho

no cabia resentimiento cuando mediaba el interés de la patria, acudió luego á ponerse al frente del ejército, porque el realista se iba aumentando considerablemente.

Acuña, que aspiraba al arzobispado de Toledo, sabiendo que habia quedado vacante por fallecimiento de Guillermo de Croy, pidió licencia para ir con alguna gente á socorrer á los toledanos, á quienes hacia cruda guerra el prior de san Juan don Antonio de Zúñiga. Fuele otorgado lo que pedia, y con su presencia se encendió con redoblado furor la guerra en el partido de Toledo.

Ibase acercando ya el desenlace de este drama terrible. Padilla se habia apoderado con el mayor denuedo de Torrelobaton, que los imperiales tenian bien fortificado; y si aprovechándose de la victoria hubiese volado en seguida á perseguir á sus enemigos, otro fuera el éxito de esta encarnizada lucha. Pero su mala suerte le hizo desaprovechar la coyuntura: deteniéndose sobrado tiempo en Torrelobaton, como Anibal en Cápua, segun la espresion de Sandoval (1), dió lugar á que el ejército realista se reforzase con las tropas veteranas de Navarra, y la gente de muchos nobles.

Antes de arriesgar una accion general y de

(1) Historia de Carlos V, tomo primero, pag. 367.

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