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todo al rey de Francia, su abuelo, partió á la ligera para Madrid, por Salces, Narbona, Carcasona, Tolosa, Pau, San Juan-de Pié-de Puerto, Roncesvalles y Pamplona, llegando á Madrid el 6 de junio (1706), en cuyos habitantes encontró, á pesar de la desgracia, la buena acogida que le habian hecho siempre.

En tanto que esto pasaba en Barcelona, la guerra civil ardia vivamente en el reino de Valencia. Habia poblaciones cuya decision por la causa del archiduque rayaba en entusiasmo. En cambio el reino de Murcia se distinguia por su acendrada lealtad á Felipe V. Pueblos hubo que se hicieron famosos como el de Hellin, el cual, no obstante ser lugar abierto, resistió heróicamente á diez mil rebeldes mandados por Nebot y Tárraga, hasta que cortada el agua, y viendo que enfermaba casi toda la poblacion y milicia, tuvo que rendirse ésta prisionera de guerra, pasando despues mil trabajos aquellos hombres valientes y leales, ya en Valencia, donde solo los alimentaban con algarrobas como á las bestias, ya en Denia, donde sufrieron todo género de tiranías, ya en los caminos, por donde los llevaban enteramente desnudos y amarrados con cuerdas, prefiriendo los martirios y la muerte á faltar á su fidelidad. En Valencia, desde que el conde de Peterborough regresó á Barcelona con motivo del asedio, el conde de Cardona, que era virey

se le dejaria volver; lo que el rey Memorias, c. 49. entendió, y le fué fácil averiguar.>>

por el archiduque, dió un plazo de veinte y cuatro horas para que pudieran salir de la ciudad todos los afectos á Felipe V., y asi lo realizaron muchos nobles y personas distinguidas, que pasaron á incorporarse á las tropas reales, no haciéndolo otros per no permitírseles sacar bagages ni propios ni agenos.

El conde de las Torres, con la escasa fuerza que le habia quedado, y con las milicias de Murcia y los dragones del brigadier Mahoni, hacia esfuerzos prodigiosos, y se movia con una actividad infatigable. Despues de haber hecho un cange de prisioneros quemó algunos lugares y sometió otros, entre ellos la villa de Cullera, de que le hizo merced la reina con el título de marqués, cuyo marquesado confirió antes el rebelde Basset á su madre, y le otorgó ademas la famosa Albufera de Valencia. Animado con esto el de las Torres, intentó apoderarse de Játiva, la segunda poblacion de aquel reino, llevando toda la fuerza disponible, con cuatro piezas de campaña (mayo, 1706). Pero todos sus esfuerzos fueron infructosos. Defendia Basset la ciudad. Basset era una especie de ídolo para todos los valencianos partidarios del archiduque: las poblaciones rebeladas le tributaban cierta adoracion, y él poscia el arte de inspirar y mantener el entusiasmo en las personas de todas las edades y estados. Asi fué que en Játiva los eclesiásticos como las mugeres, y las mugeres como los niños, todos hacian oficios de soldados, todos trabajaban en las obras de defen

sa, todos combatian, con armas, con piedras, con todo género de proyectiles: hubieran muerto el último párvulo y el último anciano antes que rendir la ciudad ó abandonar á Basset. Entraron en la plaza muchos socorros de ingleses y valencianos; súpose y se celebró el desastre del ejército real en Barcelona; túvose noticia de haberse apoderado los portugueses de Alcántara; todo era regocijo y animacion dentro; y como por otra parte le informasen al conde de las Torres de que los enemigos amenazaban venir sobre Madrid, tuvo que retirarse abandonando la empresa (24 de mayo, 1706), despues de quince dias de ataques inútiles, para incorporarse á los que habian de detener la marcha de los aliados á la capital del reino.

Era por desgracia cierto que el ejército aliado de Portugal, mandado por el marqués de las Minas y por el general inglés milord Galloway, se habia apoderado de Alcántara (14 de abril), rindiendo y haciendo prisioneros de guerra por capitulacion á diez batallones que la defendian con el gobernador mariscal don Miguel Gasco. Error grande de nuestros generales encerrar diez batallones en una plaza dominada por la montaña, para cuya defensa en lo posible habria sido igual uno solo (). Pero esto provino,

(4) Los prisioneros que se hicieron fueron cuatro mil soldados efectivos, sin contar todos los gefes y oficiales, con quinientos soldados enfermos y heridos: se cogieron sesenta piezas de artillería

de diferentes calibres; cinco mil fusiles; doscientos quintales de pólvora; mil ochocientas cajas de balas de fusil; mil quinientas balas de cañon; ochocientas bombas; tres mil fanegas de trigo; seis mil

dice un escritor español contemporáneo, de que el mariscal de Berwick, nombrado de nuevo general en gefe del ejército de la frontera portuguesa, obraba asi por instruccion del duque de Borgoña, á quien este escritor supone siempre, y no infundadamente, autor del designio de ir arruinando la España. Y á la verdad, la conducta de Berwick no parecia abonar mucho su buen propósito. Porque habiendo pasado los aliados el Tajo, tomado de paso algunas villas, detenídose dos dias en Coria, y saliendo luego á buscar al de Berwick, que se fortificaba junto á Plasencia, fuése éste retirando, no obstante contar con diez batallones de infantería y cuatro mil ginetes, dejando á los enemigos que ocupáran á Plasencia (28 de abril). De retirada en retirada, y avanzando á su vez los aliados hasta el famoso puente de Almaraz (4 de mayo), ya habian comenzado á hacer minas para volarle; mas recelando dar lugar á que se uniera á Berwick el marqués de Bay con las tropas que guarnecian á Badajoz, discurrieron en consejo de guerra la direccion que deberian tomar: milord Galloway era de opinion de perseguir á Berwick hasta la capital, y hasta arrojarle de Castilla; el marqués de las Minas y los suyos fueron de parecer de ir á sitiar á CiudadRodrigo, y este dictámen fué el que prevaleció.

de cebada; gran cantidad de vino, aceite y ganados; doce mil casacas nuevas, y doscientos cinco caballos.

Macanaz, Memorias, cap. 52. -San Felipe, Comentarios.-Belando, Historia Civil, tom. I.

A vista de tantos peligros y reveses, la reina Ma ría Luisa que gobernaba el reino con su acostumbrada eficacia, hacía rogativas públicas, escribia á las ciudades, movia á los prelados, escitaba el patriotismo de los nobles, estimulaba á todos á la defensa del reino. Imponderable fué el entusiasmo con que las provincias leales respondieron á las escitaciones de la jóven soberana. Sevilla, Granada, todas las Andalucías se pusieron en armas y proporcionaron recursos de guerra. Ejecutó lo mismo Estremadura. Navarra y las Provincias Vascongadas hicieron donativos. La universidad y la iglesia de Salamanca ofrecieron sus rentas: Palencia y otras ciudades de Castilla dieron provisiones У dinero: los nobles de Galicia se armaron, y sus milicias penetraron en Portugal guiadas por don Alonso Correa. Los gremios de Madrid, el concejo de la Mesta, las órdenes militares que presidia el duque de Veragua, el corregidor y los capitulares de la villa, todos los nobles de la córte se regimentaron, y salieron á caballo, divididos en cuatro cuerpos, llevando por coroneles y cabos al corregidor y regidores y á los señores de la primera grandeza. Toda España se puso en armas y en movimiento, dispuesto cada uno á ir donde se le ordenára.

Los aliados entretanto rindieron á Ciudad-Rodrigo (fin de mayo, 1706), despues de resistir valerosamente por ocho dias el solo regimiento que con algunas milicias habia en la plaza. Ya se estaba viendo al 40

TOMO XVIII.

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