Imágenes de páginas
PDF
EPUB

A pesar de las numerosas fuerzas con que el archiduque ocupaba la capital, y no obstante los tiránicos bandos que cada dia se publicaban para tener á raya un pueblo que con razon miraba como enemigo, ni él ni su ejército se contemplaban seguros ni en la córte ni en su comarca. El príncipe rehuía vivir en Madrid, escarmentado del mal recibimiento que habia tenido, y el cuartel general no pudo nunca gozar ni de seguridad ni de reposo, ni en Canillejas, ni en el Pardo, ni en Villaverde, ni en Cienpozuelos, puntos en que sucesivamente se estableció, ni sus tropas podian moverse sino en cuerpos muy considerables, ni andar soldados sueltos ó en pequeñas partidas sin evidente riesgo y casi seguridad de ser sacrificados.

La causa de esto era que cuando la córte de Felipe V. se trasladó á Valladolid, dejó el rey á las inmediaciones de la capital á don José Vallejo, coronel de dragones, con un grueso destacamento, encargado de molestar á los enemigos. No podia haberse hecho una eleccion mas acertada para el objeto. Porque era el don José Vallejo el tipo mas acabado de esos intrépidos, hábiles é incansables guerreros, de esos famosos partidarios en que se ha señalado en todas épocas y tiempos el génio y el espíritu bélico español. Correspondió el Vallejo á su cometido tan cumplidamente, y ejecutó tales y tantas proezas, que llegó á ser el terror de las tropas aliadas con ser tan numerosas

y á poner muchas veces en aprieto y conflicto el mismo cuartel general del príncipe austriaco. De contado situándose entre Madrid y Guadalajara, cortó las comunicaciones entre la córte y los reinos de Aragon y Cataluña, interceptaba los correos y cogia los despachos, pliegos y cartas del archiduque y la archiduquesa, y al paso que á ellos los incomunicaba, él se ponia al corriente de todos sus pensamientos y planes. Destruía las partidas que se enviaban en su persecucion, y siempre en contínuo movimiento, caminando dia y noche, y tan pronto en la Mancha como en tierra de Cuenca, en las cercanías de Toledo como en las de Madrid, empleando mil estratagemas y ardides, haciendo contínuas emboscadas y sorpresas, apareciendo á las puertas de la córte ó en los bosques del Pardo cuando se le suponia mas lejos, destrozando destacamentos enemigos, asaltando convoyes de equipajes, municiones ó víveres, alentando los pueblos á la resistencia, acreciendo sus filas con centenares de paisanos resueltos y valerosos que se le unian, y llegando á combatir y derrotar cuerpos de hasta tres mil hombres con el general Stanhope á la cabeza, como sucedió en los llanos de Alcalá. Escribiéronse entonces, y se conservan, y las tenemos á la vista, multitud de relaciones de las hazañas de Vallejo.

Trabajaba en igual sentido, y tambien con gran fruto, por la parte de Guadarrama don Feliciano de Bracamonte, á quien el rey encomendó el cargo de

cubrir aquellos puertos con un grueso destacamento para impedir á los enemigos el paso á la Vieja Castilla. Entre los dos dieron tanto aliento á los paisanos, que no podia andar por los caminos ni moverse partida suelta de los enemigos sin riesgo de ser sorprendida Ꭹ acuchillada. Ni aun en las casas y alojamientos estaban seguros, porque sus patrones fingiéndose amigos los embriagaban para asesinarlos después: accion vituperable y bárbara, pero que demuestra el espíritu del paisanage castellano, y el encono con que miraba á los enemigos de Felipe V. Y esto sucedia en la corte misma, y esto acontecia en Toledo, donde se hallaba con una fuerte division el general del archiduque conde de la Atalaya, que á pesar del gran rigor que empleó para enfrenar á los toledanos no pudo impedir las bajas diarias que éstos hacian en sus filas, cazando, por decirlo asi, á los soldados y arrojándolos desnudos al rio, viéndose al fin precisado á dejar libre la ciudad y fortificarse en el alcázar; hecho lo cual, comenzaron los de Toledo á quemar las casas de los que llamaban traidores (1).

Veamos lo que entretanto habia hecho el rey don Felipe desde que se trasladó con la córte y las reliquias del ejército á Valladolid.

Luego que se perdió la batalla de Zaragoza es

(4) Las historias, y sobre todo, las relaciones particulares que se publicaron cu aquel tiempo, dan noticias mas individuales y

circunstanciadas de estos hechos. Encuéntranse algunas en el Tomo de Varios que antes hemos citado.

cribió Felipe al rey Cristianísimo su abuelo, rogándole que, ya que no pudiera socorrerle con tropas, le enviára al menos al duque de Berwick ó al de Vendôme. Luis XIV. envió este último, porque el primero estaba mandando en el Delfinado, y con él vinieron el duque de Noailles y el marqués de Toy, aquél para informarse del estado de la España, éste para quedarse acá. Los grandes y nobles que habian seguido al rey á Valladolid, que eran muchos, escribieron, á excitacion de la princesa de los Ursinos, una carta al monarca francés (19 de setiembre, 1710) pidiéndole socorros con la urgencia que- la situacion requería "). Contestó Luis XIV. muy cum

(4) Esta notable carta iba suscrita por los personages siguientes:

El conde de Frigiliana.
El duque de Popoli.
El marqués de Aytona.
El conde de Baños.
El de Santisteban.

El marqués de Astorga.
El conde de Altamira.
El marqués de Bedmar.
El de Pastrana.

El duque de Medinasidonia.
El de Montalto.

El de Veragua.

El de Atrisco.

El de Sessa.

El marqués de Almonací.
El Condestable.

El señor de los Cameros, conde de Aguilar.

El conde de Lemus.

El marqués de Montealegre.
El de Villafranca.

El de Tavara.

El conde de Alba.

El duque de Havre.
El de Montellano.
El de Arcos.

El de Feria.

El marqués del Carpio.
El conde de Oñate.
El duque de Bejar.

El conde de Benavente.
El de Peñaranda.

No firmó el marqués de Camarasa por hallarse enfermo, el conde de Castañeda por estar sus estados en litigio, y el duque de Osuna por haber sido de sentir que antes era ofrecer cada uno todo aquello á que sus fuerzas alcanzasen.-Eran sumamente espresivas las protestas de amor y de adhesion al rey don Felipe que hacía en esta carta la grandeza española. Fué produccion del conde de Frigiliana, hombre, como dice un escritor de su tiempo, de elegante pluma y fácil esplicacion.»

plida y satisfactoriamente á esta carta, que le entregó en propia mano el duque de Alba, embajador de España en París, y sirvióle mucho para desengañar al duque de Borgoña y á las potencias enemigas del error en que estaban de que Felipe tenia contra sí la nobleza española, y para desvanecerles las esperanzas que sobre ello habian fundado.

Túvose en Valladolid consejo de generales presidido por el rey para acordar las medidas que reclamaban las circunstancias, y en él se resolvió, que el marqués de Bay se volviese á las fronteras de Portugal para contener á los portugueses é impedir su union con el ejército confederado de Madrid; que el rey se situase en Casa-Tejada con el propio objeto, y el de darse la mano con las Andalucías, Extremadura y las Castillas, y en aquellas partes se formaria un nuevo ejército; que Vallejo y Bracamonte cubrirían Castilla la Vieja, la Mancha, Toledo y cercanías de Madrid; que la reina con el príncipe, los Consejos y las damas se trasladarian á Vitoria para su mayor seguridad; que Vendôme quedaria mandando como generalísimo las armas de Castilla, y Noailles se volveria á Perpiñan, y con las tropas del Rosellon obraria por la parte de Cataluña y pondria sitio á Gerona para distraer por alli los enemigos. Asi se ejecutó todo, y pocas veces habrán correspondido tan felizmente á un plan los resultados.

Ya hemos visto cuán admirablemente desempe

« AnteriorContinuar »