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atrajo mas enemigos, ni á los militares, cuyos sueldos se rebajaron, en ocasion que ellos esperaban iban á llover las gracias, como suele ser costumbre al advenimiento de un nuevo soberano. A estos motivos. de descontento para una gran parte del pueblo y de familias respetables se agregó una medida que hirió en lo mas vivo el orgullo universal, á saber, la de dar á los pares de Francia los mismos honores y consideracion que á los grandes de España (1). Sucedió

de vuestro consejo, pero decidid. Dios que os hace rey os dará todas las luces necesarias, mientras abrigueis buenas intenciones.»William Coxe, España bajo el reinado de la casa de Borbon, cap. 1.

(4) El duque de Arcos, como grande de España, elevó al rey una enérgica y sentida representacion en queja de esta providencia, haciéndole ver por la historia que ningun monarca se habia atrevido á conceder tales honores y prerogativas á los estrangeros, por elevada que fuese su calidad, como no fuesen principes de la sangre. Al final de ella se lee el siguiente curioso párrafo, que nos da idea de los privilegios que entonces gozaban los grandes de España.

Y si V. M. fuese servido de mandar examinar todos los archivos, y consultar nuestras verdaderas historias, hallará en ellas lo que fuimos y lo que somos. Y que las mismas casas y familias, extintas muchas ya, las cuales se decian ricos-hombres entonces, son las que hoy se llaman grandes, con los mismos derechos y los mismos privilegios de cubrirse, de sentarse, de ser tratados con gra

do de primos, de presidir en las Córtes á todos los del gremio de nuestra nobleza, de tomarse las armas cuando entran por la posesion de grandeza á besar la mano, ponérseles guardas en los ejércitos donde residen ó por donde pasan; y cuando entren en las metrópolis de Aragon, Navarra y Cataluña, visitarlos las ciudades y los reinos, y si iban á los de Italia, los vireyes, como en Nápoles, Milan, etc., dándoles preferencia en su casa y en la calle que no esti-lan con otro alguno; no pueden sin cédula especial rendirse á prision, que es lo mismo que no estar sujetos á la justicia ordinaria, con los mas privilegios que son notorios: demostraciones todas que en cualquier estado monárquico arguyen ser los primeros y mas cercanos al príncipe, y que no manteniéndolos éste, se sigue un grave perjuicio al mas autorizado brazo de la nacion española, etc.»

Poco debió agradar al rey esta representacion, hecha en julio de 1704, cuando en 19 de agosto le pasó el real decreto siguiente.

Excmo. Señor.-El rey N. S. >>(Dios le guarde) me manda decir »á V. E. será muy conforme á las »grandes obligaciones de V. E. y

tambien (y esto era de esperar, porque es una consecuencia casi natural de la venida de un monarca estrangero), que la córte se fué inundando de franceses de todas las clases, de los cuales unos, pertenecientes á la plebe, desacreditaban su pais con sus vicios é insultaban á los naturales con sus escesos, otros de mas elevada esfera, envanecidos con habernos dado un monarca de su nacion, aspiraban á introducir sus trages, uniformes, usos y costumbres, y hasta las salsas francesas en la real cocina; innovaciones que no podian dejar de ser de muy mal efecto en un pueblo el mas apegado á sus antiguos hábitos.

Distaban mucho Portocarrero y Arias, por su carácter, por su talento y por su política, de ser á propósito para captarse las voluntades y hacerse partido, ni para acreditar su gobierno y administracion, ni menos para atraer y afianzar el cariño del pueblo hácia el nuevo soberano. Engreido Portocarrero con los servicios que habia hecho á la casa de Borbon; avaro de influencia y de poder; pareciéndole poca toda recompensa á sus merecimientos; mañoso para inspirar mútuas desconfianzas entre el monarca y los grandes, y para alejar á éstos de palacio, so color de preservar al rey de la esclavitud en que habian tenido á Cár

»á la representacion de su digni>>dad el pasar luego á Flandes á »dar ejemplo con su persona -y >> valor en el ejército de S. M., co>>mo se lo ordeno, de que aviso á >> V. E. para que lo tenga entendi

»do. Dios guarde á V. E. muchos

años como yo deseo. Palacio, 19 »de agosto de 1704.-Don Antonio »Ubilla.-Sr. duque de Arcos.»MS. del archivo de la Real Academia de la Historia, Leg. 9, v. 45.

los II. los favoritos; dando el dictado de austriacos á todos los que queria desacreditar, ó que le inspiraban celos; lento y nada lince en el despacho de los negocios; reservado, adusto y terco con los inferiores; flexible, acomodaticio y agasajador con los que calculaba que podian serle útiles; adulador hasta la bajeza con Luis XIV., cuyos deseos quisiera adivinar, y cuyas indicaciones eran para él como leyes, que hacía ejecutar sin exámen, y sin mirar si eran útiles ó perniciosas á los intereses de España; imprudente en las reformas é inconsiderado con las familias que quedaban arruinadas, ni siquiera sabía ser político con el monarca francés á quien se habia propuesto servir; por que egoista antes que todo, cuando observaba que una medida producia gran descontento y excitaba antipatías, apresurábase á culpar de ella á la córte de Versalles, y hacer recaer el ódio popular sobre el mismo á quien él servilmente la habia propuesto.

Aunque de mas talento y mas apto para los negocios don Manuel Arias, presidente del consejo y cámara de Castilla, no era ni mas tratable y espansivo, ni menos áspero que el cardenal, y acaso le excedia en el servilismo y humillacion con los que necesitaba. Veía con envidia la púrpura que adornaba á su compañero, y con la esperanza de vestirla y de llegar á ser inquisidor general y primado de España, se acogió á la Iglesia y se hizo sacerdote á los cincuenta años, y obtuvo la mitra de Sevilla. De sus ideas po

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líticas da muestra la máxima que profesaba de que Dios tenia destinado á Felipe para ser el rey mas absoluto de toda la cristiandad, y de que sus vasallos no tenian ni aun el derecho de quejarse sin su permiso.

No era posible por mucho tiempo la concordia, y buena armonía entre dos personages de tal carácter y de tanta ambicion; mas por de pronto, abusando de su influencia y teniendo de contínuo asediado al rey, íbanle haciendo retraido, apocado é indolente, no obstante ser de claro y despejado entendimiento, y adornarle otras virtudes no comunes en su edad. Y unida la inesperiencia del monarca al abuso de los ministros, íbase formando en la córte misma de España un partido de descontentos, que los soberanos y las potencias enemigas de la nueva dinastía comenzaban á esplotar, y con el cual contaban para los planes que desde el advenimiento de Felipe, y aun desde la aceptacion del testamento de Cárlos II. por Luis XIV. estaban fraguando, y poniendo ya en ejecucion para ver de arrebatarle la corona, como ircmos viendo.

Uno de los primeros actos del nuevo monarca, aun antes de hacer la entrada pública con que se solemnizó su traslacion del Buen Retiro al palacio (14 de abril, 1701), habia sido el de convocar á los diputados de las ciudades y villas de voto en córtes (1),

(4) Real cédula convocatoria de 40 de marzo.

con objeto de que le prestáran el juramento de fidelidad, y de jurar él al propio tiempo las leyes y fueros del reino. Aun esta buena idea no fué inspirada por Portocarrero, sino por el marqués de Villena, mas advertido en esto que el cardenal. Las Córtes se juntaron el 8 de mayo en la iglesia de San Gerónimo, y el juramento mútuo se hizo con toda la ceremonia y con todas las solemnidades de costumbre (4).

Queria luego el marqués de Villena, duque de Escalona, y propuso que se convocáran de nuevo córtes de Castilla, no ya para una ceremonia como el reconocimiento de un soberano, sino para que tratáran como antiguamente las cosas de gobierno, y principalmente del negocio importante de la hacienda. La razon de este empeño fué, que Portocarrero, abruma_ do con las dificultades de la gobernacion, que excedian en mucho á sus escasas luces, no contento con haber inducido al rey á que aumentára su consejo de gabinete con dos ministros más, que fueron el marqués de Mancera, presidente del de Aragon, y el duque de Montalto, del de Italia, pidió á Luis XIV. le enviára una persona que pudiera establecer un plan de hacienda en España, y corregir y reformar los abusos de la administracion. El monarca francés en

(4) Diario del secretario Ubilla, donde se hace una descripcion minuciosa de este acto, con los nombres y títulos de todos los que prestaron juramento.-Macanaz,

Memorias para la Historia desde la muerte de Cárlos II., MS. tomo I. cap. 3.-Belando, Historia civil de España, P. I. c. 8 y 9.

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